Entrevista con el Dr. Carlos Byington
CARLOS BYINGTON
Entrevistadora: Liliana Liviano Wahba
El Dr. Carlos Byington es un pensador que reúne su trabajo clínico a la formulación de una teoría simbólica sobre el desarrollo psicológico normal y patológico. Médico psiquiatra y analista, estudió psicoanálisis y después hizo la formación junguiana en el Instituto C.G.Jung de Zürich; es uno de los miembros fundadores de la Sociedad Brasileña de Psicología Analítica (SBPA), de la cual fue su primer presidente y donde continúa dando cursos y coordinando seminarios. Es también especialista en educación. Su teorización constituye la Psicología Simbólica Junguiana, y ha sufrido algunas reformulaciones en el curso de su constante indagación e investigación sobre la naturaleza humana en los individuos y en la cultura. La Dra. Liliana Wahba es la actual presidente de la SBPA, y el documento fue tomado de la Revista Junguiana de la Sociedad Brasileña de Psicología Analítica (SBPA).
Traducido del portugués por Juan Carlos Alonso G.
Con el objetivo de acompañar el pensamiento de ese autor, analista y maestro, fue proyectada esta entrevista que nos parece de gran relevancia para la teoría junguiana de la actualidad y su contribución social. Él es autor de los libros Estructura de la personalidad, El desarrollo de la personalidad, Dimensiones simbólicas de la personalidad, La envidia creativa, Pedagogía simbólica, La construcción amorosa del saber, y de innumerables artículos, como, por ejemplo, “Ética y Psicología” (Junguiana, n. 15), “Psicología e Política” (Junguiana, n. 21), “Ternura, sexo, dignidad y amor” (Junguiana, n. 19) e o “Arquetipo de la Vida y de la Muerte” (Junguiana, n. 14), entre otros.
LW: ¿Cómo diferencia la sombra? Antes se hablaba de normal y patológica, más recientemente de circunstancial y cronificada.
CB: Al incorporar el concepto de fijación del Psicoanálisis en la teoría arquetípica, percibí que la Sombra es siempre patológica y pasé entonces a diferenciar la Sombra Circunstancial de la Sombra Cronificada. La primera tiene defensas formadas recientemente y que, generalmente, pueden ser elaboradas cuando son confrontadas directamente. La segunda tiene complejos con defensas cronificadas, que ofrecen resistencia cuando son confrontadas y que, por eso, son de elaboración difícil y trabajosa.
¿Como entiende la defensa – que es vista como defensiva, no creativa – y su creatividad para preservar la sobrevivencia de la psique? Estaría relacionado a la bipolaridad: cuánto de construtividad y cuánto de destructividad hay en la sombra?
Yo creé el concepto de función estructurante de la Consciencia para englobar todas las funciones vitales dentro de la dimensión simbólica. Así, el odio y la esperanza son funciones estructurantes tanto en cuanto a la respiración y la marcha, todos teniendo componentes objetivos y subjetivos. Las funciones estructurantes forman parte de la elaboración simbólica actuando sobre los símbolos estructurantes. Una persona odia a alguien. El odio es la función estructurante y la persona odiada es el símbolo estructurante.
Haciendo una lectura arquetípica de la fijación, descubrimiento de Freud, percibí que ella es el principal disturbio de la elaboración simbólica y la causa y raíz de la formación de la Sombra, que, por eso, es siempre patológica. En esta perspectiva, la Sombra es formada por los mismos símbolos y funciones estructurantes que originan la Consciencia, lo que nos permite seguir a Jung y afirmar que la patología deriva de la normalidad. Designé las funciones estructurantes de la Consciencia como creativas y las de la Sombra como defensivas. Con eso, quise señalar que las funciones estructurantes de la Consciencia son plenamente creativas y las de la Sombra son sólo parcialmente creativas, por el hecho de que sean fijadas. Veo, sin embargo, que eso trae confusión, por el hecho de que las defensas también sean creativas. Así pues, a partir de ahora, designo las funciones estructurantes de la Consciencia como funciones no fijadas, y las que forman la Sombra como funciones estructurantes fijadas o defensivas. Agradezco a usted por su pregunta, que me permitió perfeccionar la conceptualización de las funciones estructurantes.
Encuentro muy importante que percibamos que las funciones estructurantes no fijadas tienen una creatividad teóricamente inagotable cuando nos dedicamos a la elaboración simbólica, y que, por otro lado, las funciones estructurantes fijadas tienen su creatividad esclavizada por la compulsión de repetición y por la resistencia, destinadas a impedir que la elaboración simbólica alcance la Consciencia.
La designación de Freud de mecanismos de defensa del Ego es ambigua. Por un lado, ella registra la ventaja inmediata de la fijación por la disminución circunstancial de la ansiedad del Ego. Por otro, sin embargo, no tiene en cuenta el prejuicio del Si-mismo con la formación de la fijación y de la Sombra. Toda defensa formada es un cuchillo de dos filos, que expresaría en la Sombra la inadecuación existencial, cuyo sufrimiento, a largo plazo, podría ser inmensamente mayor para la persona o para la cultura, que el alivio circunstancial inmediato traído por su formación. El hecho de las defensas neuróticas que disminuyan circunstancialmente el sufrimiento, y de las defensas psicopáticas frecuentemente que eviten hasta aún la defensa psicótica, son ganancias cuyo precio es la estancación de la elaboración de los símbolos en cuestión y el impedimento del crecimiento de la Consciencia. Poseer defensas corresponde, en la demonología, a tener un pacto con el diablo. La forma de pago es variable, pero permanente, siempre en detrimento de la plenitud del Si-mismo.
La conceptualización de Freud de mecanismos de defensas, que muchas veces puede parecer ventajosa para la personalidad, se hace comprensible cuando nos acordamos que, para el Psicoanálisis, el ello no tiene el instinto de individuación y, por eso, las disminuciones del sufrimiento del Ego por la represión pueden no tener las mismas consecuencias que para el Si-mismo en el referencial de la Psicología Analítica.
Las percepciones subliminales o potencialidades que no sufrieron represión, ni reciente ni antigua, que Jung también considera parte de la sombra, ¿se quedarían en cuál categoría?
Considero las percepciones subliminales símbolos estructurantes de la elaboración simbólica normal, fuera de la Sombra, por eso, como los demás símbolos, siempre en parte consciente y en parte inconsciente. Para mí, la dimensión arquetípica potencial es virtual y formadora potencial tanto del consciente cuanto del inconsciente. ¿Cómo podría algo que aún es sólo virtual ser al mismo tiempo algo real? Por esta misma razón, diferencié el Arquetipo Céntrico del concepto de Si-mismo. La dimensión del Arquetipo Céntrico y demás arquetipos corresponden a la realidad virtual de la Psique, que se actualizaría, por la vivencia, en el Eje Simbólico a partir de cada nueva elaboración. Así, cada vivencia será más consciente o inconsciente. Teorizo el inconsciente como una calidad y no un lugar en la Psique. Las polaridades consciente-inconsciente y personal-arquetípico están presentes en todos los símbolos, en proporción variable. Cuando la elaboración simbólica es fijada y actúa en la Sombra, ella se hace predominantemente inconsciente. Cuando es cada vez mejor elaborada, ella se hace progresivamente más consciente.
Considerar inconsciente y perteneciendo a la Sombra el potencial arquetípico junto con los símbolos o complejos fijados y en poder de las defensas genera una confusión enorme entre la normalidad y la patología, y diluye y ofusca en la ambigüedad el concepto genial de la Sombra. El potencial arquetípico es virtual dentro del Si-mismo y, por lo tanto, igualmente virtual de la Consciencia y de la Sombra, que lo actualizarán en cada nueva vivencia. La Consciencia tiene la característica de recoger actualizar plenamente el potencial arquetípico, y la Sombra, de expresarlo de manera fijada y deformada. Lo virtual y lo real interaccionan en la elaboración simbólica dentro de la relación Ego-Arquetipo. Denomino Eje Simbólico a la relación inseparable entre Consciencia y Sombra /elaboración simbólica/ Arquetipo Céntrico y demás arquetipos, porque la expresión Eje Ego-Si-mismo, de Neumann, da la impresión errónea de que el Ego puede existir fuera del Si-mismo.
Jung postulaba que el concepto de sombra equivale al inconsciente personal; ¿qué piensa de eso?
Creo que él diferenció el inconsciente personal del arquetípico cuando aún no se sabía que el Ego es formado por los arquetipos y no existe sin ellos. Por el hecho de que el Ego de la Consciencia y el Ego de la Sombra son productos del potencial del Arquetipo Céntrico y de la elaboración simbólica normal y fijada, no existe ninguna función del ego o imagen arquetípica presente en la Consciencia que no sea, de alguna forma, personal y arquetípica. Creo que la noción de Jung de lo personal y de lo arquetípico fue por él creada para decir que la dimensión arquetípica iba más allá de la dimensión personal y, con eso, diferenciar la Psicología Analítica de el Psicoanálisis. Hay que considerarse que, en la época en que él creó la polaridad personal-arquetípica, la formación del Ego era reducida al Psicoanálisis y al inicio de la vida, y el Proceso de Individuación, en la segunda mitad de la vida. Posteriormente, cuando Jolande Jacobi, Fordham y Neumann describieron la formación arquetípica del Ego, esta división dejó de tener sentido. ¿Existe algo de más personal y arquetípico que las imágenes de la madre y del padre? ¿O las imágenes del incesto y del parricidio, aunque los consideremos simbólicamente normales o patológicos?
Jung consideraba que el anima y el animus serían manifestaciones del inconsciente más profundo y desconocido – el otro «contra-sexual» – que la sombra, derivado de experiencias más personales. Dentro de su concepto de inconsciente, como entenderíamos esa «calidad» referente al animus y al anima?
Considero que Jung describió al Anima y al Animus monosexuales y polos sexuales contrapuestos de la Sombra porque aún no conocía la formación arquetípica del Ego y la fijación de esa formación como origen de la Sombra. Si lo hubiera sabido, ciertamente habría percibido que las fijaciones de los símbolos del Anima y del Animus también pueden formar la Sombra y, por eso, no son su contrapolo sexual.
Jung situó al Animus y al Anima como mediadores entre lo consciente y lo inconsciente. Mantengo al Anima en la personalidad del hombre y al Animus en la de la mujer. Sin embargo, yo los conceptúo como arquetipos bipolares en todas las circunstancias, inclusive en lo que se refiere a la identidad sexual. Los símbolos que ellos coordinan pueden no estar fijados y estructurar la Consciencia o estar fijados y expresar complejos en la Sombra. Dentro de la Psicología Simbólica Junguiana, el Anima y el Animus forman parte del Arquetipo de la Alteridad, y pueden expresar cualquier símbolo, inclusive la polaridad Ego-Otro y hombre-mujer, pues lo que los caracteriza es la fascinación por la creatividad resultante de la relación dialéctica del encuentro de las polaridades, y no los símbolos en sí.
Si postuláramos un «Ego de la Consciencia» y un «Ego de la Sombra», como fue mencionado, el Ego deja de ser entendido como solamente consciente. ¿Habría una porción inconsciente en el Ego, como decía Freud? ¿Esta se iguala con La Sombra, el inconsciente?
Sí. Dentro de la teoría de la fijación, de Freud, el inconsciente reprimido expresa los componentes que podrían haber formado el Ego en la Consciencia. Esa es la concepción de Sombra que postuló la Psicología Simbólica Junguiana y, por eso, todos sus componentes tienen un Ego, que es el Ego de la Sombra. Cuando elaboramos la Sombra en función de la ética, el concepto de Ego de la Sombra es muy importante para que asumamos que el Mal por nosotros practicado, aunque inconsciente, pertenece siempre también a nuestra identidad. En la terapia, es importante que el paciente no lamente sólo sus calidades sombrías, sino que recoja también vivenciarse como el sujeto de ellas. Es que el Ego de la Consciencia repudia el Mal, pero el Ego de la Sombra no sólo actúa el Mal, sino que también lo desea y adora. Solamente cuando vivenciamos y nos responsabilizamos por ese Ego enemigo es que podemos realmente elaborar e integrar los complejos de la Sombra. Quien quiera corroborar esa teoría, basta hacer una imaginación activa con La Sombra y confrontar estos dos Egos por una dramatización con el juego de roles.
¿El concepto de función estructurante creativa y función estructurante defensiva conduce a la presuposición que la creatividad sería siempre equiparada con lo constructivo y que no habría destructividad en el acto creativo? Completando la pregunta, la capacidad creativa del ser humano es compleja, y se nota que artistas y personalidades inspiradas y reconocidas por sus ingenios creativos pueden fallar en emplear creativamente sus funciones estructurantes en el sentido de estructurar la consciencia. Otros individuos tienen buena capacidad de lidiar con sus conflictos y suficiente elaboración simbólica sin poseer ingenio creativo. ¿Deberíamos diferenciar lo que entendemos por creatividad?
Por lo que respondí a la pregunta arriba [2], creo que el concepto de función estructurante queda mejor formulado cuando retiramos de él el criterio de creatividad y lo sustituimos por el criterio de la fijación. En ese caso, pasamos a concebir las funciones estructurantes como no fijadas (formadoras de la Consciencia) y como fijadas o defensivas (formadoras de la Sombra). La función estructurante no fijada forma la Consciencia de manera libre y progresiva para todo el Si-mismo, mientras que la función estructurante fijada o defensiva tiene su creatividad aprisionada por la fijación y por la compulsión de repetición, y dirige esa creatividad contra el crecimiento de la Consciencia y del Si-mismo. La creatividad de las defensas existe, y en la histeria y demasiados disturbios de dominancia matriarcal, por ejemplo, ella es extraordinariamente exuberante, pero sólo en función de expresar la Sombra y el síntoma, y al mismo tiempo, evitar la entrada de sus símbolos en la Consciencia y el desarrollo de todo el Si-mismo. La función estructurante no fijada tiende a hacer crecer la Consciencia y el Si-mismo y, por eso, digo que ella opera al servicio del Bien, mientras que la función estructurante fijada o defensiva opera contra la Consciencia y se mantiene en la Sombra, estancando el Si-mismo y, por eso, digo que opera al servicio del Mal. Esta concepción está basada en el concepto principal de la obra y de la vida de Jung, según el cual, el instinto de individuación es responsable por la formación de la Consciencia y es el instinto céntrico del Si-mismo.
La creatividad artística es una dimensión específica de la creatividad en general, subordinada a la función estructurante de la estética, que elabora los símbolos dentro de un contexto particular que denominamos Arte. Como las demás funciones estructurantes, ella puede ser no fijada o fijada y defensiva en su expresión. Un artista puede sufrir el bloqueo de su función creativa y expresarla de forma defensiva como ocurre de manera psicótica en la película El Iluminado, de Kubrick. El hecho de que la función estructurante artística esté asociada a otras funciones estructurantes, como la agresividad o la sexualidad no fijadas o fijadas, es secundario, y no debe ser usado como criterio para diagnosticar la expresión fijada o no fijada de la función estética. Lo mismo acontece con la polaridad constructivo-destructivo. Una persona puede ser muy creativa estéticamente, pero eso no significa de modo alguno que ella también lo sea en las demás funciones estructurantes. Hay artistas muy enfermos psicológicamente, con quienes la convivencia íntima es una tortura, pero que ni por eso dejan de ser menos creativos del punto de vista estético. Insisto en enfatizar que la función artística tiene, ella misma, características no fijadas y fijadas, las cuales no deben ser confundidas con las características no fijadas y fijadas de otras funciones estructurantes. En otras palabras, para hablarse de la psicopatología de una personalidad artística, hay que diferenciarse claramente aquello que se refiere al Arte, de aquello que se dice respecto a otras funciones estructurantes. El hecho de Van Gogh haber sido depresivo afectó las imágenes de su pintura, pero no la grandeza mayor o menor de su arte. Por otro lado, hay personas muy creativas en las dimensiones política, religiosa, amorosa y científica, por ejemplo, que pueden ser muy poco creativas en la dimensión estética.
Una cuestión actual que circula en los medios junguianos se refiere al concepto de pulsión de muerte. Jung creía que, siendo la energía bipolar, el principio vital contiene la aniquilación y la muerte, aunque esta última estuviera en última instancia subordinada al principio vital. Su concepción de bipolaridad del Arquetipo de la Vida y de la Muerte, así como Jung, no relativiza la posibilidad de aniquilación, pero no confiere autonomía o «finalidad» a una pulsión de muerte. ¿Como ve eso?
Como describí en mi artículo “Arquetipo de la Vida y de la Morte” (Junguiana, n. 14), concibo las pulsiones, instintos o tendencias para la vida y para la muerte como funciones estructurantes de la vida y de la muerte subordinadas al Arquetipo Céntrico, junto con todas las demás funciones psíquicas. La función de la vida construye y amplía. La función de la muerte destruye y elimina. Ambas son necesarias e interaccionan en toda actividad existencial, pues todo, inclusive las estrellas, un día crece y fructifica, y otro día envejece y muere.
Como todas las demás funciones estructurantes, la función estructurante de la vida y la función estructurante de la muerte pueden también ser o fijadas o fijadas. Cuando la función estructurante de la vida no es fijada, ella cultiva y desarrolla lo que es necesario al Si-mismo, pero cuando ella pasa a ser fijada o defensiva, ella cultiva y busca desarrollar lo que no es más necesario y, así, estanca al Si-mismo. Un gran ejemplo es la función estructurante parental. El niño activa extraordinariamente la función estructurante de la vida, cuya creatividad permite a los padres acogerlo, protegerlo y alimentarlo. Luego, sin embargo, aspectos iniciales del proceso existencial del bebé comienzan a envejecer y a ser ultrapasados, y el aspecto no fijado de la función estructurante de la muerte es activado. El bebé ya puede dormir solo en su cuarto. Su simbiosis absoluta espacial está haciéndose obsoleta y casi muriendo. La dependencia envejecida tiene que ser sacrificada y entregarse a la muerte para mantener la creatividad plena del Si-mismo. Pero, la mamá comienza a llorar y el papá no resiste su sufrimiento y la acompaña: – ¿Cómo es que nuestro nené va a quedarse solo en aquel cuarto oscuro y nosotros aquí indiferentes? Que egoísmo!. Y así, por más un año, el cuarto del nené duerme vacío. Se instala lo mimado y la sobreprotección, que limitarán la frustración creativa del Ego del bebé y que, repetidos en las etapas siguientes de la vida, preparan al futuro tirano, voluntarioso, narcisista y conduce, a veces, a problemas en la formación del carácter. La función estructurante de la vida, que había sido tan creativa, ahora pasa a la defensiva. Al mismo tiempo, la función estructurante de la muerte, a la que se impidió destruir creativamente y matar la dependencia simbiótica primaria, pasa también a la fijada y defensiva. Esta fijación perjudica el crecimiento del Si-mismo y prepara el desarrollo de la futura neurosis de relación o, hasta, de la deformación psicopática del carácter.
Conectada a la cuestión anterior, ¿sería concebible que el Mal absoluto predomine en el Si-mismo, y más aún en el Arquetipo Céntrico? ¿Como comprender la auto-regulación, homeostasis, y principio de individuación con la inclusión de la posibilidad del Mal equiparado al Bien, como principio orientador del desarrollo? En la practica Clínica, por ejemplo, la relativización de las polaridades se anula en el extremo, ya que delante de un paciente suicida pocos analistas verían eso como un proceso natural, a menos que haya una situación existencial excepcional, y ahí ya no se trataría de la comprensión que hacemos del Mal. Jung decía que solamente el conocimiento y la ausencia de ingenuidad con la posibilidad del Mal, nos ayudaría a evitar que él se hiciera absoluto.
Yo sé teóricamente lo que es el Mal dentro de la dimensión neurótica, psicopática, borderline y psicótica, pero no sé lo que Jung quiso decir con la expresión “Mal absoluto” cuando describió la Sombra en Aion. Como afirmé en mi artículo “Ética y Psicología”, en la Junguiana 15, no estoy de acuerdo con las críticas de Jung a la doctrina católica del Summum Bonum y del Privatio Boni, que, según él, niegan la realidad del Mal. El propio Jung y todos nosotros, los junguianos trabajamos considerando el Arquetipo Céntrico la matriz creativa de la Consciencia y del Proceso de Individuación, lo que equivale la equipararlo al Summum Bonum. El Psicoanálisis describe un ello que trae, al nacer, las pulsiones incestuosa y parricida, que deben ser sublimadas para formar el Super-ego. Esa es, por así decir, la doctrina del Summum Malum. Para la Psicología Analítica, la patología es consecuencia de un disturbio del Proceso de Individuación, que pasa, entonces, a expresar el Mal. Esa es la doctrina del Privatio Boni. La confusión de Jung a ese respeto me parece venir de su no diferenciación entre el arquetipo, que es virtual, y su disturbio real. Esta confusión me parece la misma que él hizo entre los conceptos de Arquetipo Céntrico y de Si-mismo y entre las potencialidades arquetípicas y la Sombra. El hecho de surgir el Mal como disfunción de la capacidad de elaboración simbólica del Arquetipo Céntrico no significa que éste sea el Mal, pero sí que la ocurrencia de la disfunción caracterizó la formación del Mal en el lugar de la formación del Bien (Privatio Boni). Si una persona se tropieza y se quiebra la pierna no significa que la función de la marcha sea mala, pero sí que una deficiencia de la marcha llevó a la fractura.
La concepción de la ética como función estructurante, presente en la elaboración de cualquier símbolo y función estructurante de acuerdo con La Psicología Simbólica Junguiana, transforma el desarrollo psicológico en la lucha permanente entre la Consciencia y la Sombra, entre el Bien y el Mal. El Arquetipo Céntrico coordina la elaboración simbólica a través de los arquetipos y es, por eso, el gran orquestador de esa lucha. No es que él fabrique las fijaciones, pues ellas se forman de los tropiezos y caídas que ocurren durante las largas caminatas. El Arquetipo Céntrico tolera las fijaciones y continúa la elaboración simbólica incluyendo su presencia nefasta en las defensas y resistencias de la Sombra. Todo organismo vivo así lo hace. La lagartija que perdió la cola continúa la caza de insectos para sobrevivir. El pájaro con el ala herida vuela hasta cuando y hasta donde pueda. La individuación incluye permanentemente la lucha entre el Bien y el Mal, desde el inicio de la formación del Ego, pues esa lucha es la propia disputa entre el Ego de la Consciencia y el Ego de la Sombra, cuyos embates caracterizan la vida de las personas y de la humanidad. El máximo esfuerzo creativo del Arquetipo Céntrico para continuar el Proceso de Individuación se hace en la vigencia del mal terrible de las fijaciones dentro de los dinamismos psicopático y psicótico. Se debe al genio de Nise da Silveira demostrar esa dramática verdad al documentar la continuación del Proceso de Individuación en casos de esquizofrenia crónica hasta las vísperas de la muerte (ver los videos sobre Carlos Pertuis, Fernando Diniz y Adelina Gomes, hechos por León Hirszman y coordinados por la Dra. Nise para la Funarte, en la biblioteca de la SBPA).
¿Cuando la ética no se constituye una función estructurante creativa podemos pensar en psicopatía? ¿Cómo diferenciamos la defensa impidiendo la elaboración ética de la psicopatía y del mal carácter o la deshonestidad?
Cuando la función estructurante de la ética sufre una fijación, se hace función estructurante defensiva y pasa a actuar en la Sombra y, como cualquier otra función psicológica, puede hacerlo dentro de las dimensiones neurótica, psicopática, borderline o psicótica. La Psicología Simbólica Junguiana no diferencia entre la función estructurante defensiva de la psicopatía, del mal carácter o de la deshonestidad. Psicodinámica y científicamente, esas condiciones humanas expresan la actuación defensiva de la función estructurante de la ética en la dimensión psiquiátrica.
Y otra pregunta encadenada: ¿es posible desarrollar una elaboración simbólica con una postura anti-ética profunda?
Cualquier elaboración simbólica que confronte las fijaciones y defensas de la Sombra requiere una postura ética creativa. La postura anti-ética no elabora la Sombra, porque el Ego que la expresa ya se hizo, él solo, un prisionero de la Sombra a través de la función estructurante de la ética fijada y, por lo tanto, hecha defensiva.
Su obra ha dado especial atención a la educación de los niños, un tema apreciado por Jung. ¿Sería a su manera de ver, una forma de psicoprofilaxis para la construcción de la ciudadanía, con posibilidad de insertar valores éticos y desarrollarlos?
Con certeza! Cuando percibimos que toda elaboración simbólica es hecha entre el Ego de la Consciencia y el Ego de la Sombra, la educación pasa a estar centrada en la elaboración simbólica. El tratamiento de la Sombra es hecho en el consultorio, pero su profilaxis tiene lugar en la familia y en la escuela. Desarrollar cognitiva y emocionalmente la Consciencia y evitar la formación de las fijaciones y, por consiguiente, de la Sombra, son las dos principales finalidades de la función ética dentro de la educación. Cuando eso es hecho en casa y en el aula, el Otro pasa a ser un compañero inseparable del Ego, formándose una relación Ego-Otro, en la propia Consciencia, basada en la amistad, en la cooperación, en el respeto y en la dignidad, que son las bases de la ciudadanía.
La sociedad brasileña está aterrorizada, pero también acomodada a la corrupción creciente. La revuelta afecta a muchos jóvenes que se encuentran inesperadamente con dificultades cuando siguen una conducta ética y verifican el éxito -poder, dinero- de otros que deforman tal conducta. Sienten que ser ético es casi ser, de hecho, bobo, a pesar de que valoren valientemente sus posturas. ¿Que podemos decirle a ellos para ayudarlos en su individuación?
Lo que necesitamos enseñar a los jóvenes es la formación de su Consciencia y de su Sombra en la lucha entre el Bien y el Mal. Haciéndolo así, nosotros los enseñamos a reconocer y a luchar contra el Mal en ellos, en su familia, en su comunidad y en todo el planeta. Los jóvenes quieren creatividad y participación activa, porque juventud es crecimiento y acción. Por eso, enseñar preceptos éticos patriarcales tradicionales no los motiva, pues es una enseñanza de fuera para dentro, pasad de moda, y no construida dentro de su cotidiano. Cuando los jóvenes vivencian la realidad simbólica de esa lucha, ellos son iniciados en la búsqueda de la auto-realización, de la felicidad, de la justicia, del amor y de la compasión como el camino del Bien y van volviéndose aptos para identificar el camino del Mal a la su alrededor y percibir que la riqueza, el poder y los bienes de consumo no traen ni plenitud, ni amor, ni paz, para convertirlos en la finalidad de la vida.
¿Cuál sería la neurosis o psicosis actual en nuestra sociedad, a su manera de ver? Y cómo la Psicología Analítica ayudaría la tratarla?
El principal problema de la actualidad me parece que es la alienación ética y existencial traída por la desorientación individual y colectiva, como bien describió Jung en el libro El Hombre moderno en búsqueda del alma. Esta alienación impide reconocer los valores que realmente son importantes en la vida individual y colectiva, y combatir los principales síntomas de la Sombra moderna: el egoísmo, las dependencias, la indiferencia, la corrupción y la violencia, centralizados en la masificación y en la pulverización de la identidad de las personas, sobre todo en las grandes ciudades.
Cuando visitamos una favela con la mente y el corazón abiertos y nos encontramos con la miseria, sabiendo que, posiblemente, en gran medida, los presupuestos para educación, alimentación, salud, vivienda y transporte “se diluyen” en medio del camino y que sus defraudadores, raras veces son identificados y castigados, entran y salen de las prisiones dependiendo de los abogados que contratan, nos quedamos sorprendidos de que nuestro pueblo no sea mucho más revoltoso y violento.
Cuando visitamos luego una comisaría o un presidio, y vemos las condiciones inhumanas de los presos, salimos con dificultad de saber si el sistema penitenciario es dirigido a la recuperación o es una escuela del crimen, financiada por la sociedad de forma inconsciente y sadomasoquista para castigarse a sí misma.
El mandala, descrito por Jung como la principal imagen de totalidad del Proceso de Individuación, es un símbolo inspirador para guiar el poder público en la reinserción del individuo de las comunidades con carencias, dentro de la relación de alteridad del individuo con la comunidad. Cuando la centralización funciona sólo en el nivel macro de la sociedad, en las grandes comunidades regionales, ella contribuye a la pérdida de la individualidad en el nivel de las pequeñas comunidades. La imagen del mandala revela cómo las principales entidades institucionales de las comunidades con carencias están descentralizadas, y señala un camino para su micro-centralización, reuniendo al individuo con todo lo comunitario. Un campo deportivo en un polo importante de la comunidad, que sirva también para otras actividades culturales, rodeado por el puesto de salud, escuela, puesto policial y agencia de colocación profesional y registradora de las habilidades de los miembros de la comunidad para convocarlos en mutualidades, es un camino para construir la identidad de las personas que allí viven. La forma en mandala es aquí la expresión del Si-mismo comunitario propiciador de la formación de la identidad dentro del patrón de alteridad. Esta idea está basada en el concepto de que en el Proceso de Individuación la identidad individual forma y es formada por la identidad grupal.