El sueño como creador de símbolos – Chevalier y Gheerbrant

Jean Chevalier (1906-1993) fue un escritor, filósofo y teólogo francés, mejor conocido por ser coautor del Diccionario de símbolos, impreso por primera vez en 1969. Se trata de una obra enciclopédica de antropología cultural, coescrita con el poeta francés y explorador amazónico Alain Gheerbrant, dedicada al simbolismo de mitos, sueños, hábitos, gestos, formas, figuras, colores y números que se encuentran en la mitología y el folclore. Fue reimpreso múltiples veces. Hasta 1964, Chevalier trabajó en la UNESCO como Director de la Oficina de Relaciones, antes de renunciar a dedicarse a la escritura y la investigación. Este recuento sobre el sueño aparece en esta obra (2003, España: Ed. Herder).

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El sueño no se estudia aquí más que a título de vehículo y de creador de símbolos.

Manifiesta también la naturaleza compleja, representativa, emotiva y vectorial del símbolo, así como las dificultades de una justa interpretación. La mayor parte de los elementos de este artículo son aplicables al conjunto de los símbolos, y a cada uno en particular, al participar todo símbolo del sueño y recíprocamente.

A. La parte del sueño.

Según las investigaciones científicas más recientes un hombre de 60 años habría soñado, durmiendo, un mínimo de cinco años. Si el sueño ocupa un tercio de la vida, alrededor del 25 % del sueño está atravesado por sueños: los sueños nocturnos ocupan pues un doceavo de la existencia en la mayor parte de hombres.
¡Qué decir del sueño despierto y de la ensoñación diurna que se añaden a esa parte ya impresionante!
Ahora bien, el sueño, como ha dicho muy bien Frédéric Gaussen: «Símbolo de la aventura individual, alojado tan profundamente en la intimidad de la conciencia que escapa a su propio creador, el sueño nos aparece como la expresión más secreta y más impúdica de nosotros mismos.» Al menos dos horas por noche vivimos en ese mundo onírico de los símbolos. ¡Que fuente de conocimientos sobre nosotros mismos y sobre la humanidad, si pudiésemos siempre recordarlos e interpretarlos! La interpretación de los sueños, afirma Freud, es la vía real para llegar al conocimiento del alma. También las claves de los sueños se han multiplicado desde la antigüedad. Hoy el análisis pretende substituirlas.

B. El fenómeno del sueño.

Las ideas sobre el sueño, como sobre el símbolo, han evolucionado mucho y no hemos de escribir aquí su historia. Pero hoy día los especialistas están divididos. Para Freud es la expresión, e incluso el cumplimiento, de un deseo rechazado (fres, 123); para Jung «la autorrepresentación, espontánea y simbólica, de la situación actual. de lo inconsciente» (junh, 228); para J. Sutter, y ésta es la menos interpretativa de las definiciones, el sueño es «un fenómeno psicológico que se produce mientras dormimos y que está constituido por una serie de imágenes cuyo desarrollo representa un drama más o menos seguido» (porp, 365).
El sueño escapa pues a la voluntad y a la responsabilidad del sujeto, por el hecho de que su dramaturgia nocturna es espontánea e incontrolada. Por esta razón el sujeto vive el drama soñado como si existiese realmente fuera de su imaginación. La conciencia de las realidades se oblitera, el sentimiento de identidad se aliena y disuelve. Chuang-tse ya no sabe si es Chuang-tse quien ha soñado que era una mariposa, o si es la mariposa la que ha soñado que era Chuang. «Si un artesano, escribe Pascal, estuviese seguro de soñar todas las noches, durante doce horas, que es rey, yo creo que sería casi tan feliz como un rey que soñase todas las noches, durante doce horas, que era artesano.» Sintetizando el pensamiento de Jung, Roland Cahen escribe: «El sueño es la expresión de esa actividad mental que vive en nosotros, que piensa, siente, experimenta, especula, al margen de nuestra actividad diurna, y en todos los grados, del plano más biológico al más espiritual del ser, sin que nosotros lo sepamos. Manifestando una corriente psíquica subyacente y las necesidades de un programa vital inscrito en lo más profundo del ser, el sueño expresa las aspiraciones profundas del individuo y por tanto será para nosotros una fuente extraordinariamente preciosa de información en todos los órdenes» (rshu, 104).

C. Clasificación de los sueños.

1. El Egipto antiguo prestaba a los sueños un valor sobre todo premonitorio: «El dios ha creado lossueños para indicar el camino a los hombres cuando ellos no pueden ver el porvenir», dice un libro de sabiduría. Sacerdotes-lectores, escribas sagrados u onirocríticos interpretaban en los templos los símbolos de los sueños, según claves transmitidas de siglo en siglo. La oniromancia, o la adivinación por los sueños, se practicó en todas partes.
Para los negrito de las islas Andamán, los sueños están producidos por el alma, que se considera la parte maléfica del ser. Ella sale por la nariz y realiza fuera del cuerpo las hazañas de las que el hombre toma conciencia en sueño.
Para todos los indios de América del norte, el sueno es el signo último y decisivo de la experiencia. «Los sueños están en el origen de las liturgias; ellos fundan la elección de los sacerdotes y dan la calidad de chamán; de ellos se deducen la ciencia médica, el nombre que se dará a los hijos y los tabúes; ellos ordenan las guerras, las partidas de caza, las condenas a muerte y la ayuda a aportar; sólo ellos penetran la oscuridad escatológica. En fin el sueño… según confirma la tradición: es el sello de la legalidad y de la autoridad» (MULR, 247).
Para los bantú del Kasai (depresión congoleña), ciertos sueños son referidos por las almas que se separan del cuerpo mientras duermen y van a charlar con las almas de los muertos (fouc, 66). Estos sueños tienen un carácter premonitorio que concierne a la persona o bien pueden constituir verdaderos mensajes de los muertos a los vivos, interesando pues al conjunto de la comunidad (sobre el papel de los sueños y su interpretación en las civilizaciones orientales se puede consultar la erudita obra colectiva SOUS, y sobre ejemplos de sueños históricos célebres, religiosos, políticos y culturales, becm).

2. Los ejemplos de sueños son innumerables; muchas veces se ha intentado clasificarlos. Las investigaciones analíticas, etnológicas y parapsicológicas han clasificado los sueños nocturnos, para comodidad del estudio, en un cierto número de categorías:

a) el sueño profetice o didáctico, advertencia más o menos disfrazada sobre un acontecimiento crítico, pasado, presente o futuro; el origen de estos sueños se atribuye a menudo a una fuerza celeste;
b) el sueño iniciático, del chamán, como el descrito en el libro budista tibetano del Bardo-Todol, cargado de eficacia mágica y destinado a introducir en otro mundo por un conocimiento y un viaje imaginarios; «
c) el sueño telepático, que pone en comunicación con el pensamiento y los sentimientos de personas o de grupos alejados;
d) el sueño visionario, que transporta a lo que H. Corbin llama «el mundo imaginal» y que presupone en el ser humano, a un cierto grado de conciencia, poderes que nuestra civilización occidental ha quizás atrofiado o paralizado, poderes de los que H. Corbin encuentra testimonios entre los místicos iranios; no se trata aquí de presagio, ni de viaje, sino de visión;
e) el sueño presentimiento, que hace barruntar y privilegiar una posibilidad entre mil…
f) el sueño mitológico, que reproduce algún gran arquetipo y refleja una angustia fundamental y universal.

3. El sueño despierto, salvadas las distancias, puede ser asimilado al sueño nocturno, tanto por los símbolos que entraña como por las funciones psíquicas que es capaz de cumplir. María Zambrano muestra bien su riesgo y su ventaja: «En la vigilia, el sueño gana imperceptiblemente al sujeto y engendra un cierto olvido o bien un recuerdo cuyo contorno se transfiere a un plano de la conciencia que no puede acogerlo. El sueño se convierte por tanto en germen de obsesión, de cambio de la realidad. Por lo contrario, si se transfiere a un plano adecuado de la conciencia, al lugar en donde ésta y el alma entran en simbiosis, se convierte en una forma de creación, sea en el proceso de la vida personal, sea para una obra» (RSHU, 167).
La práctica psicoterapéutica del sueño despierto ha engendrado la onirotécnica.
Derivada de los trabajos de Galton y Binet, de los experimentos de Desoille, de Guillerez y de Caslant, extendida y perfeccionada por Frétigny y Virel hasta el onirodrama, esta técnica consiste en un ensueño dirigido, a partir de una imagen o de un tema sugeridos por el intérprete y generalmente sacados de los símbolos de ascenso y de descenso.
«Utiliza la facultad que tiene el hombre en estado de hipovigilia, de vivir un universo arcaico, cuya existencia ni siquiera sospecha cuando está en el estado de vigilia y del que el sueño nocturno no da más que una idea muy infiel y deshilvanada. La técnica entraña un primer tiempo de relajación científicamente conducida, que determina la aparición de ondas electroencefalográficas alfa.
El sujeto recibe la consigna de verbalizar paso a paso las imágenes que se le aparecen y los estados que siente. La experiencia muestra que tales estados son vividos; es decir que el sujeto tiene un «yo» corporal imaginario y que actúa en un mundo fantasmatico, sobre el cual proyecta las estructuras de su «yo» arcaico. Si, en este punto del experimento, el operador propone una imagen inductora o sugiere una acción imaginaria, el sujeto va a integrar la sugestión en el universo donde vive y a desarrollar sus consecuencias, en el modo simbólico propio de semejante universo. Por este medio y algunos otros, se ven surgir en el sujeto menos predispuesto a la fantasía o a la penetración poética, secuencias de imágenes y de situaciones que pueden superponerse en todo punto a los datos de la mitología o de la psicosociología de los estadios más primitivos de la humanidad» (virs, 6).

D. Funciones del sueño.

1. Soñar es tan necesario para el equilibrio biológico y mental como dormir, respirar y alimentarse.
Alternativamente relajación y tensión del psiquismo, los sueños cumplen una función vital: la muerte o la demencia pueden sancionar una falta total de sueños. Sirve de exutorio a impulsos reprimidos durante el día, hace emerger problemas a resolver, sugiere soluciones representándolas. Su función selectiva, como la de la memoria, alivia la vida consciente. Pero desempeña aún una función mucho más profunda.

2. El sueño es uno de los mejores agentes de información sobre el estado psíquico del soñador. Proporciona a éste un cuadro de su situación existencial presente, hecho de símbolos vivos: es para el soñador una imagen a menudo insospechada de sí mismo; es un revelador del yo y del si mismo. Pero los vela al mismo tiempo, exactamente como un símbolo, con imágenes de seres distintos del sujeto. Los procesos de identificación operan sin control en el sueño. El sujeto se proyecta en la imagen de otro ser: se aliena identificándose a otro. Puede estar representado con rasgos que no tienen aparentemente nada de común con él, hombre o mujer, animal o planta, vehículo o planeta, etc. Uno de los papeles del análisis onírico o simbólico es a la vez despejar esas identificaciones y discernir en ellas las causas y los fines; debe restituir a la persona a su identidad propia, al descubrir el sentido de sus alienaciones.

3. El papel quizás más fundamental del sueño es establecer en el psiquismo de una persona una especie de equilibrio compensador. Asegura una autorregulación psicobiológica. De una carencia de sueños resultan desequilibrios mentales, al igual que una carencia de proteínas animales provoca perturbaciones fisiológicas. Esta función biológica del sueño, confirmada por los más recientes experimentos científicos, no deja de tener consecuencias para la propia interpretación, que puede entonces evocar la ley de las relaciones complementarias. El intérprete buscará en efecto la relación de complementariedad entre la situación consciente vivida, objetiva, del soñador y las imágenes de su sueño. «Pues existe, escribe Roland Cahen, una relación de contrapeso (de balanza) realmente dinámica, entre lo consciente y lo inconsciente, manifestada en la actualidad de su dependencia por el sueño… Los deseos, las angustias, las defensas, las aspiraciones (y las frustraciones) de lo consciente encontrarán en las imágenes oníricas bien comprendidas una compensación saludable y en consecuencia correcciones esenciales» (RSHU, 111). El drama onírico puede ofrecer lo que la vida exterior rehusa y revelar el estado de satisfacción o de insatisfacción, en el cual se encuentra la capacidad energética (libido) del sujeto. Pero, a veces, la separación entre el sueño y la realidad es tal que toma un carácter patológico y revela en la propia libido una desmesura que nada puede compensar. Se observará que en los casos normales la compensación se produce, en las perspectivas de Freud, siguiendo una línea horizontal, es decir al mismo plano de la sexualidad, mientras que, según Jung, «toda la equilibración psicológica del ser se efectúa entre sus planos conscientes y sus planos inconscientes, en la dimensión de la verticalidad, como si éste fuera un velero entre la vela y la quilla» (ibid.). En el mismo sentido, para el doctor Guillerey, toda perturbación psíquica corresponde a una actividad superior obstruida y la llamada del héroe, en el sentido bergsoniano del término, cumple una función, no sólo moral, sino terapéutica de salvamento.

4. El sueño acelera en fin los procesos de individualización, que dirigen la evolución ascensional e integrante del hombre. A su modo, tiene ya una función totalizadora. El análisis, como veremos, le permite entrar en comunicación cuasi regular con la conciencia y desempeñar entonces un papel de factor de integración a todos los planos. No sólo expresa entonces la totalidad del individuo, sino que contribuye a formarla.

E. Análisis del sueño.

1. El análisis de los símbolos oníricos descansa en un triple examen: el del contenido del sueño (las imágenes y su dramaturgia); el de la estructura del sueño (un conjunto formal de relaciones de un cierto tipo en distintas imágenes); el del sentido del sueño (su orientación, su finalidad, su intención). Los principios de interpretación del análisis se aplicarían por otra parte a todos los símbolos, aparte de los que aparecen en los sueños y en particular a los que se expresan en las mitologías. El sueño puede concebirse como una mitología personalizada.

2. El contenido del sueño, es decir la fantasmagoría puramente descriptiva, procede de cinco tipos de operaciones espontáneas: una elaboración de los datos de lo inconsciente para transformarlos en imágenes actuales; una condensación de múltiples elementos en una imagen o en una sucesión de imágenes; un desplazamiento o una transferencia de la afectividad a esas imágenes de substitución, por la vía de la identificación, del rechazo o de la sublimación; una dramatización de este conjunto de imágenes y de cargas afectivas en una porción de vida más o menos intensa; en fin una simbolización que esconde tras las imágenes del sueño otras realidades distintas de las que están directamente figuradas. A través de tales formas disfrazadas y por tanto de operaciones inconscientes, el análisis onírico deberá buscar el contenido latente de semejantes expresiones psíquicas, que velan coerciones, necesidades y pulsiones, ambivalencias, conflictos o aspiraciones enterradas en las profundidades del alma. El contenido del sueño comprende no solamente las representaciones y su dinámica, sino también su tonalidad, es decir la carga emotiva y ansiosa que los afecta.

3. Fantasmagorías diversas pueden recubrir estructuras idénticas, es decir conjuntos ajustados y articulados según el mismo esquema profundo; a la inversa, imágenes semejantes pueden aparecer en estructuras diferentes. Numerosas confrontaciones de imágenes y de situaciones soñadas han testimoniado una especie de temática constante, es decir un conjunto de esquemas eidolomotores, donde series de imágenes diferentes revelan una misma orientación, los mismos sentimientos, las mismas preocupaciones, así como la existencia de una red de comunicación interna, de una misma disposición entre los diversos planos y las diversas pulsiones del psiquismo; ellas permiten así discernir el contenido latente del sueño. Roger Bastide señala en su diario: «Comienzo a convertirme en africano, esta noche he soñado con Ogun (dios yoruba del hierro y de los herreros)… un psicoanalista tendría una buena oportunidad para mostrarme que no he hecho más que cambiar de símbolo, que Ogun desempeña exactamente el mismo papel en mis noches africanas que tal otro personaje de mis sueños de Europa. Tras la diversidad de contenidos, sería ciertamente la misma estructura fundamental la que se le revelaría a un analista. Dejaremos pues de lado la materialidad de las imágenes de los sueños, para ir, por debajo, a las estructuras que las informan» (RSHU, 180). Freud pensaba que todos los sueños de una misma noche pertenecen a un mismo conjunto (fres, 298).
Semejante estructura del sueño se concibe generalmente como un drama en cuatro actos, en el cual actúa un aparato imaginario que puede variar considerablemente, aunque el cuadro subyacente .de la acción continúe siendo el mismo. Roland Cahen resume así estos cuatro actos, para facilitar el análisis:

1) su exposición y sus personajes, su lugar geográfico, su época,sus decorados;
2) la acción que allí se anuncia y se trama;
3) la peripecia del drama;
4) ese drama evoluciona hacia su término, su solución, su lysis, su distensión, su indicación o su conclusión (rshu,111).

Lo que complica también semejante estructura es que debe explorarse a distintos planos, que no están exentos de interferencias entre ellos. Se encontrarán, en el más profundo, problemas metafísicos que simbolizan más o menos directamente las angustiantes cuestiones de la ontogénesis o de la sobrevivencia. En el plano medio, las preocupaciones sexuales se expresan a través de los símbolos que establece de una manera general la individualización de la adolescencia. En la capa superficial aparecerán en forma simbólica, más o menos acabada por otra parte, las preocupaciones del individuo aislado por la complejidad de la civilización y que se engaña sobre las causas de sus dificultades de adaptación.
A través de todos estos mundos de símbolos que, así clasificados, se articulan según una analogía bastante clara, algunos ejes privilegiados se dibujan por otra parte bastante claramente: la relación casi constante entre la ascensión y la luz (Caslant-Desoille); entre la integración y el calor (Frétigny-Virel).
A señalar también las grandes direcciones analógicas de la centralización (Godel), de la derecha y la izquierda. Estas redes de coordenadas, y otras que tienen un valor puramente experimental, formarían un código de esquemas eidolomotores, gracias al cual podría explorarse el simbolismo onírico de una manera relativamente científica.

4. En fin, todo sueño posee un sentido; este sentido puede buscarse hacia atrás, en la causa del sueño: es el método freudiano, etiológico y retrospectivo; hacia adelante, en la intención realizadora del sueño: es el método jungiano, teleológico o prospectivo. «Los sueños, dice Jung, son a menudo anticipaciones que pierden todo su sentido al ser examinados desde un punto de vista puramente causal» (junh, 289).
El sueño, «como todo proceso vivo, no es solamente una sucesión causal, sino también un proceso orientado hacia un fin… se pueden. pedir pues al sueño -que es una autodescripción del proceso de la vida psíquicaindicaciones sobre las causas objetivas de la vida psíquica y sobre las tendencias objetivas de ésta» (junv, 81). En lugar de situarse bajo la dependencia de un consciente que la precede, como la función compensadora, la función prospectiva del sueño se presenta, por lo contrario, «en forma de una anticipación que surge, en lo inconsciente, de la actividad consciente futura; evoca un esbozo preparatorio, un boceto a grandes rasgos, un proyecto de plan ejecutorio» (ibid., 88; junt, 441). Pero esta orientación hacia un fin se expresa en forma de símbolos y no en la claridad descriptiva de una película de aventuras o de un encadenamiento conceptual.
Asimilando al sueño las construcciones imaginarias efectuadas en estado de vigilia, Edgar Morin estima que todo sueño es una realización irreal, pero que aspira a la realización práctica. Por esta razón las utopías  sociales prefiguran las sociedades futuras, las alquimias prefiguran las químicas o las alas de Ícaro prefiguran las alas del avión (MORC, 213). «Cada sueño, dirá Adier, tiende a crear el ambiente más favorable para un fin lejano.» Esta finalidad del sueño se distingue del sueño premonitorio de los antiguos: no anuncia un acontecimiento del porvenir, sino que revela y libera una energía que tiende a crear el acontecimiento. Ésta es toda la diferencia entre lo profetice y lo previsor, entre lo adivinatorio y lo operativo.
«El sueño es una preparación para la vida» (Moeder); «el porvenir se conquista en sueños antes de conquistarse por experiencias» (de Becker, a propósito de Gastón Bachelard). «El sueño es el preludio de la vida activa» (Bachelard, bact, 19).

F. Interpretación.

1. El soñador está en el corazón de su sueño. No debe esperarse de este artículo una clave de los sueños. Toda esta recopilación de símbolos, sean aztecas, bantús o chinos, puede servir para la interpretación de los sueños. Pero, por útil que sea, no podría bastar. El sueño anima y combina imágenes cargadas de afectividad: su lenguaje es claramente el de los símbolos.
Pero el arte de interpretarlos no depende solamente de reglas, de procedimientos o de significaciones codificados y aplicados mecánicamente. Hace falta una comprensión a la vez íntima y amplia. El soñador que posea este libro podrá leer en los artículos que correspondan a las imágenes de sus sueños los valores simbólicos que están ligados a tales imágenes. En los sueños esos valores son fundamentalmente los mismos que en las artes plásticas, la literatura o los mitos; pero, como en todo, están en simbiosos con otros y especialmente con un medio psíquico, personal y social, portador también él de símbolos. Es la síntesis de todos esos elementos que, a partir de las luces dispersas aquí y allá en este libro, conducirá al lector a una justa interpretación de su experiencia y, en general, de su vida al modo de lo imaginario o de lo figurado. La verdadera clave de los sueños está en el molde de los símbolos, percibidos o no percibidos, pero siempre vivos en lo inconsciente. Es a través de sí mismo como el lector captará el sentido de los símbolos evocados en este libro, al mismo tiempo que el sentido de sus sueños. «No hay que olvidar, escribe C.G. Jung, que se sueña en primer lugar, y casi exclusivamente, por nosotros mismos y a través de nosotros.» El célebre analista opone justamente a la interpretación de los sueños en el plano del objeto, que sería causal y mecánica, la interpretación en el plano del sujeto. Ésta remite a la psicología del soñador cada elemento del sueño, por ejemplo cada una de las personas actuantes que en él figuran. Cada una de ellas es como un símbolo del sujeto. El primer tipo de interpretación es analítico: descompone el contenido del sueño en su trama compleja de reminiscencias, de recuerdos que son el eco de condiciones exteriores. La interpretación del segundo tipo es por lo contrario sintética: «en cuanto destaca de las causas contingentes los complejos de reminiscencias y los da a entender como tendencias o componentes del sujeto, al cual con ello los integra de nuevo. En tal caso todos los contenidos del sueño se consideran símbolos de contenidos subjetivos» (junv, 93).
Se podría decir de toda percepción profundizada y vivida con un valor simbólico -que no se realiza evidentemente más que en el plano del sujeto- lo que Jung dice del sueño: «si por casualidad nuestro sueño reproduce algunas representaciones, éstas son ante todo nuestras representaciones, a cuya elaboración la totalidad de nuestro ser ha contribuido; son factores subjetivos los que, en el sueño (como en la percepción del símbolo) -y no (únicamente) por motivos exteriores sino según los movimientos más tenues de nuestra alma- se agrupan de tal o cual manera, expresando tal o cual sentido. Toda esta génesis es esencialmente subjetiva, y el sueño es el teatro en que el soñador es a la vez actor, escenario, apuntador, productor, autor, público y crítico» (ibid., 94). El sueño del hombre es una manifestación cósmica y a veces una teofanía, como «un sueño de la naturaleza en él y un sueño de él a propósito de la naturaleza» (Raymond de Becker), o, según los antiguos, un signo de Dios en él y un signo de él a Dios. Las pulsaciones venidas de los tres planos del universo y del sí mismo se conjugan en el sueño.

2. El soñador está en el corazón de una historia. La interpretación de los símbolos oníricos exige que cada uno de los tres elementos del análisis se remita a un contexto, se aclare por asociaciones espontáneas y, si es posible, se amplifique, del mismo modo que se ampliaría una película. La primera regla, la del contexto, pone en guardia contra la interpretación de un sueño aislado. Si bien conviene escuchar el relato de un sueño descrito con toda la precisión deseable, no es menos necesario conocer varios sueños del mismo sujeto, sueños habidos en una fecha próxima, luego en fechas diversas y en lugares diversos; un sueño forma parte de todo un conjunto imaginativo; no es más que una escena en un gran drama con cien actos diversos. Se trata no de confundir o de superponer tales escenas, sino de discernir sus articulaciones. Este contexto implica igualmente el conocimiento del propio soñador, de su propia historia, de su conciencia, de la idea que él se hace de sí mismo y de su situación. Pues su vida imaginaria forma parte de un conjunto, que es la vida total de la persona en sociedad. Esta exigencia conduce igualmente a investigar los ambientes en que actúa el sujeto y que reaccionan sobre él. El sueño, a pesar de su apariencia deshilvanada, se inscribe en una continuidad. La interpretación de los símbolos, nocturnos o diurnos, es una cadena de relaciones sin fin. La inteligencia de lo imaginario no es, una pura cuestión de imaginación.

3. El recurso a las asociaciones. La asociación añade al estudio del contexto, en cierta manera objetivo, el del contexto subjetivo. El soñador es invitado a expresar espontáneamente todo lo que evocan en él las imágenes, los colores, los gestos, las palabras de su sueño, tomadas aisladamente o en grupo. Es una ocasión para él de manifestar lazos que no estaban más que latentes, nudos emotivos o imaginativos insospechados. Semejantes asociaciones son capitales para la interpretación de los símbolos, pero resultan a menudo frágiles, artificiales, más o menos deliberadas, deformantes y aberrantes, en pocas palabras, muy poco fiables.

4. Los secretos del sueño. La amplificación consiste en dar al sueño analizado su máximo de resonancia. Se llega a ello sea por las asociaciones espontáneas del sujeto, sea invitándole a prolongar, a continuar la escena del sueño, como él lo haría a partir de un dato vivido en el estado de vigilia. La amplificación voluntaria puede ser del tipo despierto, con el mínimo de control, o del tipo del sueño conscientemente dirigido. Puede, ciertamente, provocar una ruptura de sentido; pero a menudo también aclarará el sentido del sueño y sus ambigüedades, lo mismo que las líneas prolongadas de un triángulo en miniatura nos muestran mejor el trazado y que una proyección ampliada revela mejor la arquitectura de un cristal de nieve o las vetas del mármol. Si bien esta amplificación por el sujetó de la línea del sueño no basta aún para descifrar los símbolos, hay otra amplificación cuya iniciativa toma el intérprete, recurriendo con una prudente circunspección al inmenso tesoro de las diversas ciencias humanas, «Esos paralelos históricos, sociológicos, mitológicos y etnológicos, sacados del folklore tanto como de la historia de las religiones, permiten poner el contenido del sueño, privado de asociaciones, en relación con el patrimonio psíquico y humano general» (rshu, 109). Este tipo de amplificación es característico de la escuela de Jung y, manejado con una sabia reserva, ha penetrado más de un enigma. En un ensayo de «sociología del sueño», Roger Bastide muestra claramente este enraizamiento social de lo imaginario: «Los etnólogos han sacado plenamente a la luz lo que se podría llamar «los secretos de los sueños»: el soñador va a buscar todos los accesorios de sus sueños en la vasta panoplia de representaciones colectivas que su civilización le proporciona, lo que hace que esté siempre abierta la puerta entre las dos mitades de la vida del hombre, que se hagan intercambios incesantes entre el sueño y el mito, entre las ficciones individuales y las coerciones sociales, que lo cultural penetre lo psíquico y que lo psíquico se inscriba en lo cultural» (ibid., 178).

G. Sueño y símbolo, principios de integración.

La interpretación del sueño, como el desciframiento del símbolo, no responden solamente a una curiosidad de la mente. Elevan a un grado superior las relaciones entre lo consciente y lo inconsciente, y mejoran sus redes de comunicación. Aunque sólo fuera en este sentido, y en el plano del psiquismo más normal, el análisis onírico o simbólico es una de las vías de integración de la personalidad. Un hombre más lúcido y equilibrado tiende a substituir al hombre cuarteado entre sus deseos, sus aspiraciones y sus dudas, y que no se comprende a sí mismo. El profesor C.A. Meier, citado por Roland Caben, dice justamente: «La síntesis de la actividad psíquica consciente y de la actividad psíquica inconsciente constituye la esencia misma del trabajo mental del creador.»

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