FABIÁN FLAISZMAN
Fabián Flaiszman es Licenciado en Psicología, Profesor Universitario, Egresado del Posgrado en Psicología Analítica de la Univ Católica de Uruguay, Miembro de Junguiana Buenos Aires, Terapeuta con orientación junguiana, Autor del libro Conceptos sobre la teoría de C.G. Jung, Adjunto en la Cátedra Psicoanálisis II en la Universidad de Flores, Buenos Aires, Argentina, Presidente de la Asociación Argentina de Psicología Analítica (ASAPA). El siguiente texto corresponde a la ponencia presentada en el IV Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, celebrado en Punta del Este en septiembre de 2006.
Una de las emociones más inquietantes y difíciles de entender es la del amor. El amor produce placer y displacer, alegría y angustia, odio, acción y quietud, entre otras emociones encontradas. Es por ello que a lo largo de la historia diferentes filósofos, corrientes filosóficas, religiosas y psicológicas han tratado de explicarlo.
Platón (427-347 A.C.) se refirió al amor en varios de sus diálogos, en los escritos entre los años 399 y 389 A.C., llamados «diálogos de juventud» sólo trata este concepto en el Lisis, pero ya en los «diálogos de madurez», escritos entre los años 385 y 370 A.C., hace referencia concreta a este tema en Fedro y especialmente en El banquete.
Encontramos en los escritos platónicos dos términos que guardan relación con el amor: filia el cual hace referencia al amor en sentido amplio, incluyendo aquí al amor entre padres e hijos y a la amistad entre otros tipos de amor y, eros, que designa el amor sexual.
Para Platón amar es desear que la persona amada sea lo más feliz posible; esto no implica entregar la libertad absoluta, los padres desean la felicidad de sus hijos pero sólo les permiten hacer aquello acerca de lo cual presentan un conocimiento adecuado. De aquí se desprende que para ser amados y para amar debemos adquirir sabiduría, lo cual no implica un conocimiento teórico sino práctico.
Uno de los aprendizajes que obtenemos a través del amor es que este no siempre es correspondido; si aceptamos que el amor tiene su origen en la necesidad, es entendible que el amor se dé entre contrarios. Con relación a
esto, sólo haremos aquí referencia a que esta perspectiva acerca del amor, nos remite al concepto de enantiodromía planteado por Heráclito (544-484 A.C.) el cual nos dice que todo polo contiene secretamente a su contrario; así, el cuerpo ama la salud en presencia de la enfermedad y el amante de la sabiduría ama a esta porque mientras más sabe más se dá cuenta de su propia ignorancia.
También Platón nos dice que el amor hace que los hombres sientan ambición y vergüenza y que el influjo del amor en los hombres es superior a cualquier otro sentimiento ya que este impulsa a grandes acciones.
En El banquete Platón distingue entre dos tipos de eros: Afrodita Pandemos y Afrodita Celestial, el primero se refiere al amor a lo corporal y el segundo a la búsqueda de la moral, esto indica una relación permanente que debería existir entre la educación física y la filosofía, una integración entre cuerpo y alma. Este doble eros no sólo está en el hombre sino que se encuentra en todas las cosas, por lo tanto, donde hay armonía y ritmo, hay amor. Visto así, eros es una fuerza universal de la naturaleza, lo mismo que la energía para Jung, una fuerza que es compartida por todas las cosas que existen en el Universo. A su vez, Jung plantea que el psiquismo es un sistema que se autorregula, por lo que la energía psíquica o libido «sabe» hacia donde debe dirigirse para que el individuo encuentre el mejor equilibrio psíquico a cada momento. Esta idea es similar a la planteada por Platón a través el discurso de Sócrates en El banquete, donde plantea que el amor es una forma de necesidad que tiene una meta y la relación con esta meta es de deseo, de exigencia, por ello es que el sentimiento de amor produce un desequilibrio. El amor anhela siempre lo bueno y lo bello por lo tanto es un estado intermedio entre estas dos cosas. La meta real del amor es la búsqueda de la belleza lo cual no es algo diferente del bien.
Existe para Platón una vía ascendente para conocer el verdadero amor, o sea, para conocer lo bello en sí.
1. El amor a la belleza corporal con sus dos momentos, el amor a un cuerpo determinado y el amor a lo corpóreo en general.
2. El amor a la belleza de las almas (belleza moral)
3. El amor a los conocimientos.
4. El amor a lo bello en sí, la idea de lo bello en todo su esplendor, esto se nos revelaría al decir de Jung con un sentido numinoso, o sea, con una profunda resonancia emocional independiente de la voluntad consciente.
Dice Platón en boca de Lisias en Fedro que los amantes actúan bajo impulsos que están encadenados por la pasión, que les producen remordimientos y por lo tanto los viven como una enfermedad. En el mismo diálogo Sócrates plantea que el amor es deseo regido por dos principios, un deseo innato de placer y una tendencia natural a lo óptimo, regida esta última por la capacidad de juicio; es importante mantener el equilibrio entre ambos principios ya que si predomina el juicio hay autodominio y control, pero si predomina el deseo hay exceso (hybris), y esto implica privilegiar el deseo antes que el bien.
En conclusión encontramos en los diálogos platónicos tres tipos de amantes, en el nivel más bajo aquellos que están poseídos por la pasión meramente física y egoísta; en el intermedio el amante moderado, que al no ser filósofo termina complaciendo su placer sexual y en la cima se halla el auténtico filósofo quien está más allá de lo sexual, su meta es la búsqueda de la verdad y del bien.
Platón sostuvo que la más perfecta felicidad es el delirio de los amantes, o sea, que cuanto más profundo es el amor más intenso es el delirio que provoca. El enamorado no vive en sí, sino que vive identificado con el otro, se olvida de sí. El amor estaría relacionado con la búsqueda de los ideales de la vida y no con la renuncia a ellos. Se busca en el ser amado la perfección. El verdadero amor se eleva del mundo concreto de los cuerpos al mundo de las ideas.
Haciendo un salto en la historia, podemos notar cómo estas ideas platónicas tuvieron influencia durante el Renacimiento. Podemos leer en el libro titulado Un ignorante discurre acerca de la sabiduría de Nicolás de Cusa (1401-1464): «La amabilidad del amado es completamente inconmensurable, sin fin, indeterminable e incomprensible …están atormentados porque donde creían que estaba la felicidad, a la cual se habían vuelto con todo esfuerzo, habían de encontrar allí tormento y muerte» (1).
No podemos dejar de mencionar quizás el texto más importante de la época escrito en 1499 por el monje Francesco Colonna (1453-1538) Sueño de Polifrlo o Hypnerotomachia Poliphili. Si descomponemos el título encontramos que hypnos quiere decir sueño, eroto amor y machécombate; o sea que la traducción correcta del título sería «Combate por amor en sueños del amante de la sabiduría».
La lectura de este libro debe hacerse en dos niveles, uno físico y uno metafísico. En el primero Polifilo ama a una muchacha rubia llamada Polia, pero en el segundo está enamorado del arquetipo celeste de la muchacha, Polia representa el arquetipo celeste de la heroína. En su artículo Psicología y poesía Jung nos dice haciendo referencia a este texto renacentista: «…la obra de Francesco Colonna es una apoteosis del amor bajo la forma de un sueño (literario), no la historia de una pasión, si no la representación de una relación con el ánima, es decir, con la imagen subjetiva de lo femenino, encarnada en la figura ficticia de Polia…».
Para dejar en claro esta idea, definiremos al ánima como el aspecto femenino interno del hombre y al ánimus como el aspecto masculino interno de la mujer. El ánima es tanto un complejo personal como una imagen arquetípica de mujer en el psiquismo masculino y lo mismo ocurre con el animus en la mujer. Cada mujer se convierte en portadora y encarna esta imagen al igual que cada hombre porta y encarna esta imagen en la psique femenina.
Probablemente Shakespeare (1564-1616) se haya basado en la obra de Colonna para escribir suRomeo y Julieta. Hay mucho escrito en la literatura sobre historias de amantes que mueren juntos, entre los griegos encontramos a Píramo y Tisbe, entre los celtas de la Edad Media a Tristán e Isolda, en España existe una leyenda local sobre los amantes de Teruel. Encontramos anterior a estas obras el relato de los amores de Hero y Leandro, editado por Aldo Manucio (1450-1515), así como un texto de Francesco Cei titulado Giullia e Romeo. En su libro Los jardines del sueño, Polifilo y la mística del Renacimiento la princesa Kretzulezco-Quaranta sostiene que el relato de Sueño de Polifilo está basado en una historia real vivida por Lucrecia Donati y Lorenzo de Medicis (1449-1492).
Lorenzo de Medicis nació el 1º de enero de 1449 y Lucrecia Donati el 1 de agosto de 1448, en abril de 1463; cuando se conocieron ella tenía catorce años, como la Julieta de Shakespeare. Los Donati pertenecían a la aristocracia florentina, hostil a los burgueses recién llegados a esa ciudad entre quienes se encontraban los Medicis. Las familias aristocráticas de la época solían arreglar los matrimonios con los exiliados por Cosme el Viejo, padre de Piero de Medicis, para mantener el linaje. En septiembre de 1462 Manno Donati toma la decisión de transladarse con su mujer y su hija Lucrecia a Ferrara para que esta se case con Niccolo Ardinghelli, el esposo elegido. Ardinghelli era diecisiete años mayor que Lucrecia pero eso no interesaba, sólo importaba la conveniencia del matrimonio. Luego de comenzado el noviazgo oficial, Ardinghelli viajó a Oriente para seguir haciendo fortuna, durante años no se supo nada de él. En 1463, Lucrecia contrajo la peste, su familia huye al campo y la deja a cargo de una nodriza, en ese estado Lucrecia hace la promesa de entrar a un convento en el caso de no morir, así ingresa a un convento protegido por su familia en 1463. En la ceremonia en que Lucrecia toma los hábitos, a la cual asistió mucha gente por tratarse de un miembro de la familia Donati, es donde Lorenzo ve a Lucrecia por primera vez y se enamora. Lorenzo empieza a buscarla día tras día, la espera, buscando la oportunidad de estar a solas con ella; un día se le presenta la situación tan ansiada y le confiesa de su amor, como era de esperarse ella lo rechaza, pero él insiste. Luego de muchos encuentros y desencuentros, Lucrecia también se enamora.
En 1464 tienen un matrimonio secreto, el 5 de febrero de 1464 Niccolo Ardinghelli vuelve a Florencia para casarse con Lucrecia Donati el 20 de abril de 1465. Mientras tanto, Lorenzo se encontraba «loco de amor» por lo que su padre decide mandarlo fuera de Florencia en misión diplomática mientras se celebrara la boda entre Niccolo y Lucrecia quienes finalmente se casaron el 21 de abril de 1465. Por cuestiones laborales Niccolo vuelve a Oriente y al regresar a Florencia en 1467 Lorenzo organiza una gran recepción; a partir de ahí le quedaría el apodo de «El magnífico». La fiesta tuvo lugar el 3 de febrero de 1467. La moral de Lucrecia no podía ponerse en duda, pero su tristeza era evidente, cuando Lorenzo se dio cuenta de esto empezó a organizar grandes fiestas, bailes y torneos en honor a su amada. Ante estas circunstancias, Piero de Medicis, padre de Lorenzo, le encontró una esposa a su hijo para intentar calmarlo, la princesa Clarisa Orsini. Lorenzo acepta casarse con la condición de que su padre le permita públicamente proclamar su amor por Lucrecia. Se organiza , un gran torneo donde Lorenzo pudo cumplir con este pedido y a partir de ahí la relación de los amantes florentinos quedó rota. Convirtiéndose en una prórroga con la esperanza en el más allá.
Volviendo al concepto de amor, leemos a Francesco Colonna: «…en el corazón humano no hay cosa tan dura que el fuego del amor no pueda enternecer, vencer y dominar. Pues una bola redonda capaz de rodar, se está quieta, pero cuando se la empuja realiza la función propia de la forma esférica».
Desde una perspectiva junguiana, el amor es una emoción que al igual que el resto de nuestras emociones no las podemos controlar, sino que ellas tienen dominio sobre nosotros. No elegimos enamorarnos, simplemente nos pasa. Pero para que aparezca la emoción del amor tiene que haber algo que deseemos fuera nuestro, este objeto externo es el que moviliza los complejos, o sea, los núcleos de tonalidad afectiva relacionados con la historia personal. Para Jung la verdadera naturaleza del complejo se trata de deseo y resistencia, todos nuestros actos tienen origen en el deseo de que acontezca o no algo determinado.
Al principio de este trabajo hacíamos una relación entre amor y libertad. El enamorado se siente con derecho a exigir, desde la psicoanálisis esto estaría relacionado con un aprendizaje infantil que supone el cumplimiento de los deberes biológicos y satisfacción libidinal que procuran los padres. Al respecto nos dice Jung: «Yo me inclinaría a suponer que lo primario no son los impulsos egoístas, sino precisamente los altruístas. Amor y confianza del niño frente a la madre, que lo alimenta, cuida, protege, acaricia; amor del hombre a la mujer, entendido como fusión en una personalidad ajena; amor y cuidado a la descendencia; amor a los parientes, etc. Mientras que los impulsos egoístas sólo se originan en el deseo de posesión exclusiva del objeto de amor, el deseo de poseer en exclusividad a la madre frente al padre y los hermanos, el deseo de obtener para sí solo una mujer, el deseo de poseer joyas y vestidos, etc. Quizá me diga usted que soy paradójico, y que los impulsos, sean de coloración altruista o egoísta, surgen a un tiempo en el corazón del hombre, y que cada impulso es de naturaleza ambivalente. Pero yo pregunto: ¿Son realmente ambivalentes los sentimientos y los impulsos?, ¿Son acaso bipolares?, ¿Son las cualidades del sentimiento absolutamente comparables entre sí? , ¿Es el amor realmente lo contrario del odio?».
El amor abarca todos los aspectos de la vida, es una cuestión moral, ética, social, psicológica, filosófica, etc., desde este punto de vista abarcativo, el amor es un fenómeno colectivo; pero el amor es también un problema eminentemente individual a cualquier edad, desde el amor a los padres hasta el amor a Dios, es una vivencia individual que hace que pierda validez cualquier regla general. Para finalizar volvemos a citar a Jung: «…Propias del amor son la profundidad y la sinceridad del sentimiento, sin las que el amor no es amor sino mero capricho. El amor verdadero establece siempre vínculos duraderos, responsables. Necesita la libertad sólo para la elección, no para la realización. Todo amor verdadero, profundo, es sacrificio. Se sacrifican las propias posibilidades, o mejor dicho, la ilusión de las propias posibilidades. Si no requiere este sacrificio, nuestras ilusiones evitarán que se establezca el sentimiento profundo y responsable, con lo que se nos privará también de la posibilidad de la experiencia del verdadero amor.
En conclusión podemos decir que nada es posible sin amor, sólo el enamorado pone en juego toda la persona y arriesga la vida; los amantes con su deseo de fusión jamás podrían soñar los mismos sueños. Tomando las palabras que Jung le expresó a Miguel Serrano: «…En alguna parte, alguna vez, hubo una Flor, una Piedra, un Cristal; una Reina, un Rey, un Palacio; un Amado y una Amada, hace mucho, sobre el Mar, en una Isla, hace cinco mil años… Es el Amor, es la Flor Mística del Alma, es el Centro, es el Sí-Mismo…».
Bibliografía
Colonna, F.: Sueño de Polifilo. Ediciones El acantilado. Barcelona.España.1999.
De Cusa, N.: Un ignorante discurre acerca de la sabiduría. Eudeba.Buenos Aires. Argentina. 1999.
Jung, C.G.: Obra Completa. Volumen lO. Editorial Trotta.Madrid.España.2001.
Jung, C.G.: Obra Completa. Volumen 15. Editorial Trotta.Madrid.España.1999.
Jung, C.G.: Obra Completa. Volumen 4. Editorial Trotta. Madrid. España.2000.
Kretzulesco-Quaranta,E.: Los jardines del sueño. Polilo y la mística del renacimiento. Ed.Siruela. Madrid. España. 1996.
Platón: Diálogos. Editorial Porrúa.México.2000.
Serrano, M: El círculo hermético. Hermann Hesse-C.G.Jung. Cartas originales de dos amistades. Ed.Kier.Buenos Aires. Argentina. 1982.