CELIA BRANDÃO
Celia Brandão es Miembro analista de la SBPA/SP y miembro de la Comisión Científica del CLAPJ en Brasil. El siguiente documento corresponde a la ponencia que presentó la autora en el VII Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, el cual se llevó a cabo este año del 3 al 6 de junio, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. El documento fue traducido por la misma autora, quien autorizó su publicación en esta página.
Sinopsis:
El presente artículo trata del tema de la herencia como elemento constitutivo de la identidad. Toda herencia se presenta como posibilidad de continuidad de un ser finito y, de forma paradójica, es materia a ser transformada en la búsqueda de identidad de todo individuo, cultura y sociedad. El conflicto entre identidad y herencia posibilita el rescate simbólico de la memoria individual y colectiva por un lado, y por otro, la fluidez de los lazos. El principio de equidad en el derecho a la herencia y la búsqueda de diferenciación de todo humano entremezclan el proceso de individuación. Cuando dicho proceso es afectado por la pérdida de la conexión con hechos, memoria, lazos, individuos que nos son también legatarios, se da una fisura en nuestra identidad.
Palabras clave: Identidad; Conflicto; Herencia.
Identidad y Herencia: Símbolos en Conflicto.
“Os que têm memória são capazes de viver no frágil momento presente. Os que não a têm, não vivem em nenhuma parte.” Patricio Guzmán. [1]
Entre los diversos desafíos humanos en la actualidad, destacan la búsqueda por inclusión y la necesidad de afirmación de una identidad propia ante un mundo infinitamente plural. Somos invitados, diariamente, a restringir nuestra identidad ante a las dinámicas políticas y sociales de nuestra comunidad.
Freud lanzó en el siglo XIX, desde de la noción de inconsciente, la cuestión inicial sobre la autonomía relativa del sujeto. La preocupación en aquel siglo era hacia el dominio necesario de los instintos para una mejor adaptación. Jung (1986) señaló la necesaria superación de la prepotencia del ego en ser el guardián de la psique y de la identidad del sujeto frente a las demandas del self. Viven vinculados: libertad y responsabilidad. La responsabilidad exclusiva del ego en el proceso de individuación se amplía hacia la ley natural de transformación del espíritu humano.
Se entiende, aquí, la identidad como móvil (Hall, 1992), que se traduce en una práctica de la ciudadanía, no como mera obediencia y adaptación a la ley, sino como ejercicio ético y político de cada uno en la tarea de individuarse transformando, además, su entorno.
Psicólogos y analistas aún se preguntan acerca de la libertad relativa del individuo al construir un sentido de identidad. Al tema de la identidad personal se vincula el conflicto entre equidad y diferencia. La tensión señalada se da históricamente entre dos concepciones opuestas de libertad: una negativa, que se refiere a la manifestación de las diferencias en el ámbito privado, y otra positiva, con respecto a la afirmación de la identidad en el dominio público. En resumen, la libertad negativa se refería clásicamente a la libertad de acción en fuero privado, mientras que la positiva se refería al sujeto colectivo, a saber, «la libertad de un pueblo a la autodeterminación». (Martuccelli, 1996, p. 21)
En la modernidad, surge la idea de la autodeterminación de un sujeto individual que es, además, miembro de un grupo, por tanto, surge la posibilidad de autonomía del individuo dentro de la comunidad. La libertad de acción en un fuero privado se articula junto a un deseo de afirmación identitaria en la escena social. «Al primado de la ‘voluntad general’ en cuanto esencia de lo político, sucede el primado de la política de la autenticidad.» [2] (Martucelli, 1966, p. 22)
La tensión entre el deseo de afirmación identitaria en lo privado y el deseo de pertenencia e igualdad en lo público definen la «contradicción de la dinámica identitaria» (Martucelli, p. 22), que se manifiesta como un conflicto ético, ya que hoy entendemos que no heredamos un sistema listo, ya sea ético, jurídico, político, o una idea única acerca del bien, la justicia o la comunidad.
Hacerse sujeto y encontrar una identidad singular involucra no sólo un saber sino también una decisión o elección. Esa decisión incluye la presencia “del otro en mí” (Derrida y Roudinesco, 2004, p. 70), a través de una “reproducción identificante” (Derrida y Roudinesco, p. 71) que asegura la construcción de una cultura. Con los avances de la ciencia, de la reproducción asistida, especialmente, surgen nuevos tipos de parentesco y de filiación, así como de familia y comunidad. Se constituyen nuevos espacios y referenciales de elección, teniendo en cuenta los valores individuales y la responsabilidad social en el proceso de formación de identidad.
Según Mattei, aun en la condición de herencia biológica propuesta por la técnica de clonación, se puede reproducir una fisionomía o anatomía, sin embargo, no se puede reproducir “una memoria, las emociones o una conciencia.” (Mattei, 2004, p. 241). Asimismo, la herencia psíquica se construye considerándose las elecciones del sujeto dentro de una cultura. […] Dice el autor: “Creo mucho más en la libertad que en el determinismo, así como en la humanidad del hombre que no se inscribe en las moléculas de ADN.”[3] (Mattei, p. 242)
Fronteras de la identidad y herencia
A pesar de que vivimos en un mundo plural – o en palabras de Mia Couto (2013), en un universo que es «pluriverso» o «multiverso»- buscamos modelos compatibles con el estado de guerra para establecer fronteras de nuestra identidad, modelos estos, centrados en lo que nos separa del otro y no en lo que nos une. Fronteras construidas como una defensa contra la diferencia, lo que en realidad refleja una disociación de la conciencia colectiva y el malestar social.
El énfasis en la identidad biológica y el abandono del cuidado hacia los lazos sociales denuncia la actitud defensiva ante la diversidad. Grupos y comunidades se cierran alrededor sí mismos o de un ideario, como ilusión de garantía de su identidad. Aprendemos a demarcarnos del Otro y del Extraño como si fueran amenazas a nuestra integridad, aunque nadie sepa en qué consiste dicha integridad. (Couto, 2013, p. 197).
Las fronteras estancadas de pensamiento enfatizan la necesidad egóica de no contradicción y, por lo tanto, se les niegan los aspectos sombríos de nuestras convicciones. La intimidad, al reducirse en mera similitud o identificación, deja de ser una relación, un intercambio, una inmersión en el otro, para transformarse en fusión con una idea y negación de lo distinto y de lo extraño.
Si negamos nuestra herencia ancestral o, en cambio, fusionamos al individuo a la historia de sus antepasados, en busca de certezas, apartando el conflicto, dejamos de cumplir con la doble imposición del que hereda: por un lado, la de aceptar la herencia y, por otro, la de portarse como individuo libre ante de dicha herencia y de modo creativo.
Toda deconstrucción, como parte del proceso identitario, debe considerar el hilo, la frontera, aunque tenue, que nos separa del otro y cuidar para no condenar a muerte la diferencia. Añado que este mismo hilo que nos separa es el puente que nos asemeja. Somos herederos porque somos seres finitos y la herencia es lo que clama por vida, en la medida en que reclama una acción crítica y transformadora para hacer historia. Esta acción crítica replantea la dimensión psíquica de la herencia que nos conecta con el pasado y permite el presente.
Cuando un valor colectivo se ve amenazado y no hay tolerancia hacia las diferencias, se hace necesario buscar un significado que incluya las contradicciones, como la heterogeneidad y la complejidad. Si tememos perder lo que nos hace sentirnos incluidos o reconocidos dentro del grupo, dejamos de comportarnos como constructores responsables de la propia herencia e identidad. Sin embargo, las diferencias no son tan sólo oposiciones, sino que además representan «una referencia a la alteridad, a una heterogeneidad que no es primordialmente oposicional.»[4] (Derrida y Roudinesco, 2004, p. 34).
Es necesario ser infiel a la herencia, hecho que, paradójicamente, nos hace responsables ante ella, nos autoriza a actuar y a hablar de lo que nos afecta emocionalmente, nos causa conflicto.
Además, nuestra identidad es más que un grupo profesional, una nacionalidad, una raza, una religión, un origen familiar, un género. Implica un sentido de libertad que comulgan los derechos individuales, la justicia social y la responsabilidad política. Esta noción de libertad incluye la diversidad, es decir, la igualdad de oportunidades, teniendo en cuenta también las diferencias dentro de una comunidad.
Dubar (1998) señala dos formas de abordar el tema de la identidad. Una que considera la identificación psíquica como precediendo la categorización social, y otra en la que las identidades individuales se reducen a identificaciones subjetivas con roles ocupados por el individuo en los cuadros sociales.
La perspectiva de análisis que hace hincapié en la tensión entre identificación psíquica y categorización social, también debe considerar los afectos y las significaciones que subyacen al individuo.
Lo que no se puede calcular o definirse a priori es la función del afecto en nuestras elecciones, ya que involucra al otro y la función mediadora del símbolo. Según Derrida, «El otro, la llegada del otro siempre es incalculable.» (Derrida y Roudinesco, 2004, p. 75).
Las fronteras entre identidad y herencia hacen doblemente endeudado al heredero: por un pasad u origen y por un futuro del que sólo tendrá destellos. Destino, mancha ancestral, memoria, reedición, herida transgeneracional oponiéndose a la libertad relativa de autoconstrucción, expresan el conflicto simbólico entre identidad y herencia. Los relatos de los daños causados por la persecución nazi, como en la película Ida, de Pawel Palikowsky, son ejemplares de la importancia del despertar al dolor del alma, de la reconstrucción de la memoria ancestral y del origen para el rescate de la identidad
Ida, tratando de rescatar su identidad, deja el convento católico donde había crecido, pese a su origen judío, y se va a casa de una tía, junto a quien rescata los restos mortales de sus padres y hermanos asesinados durante la vigencia del nazismo en Polonia. Pero este intento de auto rescate dura poco. A la muerte de su tía, Ida vuelve a casa y a los objetos que le traerían de vuelta su origen, pero había perdido el alma, el sentido de su existencia. Se niega a vivir en una sociedad que cometió las atrocidades del Holocausto. Escapa de la propia memoria que le trae la impotencia y el conflicto de identidad. Luego vuelve a vivir en el convento. Necesitaba olvidar que era judía para aliviar su dolor y alejarse del recuerdo de lo perdido, de los familiares y de su origen.
La obra poética de Mia Couto trae la conexión con su origen – su raíz mozambicana – y las contradicciones experimentadas entre la conexión del africano hacia la tierra y la naturaleza, y los cambios sociales impuestos por un período de colonización europea. El rescate de los significados tras el período colonial también es experimentado por el poeta. Mia Couto afirma que escribir poesía es también un camino de rescate de identidad. Como señala Tatiana Caldas, está presente en la obra del poeta «el diálogo, no la confrontación, entre tradición y modernidad» en lo que constituirá la identidad híbrida del mozambicano pos período colonial. La tarea que se le impone al ser africano es, por un lado, el rescate de su ancestralidad, y por otro, […] «tener en cuenta la influencia étnica, social y cultural de la colonización» [5](Caldas, T, s / d., P 0,19)
Cito al poeta Mia Couto:
“Identidade
Preciso ser um outro
para ser eu mesmo
Sou grão de rocha
Sou vento que a desgasta
Sou pólen sem insecto
Sou areia sustentando
o sexo das árvores
Existo onde me desconheço
aguardando pelo meu passado
ansiando a esperança do futuro
No mundo que combato, morro
No mundo por que luto, nasço.”
(“Identidad
Tengo que ser otro
para ser yo mismo
Soy grano de roca
Soy viento que la desgasta
Soy polen sin insecto
Soy arena sosteniendo
el sexo de los árboles
Existo donde me desconozco
aguardando mi pasado
anhelando la esperanza del futuro
En el mundo que combato, muero
En el mundo por el que lucho, nazco.”)
Aquí se abarca una doble orden del individuo: la de recibir y la de transformar el legado para la construcción de su identidad. El vínculo afectivo hacia la herencia busca reconexiones. Cuando ese proceso se ve interrumpido por la impuesta pérdida de la conexión con hechos, memoria, lazos, personas que nos son también legatarios, se da una fisura en nuestra identidad. En el poema coutiano, muerte y renacimiento están enlazados: no mundo que combato, morro/ no mundo que luto, nasço (en el mundo que combato, muero/ en el mundo que lucho, nazco). No hay una separación entre el yo y la alteridad: Preciso ser um outro para ser eu mesmo (Tengo que ser otro para ser yo mismo). Pasado y futuro se entrelazan en la constitución de la identidad que está también donde no habita la conciencia, en el no saber.
Refiriéndose a la guerra por la liberación de Mozambique a principios de la década de 1990, en el prefacio del libro Estórias Abensonhadas:
“Depois da guerra, pensava eu, restavam apenas cinzas, destroços sem íntimo. Tudo pesando, definitivo e sem reparo.
Hoje eu sei que não é verdade. Onde restou o homem sobreviveu semente, sonho a engravidar o tempo. Esse sonho se ocultou no mais inacessível de nós, lá onde a violencia não podía golpear, lá onde a barbárie não tinha acesso.” (Couto, Mia. 2012, p. 12) [6]
El mito fundador del psicoanálisis es el Edipo que, respondiendo a las angustias de una sociedad de dinámica predominantemente patriarcal, proponía un orden a la estructura de la herencia basada en el principio jerárquico del padre o fundador como representante de la le. Según Jorge Forbes (2005), tenemos aquí la presencia del otro como autoridad y como único agente del reconocimiento de la identidad.
Entendemos que en la tragedia de Sófocles, Edipo protagoniza la búsqueda humana por conocer el propio origen y trae la dimensión trágica de la existencia de no poder escaparse a la propia historia. Lo más chocante en Edipo “es la insistente y perturbadora declaración hecha por la obra de que es en el exacto momento que uno cree que sabe de dónde viene que está más predispuesto a engañarse a sí mismo.”[7] (Goldhill, S, 2007, p. 275)
Toda herencia es también una construcción simbólica del individuo. Propongo aquí tres situaciones simbólicas del proceso de búsqueda de la identidad desde el punto de vista de la herencia: un estado de fusión de la conciencia con la herencia arquetípica inconsciente, otra situación simbólica donde predomina la identificación con los anhelos y temores del otro elegido como portavoz de la herencia, y un tercer momento en que la alteridad se integra a la conciencia como significado y parte del self. Esas situaciones de la conciencia pueden darse de manera dinámica y no lineal, como momentos de un rito de paso, en búsqueda de una identidad que se traduzca en acción y en nuevos significados.
Um herdeiro não é apenas alguém que recebe, é alguém que escolhe, e que se empenha em decidir […] A afirmação do herdeiro consiste naturalmente na sua interpretação, em escolher. Ele discerne de maneira crítica, ele diferencia, e é isso o que explica a mobilidade das alianças. (Derrida &Roudinesco, 2004, p. 17). [8]
La construcción de la identidad y de la herencia
La herencia sin elección, sin posibilidad de transformación, es una prisión del alma. Esta es la condición de la construcción de la identidad en ambientes opresivos u omisos donde el sujeto pierde su condición de agente de su destino, pues no hay lugar para las diferencias y para la igualdad de oportunidades. En este contexto, tampoco hay espacio ético para el ejercicio de la alteridad, es decir, para la construcción de puentes entre las diferencias.
El tratamiento en análisis a pacientes víctimas de abuso de poder, como por ejemplo los privados de su territorio original y del reconocimiento de su origen étnica, demuestra el vacío existencial causado por la privación del derecho a la herencia que es, además, un golpe mortal a la dignidad y a la identidad.
La imposibilidad de la herencia psíquica individual y colectiva es una herida de los que se ven apartados del derecho a la memoria. ¿Quién soy? ¿Quiénes son mis padres? ¿De dónde vengo? ¿Dónde están mi tierra, mi casa y los lugares que cuentan mi historia?
Herencia ancestral e identidad personal están vinculadas. Sin embargo, no se superponen. El factor psicológico presente en la memoria ancestral, en el Anthropos, núcleo arquetípico del ser humano, está presente en el patrimonio mítico, espiritual y en los símbolos de una cultura. La identidad personal está relacionada arquetípicamente a la memoria de los antepasados presente también en nuestros mitos fundadores, sea de un grupo étnico, un grupo familiar o del sujeto individual. Sólo a partir de una inmersión simbólica en la historia – individual y colectiva – rescatamos lo que hay de esencial en nuestra naturaleza. Es crucial el rescate de la memoria: los secretos, las lagunas, los cadáveres que se han ocultado, las mentiras que se han dicho, los elementos míticos de reconexión con la propia historia. Según Gambini, «aunque las condiciones materiales de la vida permanezcan relativamente preservadas, un grupo desaparece como tal si se destruye su dimensión mitológica.» [9] (2000, p. 147)
Lo mismo sucede con cada individuo. La búsqueda del origen, de un punto de partida, es un movimiento natural de la psique que nos arroja como seres finitos y herederos de una historia que precede a nuestra tarea de transformar el presente y participar en la construcción de una identidad futura.
«En Chile, a tres mil metros de altitud, astrónomos de todo el mundo se reúnen en el desierto de Atacama para observar las estrellas, ya que la transparencia del cielo es tal que permite observar hasta los confines del universo. Es, además, un lugar donde la sequedad del suelo preserva intactos no sólo los restos humanos – de las momias, exploradores y mineros -, sino también de presos políticos de la dictadura. Aunque los astrónomos analicen las galaxias más distantes en busca de una posible vida extraterrestre, a los pies de los observadores un grupo de mujeres remueve las piedras en busca de sus familiares desaparecidos.» [10] (Guzmán, 2010).
El documental «Nostalgia de la luz» crea una poderosa alegoría de la herencia y la memoria, retratando la búsqueda de familias chilenas que perdieron a sus seres queridos asesinados durante la dictadura militar de Pinochet.
El encuentro con los restos de un familiar es también el encuentro con la propia historia y, para algunos, la razón de persistir viviendo. Arqueología y astronomía sumergen en el desierto de Atacama, en busca de «origen». Ese viaje activa la memoria arquetípica, ya sea en «lo etnológico, en forma de mitos» (Jung, 2003, párr. 137), o en el individuo mismo, en forma de fantasías e imágenes. El elemento que separa el astrónomo que estudia la galaxia en el desierto y las posibles formas de vida en otros planetas, del enlutado que busca los restos mortales de un ser querido desaparecido en el Atacama, es la naturaleza de los vínculos afectivos y de la memoria que los conectan a sus respectivas misiones ya que, en el último caso, la búsqueda de rescate del origen fue provocada por un evento traumático: la desaparición de un ser querido. La reparación de una pérdida, de una falta y de un significado para seguir viviendo, dominan la conciencia del enlutado que fue arbitrariamente privado de enterrar a su muerto. Sin embargo, en ambas situaciones, la identidad y la alteridad aparecen en su vinculación necesaria.
Mujeres chilenas están inmersas en ese desierto de arena en busca de sus familiares. Buscan la identidad en los restos de sus seres queridos asesinados, caminando con suavidad (como puede verse en el documental de Gúsmann) para no hacer daño a ningún resto mortal de su herencia.
Cada herencia psíquica implica un rescate de la memoria individual y colectiva. La nostalgia de una imagen o valor ancestral ahora debe estar vinculada a un acto de la conciencia que le dará una nueva dirección. Rescatar la memoria nos consolida como herederos de una historia sin la cual perdemos nuestro sentido de identidad dando voz a lo que fue silenciado en el pasado. Reescribir esta misma memoria es un acto político. Del presente tenemos tan sólo pequeños momentos. Y el futuro es impredecible.
Sólo un ser finito hereda, y su finitud le obliga a eso. Le obliga a recibir lo que es más grande, más antiguo, más potente y más duradero que él. Pero la misma finitud le obliga a elegir, a preferir, a sacrificar, a excluir, a quitar importancia [11] (Derrida, 2004, p. 14).
Este trabajo también fue motivado por la observación de conflicto de identidad de la generación que nació en Brasil entre 1980 y 1990, confrontada con la tarea de trazar metas y tomar decisiones. El conflicto entre tradición y modernidad está presente.
Supone una práctica de relación con la herencia como fuente de desesperanza y, consecuentemente, una tendencia a negarla y a permanecer en una especie de identidad virtual idealizada donde las expectativas son altas. Algo similar a la dinámica del superhéroe que flota por encima de las limitaciones y fracasos humanos de la propia historia y que, de modo mágico, uno intenta superar. Sin embargo, como todo hombre araña tiene que aterrar de tiempos en tiempos, le acosa el sentimiento de insatisfacción y, finalmente, la depresión.
Por otro lado, la falta de seguridad contemporánea hacia el futuro también es acompañada de un anhelo nostálgico de regreso a las raíces y de rescate de referencias que legitimaban la identidad individual de los antepasados.
Cuando el miedo y la inseguridad predominan, ritos y valores de la conciencia colectiva pueden incorporarse como garantías de identidad, en una condición casi mimética, en un proceso donde la individualidad se rinde a la colectividad como en los regímenes opresivos.
En ese contexto, el apego a la mera tradición como garantía de armonía y de identidad ya no se presenta como una alternativa frente a la demanda de nuevos paradigmas, restando al fina una sola salida: el rescate de la herencia, aunque para su posible, e igualmente necesaria, transgresión.
«De ahí la idea de que la mejor manera de ser fiel a la herencia es serle infiel, es decir, no recibirla literalmente, como una totalidad, sino más bien sorprender sus fracasos, «captar su momento dogmático.» [12] (Derrida citado Roudinesco, 2004, p. 11).
Referencias Bibliográficas:
BRANDÃO, CELIA (2015) Identidade e Sucessão: Interface da psicología com as empresas familiares. EM: Empresas familiares: Uma visão interdisciplinar. Coord. Roberta Nioac Prado.Cap. 5. São Paulo: Noeses, 2015.
Caldas, S. A. TATIANA. A Autorreflexividade em Mia CoutoA, Cadernos do CNLF, Vol. XVI, Nº 04, t. 1 – Anais do XVI CNLF, págs17-29. No site http://www.filologia.org.br/xvi_cnlf/tomo_1/001.pdf consulta em 22/4/2015
COUTO, MIA. (2013) Repensar o pensamento, redesenhando fronteiras. In Pensar a Cultura/org Cassiano Elke Machado. Porto Alegre: Arquipélago Editorial.
————- (1999) Raiz de orvalho e outros poemas. Lisboa: Editorial Caminho.
————- (1994) Estórias Abensonhadas. Lisboa: Editorial Caminho.
DERRIDA, JACQUES; ROUDINESCO, ELISABETH (2004) De que amanhã: Diálogo. Tradução de André Telles, revisão técnica Antonio Carlos dos Santos. Rio de Janeiro: Jorge Zahar.
DUBAR, CLAUDE. (1998) Trajetórias e formas identitárias: alguns esclarecimentos conceituais e metodológicos. In: Rev. Educação & Sociedade., v.19, n.62, Campinas, Apr.
FORBES, JORGE. (2005) Você quer o que você deseja? Rio de Janeiro: Editora Best Seller Ltda.
GAMBINI, ROBERTO. (2000) Espelho índio: a formação da alma brasileira. São Paulo: Axis Mundi, Terceiro Nome.
HALL, STUART. (1992) A identidade cultural na pós-modernidade.Rio de Janeiro; RDP&A.
GOLDHILL, SIMON. How to stage greek tragedy Today.USA: The University Of Chicago Press, 2007.
Guzmán Patrício Se hacen mejores negocios cuando la memoria está resuelta.<http://www.youtube.com/watch?v=ZJp6kcPK7-E>. Acesso em: 20 de março de 2015.
Guzmán Patrício Nostalgia De La Luz (Nostalgia for the light). Sinopse
http://www.festival-cannes.com/pt/archives/ficheFilm/id/11018351/year/2010. Acesso em 20 de março de 2015.
JUNG C.G (2003) Os Arquétipos e o inconsciente coletivo. OC, vol IX/1, Petrópolis: Vozes.
JUNG C.G. (1986) Símbolos da Transformação.OC, vol.V, Petrópolis: Vozes.
MARTUCCELLi, DANILO (1996) As contradições políticas do multiculturalismo. In Rev. Brasileira de Educação, V, mai/jun/jul/ago n° 2, p. 18-32.
Citas de pie de página
[1] “Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil momento presente. Los que no la tienen, no viven en parte alguna” Disponível em:
<http://www.youtube.com/watch?v=4gYm4asc8ug>. Último acesso: 20/03/2015
[2] Traducción de la autora.
[3] Traducción de la autora.
[4] Traducción de la autora.
[5] Traducción de la autora
[6] “Tras la guerra, pensaba yo, restaban sólo cenizas, destrozos sin íntimo. Todo pesando, definitivo y sin reparo. Hoy sé que no es verdad. Donde restó el hombre sobrevivió semilla, sueño a preñar al tiempo. Ese sueño se ocultó en lo más inaccesible de nosotros, allí donde la violencia no podía golpear, allí donde la barbarie no tenía acceso.” (Traducción de la autora)
[7] Traducción de la autora.
[8] Un heredero no es sólo alguien que recibe, es alguien que elige, y que se empeña en decidir […] La afirmación del heredero consiste naturalmente en su interpretación, en elegir. Discierne de modo crítico, lo diferencia, y es eso lo que explica la movilidad de las alianzas. (Traducción de la autora)
[9] Traducción de la autora.
[10] Traducción de la autora
[11] Traducción de la autora.
[12] Traducción de la autora.
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