Adolf Guggenbühl-Craig
Analista junguiano suizo, nació en Zurich (Suiza) en 1923 y falleció en 2008 en la misma ciudad. Estudió Teología en la Universidad de Zurich, luego Filosofía e Historia en la Universidad de Basilea y después Medicina en la Universidad de Zurich. Luego de graduarse en Psiquiatría y Psicoterapia, inició la práctica privada en Zurich. Conoció directamente a Jung y fue muy influido por la psicología de Jung. Autor de Poder y destructividad en Psicoterapia. El siguiente texto es la traducción hecha por la psicóloga clínica venezolana María Luisa Fuentes, del Capítulo 7 de su obra Marriage: Dead or Alive (1986). Putnam: Spring Publication. Esta no es una traducción oficial sino una versión personal y se hace con fines pedagógicos para ADEPAC y otros centros de estudios junguianos.
Traducido del inglés por María Luisa Fuentes
CAPITULO SIETE
Para comprender el matrimonio moderno más plenamente necesitamos reflexionar sobre el fenómeno masculino-femenino y en la relación entre hombre y mujer. ¿Qué somos realmente como personas hombres y mujeres? ¿Qué determina nuestra conducta diaria? Trataré de limitarme sólo a unos pocos puntos de vista que son importantes para nuestro tema.
Las actividades de los animales están determinadas en parte por patrones de conducta innatos. Los estímulos externos provocan o liberan ciertos patrones de conducta instintivos. Una regla de estos patrones hereditarios de conducta es que son adecuados y útiles a la situación caracterizada por un estímulo particular. La vida de la especie y del individuo es mantenida por la ejecución de estos patrones de conducta.
En la primavera, por ejemplo, ciertos estímulos causan que algunas especies de pájaros construyan nidos de acuerdo a un diseño específico. Tan pronto como los huevos se abren y los padres ven las bocas abiertas de los jóvenes, el patrón de conducta de alimentación es activado. Dispositivos artificiales pueden sustituir los estímulos naturales y se logran los mismos efectos. Un pájaro macho ejecutará un particular cortejo ritual si aparece una hembra. Pero la hembra es reconocida por él sólo como algo que está caracterizado por una forma y color particular o quizás por cierto sonido; este sonido por sí sólo puede ser suficiente para liberar el patrón de conducta de apareamiento. Esto es verdad no sólo para los pájaros como lo ilustra la siguiente historia.
En Canadá se observó que durante la época de celo los alces machos se lanzaban de cabeza contra los trenes en movimiento. Se descubrió entonces que el silbato de la locomotora se asemejaba al rugido del alce macho en celo y por este motivo se producía un “duelo” entre el alce y la locomotora. Tal conducta no era ciertamente el resultado de ninguna clase de reflexión. El animal reacciona instintivamente, no en el sentido de una urgencia vaga e indefinida, sino en el sentido de llevar a término patrones de conducta los cuales usualmente son significativos en relación a la situación dada.
Los humanos son diferentes, aunque no completamente. Nosotros también cargamos con formas de comportamiento hereditarios los cuales son denominados arquetipos. La diferencia entre los patrones arquetipales humanos y los patrones de reacción innatos y de conducta en los animales es la siguiente.
Primero todos los patrones de conducta entre los humanos son usualmente más complicados y menos precisos en los detalles que los de animales. Los patrones humanos de conducta tienen que ver con directrices generales que funcionan en la base de la conducta actual. Segundo los patrones humanos de conducta parecer ser más numerosos y no todos son utilizados en el curso de una vida; muchos de ellos simplemente permanecen inactivos. Toda persona tiene dentro un gran potencial de muchos patrones de conducta que apenas juegan ningún papel en una vida única y específica.
Tercero y esto es de importancia más decisiva, el ser humano es capaz de observar estos patrones de conducta y reflexionar sobre ellos. Se es capaz de vez en cuando de traer estos patrones arquetipales a la consciencia. Pero esto generalmente ocurre no a través del pensamiento lógico sino a través de imágenes, símbolos, mitos, historias, etc. Un ser humano es un animal que toma conciencia a través de símbolos.
Todo esto debe ser más o menos familiar para el lector. Sin embargo a pesar de ello reina cierta confusión y ofuscación en lo que se refiere a la cuestión de lo masculino y lo femenino. Debe quedar claro que no hay sólo un arquetipo masculino y un arquetipo femenino. Hay docenas, si no cientos de arquetipos masculinos y femeninos. Ciertamente hay muchos más de los que generalmente imaginamos. Pero no todos los arquetipos son dominantes en un período particular de la vida de un individuo. Por otra parte cada época histórica tiene sus arquetipos femeninos y masculinos dominantes. Mujeres y hombres están determinados en sus identidades sexuales y comportamiento sólo a través de un selecto número de arquetipos. La conducta está determinada sólo por aquellos patrones que momentáneamente están dominando la psique colectiva. Esto conduce a un error grotesco pero comprensible: los arquetipos que dominan la conducta masculina y femenina en una época en particular son entendidos como lo masculino y lo femenino arquetipales. Y a partir de este limitado número de arquetipos se decide qué son masculinidad y feminidad. Este malentendido lleva, por ejemplo, a asumir en Psicología Junguiana que masculinidad se identifica con Logos y feminidad con Eros. Se asume que la esencia de la de la feminidad es lo personal, relacionado con un ser humano, pasivo, masoquista y que la esencia de la masculinidad es lo abstracto, lo intelectual, agresivo, sádico, activo, etc. Esta afirmación ingenua ha podido hacerse sólo porque los arquetipos masculinos y femeninos que fueron dominantes en ese momento y en esa cultura fueron entendidos como los únicos válidos.
Me gustaría mencionar aquí sólo algunos de los numerosos arquetipos femeninos. Primero está el arquetipo materno: en su forma ctónica nutritiva y protectora por un lado, devoradora por el otro; en su forma espiritual inspiradora por un lado y por el otro impulsando hacia la locura y la muerte. Un arquetipo un poco más triste es simbolizado por la mater dolorosa representada en cientos de pinturas y esculturas. Es la mujer que ha perdido su hijo, cuyo hijo ha sido asesinado en la guerra o ha muerto en un accidente en su juventud, la madre del piloto del avión caído. Una madre semejante a menudo se identifica tan fuertemente con el arquetipo de la mater dolorosa que le parece haberse transformado en otra mujer desde su pérdida.
El arquetipo de Hera, la esposa del padre celestial Zeus, nos es familiar como el símbolo de la esposa celosa, feroz y terrible hacia cualquier cosa que desvíe la atención de su esposo de sí misma.
Otro arquetipo es la Hetaira, la deshinbida compañera de los hombres en el placer sexual, en el ingenio y el aprendizaje. Hoy día podemos encontrar este arquetipo, por ejemplo, en la actriz Shirley MacLaine: intelectual, independiente pero no hostil a los hombres.
Otro arquetipo femenino es representado por Afrodita, la Diosa del placer sexual, el arquetipo de la amante deseada. Este arquetipo fue visto, por ejemplo, en la infantil e inculta Brigitte Bardot y de manera diferente en Marilyn Monroe.
Atenea representa el arquetipo femenino más interesante: la mujer sabia, enérgica, autosuficiente, no-sexual, sin embargo positiva hacia los hombres, este arquetipo fue desempeñado y vivido hace unos años por Eleanor Roosevel.
Ciertas mujeres viudas y divorciadas a veces parecen tener algo arquetipal en ellas. Son independientes, el hombre está ausente y se tiene la impresión de que “¡Gracias a Dios!” La relación con el esposo perdido es la del conquistador conquistado.
Estos arquetipos están todos ellos más o menos relacionados con el hombre, bien sea como esposo o amante y los niños o la familia. Sólo a partir de estos arquetipos se podría concluir acertadamente que la naturaleza femenina está caracterizada por Eros, por lo relacional.
Los arquetipos Femeninos que no tienen nada que ver con los hombres—al menos con el hombre como esposo o amante—o con niños son tan importantes como los anteriores, aunque menos familiares a la conciencia colectiva.
Está, por ejemplo, el arquetipo de la Amazona, la mujer guerrera. Ella sólo necesita de los hombres para procrear niños. De acuerdo a algunos reportes, las Amazonas capturaban hombres y dormían con ellos con el objeto de quedar embarazadas. Una vez que los hombres cumplían su función eran asesinados. De acuerdo a otra versión las Amazonas usaban los hombres no sólo para engendrar hijos sino también para hacer las tareas del hogar, cocinar y criar a los niños. Las Amazonas amaban la conquista y se sentían bien en compañía de otras mujeres. Este es el arquetipo de la mujer de carrera independiente que rechaza a los hombres. También conocemos el arquetipo de la Amazona solitaria, una mujer anciana o joven que le gusta viajar sola, visitar personas, sin embargo no quiere atarse a nada, mira a los hombres con desconfianza, se siente bien con las mujeres pero no es lesbiana.
Otro arquetipo femenino es el de Artemisa. Su disposición hacia los hombres, también es hostil. No quiere ser vista o conocida por ellos. Los hombres que accidentalmente se tropiezan con ellas deben morir. Si Artemisa tiene una relación con alguno, es con su hermano Apolo. Muchas mujeres están de la misma manera relacionadas efectivamente sólo con sus hermanos; fuera de eso ellas no quieren tener nada que ver con hombres o con niños. Esto puede comprenderse no sólo como resultado de un desarrollo neurótico sino como la representación de una de las posibilidades arquetipales de lo femenino.
Otro arquetipo que no está relacionado con hombres o niños es el la Virgen Vestal, la monja o sacerdotisa. Estas mujeres dan su vida a Dios o se sacrifican por alguna otra cosa, pero no a un hombre o niños. Podemos concluir que hay muchos arquetipos femeninos que no están relacionados con esposo, amante o niños, como hay otros que sirven al Eros de la sexualidad y la vida familiar.
Un estudio más exacto de las posibilidades arquetipales de los seres humanos podría contribuir mucho a comprender las llamadas neurosis. Una visión muy limitada de lo que es una persona podría obstaculizarnos la comprensión de las innumerables posibilidades de variación arquetipal de la conducta humana. Muchas de las falsamente llamadas actitudes neuróticas no son el resultado de un desarrollo psicológico desfavorable, como usualmente las entendemos, sino la imagen de un arquetipo particular el cual no puede ser vivido a consciencia porque es rechazado por la consciencia colectiva. Prácticamente la totalidad de los patrones arquetipales de conducta femenina que no se relacionan con los hombres están relegados al “no puede ser” y son vistos como neuróticos y enfermos. No tiene por qué ser necesariamente neurótica si el esposo o el niño no están en el centro de los intereses de una mujer. La Amazona, Artemisa, la Virgen Vestal, son patrones de conducta femeninos posibles, arraigados en arquetipos y no necesariamente en la psicopatología.
Los arquetipos necesitan ciertas circunstancias y movimientos espirituales en un período histórico particular para ser activados y vividos. Así, hubo épocas y situaciones en las cuales el arquetipo del artista no fue altamente valorado; en tiempos de paz el arquetipo del guerrero no ha jugado un rol importante, etc.
El arquetipo femenino más dominante ha sido el de la madre. En casi todos los períodos históricos ha sido vigorosamente vivido y ha dominado la conducta de la mayoría de las mujeres. Los niños necesitan madres; sin ellas la humanidad se hubiera extinguido.
¿Cuál es la situación arquetipal de las mujeres hoy día? ¿Cuál son los arquetipos dominantes? ¿Cuáles han perdido su significado? Es notable que Europa occidental esté declinando la dominancia del arquetipo materno en los últimos diez o quince años. Yo podría suponer que en muchas “altas” culturas históricas este arquetipo perdió mucho significado para ciertas clases sociales, ejemplo, entre las clases sociales altas del Imperio Romano, entre la nobleza Francesa del siglo XVIII, etc.
En relación con esto nosotros tenemos hoy día en Europa occidental y otras áreas industriales del mundo una situación interesante. Cuando los niños llegan al mundo tienen una buena oportunidad de vivir setenta años. En períodos anteriores sólo unos pocos niños alcanzaban la adultez, entonces fue necesario para la sobrevivencia de la humanidad que las mujeres estuvieran disponibles para parir tantos niños como fuera posible. Aún aquellos que alcanzaban la adultez con frecuencia morían tempranamente. Esto significa que la mayoría de las mujeres morían antes de alcanzar la edad en la cual el arquetipo de la madre ya no fuera necesario. Hoy sin embargo la mujer promedio de Europa occidental pare quizás dos o tres niños, los cuales después que ella ha alcanzado los cuarenta y cinco años o más, ya no demandan toda su energía.
Anteriormente esto era posible sólo para las mujeres ricas, quienes tenían los beneficios de niñeras y sirvientas y no perdían la mayor parte de su energía psicológica en el cuidado de los niños. En nuestros días las sirvientas y las niñeras son raras incluso entre las ricas, pero a cambio de ello (al menos en Europa occidental) las mujeres de todas las clases tienen menos tareas domésticas gracias al progreso de la tecnología para el hogar. También el cuidado de los niños pequeños implica menos dificultades y esfuerzos. Desde que el arquetipo de la madre y el arquetipo de Hera son menos dominantes, hay más espacio para que emerjan otros arquetipos. Muchos otros arquetipos contienen energía psíquica. La mujer contemporánea tiene la oportunidad de vivir diversos arquetipos.
Significativamente la situación para los hombres no es precisamente la misma. Para ellos no ha cambiado mucho. Por milenios los hombres han tenido más posibilidades arquetipales que las que han tenido las mujeres. El arquetipo de Ares—el simple, brutal guerrero y soldado—siempre ha estado disponible para ellos, y también el de Odiseo, guerrero astuto y esposo. El arquetipo del sacerdote, el hombre de Dios, siempre ha sido posible para los hombres. El arquetipo del curandero, el doctor, el de Hefestos el técnico diestro, el de Hermes el hábil comerciante y ladrón y muchos otros no estuvieron cerrados para los hombres. El hecho de que las mujeres de hoy tengan más posibilidades arquetipales abiertas para ellas, no significa automáticamente que también los hombres de hoy tengan más posibilidades a su disposición que en el pasado. El hombre de hoy todavía está atado a su rol de proveedor con sus límites y posibilidades. Las posibilidades arquetipales para los hombres no son muchas más numerosas que para las mujeres, pero para las mujeres esta gran oportunidad es algo novedoso. Por esta razón yo estoy tratando más con los arquetipos femeninos que con los masculinos.
Las mujeres quienes hasta ahora sólo podían representar unos pocos arquetipos y hacer que ellos definieran su conducta, han venido promoviendo cada vez más la apertura de nuevas posibilidades. Lamentablemente una complicación difícil e infeliz está mostrando ahora su rostro, una complicación que nosotros querríamos explorar un poco. El pasaje de un arquetipo a otro o el despertar de uno nuevo que ha sido negado hasta ahora, es una situación siempre cargada de dificultad. Conocemos pasajes semejantes en toda historia de vida. Durante la pubertad el arquetipo del niño retrocede y el arquetipo del adulto emerge. Alrededor de los cincuenta años de edad, este último empieza lentamente a ser suprimido por el arquetipo del senex. Cuando un arquetipo se despega de otro, encontramos en la vida del individuo las llamadas depresiones de transición; son bien conocidas las depresiones que ocurren durante la pubertad y durante el período entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y cinco años. Esta clase de depresión en la historia de vida de un individuo puede ser dominada y superada porque nosotros sabemos precisamente cual es el arquetipo que se está desprendiendo.
Sin embargo la difícil situación colectiva de las mujeres hoy día no puede ser vista como un simple paralelo de una depresión de transición en el individuo. Para iluminar esto mejor déjenme ofrecer unas breves reflexiones psicológicas. Todo lo que nosotros somos, lo somos través de la elaboración, a través de la experiencia, el refinamiento y la humanización del arquetipo. Patrones arquetípicos precisos gobiernan nuestra conducta. Nosotros podemos cultivar esta conducta, captarlos en imágenes, hacernos conscientes de ellos y darles forma. Pero muy pocas veces podemos funcionar únicamente por la voluntad en asuntos importantes. Para decirlo de otra manera, nosotros experimentamos nuestra actividad como significativa sólo cuando está relacionada con un fundamento arquetipal. Una madre nunca puede funcionar con satisfacción como madre si sus cuidados maternales vienen dados sólo de la reflexión consciente o solamente de la intención y el sentimiento del ego. Ella simplemente no puede tener una relación personal con el niño. Su relación con el niño es fundamentalmente impersonal y arquetipal. Esto tiene que ver con el arquetipo de “la madre y el niño”, y solamente sobre este fundamento arquetipal puede construirse una relación personal de “madre-hijo.”
Por otra parte somos incapaces de elegir un arquetipo por un acto de decisión consciente. El arquetipo nos es dado a través del funcionamiento conjunto de una situación externa y el inconsciente colectivo. Aquellos arquetipos que rigen el inconsciente colectivo rigen también en nosotros. Cuales arquetipos colectivos son los dominantes se muestra en las imágenes dominantes, mitos y figuras de películas, avisos publicitarios, historias populares, etc. He aquí algunos ejemplos: Elizabeth II, símbolo del arquetipo de reina y esposa; Jacqueline Kennedy, la que alcanzó fama y riqueza a través de los hombres; La ex -emperatriz Soraya, la mujer del amor libre. Elizabeth Taylor, la belleza devoradora de hombres; James Bond, el aventurero, maestro de la tecnología y que abruma a las mujeres; Los orgiásticos cantantes de rock, como Dionisos casi despedazados por sus seguidoras femeninas; el embaucador Mickey Mouse; el héroe Mohammed Alí , con sus fanfarronadas antes de la batalla es Homérico.
La situación de las mujeres hoy día es especialmente arriesgada porque ellas se están separando de un pequeño grupo de arquetipos y aproximándose a un gran número de ellos, pero el nuevo grupo todavía no es claramente visible. En este sentido su situación es diferente a la del individuo que pasa por una depresión de transición. La situación de las mujeres hoy es un poco como estar en el mar: el viejo continente desaparece y el nuevo todavía no es visible. Semejante pasaje trae consigo una vacuidad arquetipal. Extravío, búsqueda, desamparo, el barco de su condición de mujer flota en el ancho océano. Y esta situación de transición arquetipal es quizás una de las razones por la cual muchas mujeres quieren encontrarse a sí mismas y desean ser ellas mismas, vivir sólo sus propias vidas. Una y otra vez las mujeres acuden a psicólogos, consultores, psiquiatras, diciendo que son infelices y que les gustaría por una vez vivir solamente sus propias vidas, ser ellas mismas o encontrarse a sí mismas. El llamado autodescubrimiento de las mujeres por sobre los cuarenta es hoy tema favorito de las revistas de mujeres y de populares artículos psicológicos.
Este “ser uno mismo” es por supuesto imposible. Toda la charla acerca de este asunto es la expresión de una pérdida colectiva, confusión y depresión. Decir “Yo quiero ser solamente yo mismo” es más o menos lo mismo que decir “Yo quiero hablar mi propio lenguaje.” Uno tiene que expresarse en el lenguaje con el que uno creció desde la infancia o ha aprendido desde entonces. Uno no puede hablar su “propio” lenguaje y además si uno así lo hiciera, nadie más podría comprenderlo. Similarmente no podemos encontrarnos a nosotros mismos pues solamente podemos expresarnos nosotros mismos a través de las representaciones del rol arquetípico y de esta manera nosotros podemos también—quizás—encontrarnos a nosotros mismos.
No puede haber duda de que una nueva libertad se consteliza para las mujeres modernas. Aún hoy una mujer está parcialmente en una situación donde ella puede permitirse ser llamada por más roles arquetipales de los que anteriormente era el caso. Ella puede ser madre, amante, compañera, amazona, Atenea, etc.
Yo no podría aventurarme en el momento actual a abstraer “lo femenino” a partir del conocimiento de todos los arquetipos femeninos, o “lo masculino” de los arquetipos masculinos. Esto requeriría, por una parte, psicólogos femeninos quienes no continúen el estudio del tema bajo la óptica masculina como buenas alumnas del maestro. Sin embargo una cosa es cierta: debemos poner final a la ecuación, “femenino= Eros y relaciones” y “masculino=Logos, intelecto, actividad”( Atenea, por ejemplo, presenta una forma femenina de intelectualidad que no puede entenderse como “ánimus.”) También poner fin a la visión biológica de que la mujer solamente se completa a sí misma en la crianza de los hijos.
Las nuevas y variadas posibilidades arquetipales en el horizonte tienen una consecuencia adicional interesante: el miedo a la multiplicidad de posibilidades arquetipales. Las mujeres están acostumbradas a ser condicionadas y dirigidas por unos pocos arquetipos. La nueva multiplicidad que está emergiendo hace sentir a muchas mujeres inseguras; ellas se sienten impulsadas a aferrarse a unas pocas posibilidades arquetipales. Por siglos el arquetipo de Hera ha dominado a las mujeres. Hoy el arquetipo de la mujer profesional está comenzando a tener un dominio unilateral. Las mujeres padecen la compulsión colectiva de ir a trabajar tan pronto como el arquetipo de la madre ha seguido su curso. En lugar de entregarse libremente a la multiplicidad de posibilidades arquetipales, ellas con frecuencia se rinden a la imagen de la mujer profesional y creen que encuentran satisfacción aún en las posiciones más aburridas a las cuales se entregan frecuentemente sin la más mínima necesidad económica. No pocas mujeres casadas en sus cincuenta años de edad, que han quedado libres de la carga de los niños pequeños, han sacrificado compulsivamente su libertad en una tediosa posición profesional subordinada. El arquetipo de la mujer profesional está estrechamente unido a los “Dioses” del utilitarismo racional y técnico de nuestros tiempos. Se escucha con frecuencia “Me gustaría hacer algo útil.”
Sin embargo debido a toda la gama del nuevo espectro arquetípico que atraviesan actualmente, las relaciones entre hombres y mujeres serán transformadas de nuevas maneras. Se presentarán muchas relaciones nuevas y extremadamente diversas entre el hombre y la mujer : Hera – Zeus, la esposa adicta al poder y el marido brutal; Filemón –Baucis, la pareja fiel y cariñosa; Ares- Afrodita, una relación entre la mujer sensual, seducida por la brutalidad y el rufián que adora la belleza; Zeus y las ninfas, el hombre desapegado, enamorado de la intoxicación sexual, que se relaciona con numerosas amigas; Afrodita y sus incontables amantes, etc.
Zeus y Hera han de ser entendidos como el Presidente y la Primera Dama del Olimpo. Pero su preminencia disminuirá y esto hará espacio para incontables nuevos Dioses y Diosas que aparecen y se desarrollan. A pesar de esto Zeus y Hera conservarán un gran prestigio.
Los arquetipos que hasta ahora habían sido exilados al inframundo de la patología pueden ser vividos más intensamente. La relación entre Odiseo y Atenea ya no puede ser patologizada dentro del complejo materno; los hombres pueden relacionarse con las mujeres de manera no sexualizada; el arquetipo de los hermanos estará disponible nuevamente para ser vivido —la relación Artemisa-apolo—el abarcador, persistente e íntimo amor entre hermano y hermana ya no será condenada como incestuosa o unión enfermiza (Curiosamente esta relación entre hermanos era menos patologizada y menos entendida como incestuosa en la era de la Reina Victoria que hoy día.) También aparecen, sin embargo, los arquetipos femeninos que odian a los hombres de manera militante, las Amazonas ganarán reconocimiento, Habrán mujeres que expresen abiertamente su deseo de ser sólo madres, no esposas. Los arquetipos femeninos que se activarán no tienen nada que ver con el prójimo, sino que están orientados solamente a una profesión: mujeres científicas, artistas etc.
Todo esto es música del futuro. En el momento presente, las mujeres y las relaciones entre hombres y mujeres están en una fase de transición. La incertidumbre inherente a esta situación nos atemoriza, no sólo porque no sabemos cuáles arquetipos están surgiendo, sino también porque en tiempos de transición estamos mucho más abiertos tanto al lado luminoso de los arquetipos como a su lado demoníaco inquietante y siniestro. Reflexionar y soportar esto ante nuestros ojos es difícil y nos espanta profundamente. La humanidad siempre ha buscado maneras de hacer inocuas estas situaciones tan pronto como vienen a la conciencia. Aquí radica la trampa para aquellos que piensan obtener una imagen certera de los arquetipos a partir de la mitología tradicional, como la de los Griegos. Las mitologías y cuentos de hadas con frecuencia están llenas símbolos arquetípicos fuertemente delineados, pero a menudo también están compuestos por una mezcla de imágenes despotenciadas, estetizadas y moralizantes.
En tiempos recientes la psicología ha comenzado a reconocer lo destructivo y demoníaco en los arquetipos materno y paterno. Cronos que devora a sus hijos y la Diosa-Madre, quien demanda sacrificios humanos, aparecen una y otra vez en el conocimiento de muchos sufrimientos neuróticos ocasionados por padres destructivos. ¡“Mami y Papi” ya no son presentados como completamente inofensivos y repentinamente ellos siempre parecen ser ¡culpables de todo!
Desafortunadamente la psicología todavía no ha llegado a conclusiones similares respecto a las relaciones entre el hombre y la mujer. Hemos identificado lo agresivo con lo masculino, pero hemos visto con demasiada frecuencia lo femenino asociado con un Eros no agresivo. Todavía aún en el siglo XX, no queremos ver de frente al arquetipo de lo femenino que arruina la vida de un hombre y lo mata.
Hablamos de la femme fatale y de la belle dame sans merci. Marlene Dietrich dijo, “Los hombres pululan sobre mí como las polillas alrededor de la luz—y se queman.” Psicológicamente, sin embargo, estas figuras no son tomadas seriamente en el sentido arquetípico. Dentro del reino de las posibilidades arquetipales, las relaciones entre hombre y mujer no están limitadas a las relaciones vitales o la mutua independencia el uno del otro. Ellas también incluyen la lucha mutua y la batalla el uno contra el otro, el rechazo mutuo, la Amazonas odian a los hombres, la furia de liberación femenina fanática, la torpeza brutal de Zeus y la malévola contrariedad de Hera. El lado agresivo y destructivo del hombre hacia la mujer ha sido reconocido progresivamente, pero la lujuria mortal de la mujer contra el hombre ha sido desconocida o patologizada debido a la comprensión de un sólo lado de lo femenino.
Las imágenes arquetipales de la agresividad femenina asesina hacia hombre en las figuras mitológicas de Pentesilea, Camila, Juturna, Marfisa, Bradamanta, Clorinda Britomartis, Belfebe, Radegund, son malentendidas como poco femeninas, como imitaciones de la masculinidad o como andróginas. La militante, la mujer asesina de hombres que viste una pesada armadura, golpea un hombre después de otro, en su silla de montar, no es en lo más mínimo poco femenina. Más bien ella nos presenta un arquetipo femenino que por cientos y miles de años ha estado “fuera de moda.”
El reconocimiento de la agresividad mortal en lo femenino primario traerá a la humanidad un colosal enriquecimiento de las posibilidades de la experiencia consciente, por una parte, pero incontables complicaciones por el otro. Strindberg reconoció estas posibilidades de lo femenino, pero no se extendió en ellas porque la intención era presentar el arquetipo masculino de la mujer-aniquiladora. ¿Fue debido a esto que él se convirtió en un misógino patológico?
Para una mayor comprensión del matrimonio es importante darse cuenta no sólo que lo masculino y lo femenino pueden relacionarse el uno con el otro a través de la hostilidad, sino que además ellos pueden no tener que relacionarse en absoluto. Hay muchas formas arquetípicas femeninas de relacionarse en las cuales un hombre no juega ningún papel y muchas formas arquetípicas masculinas las cuales no tienen conexión con lo femenino. Los hombres y las mujeres, por lo tanto, se complementan el uno al otro sólo parcialmente. El matrimonio puede ser realmente comprendido sólo cuando nos liberemos del “complejo de la armonía.”
Cuando hombres y mujeres se empujan los unos a los otros esto se debe a motivos arquetípicos, dando como resultado conflictos y malos entendidos. Y cuando hombres y mujeres se atraen entre sí hay mucho más que amor en juego; el rechazo y la aniquilación también pueden desempeñar un papel. Las parejas pueden no estar para nada atraídos el uno hacia el otro; Ellos ni siquiera se complementan o se comprenden el uno al otro en sus actos de rechazo o agresión. Un matrimonio bien puede construirse alrededor de la soledad existencial la cual no ha sido reconocida por lo que es. Todos estos factores inarmónicos no siempre tienen que ver con un desarrollo neurótico o una relación neurótica.
El matrimonio no es confortable ni armonioso. Más bien es un lugar de individuación donde una persona hace fricción contra sí mismo y contra la pareja, choca contra la otra persona en el amor y el rechazo, y de esta manera aprende a conocerse a sí misma, al mundo, al bien y el mal, las cimas y los abismos.
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