Adolf Guggenbühl-Craig
Analista junguiano suizo, nació en Zurich (Suiza) en 1923 y falleció en 2008 en la misma ciudad. Estudió Teología en la Universidad de Zurich, luego Filosofía e Historia en la Universidad de Basilea y después Medicina en la Universidad de Zurich. Luego de graduarse en Psiquiatría y Psicoterapia, inició la práctica privada en Zurich. Conoció directamente a Jung y fue muy influido por la psicología de Jung. Autor de Poder y destructividad en Psicoterapia. El siguiente texto es la traducción hecha por la psicóloga clínica venezolana María Luisa Fuentes, del Capítulo 6 de su obra Marriage: Dead or Alive (1986). Putnam: Spring Publication. Esta no es una traducción oficial sino una versión personal y se hace con fines pedagógicos para ADEPAC y otros centros de estudios junguianos.
Traducido del inglés por María Luisa Fuentes
CAPITULO SEIS
Bienestar y salvación deben ser conceptualmente diferenciados para la comprensión de la psicología humana. La individuación como Jung la describe es esa parte de la motivación humana que impulsa hacia la salvación.
La individuación, tanto el proceso como la meta soteriológica, son empíricamente indescriptibles, sólo pueden experimentarse y representarse a través de símbolos. Se podría agregar que desde tiempo inmemorial, la humanidad ha intentado expresar su comprensión de la psicología por medio de imágenes o mitos, debido a que el comportamiento de los humanos está determinado por imágenes las cuales inmediatamente adquieren predominancia. Nosotros actuamos no sobre la base de comprensiones intelectuales precisas o reflexiones exactas, sino sobre la base de imágenes que se ciernen ante nosotros. La conciencia deviene por la vía de ver más claramente a dónde nos conducen esas imágenes, y en este esfuerzo nosotros continuamente reflexionamos y fantaseamos alrededor de las imágenes que nos gobiernan.
El estado de bienestar también está presente en varias imágenes. La tierra de los Feacios, como la describían los Griegos, es una imagen de dicho estado de bienestar. En esa tierra las cosas eran pacíficas y la gente parecía ser feliz. Sin embargo lo que allí falta es la tensión, la estimulación, la lucha. ¡Odiseo no es capaz de resistir durante mucho tiempo en la tierra de los Feacios!
En las historias de viajes por mar, frecuentemente nos topamos con descripciones de tales tierras de leche y miel. A menudo se cuenta de un marinero que cae en algún lugar, en una isla donde siempre hay abundancia de comida, donde las mujeres están a libre disposición, y donde él pasa todo el día tendido en una hamaca. Dichas “islas de bienestar” están muchas veces proyectadas en los Mares del Sur. Estas historias acerca de estos marineros son representaciones de imágenes interiores más que descripciones precisas de experiencias reales.
Una característica que todas estas historias de las felices islas de los Mares del Sur y de otras tierras de leche y miel tienen en común, es que tarde o temprano el narrador debe dejar esa tierra o incluso quiere irse de allí. Raras veces en estas “islas de bienestar” él es capaz realmente de encontrarse a sí mismo y de llegar a su propia alma.
Relacionado con este estado de bienestar es la imagen del así llamado naturalismo. Se concibe la posibilidad de un patrón de comportamiento natural, de personas que son completamente naturales. Pero los humanos en sí mismos somos anti-naturales, tanto es así, que nada nos pasa de manera simple. Siempre tenemos que tener fantasías, reflexionar, considerar, llegar a acuerdos con nuestras reacciones internas, cuestionar nuestra existencia. Solamente antes de la Caída los humanos fueron “naturales.” El Paraíso, como nosotros lo imaginamos, como era antes de que Adán y Eva mordieran la fruta prohibida, es un lugar de “natural bienestar.”
Las imágenes que permanece detrás del moderno turismo de masas, por ejemplo, están estrechamente ligadas al así llamado naturalismo. La publicidad turística nos lleva por el camino sembrado de rosas en la creencia de que esas organizaciones turísticas pueden llevarnos al lugar donde se deshacen todas las tensiones, anhelos y conflictos. Las organizaciones turísticas se ocuparán de todos los detalles desagradables. Se proporcionará la buena comida y la bebida. El Sol, el entusiasmo y una espléndida playa están reservados sólo para nosotros. En los avisos para dicho grupo de turistas, también se sugiere que los turistas obtendrán su debida y necesaria experiencia sexual sin frustraciones en lo que a ello se refiere.
Sin embargo la búsqueda de la salvación y la búsqueda de bienestar no están del todo desvinculadas. Es posible que estas personas quienes son acogidas por estas grandes organizaciones turísticas y que emprenden tal viaje al paraíso del bienestar estén buscando no sólo la tierra de los Feacios o la tierra de leche y miel, sino una tierra donde ellas encontrarán sus almas–buscando la tierra de los Griegos con sus almas. La mezcla de búsqueda soteriológica en el turismo moderno, sin embargo, es mínima. Quizás esta sea la razón por la cual los sitios que atraen gran número de turistas frecuentemente terminan en una catástrofe cultural para los habitantes locales. Los pueblos indígenas de los grandes lugares turísticos parecen perder sus almas. Todo esfuerzo cultural, religioso y político, así como los ideales, se paralizan desde el momento en que la cultura se dedica únicamente a atraer más y más turistas. No es el contacto con una población esencialmente extranjera lo que corrompe a los habitantes de los grandes resorts extranjeros. Es el contacto con grandes masas de personas quienes están buscando por el momento sólo el bienestar y no la salvación lo que debilita y devalúa los pueblos indígenas.
Para nosotros la pregunta es, ¿el matrimonio tiene que ver con el bienestar o con la salvación? ¿Es una institución soteriológica o una institución de bienestar? ¿Es el matrimonio, este opus contra natura, una vía para la individuación o una vía para el bienestar?
Lo siguiente puede darnos una pista: todas las ceremonias matrimoniales contienen ciertos elementos y trasfondos religiosos. El llamado matrimonio puramente civil es prácticamente inexistente. Los “bárbaros” pobladores de Tahití y las Islas Fiji, quienes son reconocidos mundialmente por su supuesto naturalismo, conceden una especie de plegaria pastoral para enviarla a los Dioses durante la ceremonia matrimonial. Entre los Yakutos y los Kalmukos, debe estar presente un chamán durante la ceremonia. Para los antiguos Egipcios los rituales matrimoniales eran acompañados de ciertas ceremonias religiosas. Esquilo dice en la Orestíada que marido y mujer debían ser unidos por los Dioses. Platón afirma que en una boda es necesaria una ceremonia religiosa. Para los Hindúes, las oraciones e invocaciones a los Dioses juegan un importante rol en los servicios matrimoniales. Aún en los países comunistas se intenta dar un cierto esplendor y solemnidad a las bodas a través del uso de ceremonias pseudo-religiosas. Allí los funcionarios civiles tratan de evitar la impresión de que una boda es simplemente la firma de un contrato.
Se podría objetar que en la mayoría de las culturas un gran número de compromisos humanos están acompañados por alguna clase de ceremonia religiosa, tales como simplemente comer, cazar, embarcarse en un buque, etc. Sin embargo, resulta notable que no muchas veces en la vida se está rodeado de ceremonias religiosas como en el matrimonio. Sólo el nacimiento y la muerte son tomados con la misma seriedad. Con seguridad a menudo se encuentra resistencia frente al tono religioso de los servicios matrimoniales. Ya que se supone que cada quien será la bendecido a su propio modo, la insistencia en conectar las acciones humanas a una ceremonia religiosa específica tiene que encontrar rechazo.
Ciertos Budistas, por ejemplo, entienden las ceremonias religiosas del matrimonio como nada más que una concesión a la debilidad humana. En realidad, ellos creen, que el matrimonio es sólo un acuerdo civil. A finales del Imperio Romano el matrimonio fue progresivamente despojado de cualquier significado religioso y se fue convirtiendo en un acuerdo puramente contractual. Las ceremonias religiosas llegaron a ser consideradas como prácticas que aseguraban la preservación del color local. En el Talmud hay pasajes que establecen que el matrimonio no es un convenio religioso. Lutero sostenía que el matrimonio era problema de juristas no de la iglesia. Contrario a estos pronunciamientos, sin embargo, los Budistas acompañan las bodas con muchos rituales religiosos, el Judaísmo en el curso de su larga historia religiosa, ha ligado ceremonias religiosas a sus bodas, y Lutero dijo: “Sobre el matrimonio, Dios ha puesto una cruz.”
La reforma de Zinglio en Suiza también intentó diseñar los votos matrimoniales tan seculares como fuera posible, pero la presión de la gente forzó a que el servicio de bodas fuera de nuevo una ceremonia religiosa. El carácter del matrimonio en la Escocia Puritana tuvo un tono extremadamente secular. Hasta 1856 todo lo que se necesitaba para casarse en Escocia era una declaración de intención por ambas partes; cualquier clase de ceremonia era evitada.
La Iglesia Católica no decidió que un matrimonio sólo era válido con la bendición de la Iglesia hasta el concilio de Trento en 1653. Hoy la Iglesia Católica considera el matrimonio como un sacramento, como un símbolo del matrimonio de Cristo con la Iglesia.
En 1791 Francia introdujo el matrimonio puramente secular. “La ley considera el matrimonio como un contrato civil,” fue la manera en que se expresó. El servicio del matrimonio civil, sin embargo fue diseñado para incluir una gran solemnidad, como todavía lo es hoy en Alemania del Este*. El funcionario civil usa una faja de seda alrededor de su cuello e imita los gestos de un ministro religioso. Un servicio matrimonial civil en Francia es casi tan solemne como una boda por la iglesia en Zúrich.
¿Es la presencia de referencias a lo trascendente en la mayoría de las ceremonias matrimoniales– incluso en contra de una gran resistencia —quizás una indicación de que el matrimonio tiene mucho más que ver con la salvación que con el bienestar? ¿Es por esto que el matrimonio es una especie de “institución antinatural” difícil?
El encuentro dialéctico para toda la vida entre dos compañeros, la unión de un hombre y una mujer hasta que la muerte los separe, puede ser entendido como un camino especial para el descubrimiento del alma, como una forma especial de individuación. Una de las de las características esenciales de este camino soteriológico es la ausencia de vías de escape. Sólo como los santos Eremitas quienes no podían escapar de sí mismos, las personas casadas no pueden evitar a sus compañeros. Es en esta parcialmente inspiradora, parcialmente atormentadora imposibilidad de evasión donde radica el carácter específico de este camino.
En la concepción Cristiana de la salvación, el amor juega un papel importante. Podría preguntarse por qué sólo hasta ahora yo menciono al amor en relación con el matrimonio.
La palabra amor incluye una gran diversidad de fenómenos los cuales quizás tienen la misma fuente pero no obstante deben distinguirse el uno del otro. El matrimonio es una de las vías soteriológicas del amor, pero de un amor que no es del todo idéntico al producido por el joven y desenfrenado Cupido. El amor de Cupido no debe ser tomado en cuenta, es variable y sin límites. La peculiaridad del amor que marca la vía soteriológica del matrimonio es su “antinatural” estabilidad: “En lo mejor y en lo peor, en la riqueza o en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.” Frecuentemente se ven parejas de edad casados en las cuales uno de los cónyuges es física y espiritualmente robusto y el otro está físicamente enfermo y espiritualmente reducido. Y ellos todavía se aman el uno al otro, y no por compasión o proteccionismo. Semejantes casos demuestran lo anti-natural y grandioso de esta clase de amor que se requiere para el camino soteriológico del matrimonio. El amor sobre el cual descansa el matrimonio trasciende la “relación personal” y es más que meramente relacional.
Cada quien tiene que buscar un camino soteriológico. Un pintor lo encuentra en la pintura, un ingeniero en la construcción, etc. Frecuentemente la gente emprende un camino el cual más tarde se demuestra que no es el suyo. Muchos han creído ser artistas y más tarde averiguan que su vocación estaba en otra parte.
¿Es entonces el matrimonio un camino de salvación para todos? ¿No hay personas cuyo desarrollo psicológico no es promovido por el matrimonio? Por ejemplo no exigimos que todos encuentren la salvación en la música. ¿No es entonces igualmente cuestionable que muchos piensen que deben encontrar su salvación en el matrimonio? Aquí se puede hacer la siguiente objeción: seguramente hay numerosos caminos de salvación, pero este hecho no es aplicable al matrimonio; No se le ocurre a nadie que la mayoría de la población podrían convertirse en pintores, pero se espera que una persona normal se case después de cierta edad. No casarse es supuestamente anormal. Las personas mayores solteras son descritas como infantiles y problemáticas: los hombres solteros viejos son sospechosos de homosexualidad, y de las mujeres que no se han casado se piensa que están en esa posición por falta de atractivo (“La pobre no pudo encontrar un hombre.”) Existe un terror virtual acerca de que todo el mundo tiene que casarse. Quizás en esta actitud se encuentra uno de los mayores problemas con respecto al matrimonio moderno.
El carácter soteriológico del matrimonio se está haciendo cada vez más importante en nuestra época: el matrimonio es cada vez más un camino de salvación y cada vez menos una institución social de bienestar, cada vez más es una vocación. No todo el mundo cree que puede encontrar su salvación tocando el violín, ¿entonces por qué muchos creen estar llamados al matrimonio? Semejante dominancia de un camino soteriológico es destructivo. Innumerables personas casadas hoy día no tienen nada que ver con el matrimonio.
A pesar de los muchos movimientos modernos en sentido contrario, el matrimonio, desde un punto de vista puramente social, sigue siendo algo mucho más apreciado que la situación de soltería. Este no fue siempre el caso. En la Edad Media por ejemplo, el estado de soltería era muy bien considerado. La vocación de la monja y el sacerdote era mirada con aprobación como posibilidad soteriológica. La soltería por parte de la mujer estaba estrechamente conectada con la asexualidad, mientras la sociedad era mucho más tolerante con el hombre, y el comportamiento sexual pocas veces era mirado como perverso en los hombres solteros.
Ya es hora de promover las posibilidades de la vida de soltero para las personas que ven su salvación en otro lugar distinto al del matrimonio. Esto quizás podría funcionar para hacer el matrimonio más valioso. La posición social y la seguridad material de las personas solteras deben mejorarse y debe ser posible y aceptable para las personas tener hijos fuera del matrimonio. La meta sería reservar el matrimonio sólo para aquellas personas quienes están especialmente dotadas para encontrar su salvación en la relación continua, profunda y en el dialéctico encuentro entre un hombre y una mujer.
Hay muchas mujeres, por ejemplo, quienes básicamente sólo quieren niños y no un hombre. Por esto es una tragedia que ellas tengan que arrastrar un hombre a su alrededor por toda una vida cuando él no les interesa en lo más mínimo.
El matrimonio moderno es posible sólo cuando éste especial camino soteriológico es anhelado y deseado. Sin embargo el colectivo continúa arriando a las personas hacia el matrimonio en aras del bienestar. Muchas jóvenes se casan para evitar la presión de una carrera y para encontrar a alguien que cuide de ellas. Sólo unos pocos matrimonios pueden durar “hasta la muerte” si se entiende el matrimonio como una institución de bienestar.
Como he mencionado, hoy día hay muchos contra- movimientos en marcha. El movimiento de liberación femenina, por ejemplo, liberaría a la mujer de la espantosa obligación de casarse. “Las mujeres no necesitan un hombre,” es uno de sus slogans. Desafortunadamente, sin embargo, el movimiento de liberación femenina es con frecuencia hostil a los hombres.
De acuerdo a las recientes estadísticas en los países occidentales el matrimonio tiene lugar cada vez menos frecuentemente, o se toma más tardíamente en la vida. Quizás un nuevo desarrollo esté preparando el camino para que el matrimonio se convierta en una vocación para algunos y no en un deber para todos. Muchos jóvenes están viviendo juntos sin casarse y quizás esto refleja un reconocimiento de que el matrimonio no es una vía de salvación para todos. Si esto es o no realmente un indicio de que una nueva concepción de matrimonio está emergiendo, todavía no puede ser claramente determinado. Podría ser también la expresión de un pesimismo colectivo, una pérdida de fe en cualquier clase de camino soteriológico.
Aquí debemos ahondar más dentro de las dificultades del matrimonio moderno. Como subrayé antes el matrimonio moderno es sobre todo un camino soteriológico y no una institución de bienestar. Pero a la gente se le enseña contínuamente a través de psiquiatras, psicólogos, consultores matrimoniales, etc., que solamente los matrimonios felices son buenos matrimonios, o que los matrimonios deben ser felices. Sin embargo, de hecho, todo camino de salvación conduce al Infierno. La felicidad en el sentido en que esta es presentada a las parejas casadas hoy día pertenece al bienestar y no a la salvación. El matrimonio es sobre todo una institución soteriológica, y lo es porque está llena de altos y bajos; consiste en sacrificios, alegrías y sufrimiento. Por ejemplo una persona casada puede tropezarse con el lado psicopático de su pareja, es decir una parte del carácter de la pareja que no es posible cambiar y la cual tiene tormentosas consecuencias para ambos. Si el matrimonio no se disuelve en este momento, uno de los cónyuges (por lo general el menos psicopático) va a tener que ceder. Puede ser que uno de ellos sea emocionalmente frío, por ejemplo, no hay alternativa para el otro excepto continuar mostrando sentimientos amorosos, incluso si el otro cónyuge reacciona a esto débil e inadecuadamente. Todos los consejos bien intencionados a hombres y mujeres en la vena de “Esto es lo precisamente lo que usted no hará” o “Usted no debe tolerar eso” o “Un hombre (o mujer) no debe dejar que eso pase,” son por lo tanto falsos y perjudiciales.
Un matrimonio sólo funciona si uno se abre de tal manera que uno nunca pida lo contrario. Sólo mediante el roce con el mismo dolor y perdiéndose uno mismo, uno es capaz de aprender sobre sí mismo, Dios y el mundo. Como cualquier camino soteriológico, el del matrimonio es duro y doloroso.
Un escritor que hace a un trabajo significativo no quiere llegar a ser feliz pero quiere ser creativo. Igualmente las personas casadas muy pocas veces pueden disfrutar de un matrimonio feliz, armonioso, como los psicólogos los obligarían y les llevarían a creer. La imagen del “matrimonio feliz” causa un gran daño.
Para aquellos quienes están dotados para el camino soteriológico del matrimonio, al igual que los todos los demás caminos, ofrece naturalmente no sólo problemas, trabajo y sufrimiento sino la satisfacción existencial del tipo más profundo. Dante no llegó al Paraíso sin pasar a través del Infierno. Así también no pocas veces existen los “matrimonios felices.”
*Nota del traductor: Recuérdese que este libro fue publicado por primera vez en 1977 antes de la caída del Muro de Berlín.
Esta entrada fue publicada en
Sin categoría. Guarda el
enlace permanente.
Debe estar conectado para enviar un comentario.