SYLVIA MELLO SILVA BAPTISTA
Filoctetes
Analista junguiana, miembro de Sociedad Brasileña de Psicología Analítica (SBPA). El presente trabajo fue presentado durante el VI Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, celebrado en Florianópolis, Brasil del 19 al 22 de septiembre de 2012, y su autora autorizó su publicación. Email: sylviamellobaptista@gmail.com
Aquel que riquezas o fuerza, más que
buenos amigos, desea tener, piensa mal.
Eurípedes (in Heracles, vv.1425-26)
La mitología griega parece contener, si no la totalidad, gran parte de las enseñanzas de los más diversos tiempos. Por lo menos es este el impacto que tenemos cuando oímos las historias repetidas desde la tradición oral hace siglos y siglos, y encontramos allí reiteradamente, verdades que disminuyen nuestra angustia de la existencia, nos confortan, nos asombran, nos alegran, nos traducen. Fue en este manantial que fui a buscar, y logré encontrar, algunas historias sobre la amistad y la lealtad.
Empecemos por Filoctetes, y, como hacen los griegos, por el significado de su nombre: Phílos (amistad) + Ktétes (que gana, que adquiere), o aún “aquel que estima lo que posee”, “el amigo”, “aquel que posee amigos”. Philía, para los griegos, denota afecto en el sentido más amplio. El drama de nuestro héroe es justamente verse privado de lo que es para él más caro y genuino en su naturaleza: su capacidad de “filiarse”, de ser fiel al sentimiento de amistad, como veremos.
En el libro La amistad en el mundo clásico, David Konstan (2005) profundiza el significado de la palabra y del concepto:
(…) el término habitual para “amigo” en Grecia clásica (y posterior) es phílos. Él designa una de las partes de un vínculo voluntario de afecto y de buena voluntad, y normalmente excluye tanto los parientes próximos como los conocidos distantes, vecinos o conciudadanos (p.77)
Lo que caracteriza el vínculo de amistad es su maleabilidad, su posibilidad de ser hecho y desecho. Y como algo mutable, necesita ser cuidado. No es dado por la consanguinidad y sí por la acción que mueve los dos individuos, uno en dirección al otro. El motor de este acto de procura es el sentimiento. Carga en sus entrañas un dinamismo asociado a la ausencia de garantías, atributo este que la relación familiar tiene per se. Honrar un amigo tendrá especial importancia en momentos de adversidades. “Cuando el destino es generoso, ¿cuál es la necesidad dephíloi?” (p.85)
Filoctetes, un héroe griego de Tesalia, es poco conocido o recordado dentro del elenco de personajes familiares a nosotros. Su camino se entrelaza con el de Heracles, este si el más cantado de los héroes griegos, cuyas doce tareas permanecieron eternizadas y se hicieron ícono de la sociedad occidental, fundada en el desempeño y en la acción. Vamos entonces a su historia.
Homero tráenos en La Ilíada, por la primera vez, la figura de Filoctetes a camino de Troya, liderando siete navíos:
Filoctetes, en el arco
eximio, les comandaba, cincuenta remadores
por navío, óptimos arqueros, buenos de guerra.
(La Ilíada, vv.716-18)
La soledad y el abandono, sin embargo, serán el paño de fondo de la tragedia eternizada por Sófocles, en la figura de su protagonista.
Hijo de Peias o Peante y de Demonassa – o de Metone -, Filoctetes está a camino de Troya cuando, llegando a la isla de Crisa, es picado en el pie por una serpiente en el momento en que sale del navío, o en la entrada de un templo sagrado de la diosa local, Atenea (“Crisa” es también un epíteto de esta hija de Zeus, bien como el nombre de la serpiente que tomaba cuenta del templo). Apolodoro, en su Biblioteca Mitológica (2004), relata el momento de la picada de la cobra de agua cuando están celebrando un sacrificio para Apolo (p. 208). Filoctetes habría invadido sin prestar atención, un local sagrado y por esto fue herido. De la herida exhalaban olores fétidos y sus gritos de dolor eran tan insoportables para los que estaban cerca, que Odiseo convenció a Agamenón y a Menelao para abandonarlo a su propia suerte en la isla de Lemnos.
Veremos que los dioses patrones de los héroes estarán por detrás, como omnipresencias, todo el tiempo. Siete es el número de Apolo, el dios flechero, y también el número de barcos comandados por Filoctetes. Atenea, diosa guerrera, es la protectora de los héroes, y su predilecto
es, sin duda, Odiseo. ¿Se habría ella sentido ofendida con la entrada de Filoctetes en su templo en Crisa y mandado la serpiente hidra a herirlo? ¿Quería la diosa que su preferido Odiseo permaneciese con la fama del mayor arquero, tentando eliminar el único que lo superaría? ¿O tendría Filoctetes cometido una mortal distracción que lo haría penar por diez años? ¿Serían esas penas – diez años de abandono para Filoctetes y diez años de búsqueda de la dirección de su casa, para Odiseo – condiciones del camino de individuación de estos héroes para alcanzar cualidades que nos enseñarían algo sobre la psique y la vida? ¿Qué nos dicen el sufrimiento y la guerra, una herida que no se cura y una batalla sin fin? Vamos a desempaquetar un poco más el mito.
Filoctetes es poseedor del arco y las flechas que heredó de Heracles, y esa es su única compañía en la inhóspita isla. Volviendo un poco en el tiempo, o tomando otra vuelta en la espiral del relato mítico, tenemos el pasaje de la muerte de Heracles ligada a Filoctetes, cuando este es el único que acepta poner fuego en la pira funeraria del mayor de los héroes. Este acto lo ha hecho merecedor del arco del héroe – presente del propio Apolo – dando a él una identidad inseparable de este atributo. Tal situación tendría como condición que no fuera revelado jamás el local de la pira. Filoctetes habría siempre mantenido el secreto. Hay una versión que afirma, sin embargo, que un día, siendo masivamente interrogado mientras subía el monte Eta, habría golpeado la tierra cerca del pie con un gesto determinado; tal situación lo habría llevado al posterior castigo con la herida incurable en el mismo pie (Brandão, 2000, p. 537).
Filoctetes pasa a vivir en una caverna e intenta, sin suceso, convencer a aquellos que pasaban por allí, a llevarlo para su casa. Posee una planta que mitiga el dolor a través de su poder sedativo contra la gangrena, y caza con el arco para su sobrevivencia. Permanece diez años en esas condiciones hasta que Heleno, un adivino troyano, hermano de Casandra, capturado por los aqueos, revela que Troya no podría ser derribada sin la presencia de Filoctetes y su arco, bien como del Paladio, una imagen de Palas-Atenea a la que se le atribuía una protección mágica de invulnerabilidad a la ciudad que la poseyese (Troya estaría protegida por los diez años de guerra por poseer un Paladio que más tarde fue robado por Odiseo y Diomedes).
Odiseo parte para la isla con la misión de traer de vuelta el arco y al arquero. Lleva con él a Neoptólemo, hijo de Aquiles, tramando de engañar a Filoctetes. Odiseo es el héroe del colectivo, capaz de hacer atrocidades para dar la victoria a los griegos. Es también, como cabría a alguien regido por Atenea, un maravilloso argumentador. Necesita de Neoptólemo para hacer valer su estrategia, una vez que es odiado por aquel a quien abandonó sin piedad. En el encuentro de Filoctetes y Neoptólemo, sin embargo, surge una amistad y respecto inesperados para los planes del aún truculento Odiseo.
El “joven combatiente” – Néos + ptólemos – sigue, contrariado, las instrucciones de Odiseo para obtener el arma del indefenso. Al principio el joven se recusa a acompañarlo, pero acaba convencido de la magnitud de la tarea y, claro, de la posibilidad de conquistar la gloria, timé y areté, y verse proclamado gran guerrero. Seguir las previsiones de Heleno se podría traducir en abrir los caminos para el fin de una ya exhaustiva guerra e inmortalizarse como vencedor. Su contacto con Filoctetes será transformador – para ambos.
Un detalle interesante, Neoptólemo, también llamado Pirro, el pelirrojo, había sido concebido cuando su padre Aquiles fue vestido como una muchacha por su madre Tetis y enviado al reino de Licomedes en la isla de Ciros, para huir de la guerra, y así, de la Moira (aquella que decide la cantidad de vida que vamos a tener, y viene para “cortar el hilo” en el momento de la muerte). Estaba previsto por las Queres el recuerdo eterno de su nombre, al lado de la muerte prematura caso si fuera para Ilion. Sin embargo, la presencia del héroe en la guerra sería decisiva para la caída de Troya. La astucia de Odiseo, disfrazado de mercader, desvendó el embuste cuando vio a Pirra, la pelirroja, como Aquiles era llamado en Ciros, maravillarse con las armas cuidadosamente introducidas en los tejidos y los vestidos ofrecidos a las hijas del rey. Deidamia, hija de Licomedes, tuvo a Neoptólemo después de la partida del padre para la guerra, que optó por la inmortalidad. En la trama de Filoctetes, donde no hay ninguna mujer, podemos pensar que Neoptólemo, hijo de la princesa con el héroe disfrazado, llevará en si la sensibilidad, la compasión y el aspecto cuidadoso de la naturaleza femenina, que son elementos decisivos para lograr el rescate.
Cabe también dar atención para otros dos detalles. La isla de Lemnos, donde Filoctetes es dejado, es la casa del también dios herido, el cojo Hefesto. Allí, sus sacerdotes eran expertos en curar las mordidas de las serpientes. En una de las versiones existentes, será uno de sus hijos, Pilio, el cual curará la herida de Filoctetes, aprendiendo con el héroe el manejo del arco y la flecha. Curar la herida del otro tiene como contraparte la recompensa de la adquisición de una nueva habilidad.
Es también en Lemnos que ocurre una maldición provocada por Afrodita, contra las mujeres que no la veneraban. La diosa hace con que exhalen un olor insoportable, tornando la convivencia con sus maridos insostenible, hasta que ellos las abandonan por las mujeres tracias. Las malditas matan, entonces, a todos los hombres de la isla, creando una sociedad solamente de mujeres. Matan a todos, excepto a Toante, hijo de Dioniso – o Teseo – y Ariadna. Este fue perdonado por su esposa Mirina, y tuvo su fuga facilitada por su hija Hipsípila, disfrazado de Dioniso.
Lemnos es, por tanto, el local del femenino maldito, de la ausencia de Afrodita como principio vinculador, del mal olor que separa y provoca aislamiento. Apunta para un lugar donde la guerra ocurre también en el ámbito más íntimo, de las relaciones amorosas, provocando el distanciamiento, afectando la fidelidad, causando dolor y muerte.
Es en este lugar del femenino herido que Filoctetes será abandonado, denotando en el mito una profunda disociación entre los principios masculino y femenino. El olor y el paladar, siempre asociados e interdependientes, se pierden allí, indicando un empobrecimiento de la capacidad de aprehender el mundo. En el paño de fundo de la guerra de Troya, Afrodita y Atenea luchan, y hombres y mujeres pierden, hasta que el nuevo pueda entrar y subvertir la orden dada.
Dioniso – Teseo – y Ariadna crean un masculino que tiene posibilidad de escapar de la terrible venganza. Neoptólemo, el hijo de Aquiles–“Pirra”, también provocará un cambio de escenario a través de la empatía y del phílos que demuestra a Filoctetes.
Volviendo al mito, la confianza que Filoctetes gana con el muchacho, espontáneo y verdadero en sus sentimientos, hace con que él se separe por la primera vez del arco cuando presiente que va tener una convulsión, siempre seguida de un sueño. ¿“Puedo confiar?” investiga Filoctetes antes de abandonarse al acceso; ¡“No tengas dudas!”, certifica Neopltólemo, que momentos antes se declaraba feliz y privilegiado por la oportunidad de tocar la herencia del hijo de Alcmenas, como si tocara el propio dios.
Neoptólemo siéntese incómodo en el lugar de tramposo: Engañé un héroe con trucos bajos (Vieira, 2009, v.1228, p.143). Entrega a Odiseo el arco apoderado en los minutos de ausencia de Filoctetes, pero en seguida lo toma nuevamente para devolverlo al dueño, y recusase a abandonar el amigo.
Diferente de Odiseo – regido por Hermes, el dios trickster y ladrón -, el joven tiene ciertamente en su tipología mítica el regente Apolo, el dios justo y correcto por naturaleza. No es capaz de imaginarse trayendo un amigo, alguien a quien el propio Heracles confió lo que de más precioso pueda haber a un héroe apolíneo poseer: un arco “flechicertero”. Carga una herida moral y opta por ser fiel a su sentimiento de justicia y su acción noble, mismo que fracase en la intención primera del robo. Para él, la mentira no justifica el acto. Empeñó su palabra y esto tiene un gran valor. Arriesgase en la delicada posición de apoyar al moribundo en oposición a Odiseo, este deseante de partir con el arco sin el arquero, después de recusas seguidas de Filoctetes embarcar en dirección a Troya.
Filoctetes prefiere morir a hacerse compañero de aquel que le abandonó en situación tan deplorable. Hizo a si mismo nuevamente presa del engaño – el mitologema (el tema mítico) que se destacará en el mito del héroe herido -, y todo lo que cuenta es su fidelidad a si mismo y a sus principios. Siéntese traicionado y hesita recobrar la confianza en Neoptólemo, pero, por fin, concuerda con la buena voluntad del joven en llevarlo a su casa.
Heracles, como un dios ex-machina, intercede para que Filoctetes acompañe a Odiseo hasta Troya, prometiéndole la cura de su herida por Asclepios en persona – o por sus hijos Macaon y Podalirio, participantes de la armada griega -, bien como la gloria de matar a Paris con sus flechas, y así tener su nombre ligado al fin de la sangrienta batalla. En Homero, en la Ilíada, será Quirón, el centauro, el gran educador de los héroes y sabio de los conocimientos médicos, quien promoverá la cura.
Frente a tal situación, interpelado por el propio dios que lo hace recordar de las deliberaciones de Zeus, Filoctetes para y escucha, como si rehiciese el nexo con quien él es. La aparición de Heracles lo hace comprender su misión y lo pone de vuelta a su camino en dirección a Troya.
Podríamos pensar en este pasaje como un insight de Filoctetes, un religare de su consciencia con un aspecto divino en sí. Como héroe, tiene un compromiso con el colectivo. Su guerra personal con su herida, bien como la guerra colectiva entre aqueos y troyanos, solo tendrá fin con el encuentro del arco y el arquero dentro de un campo funcional. El redireccionamiento de esa energía para el lugar “correcto”, donde ella es necesitada, será capaz de poner fin en el embate, bien como curar la identidad herida del héroe. Y así, todos embarcan rápidamente para Troya, y el destino se cumple.
Más allá de los hechos, consideremos otra perspectiva para comprender lo que pasa por detrás de la historia, o en otra camada allí, para donde necesitamos ajustar la mirada. Miremos el campo puer-senex constelado: el se apoya en un eje formado por los divinos Saturno – Apolo – Dioniso – Hermes. Saturno encarna el senex por naturaleza. Es el dios Crono, devorador de hijos, incapaz de traer a la luz los aspectos por él generados. Pensemos en Crono-Saturno como el engañado. Gea lo engaña a él cuando le entrega una piedra en lugar del sexto hijo, Zeus, y nuevamente cuando ella – o Métis – lo hace beber una poción que provoca la devolución de los hermanos para fuera de sus entrañas, y por lo tanto, de la obscuridad. También cuando va, en la vejez, para la Isla de los Bien Aventurados, Zeus lo engaña, emborrachándolo con la miel del roble y encadenándolo.
El Viejo Rey es el regente en la estructura psíquica de Filoctetes. Saturno, con su peso y su negatividad, dirige el engañado rey herido, que en todo prima por la conservación, por la permanencia, por la mirada vuelta para bajo. A despecho del deseo de Filoctetes de regresar a casa, él es capaz, como decidió, de permanecer y morir en Lemnos, para no tener que enfrentar aquellos que lo humillaron. Transforma la caverna en que vivió por diez años en su nueva casa, y el Hades en fado. Con eso, un vez más actualiza el aspecto saturnino de su tipología mítica, y vive el polo senex desprovisto de su dínamo puer. Como dice Hillman, “… El senex negativo es el senex separado de su propio aspecto puer. Él perdió su ‘niño’” (2008, p.33).
A propósito de senex-et-puer como base arquetípica del ego, Hillman esclarece:
(…) Esos problemas del ego no son causas, son consecuencias; reflejen desorden anterior en la base arquetípica del ego.
Esta base es senex-et-puer, sumariamente concebidos de un lado como su orden y, de otro, como su dínamo. Juntos dan al ego lo que fue llamado de su Gestaltungskraft – fuerza criadora – o intencionalidad, o significación del espíritu. Cuando la dualidad de esta base es escindida en polaridades, entonces tenemos no solo las valencias alternadas de más y menos dadas por la conciencia a una mitad o a la otra, pero también la negatividad más fundamental, aquella del arquetipo escindido y su consecuencia: la conciencia del ego separada del inconciente (Hillman, 2008, pp.32-33).
Neoptólemo, el hijo de Aquiles, tiene Apolo como regente. Es en todo apolíneo, en su forma de actuar y pensar, en su ética y visión moderada. Aprecia los valores de la justicia y de la orden. La luminosidad del dios-Sol contrasta con la obscuridad saturnina. El compromiso de ese joven héroe es con sus principios. Él va construyéndolos a lo largo de su iniciación en este viaje que lo hará hombre; no más niño. Esto se da también, y principalmente, en la relación con Filoctetes, por quien él se compadece. Él representa el puer conjugado con el senex.
Neoptólemo denuncia el exceso de inflexibilidad en Filoctetes, describiéndonos mucho de su personalidad:
Cabe soportar la suerte que los eternos nos destinan, mas quien vive el infierno por querer, como es tu caso, ese no merece ninguna solidariedad o pena. Enfureces, no toleras sugestiones; si el bien intencionado te critica, lo execras, haces del un enemigo (Sófocles, 2009, v. 1316-1323).
Dioniso está representado por Toante, su hijo – o de Teseo, el amigo de Heracles, el único que escapó de la matanza de las mujeres malditas por Afrodita en Lemnos. Toante recibe, en contraste, la lealtad y la compasión de su mujer y de su hija, dos femeninos distintos que le salvan la vida. En ese escenario de extrema aridez y truculencia, este hijo de Dioniso se destaca.
Es Hermes, el regente de Odiseo, quien dinamizará el par Neoptólemo-Filoctetes. El dios expresa la energéia capaz de poner en movimiento las dos polaridades y convertirlas en una unidad funcional. Odiseo ocupa el lugar hermético del engañador . Quiere que Neoptólemo cumpla este papel en su lugar, pero la mirada apolínea en busca del más correcto y ético de aquel no permite que esto se dé. Por medio de un marinero disfrazado de mercader (hasta su camuflaje tiene que ver con el dios de los cambios), tienta agilizar las conversaciones y convencer a Filoctetes a entregarle el arco. Hace recordar un adolescente impaciente, aflicto para cumplir la tarea, mismo que ella se dé por la mitad (llevar el arco sin arquero, y abandonar más una vez el héroe herido en la isla). Odiseo en este momento ocupa el lugar del puer negativo, desconectado del senex. Su actitud contrasta con la posición de Filoctetes, que ya no tiene prisa, ya ha pasado por pruebas que lo hicieron un abnegado, y espera llevando en cuenta el desarrollo de las cosas y no solo su resolución. Sin embargo, fíjase y permanece más tiempo que el necesario.
Tenemos, por lo tanto, por un lado Filoctetes actuando un senexnegativo, polarizado por Odiseo, como puer negativo; entre ellos, Neoptólemo tentando mantener la dualidad no escindida.
Heracles como dios ex-machina llega como el elemento trascendente capaz de traer una salida de la tensión establecida. Representa la regencia de Hermes en Filoctetes – sugerida en la planta analgésica que el héroe hace uso -, pasible de salir de la sombra y actualizarse. El Heracles que se presenta ya cumplió un trayecto entero, siendo elevado al Olimpo y recibido como premio Hebe – la diosa de la juventud. También ya experimentó la situación de amistad con Teseo, envuelta en los mismos valores de integridad, fraternidad y compasión.
Hay en el encuentro de Neoptólemo y Filoctetes, una habla del Coro que trae la figura de Ixión como para discrepar del sufrimiento inmerecido impuesto por los dioses al pobre héroe herido. Como se sabe, Ixión, rey de los Lápitas, en Tesalia – tierra de Filoctetes – fue purificado por Zeus, condolido del nieto (el sería hijo de Ares con Perimele), después de matar traicioneramente a su suegro Deyoneo. No satisfecho con el recibimiento, cometió nueva hýbris por apasionarse por Hera y tentar violentarla. Zeus – o ella propia – ha confeccionado una imagen de la diosa hecha de nubes, con la cual Ixión copuló, dando origen a los terribles Centauros. Como castigo, fue jugado en el Tártaro, atado a una roda de fuego en constante giro (Brandão, 2000).
El crimen de Ixión fue el de la ingratitud y la desmedida fue su mal. Él, como cabe al mitologema presente en Filoctetes, tentó ser el engañador y acabó como el engañado. El movimiento en el Tártaro, para donde van todos los castigados, caracterizase por un flujo sin finalidad. La referencia a Ixión parece querer aproximar el héroe herido del castigado, en lo que tienen de semejante: la prisión en el dolor eterna y sin sentido.
La herida incurable de Filoctetes recuérdanos la de otro personaje mítico, relacionado con la figura del médico herido: Quirón. El punto de encuentro entre ambos es, nuevamente, Heracles. Es este quien hiere por accidente el centauro educador de héroes, que sufre con insoportable dolor y desea la muerte. Su súplica de poner fin al dolor solo fue posible por el cambio de su inmortalidad con Prometeo. Filoctetes, por su vez, el héroe herido, es víctima de la intolerancia de Odiseo y sus compañeros, y espera pacientemente que un extranjero lo salve de la soledad. Los tres personajes se hermanan en la espera y en el dolor. Para Prometeo cupo una temporada de trece generaciones. Para Filoctetes y Odiseo “solo” una década.
¿Por qué razón Filoctetes estaría aprisionado, siendo castigado? ¿Que hýbris tendría él cometido? ¿Por qué no podría hacer valer la razón de su nombre, aquel que aprecia los amigos? Esta privación es su “rueda de fuego”, más que la herida concreta. No puede expresar su naturaleza. Es la muerte del alma en el cuerpo podrido; el arquero y el arco sin la posibilidad de ejercerse en el mundo.
Tal situación recuerda el pasaje de Zeus atingido por Tifón, hijo de Gea y Tártaro, un monstruo abominable que ataca el Olimpo. Su cuerpo de serpiente envuelve el dios olímpico en una proximidad peligrosa y acaba por cortarle los tendones de sus manos y pies, dejándole sin tonos ni movimiento: un poder desarticulado. Son Hermes y Pan quien finalmente lo rescatan (Baptista, 2010, pp.273-274).
Tal memoria se hace pertinente cuando se lleva en cuenta que el drama de Filoctetes-Neoptólemo-Odiseo parece llamar al héroe de vuelta para la acción, rearticularlo con su poder heroico. El héroe herido Filoctetes vive una especie de “fiesta en la prisión”: el mayor de todos los arqueros, sin poder usar su arco en su función guerrera, aliado a una existencia carente de sentido que niega su naturaleza primera de philía. Salir de esta condición es poder traer a la luz las características de uno de sus regentes vividos en la sombra: Hefesto, el rechazado y cojo, pero también el sensible, aquel capaz de confeccionar las más bellas joyas y los más resistentes escudos, ellos propios no menos bellos. Al recolocar Hefesto en un lugar apropiado dentro de sí, él hace potente y actual al Apolo luminoso, a Hermes de los cambios y a la estimulante Atenea. Filoctetes estaría, en su situación de exilio, empobrecido y sangrante, viviendo el territorio sombrío de su dinámica psíquica. Si él está allí como víctima de la acción de un engañador, toca a él dar un “basta” a ese engaño y proceder en dirección a una salida de la exclusión. El mito habla:
¡Es necesario salir del exilio para curar la herida!
La alienación de Filoctetes de su lado puer vibrante, del nuevo, de la transformación, fue la mayor traición a sí mismo. El auxilio para una resolución está en sí, en la capacidad de tolerancia dada por el propio senex.
Lo que pega para aproximar puer y senex en Filoctetes es el Eros “philiterno” ofertado por Neoptólemo. El exceso de permanencia es la hýbris de Filoctetes, su lado saturnino empedernido. ¿Como hacer amigos permaneciendo estático, sin movimiento? Su castigo fue cumplido, su tempo de exilio vivido. En el momento en que Neoptólemo entra en su panorama, es obligatorio dejar entrar con él el soplo de Hermes, el articulador de los cambios. Volver a casa, como para Odiseo en la Odisea, es volver a si mismo, a la casa interna. Filoctetes debe retornar a la guerra, a su compromiso con la pólis. Debe dejar de mirar apenas para su pie enfermo y erguir su cabeza; ser capaz de, desde su aprendizaje con el dolor y el abandono, llevar algo para el colectivo como cabe al héroe. Es la amistad con Neoptólemo que le hará creer nuevamente en el otro y lo preparará para esa vuelta. Debe regresar para su casa interna, a su alma y a lo que ella clama; dar espacio a su naturaleza de philía. No es por casualidad que Odiseo, el héroe del nostós, del retorno, está implicado en ese camino.
En el encuentro Filoctetes-Neoptólemo hay una comunión de heridas: además de la herida física del más viejo, ambos tienen heridas morales. Neoptólemo se abre para el viejo exilado; no se aparta, por lo contrario, parece querer aprender con lo que este hombre – dicho esencial para el fin de la guerra – tiene que decir. Entra en la relación con Eros, y con oídos muy atentos. Su naturaleza apolínea lo hace celar por la justicia, pero es Hefesto en él quien comulga con la herida de Filoctetes.
Engaña, contra sus principios, al usar del subterfugio del sueño de su oyente para quedarse con las armas deseadas, y se siente así un traidor.
El detalle del sueño no debe pasar desapercibido. Él está presente en innumerosos relatos míticos, en momentos cruciales. Así como la pausa en la partitura de una música tiene una función y no es solo la ausencia del sonido, el sueño es un intervalo también significativo. ¡Que digan los sueños! Se borra la conciencia por algunos momentos. Filoctetes, en ese minuto de presentimiento de una convulsión, entrega en confianza el arco para el amigo; da así su tesoro a quien juzga merecedor.
El sueño está ligado por un lado a la cura, y por el otro, a la inconciencia. Es en el reino de Hipno que entramos, otro morador de la isla de Lemnos. El sueño es muchas veces deseado para que nos saque de la realidad de la vigilia y engañe nuestro ego sobre las dificultades enfrentadas o a ser afrontadas. Poderoso y temido como las tinieblas, es la prenda de la tranquilidad, pero también de la paralización (…) (Brandão, 2000, v. I, p.571).
Filoctetes cede al sueño en un momento de dolor y en el clímax de su confianza en su nuevo amigo. ¿Sería este sueño del héroe un sueño de cura o de engaño? Neoptólemo primeramente intensifica el segundo, y solo después de no aceptar en sí aquella actitud, desanda y toma la iniciativa que llevará hasta la cura de Filoctetes.
El engaño denuncia una separación en la dualidad arquetípicapuer-et-senex. Apunta para un desaplomo, una distracción, una ingenuidad, una expectativa en relación al otro, una creencia más allá de la medida razonable, una puerilidad, uno fiarse en lo que está fuera, uno dejarse abusar. Salir de la posición pasiva de engañado da a Filoctetes la retomada de su camino, ahora como protagonista de su caminar. El pie, antes herido, puede ahora pisar firme en el suelo y dar al cuerpo la estabilidad necesaria para hacer la flecha volar de forma certera rumbo al albo.
Heracles, habiendo vivido el enloquecimiento como compensación de la desmedida de su fuerza y su arrogancia, y habiendo recibido la mano amiga de Teseo y el femenino divino de Hebe, la diosa de la eterna juventud, representaría el héroe portador de la dualidad puer-et-senex integrada, que viene como un espíritu, para “re-animar” a Filoctetes. Su aparición saca al héroe herido de la dimensión común del humus, del engaño , donde se sentía víctima de un otro externo, y lo sitúa donde puede asumir su lugar: con humildad frente a los designios de los dioses, teniendo que hacer su parte humana en el dibujo divino de su drama. No es por casualidad que el héroe divinizado que le aparece sea aquel que también necesitó expiar los crímenes, que también traía en si la herida moral. La aparición de Heracles en el momento de cerrar la tragedia nos da la información de la necesaria integración del aspecto divino y de la comprensión de que el arco no está fuera; Filoctetes es el propio arco y debe reasumir su lugar.
Al responder a nuestra propia pregunta, somos senex-et-puer. Al cuestionar nuestra propia respuesta, somos senex-et-puer. Las dos caras vueltas una para la otra en diálogo. Ese infinito diálogo con nosotros mismos y de nosotros con el mundo, es lo que nos mantienen en el significado (Hillman, 2008, p.58).
Neoptólemo trae eso para Filoctetes: el diálogo y la posibilidad de la conexión con el significado, lo que potencia y actualiza las polaridades puer y senex en la dualidad puer-et-senex. Prepara el terreno para la unión con el divino Heracles. El joven guerrero, Neoptólemo, abre espacio para que Filoctetes signifique su dolor y se separe de su imagen de castigado y moribundo; no más identificado con Ixión. Pero a su vez, Neoptólemo va para la aventura en la isla de Lemnos con su puer activado, y reconoce elsenex en Filoctetes. También sale de ese encuentro modificado, habiendo podido vivenciar el arquetipo no disociado.
El amigo es justamente aquel capaz de dar sentido al dolor. Es él quien nos da la mano cuando nos colocamos como víctimas de la inconciencia y del engaño, y es quien nos alerta y nos refleja para que podamos salir de ese lugar y retomar nuestra búsqueda. El mito de Filoctetes, el héroe herido, el enagañado, pero también el héroe amigo, aquel que admira lo que posee, nos enseña que lo nuevo viene por la mano del amigo, por el hermano extranjero, por el extranjero-hermano. No se gana una guerra sin que se incluya la herida, el mal olor, el dolor, lo femenino, el exilado, sea ella una guerra personal, interna, o la mayor de todas las batallas ya descritas en versos.
REFERENCIAS