PAULA DURÁN HURTADO
Hefesto
Paula Durán H. es Profesora de Filosofía, Licenciada en Educación, Magister en Administración Educacional, Magíster en Psicología Clínica Analítica – Mención Psicología Junguiana. Este documento fue tomado de la Revista Encuentros, No. 3, 2011, págs. 15 – 29, con autorización del editor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.
Resumen
Enmarcado en los estudios de C.G. Jung, quien definió una tipología de la personalidad, que consiste básicamente en que las personas tendríamos cuatro funciones psíquicas –sensación, sentimiento, pensamiento e intuición- y una de dos actitudes –extrovertida e introvertida- para relacionarnos con la realidad. Una de estas funciones se la denomina inferior, ya que se encuentra completamente inconsciente. El trabajo busca analogías entre Hefesto, el Dios mitológico de la forja, con la función inferior. El documento se ha llamado la Promesa de Hefesto, aludiendo a las bondades que augura el rescatar estas capacidades psíquicas de la inconsciencia -en la cual se encuentran mientras se desarrolla el proceso evolutivo del ego- y desde el cual podrían salir espléndidamente durante la segunda mitad de la vida -con el proceso de individuación-, a fin de que la persona humana alcance su totalidad.
Palabras claves: mitos, tipología, individuación
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I. INTRODUCCIÓN
En una oportunidad cometí un lapsus del que reparé varios meses más tarde: Prometeo –dije- había sido liberado no por Heracles sino por Hefesto. Se trata de un traspié -como todos- que retrata una parte personal, no sólo porque uno comete errores, sino porque Heracles representa la fuerza, una energía que ha terminado por cansarme. Hefesto, por el contrario, es un olímpico defectuoso, un artesano que trabaja con aquellos elementos que me evocan las luces de noche: el metal y el fuego. Estos elementos, que relaciono con los nibelungos2 -hombres maltrechos que no salen del fondo de la tierra-, son trabajados por ellos en la oscuridad del planeta.
Tanto los nibelungos, como Hefesto, se relacionan con quienes en rigor son parientes de la luna y el sol. La palabra metal, según Alleau, tiene raíces en mé o més, el nombre más antiguo dado a la luna (Chevalier, 1991). El fuego, por otra parte, no puede sino evocarnos al sol, por su luz y su calor; pero también por su potencial de destrucción y pasión.
En este trabajo quisiera rendir honores a este dios, a quien habré de nombrar como el Señor de la Función Inferior. El documento se ha llamado la Promesa de Hefesto, aludiendo justamente a las bondades que augura el rescatar estas capacidades psíquicas de la inconsciencia -en la cual se encuentran mientras se desarrolla el proceso evolutivo del ego- y desde el cual podrían salir espléndidamente durante la segunda mitad de la vida -con el proceso de individuación-, a fin de que la persona humana alcance su totalidad.
El informe se inicia buscando algunos acuerdos respecto de lo que se entienda por personalidad y por función inferior, acudiendo para ello a Guggenbühl y su trabajo sobre el inválido. Luego, se busca establecer algunas semejanzas entre Hefesto y la cuarta función. Se recurre para ello a su doble calidad de Dios y maestro; a los elementos con que trabaja, el metal y el fuego; a sus talleres volcánicos donde comparte con los cíclopes; a las leyendas Homéricas; a su cojera. Esa reflexión entregará algunos antecedentes, que permitirán evaluar la conveniencia de rescatar esas posibilidades existenciales de la indiferenciación o bien consentir explícitamente en hacernos inválidos de ellas.
II. LA PERSONALIDAD
En el proceso de individuación, que no es otra cosa que llegar a ser lo que se es, será importante saber qué realmente es aquello que uno debe ser, porque los individuos nos identificamos con nuestra personalidad y no con nuestra esencia. Para poder alcanzar ese conocimiento sustancial debemos permitir que éste se manifieste, lo que podremos lograr si concedemos que un porcentaje de la energía que utilizamos para ello, deje de utilizarse. En rigor, no hay nada que hacer para ser.
II.1. ELEMENTOS DE LA PERSONALIDAD SEGÚN C.G.JUNG
La mayor felicidad
es conocer la fuente de la infelicidad
(Dostoievski)
Jung sugiere que son ocho formas las de relacionarse con el entorno; a cada una de ellas le corresponde un tipo de personalidad. Los factores considerados para configurar su tipología son básicamente dos: las actitudes y las funciones psíquicas. Jung distingue dos actitudes: una introvertida, en que la disposición de la libido se dirige hacia el interior, absteniéndose de participar en el ambiente y desplegando sus estructuras defensivas para protegerse de la invasión externa; otra extrovertida, en que la energía de la libido busca hacerse parte del entorno, influirlo y dejarse influir. Igualmente, distingue cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, intuición y sensación. Estas funciones producen dos polaridades. Una racional –aprecia y hace juicio-: pensamiento –distingue verdad del error- y sentimiento –distingue lo atractivo de lo no atractivo-; otra irracional –observación sin juicio-: intuición –percepción interior- y sensación –percepción exterior-. Ninguna de las cuatro tiene conexión con otra ni puede convertirse en la otra. La sensación y la intuición, en cuanto irracionales, se harán equivalentes a las conductas que presentan los recién nacidos y los hombres primitivos. La intuición es la que contacta con las imágenes primordiales, tras las impresiones sensibles. El pensamiento y el sentimiento surgen como funciones racionales. Las cuatro funciones son necesarias para el desarrollo equilibrado de la personalidad.
Las personas están en disposición de ejercer las cuatro funciones, las cuales facilitan la orientación del aquí y del ahora. Cada una de ellas contiene elementos y características propias, que no comparte con las otras. Jung dice que todos los individuos tienen estas funciones; sin embargo, se ajusta a la realidad sobre la base de una sola de esas funciones. En el desarrollo de esa única función, la constitución del individuo juega un papel importante, aunque no siempre decisivo. Influye la familia, los juicios que el niño va percibiendo respecto de su desempeño, las valorizaciones culturales. Esta “selección” de función es relativamente inconsciente, aunque no su desarrollo, que también es más rápido y enérgico.
Neuman (1960) concluyó que el inconsciente es el punto de partida para el desarrollo. La conciencia se desarrolla paulatinamente, como resultado de todos los tipos de experiencia. Originalmente es informe, pero poco a poco va estableciendo una forma personal. La totalidad de la personalidad, por otra parte, está oculta en el inconsciente y las cuatro funciones están representadas en ella. (Hamaker-Zondag, 1978). Una de ellas va ocupando un lugar más protagónico hasta hacerse superior, es decir la función utilizada por el ego para organizar el campo de conciencia y decide de antemano su actitud específica ante el contenido de la experiencia. La segunda función, que también es utilizada con frecuencia, también está consciente; una tercera función podrá ser utilizada algunas veces; pero la cuarta función, opuesta a la superior, queda radicada en el inconsciente y fuera de nuestra voluntad; es decir, se es inválido de ella –en algunos casos, sólo por un tiempo-.
El resultado de la combinación de estos factores –cuatro funciones y dos actitudes psíquicas- son cuatro personalidades de tipo extrovertido, en las que en cada una de ellas predominará como función superior una de las cuatro funciones psíquicas, quedando su polaridad como función inferior y las otras dos, como funciones auxiliares. Esto implica que habrá un pensamiento extrovertido consciente cuya función inferior será el sentimiento inconsciente introvertido con dos funciones auxiliares que serán la sensación y la intuición, ocupando una de ambas un rol más destacado que la otra; un sentimiento extrovertido conciente, cuya función inferior será el pensamiento introvertido inconsciente y así sucesivamente con las cuatro funciones. El segundo resultado que arroja la combinación de factores considerados para la formulación de la tipología son cuatro personalidades de tipo introvertido, predominando en cada una de ellas una función que se llamará superior, que dejará a su polaridad como función inferior. De la misma forma que hicimos antes, diremos que en este grupo de personalidades podrá distinguirse una intuición introvertida consciente ocupada como función superior, que dejará como función inferior a una sensación extrovertida inconsciente; habrá también un pensamiento introvertido consciente como función superior que se apareará con un sentimiento extrovertido inconsciente como función inferior, quedando la intuición y la sensación como funciones auxiliares, una de ambas con mayor grado de conciencia que la otra; el mismo procedimiento se aplica con las otras dos funciones. En síntesis, ocho tipos de personalidades.
II.2. LA FUNCIÓN INFERIOR.
Von Franz (1995) dice que la psique tiene un modelo de estructura cuádruple y trasciende las funciones conscientes. La combinación de sus funciones y el nivel de conciencia en que pueda encontrarse cada una de ellas -en cada individuo- harán una gran diferencia en la forma cómo ese individuo se relaciona y se comporta en el mundo. En el curso del desarrollo del ego van surgiendo, primero una, luego otra función, dándole una estructura particular a la psique de cada persona, condicionada al nivel de desarrollo que el individuo haga de cada una de esas funciones. Podría ser, en consecuencia, que sólo una de las funciones se encuentre consciente en una determinada persona; o bien tres funciones conscientes y sólo una inconsciente. En cada caso habrá ventajas y desventajas. Lo “mejor” que puede presentarse es alcanzar la mitad de la vida desarrollando y haciendo consciente la última y cuarta función, con lo cual se actualiza el potencial de la estructura psíquica.
La cuarta función, llamada también función inferior, por estar en el inconsciente, es la que contacta al individuo con las raíces de la humanidad, retiene la llave de la totalidad, contacta con el colectivo. Por estar indiferenciada, está también subdesarrollada y su comportamiento es inadaptado. La conciencia hace muchos intentos por canalizar y organizar todas las acciones y reacciones de la función inferior, tanto que puede cambiarse la expresión de esa función para que esté de acuerdo con “el tema” de la superior.
La forma cómo aparecen las funciones psíquicas en la estructura de personalidad es de evolución creciente; sin embargo, la manifestación de la cuarta función, implica el desmoronamiento de la estructura completa. La función inferior sólo puede subir trayendo consigo a todo el inconsciente colectivo; la alternativa opuesta es que se mantenga indiferenciada y poco a poco vaya jalando hacia abajo las características que originalmente estaban en la conciencia. La forma de permitirle surgir es haciendo descender la función superior hacia el inconsciente, con lo cual se hundirán también las funciones auxiliares, permitiendo de este modo el surgimiento de una nueva vida psíquica (Von Franz, 1971). La actitud personal, en ese tránsito de funciones psíquicas, devendrá de un modo completamente inusual, inédito, desconocido y mágico. Podrá manifestarse como un utilizar todas las funciones al mismo tiempo; podrán también surgir indistintamente una y otra función complementando la actitud; podrá surgir una forma de relacionarse completamente nueva que no pueda ser adscrita a una u a otra función.
III. DOS APORTES JUNGUIANOS AL ANÁLISIS
La libertad interior no la guían nuestros esfuerzos;
viene de ver lo que es verdadero. (Buda)
III.1 LOS OPUESTOS NO SON TAL SINO POLOS DE LO MISMO
Al plantearse una oposición entre sentimiento /pensamiento y sensación /intuición uno trae del recuerdo la reflexión de Hillman (1980) cuando dice que sólo elementos que tienen algo en común pueden ser comparados y posteriormente clasificados como opuestos. Queriendo decir con ello que los opuestos están unidos, porque forman parte de una misma línea. Esto me hace pensar que las llamadas funciones racionales son sólo extremos de un mismo universo que, cuando se comprenden como el todo que son, puede observárseles a cada uno en su polaridad. El sentimiento es una forma de apreciar y el aprecio distingue entre lo grato e ingrato; esa distinción es posible por el ejercicio racional: el pensamiento. Podrá “entenderse” un sentimiento en su dimensión cuando se lo conoce íntegramente; su cabal conciencia, implica hacerle simbiosis con el pensamiento. Husserl dice que pensar respecto de algo es posible porque se comprende aquello de lo que se piensa, porque hay un lazo interior que existe entre eso que se piensa y quien lo piensa (Merleau-Ponty, 1969); un lazo que sólo puede mantenerse en virtud del sentimiento y que sólo puede activarse, en razón de su agrado. También la sensación está, necesariamente, a la base de la intuición; a partir de ella pueden inferirse potencialidades del objeto y a partir de ese objeto, puede reconstruirse su historia. La percepción implicada en la sensación y en la intuición está, por decirlo de alguna forma, contenida en el objeto, desde el cual se obtiene una sensación y cuando esta sensación se proyecta al pasado o al futuro, se tiene del objeto una intuición.
Husserl dice que a partir del presente es posible reactivar el pasado y todo el futuro pensable. Podremos decir nuestra impresión del objeto de conocimiento, motiva nuestras funciones psíquicas, las cuales van transformándose –para mejor comprensión del objeto- hasta alcanzar su aprehensión completa y hacernos plenamente conscientes de él (Merleau-Ponty, 1969).
Una de las analogías con el dios Hefesto es posible de ser hecha desde esta perspectiva, ya que el trabajo que él hace con los metales indica que los metales contienen en sí una potencialidad, la cual es posible de ser activada y con la cual dicha materia bruta se convierte en objeto de arte. Esa proyección, a partir del metal bruto es perfectamente posible de ser elaborada “mentalmente”, como también será posible “retroceder”, vale decir, encontrarse con una joya y traspasar sus etapas de elaboración hasta encontrarse con el metal incrustado en la roca. Este proceso es claramente equivalente al que debe realizarse para obtener la intuición. Una persona efectivamente perceptiva podrá encontrarse con otra y “saber” que su ”línea” de vida está alimentada de determinados sucesos; esa condición es parte de la profundización de la sensación, de la misma forma que el proceso inverso es parte de la profundización de la intuición. Hefesto tiene este talento para poder ver y poder convertir; él tiene esta capacidad de unir el pasado con el futuro, él puede ver el diamante en el carbón y -como todo artista- unir los opuestos.
III.2. EL ARQUETIPO DEL INVÁLIDO
Guggenbühl en su libro “El Alma Vaciada” hace referencia al arquetipo del inválido, indicando que uno de los pocos griegos mitológicos vulnerables es Hefesto, el dios Cojo. En la mitología alemana se encuentra a Thor, dios guerrero, herido con una piedra de molino, que lleva para siempre incrustada y adolorida en su frente; Baldur, es invencible salvo por el muérdago parasitario. Otras mitologías dice, cuentan también con algún dios anatómicamente grotesco. (Downing, 1994).
Guggenbühl dice que el complejo del inválido existe y también su arquetipo. Comenta que con alguna frecuencia se ha encontrado en su consulta con personas que sólo podían enamorarse de inválidos, entendiendo como tal aquella invalidez que no conduce a la muerte ni a la salud, simplemente es un estado crónico de estar “descompuesto. El arquetipo del inválido puede ser fructífero para quien lo vive, porque cultiva la modestia, promueve la paciencia, desinfla al ego y refrena la obsesión por actuar; a través de esa carencia puede desarrollarse la espiritualidad. El arquetipo del inválido nos recuerda nuestra necesidad de dependencia, presiona a la relación. El conocimiento de nuestra invalidez, de nuestra deficiencia y debilidad, nos ayuda a darnos cuenta que los límites de nuestra autonomía están en algo o en alguien.
Se puede ser lisiado de la materia, entendiendo por ello la carencia o malformación de algún órgano físico; pero también se puede ser lisiado del espíritu, vale decir, de alguna condición de la personalidad. En ambos casos no dispondremos de la capacidad que esa facultad otorga o que ese miembro produce. Esa deficiencia se representará con una ausencia, con un espacio; un vacío que no necesariamente deberá ser consciente, en virtud de que al no haberse dispuesto de sus beneficios, el aporte que pudo haber brindado y la función que le correspondía desempeñar no pudieron ser valorados; vacío que podrá tal vez ser “rellenado” mediante algún órgano o facultad que emule aquella función. El objeto que reemplaza es lo que llamamos una muleta. En carencias del espíritu, las muletas podrán ser representadas por personas; por ejemplo “una persona lisiada respecto de los sentimientos, dependerá de aquellos con una vida emocional saludable.”
Guggenbühl dice que entender al arquetipo del inválido implica también comprender que algunas características de un paciente, podrán no curarse; pero otras, sí. Ello significa que el terapeuta debiera intentar curar aquello de lo cual sí puede curarse su paciente. Indica que la terapia analítica no consiste en corregir defectos, a fin de que todo el mundo sea feliz y perfecto, sino en ayudar al conocimiento de sí mismo para llegar a ser lo que se es. El proceso de individuación puede, perfectamente, incluir la invalidez. En tal sentido, si las funciones psíquicas son cuatro y siempre hay una en la inconsciencia, nuestro ideal de terapia podría ser que las cuatro funciones se hagan conscientes; sin embargo, ello no siempre puede ser así. El arquetipo del inválido indica que en algunas oportunidades una o dos funciones lisa y llanamente no están como potencial en el paciente; se es inválido de ella…. Y tal vez aquello sucedió después de haber ocurrido un accidente… porque no siempre podrá pensarse que esa carencia fue una malformación de nacimiento, aunque posiblemente esa alternativa esté dentro de las factibles. Muchas veces es la misma invalidez la que permite -por efecto de la polaridad-, que la persona tome conciencia de su incompletud y se realice como tal, en lo que ella es realmente. El vivir y reaccionar a las propias deficiencias es una situación típicamente humana y en tal sentido, arquetipal.
IV. HEFESTO, EL SEÑOR DE LA FUNCIÓN INFERIOR
IV.1. HEFESTO, DIOS Y MAESTRO
Shinoda (2002) lo define como el Dios de la forja: artesano, inventor y solitario. Stassinopoulos (1983) dice que “el don creativo de Hefesto está firmemente enraizado en la tierra, y en lo que produce hay magia y magnificencia. En su taller es supremo, no tiene rival; al igual que el hombre moderno que se identifica con su trabajo.” Stein (1990) dice que es “el rechazado de la tierra, gracias a cuyo trabajo y sudor ha evolucionado la civilización; con conciencia de clase y bullendo en resentimientos y rencores pirómanos; siempre creativo y origen de la mayoría de los genios del mundo; incansable, volcánicamente explosivo y dispuesto a tomar las armas contra los amos tiránicos, aunque no sean amantes de la guerra y el conflicto; simple como el propio fuego e igualmente enérgico.”
Hijo de Zeus y Hera, cojo y mal querido por sus padres, se casa con Afrodita, quien lo traiciona con su hermano y con otros; amado por Caris, la gracia por excelencia, y por muchas mujeres bellas y encantadoras. (Chevalier 1991)
Dios herrero que da forma a las armas de héroes y dioses, que moldea centelleantes escudos, que crea joyas y broches para las diosas y mortales, que inventa cerraduras secretas, trípodes y autómatas. (Chevalier 1991) Señor de los metales. Sus combates son librados con llamas, metales en fusión o barras incandescentes. Los dioses confían en que puede fabricarlo todo. (Chevalier 1991)
Cojo de ambos pies, doble mal que revela su doble debilidad espiritual: hace sus obras sin dar importancia al cómo otros las usen; su arte le da influencia sobre quienes los tienen y poder en esos territorios que no le pertenecen. Su arte de metal le permite captar bellezas vivas; su magia técnica, transformar las desgracias físicas en éxitos de amor. Da vida a lo inanimado e inmoviliza el movimiento en ligámenes ineluctables. Hefesto no cesa de buscar compensación: su cultivo del saber hacer lo hace descuidar su saber ser. (Chevalier 1991)
Divino que asegura la victoria del fuego sobre el agua, pero no la armonía de los elementos. Es él el elemento igneo en el estallido de su fuerza irresistible; su paso cojo se considera símbolo de su naturaleza celeste y terrenal; su imagen trepida como la llama del fuego. Tiene el honor de transmutar en ardor vital todo cuanto es llama en el universo. El sentido supremo de su símbolo es sin duda el de demiurgo amoral transformado en apóstol inspirado.(Chevalier, 1991)
IV.2. HEFESTO, ARTESANO DEL METAL Y DEL FUEGO
Decíamos que la palabra metal se relaciona con la raíz mé o més, el nombre más antiguo dado a la luna. Los planetas tienen correspondencia en los metales; la luna es la plata (Chevalier, 1991). La luna –astro nocturno y privado de luz propia- representa la inconsciencia, simboliza la dependencia, lo femenino, la periodicidad, la renovación, la transformación y el crecimiento (Chevalier, 1991). La luna es la luz de las tinieblas, pasiva y receptiva como el yin; es el agua del fuego solar, el frío del calor, el invierno del verano (Chevalier, 1991). La luna simboliza la imaginación, el sueño, lo influenciable, lo desconocido (Nichols, 2002).
La función inferior, al igual que el metal y la luna, actúa por reflejo. Las acciones de la función inferior podrán reflejarse exteriormente –si la persona es introvertida- o interiormente –si la persona es extrovertida-; pero siempre será portadora de símbolos –como la noche3 – y su lenguaje siempre será simbólico –como la luna y los sueños– (Von Franz, 1971)
A diferencia de la función superior –representada en este caso por el sol… y el fuego-, ésta se manifiesta lentamente, permitiendo al inconsciente aproximarse a la luz. Los aspectos dolorosos de la vida están relacionados con esta función –como la pena a la oscuridad y a la noche-; también, la sombra –contenidos psíquicos de los cuales somos inválidos- y todo aquello que rechazamos en los otros y en nosotros. Contiene en sí una tremenda carga de energía que puede hacerse disponible al sujeto y a su vida, si se le permite su desarrollo –la misma energía con que la luna arrastra las mareas y que atrae los cardúmenes para mejorar la pesca; luna que gobierna sobre las aguas de lo desconocido-.
La función inferior, conectada directamente con el inconsciente, es la que trae a la conciencia esos contenidos indiferenciados –como la reflexión al sueño-, lo que finalmente posibilitará la interacción entre conciencia e inconsciencia –el sol y la luna– y, en el mejor de los casos, la síntesis –conjuctio del anima y el animus-. En tal caso, abre nuevas posibilidades, facilita la renovación y promete un cambio radical a la forma de vivir la vida –la promesa de Hefesto-, aunque su tránsito a la conciencia no deja de tener dificultades –porque, abandonar lo conocido es un paso al abismo, aunque su consecuencia sea la amplitud de conciencia-. Estas complicaciones dicen relación con la indefinición a la que se ve sometida la persona en término de sus juicios y sus percepciones, que ahora son desperfiladas, cambiantes e inciertas (Von Franz). Tanto la luna, como la cuarta función, son símbolo de transformación. También el metal entraña un doble aspecto: quienes lo trabajan –los herreros- han sido excluidos parcialmente de la comunidad –como a esta función-, por el peligro de su actividad de orden infernal; y también, por otra parte, han desempeñado a veces, un papel social capital y sus gremios han podido servir de soporte a organizaciones iniciáticas –en Grecia, China y África-. (Chevalier, 1991). La función inferior –como el metal- contiene en sí misma ese latido ausente y la posibilidad alquímica de cambio radical de vida para quien se toma el trabajo de hacerla brotar y renacer con todas sus potencialidades activadas a la luz de la conciencia. Los metales se prestan a sufrir una transformación cuyo objetivo en alquimia es también sacarles el aliento. La fusión de los metales es comparable a una muerte –un cambio de estado que también sufrirá la activación de la cuarta función-, el aliento extraído representa su virtud –su nacimiento– , es decir, el núcleo o el espíritu del metal.
Los metales son los elementos planetarios del mundo subterráneo –como la función inconsciente-, los planetas son los metales del cielo –la función superior-; el simbolismo de unos y otros es paralelo –unos a la vista y otros, ocultos-; son polaridades de lo mismo. Los metales simbolizan las energías cósmicas solidificadas y condensadas con influencias y atribuciones diversas –que ejercen un poder subterráneo en la psique, como los elementos de la función inferior-. En cuanto símbolos de energía, los metales se han asimilado a la libido en la simbólica de Jung –energía de transformación, trascendencia y totalidad-. Su carácter subterráneo emparenta a los metales con los deseos sexuales. Sublimarlos es operar la transmutación de metal vil en oro puro –igual promesa puede esperarse de la integración de la cuarta función a la conciencia-.
La vía de la individuación es comparable a la de las transmutaciones –de ser lo que se es-. La sublimación o la espiritualización, como la gran obra de los alquimistas, pasa por el fuego, por la destrucción y por la restauración a un plano superior. Fuego que también será necesario utilizar al momento de querer activar esa función inconsciente, tratando, no de librarse de los influjos metálicos y planetarios, sino de integrarlos en una existencia totalmente equilibrada, a fin de que –en el caso de las funciones psíquicas- cada una de ellas opere en el universo que le corresponde gobernar.
IV.3. HEFESTO EN SU TALLER CON SUS OBREROS: LOS VOLCANES Y LOS CÍCLOPES
El volcán es una montaña de fuego interno. La montaña, elevada y próxima al cielo, participa del simbolismo de la trascendencia; en cuanto centro de las hierofanías atmosféricas, participa del simbolismo de la manifestación. Es el encuentro del cielo y la tierra, la morada de los dioses y el término de la ascensión humana. (Chevalier, 1991). Residencia de las cualidades superiores del alma, la función supraconsciente de las fuerzas vitales.
Las características de la energía encontrada al interior de la montaña, nos recuerda también el poder de la libido, como la energía psíquica de trascendencia –representada también por los cíclopes, que son fuerzas oscuras, instintivas, pasionales-. Integrar la función inferior a la psique individual es un paso definitivo en el proceso de individuación -razón y sentido de la vida según Jung-. Esa es la energía y también la función que hará posible la redención y reparación de la escisión, iniciada al divorciarse la materia del espíritu, y a lo que debemos la salida del Paraíso. Esta función, simbolizada hoy en el taller de Hefesto, es el último tramo en el camino al Cielo y la unión definitiva con el Todo, el reencuentro con la eternidad. Los talleres de Hefesto simbolizarán los trabajos que deben ser realizados con esa función interior, para permitir su expansión y realización.
El fuego asociado con Hefesto es el fuego subterráneo… una masa fundida profunda que surge de las entrañas en forma de lava volcánica. Ese fuego subterráneo… son sentimientos apasionados, sexualidad intensa y fuego erótico contenido –o en el inconsciente, si se trata de la cuarta función- hasta que se manifiesta, ira y rabia que se retiene o se intenta apagar… Lo que reside bajo la superficie en una persona -especialmente si es muy introvertida- puede entrar repentinamente en erupción, dice Shinoda (2002) –análogo a lo que sucede con la función inferior-
Los cíclopes, como fuerzas no asumidas por el espíritu, podrán desempeñar un papel destructor en el universo del hombre (Chevalier, 1991). Estas fuerzas primitivas, regresivas y de naturaleza volcánica, sólo podrán ser vencidas por el dios solar… es decir, por la conciencia. Por lo tanto, mientras esa función inferior se mantenga cautiva al interior de esos talleres inconscientes, sólo podrá causar destrozos. Los cíclopes reúnen dos tradiciones, la de forjador, servidor de Zeus y de Hefesto, que maneja el rayo para los dioses; y la del monstruo salvaje de fuerza prodigiosa, escondido en las cavernas. Privados de un ojo, podrán servir a un señor: o al Dios o al Monstruo cavernario; con ellos, como con la función inferior, no habrá términos medios.
IV.4. TRES LEYENDAS LAS DE HEFESTO: ATENEA, PROMETEO Y PANDORA
Abre con un hacha el cerebro de Zeus, del cual nace Atenea; clava a Prometeo en el Cáucaso; con lodo hace a Pandora, primera mujer. (Chevalier, 1991). Zeus reina en el espíritu, organiza el mundo exterior e interior; Dios de la luz, dios de dioses; fuente de la verdad. Atenea, diosa de la fecundidad y de la sabiduría, virgen de los niños, guerrera, inspiradora de las artes y de los trabajos de la paz; su nacimiento es el surgimiento de la luz sobre el mundo; ella es la creación psíquica, la síntesis por reflexión, la inteligencia socializada (Chevalier, 1991). Prometeo representa la creación evolutiva y el advenimiento de la conciencia; pero su nombre significa “pensamiento previsor”; el hurto del fuego simboliza el intelecto reducido a satisfacer deseos y no para exaltar el sentido evolutivo de la vida. Pandora, como mujer, es el precio del fuego.
No por azar, la diosa de la fecundidad, se encuentra encerrada en el principio activo de la verdad; el microcosmos divino que guarda en sí a la trabajadora de la Paz. Ese es el simbolismo encerrado en el acto de Hefesto al romper el cráneo de Zeus para sacar a Atenea; acto que puede repetir cada vez que sea necesario y que augura el advenimiento del equilibrio psíquico, la ecuanimidad y la templanza –el emblema que despierta al descubrirse la función inferior, desde la cual emana esta diosa, fuente de sabiduría– Su presencia posibilitará la síntesis psíquica de la conciencia e inconsciencia, al integrar la función ausente.
En este sector de la inconsciencia, en el que el ego no gobierna, no hay previsión, sino sorpresa. Nada que emane desde esta función hacia la conciencia será previsible: Prometeo –el previsor- ha sido encadenado; todo aquello que surja desde este espacio indiferenciado será primitivo y demostrará su inmadurez de cautiverio, de oscuridad. Como dice Jung «la esencia de la función inferior es la autonomía: es independiente, ataca, fascina y nos enreda de tal modo que dejamos de ser dueños de nosotros mismos y ya no podemos distinguir claramente entre nosotros y los demás» (Jung, 2000)
Pandora, regalo de los Dioses, es también una elaboración de Hefesto: un regalo para los hombres; mujer hecha de barro, que simboliza la indiscreción, la espontaneidad… la misma surgida desde este rincón psíquico, como precio del fuego, de la luz de la cual gozan las otras tres funciones. Mujer cuya curiosidad la llevará a abrir la caja donde se encuentran los contenidos inconscientes de la psique y desde la cual saldrán inmanejables para contaminar todo aquello que encuentren a su paso… son contenidos de la cuarta función.
IV.5. HEFESTO, COJO DEL ESPÍRITU
Elabora su arte y sus obras sin importarle el uso que otros les puedan dar; carga sus obras de un poder mágico que le confiere influencia sobre quienes las utilizan y poder sobre esos dominios (Chevalier, 1991). Con sus obras, capta bellezas vivas; da vida a lo inanimado e inmoviliza el movimiento. El cultivo de su hacer lo hace descuidar su saber ser.
Si consideramos a Hefesto como representante mismo de la función que nos ocupa, coja respecto de las funciones psíquicas, por estar ausente de la conciencia, estamos frente al único dios trabajador. Esto significará que esta función no estará pasiva, aunque podrá parecerlo; estará, por el contrario, elaborando elementos de guerra y objetos de arte, los cuales utilizará, regalará o intercambiará con dioses y mortales. La función inferior posee la clave para acceder a la totalidad y por eso detiene el crecimiento, inmoviliza la potencialidad psíquica; esta situación se mantendrá mientras no se opte por abrir esas puertas de conocimiento, lo cual implica abandonar posiciones conquistadas. La función inferior, al igual que el trono de oro en el cual quedó atrapada Afrodita, irá poco a poco captando otras virtudes conscientes, porque su fuerza atrae hacia el fondo y va consumiendo la vida consciente. La inconsciencia de esta función es atrapante y va apropiándose –a través de sus irrupciones espontáneas- de la vida tranquila y creadora que puedan tener las otras funciones.
Mientras la función inferior sea inexistente de la conciencia de un individuo, mantendrá su actividad volcánica al interior de la montaña, impidiendo el acceso a la totalidad y sus obras se mantendrán indiferenciadas, perdiéndose así capacidades que pueden abrir nuevos espacios de vida, de creatividad y de unidad.
La función inferior es lenta en su hacer y su desarrollo, respecto de la función primaria; ello no sólo es un problema propio de su característica psicológica (Von Franz, 1973), sino también producto de la cojera que afecta a Hefesto, la cual le impide caminar con más rapidez. Por eso, también “la gente detesta empezar a trabajarla; la reacción de la función superior surge rápida y adecuadamente, mientras muchas personas no saben dónde está en realidad su función inferior (Von Franz, 1973). Shinoda (2002) dice que la única forma de cultivar el arquetipo de Hefesto es dedicándole tiempo, apartándose de la compañía de los demás y quedándose absorto haciendo alguna cosa manual, que se conozca intuitivamente, que durante este tiempo cambie, se exprese, y se transforme algo reprimido en nosotros.
Esta dificultad de Hefesto –como función inferior- fue producto del arrojo del Paraíso del que fue víctima cuando niño, lo que equivale a decir que nosotros mismos –su madre Hera y su padre Zeus- despreciamos esta función y privilegiamos otras, motivo por el cual ésta no pudo desarrollarse como correspondía, perdiendo sus capacidades originales de rapidez y eficiencia. Ello no significa, sin embargo, que –como Hefesto- sus resultados no se distingan, por el contrario, son obras de arte. Shinoda (2002) dice que “Hefesto sufrió malos tratos de pequeño cuando fue arrojado desde el Monte Olimpo por su padre o su madre y quedó cojo para siempre a raíz de ello”.
Hefesto, de actitud introvertida, con función sensación y sentimiento (Shinoda, 2002); en lo negativo, no apropiado socialmente, es bufón y tiene baja autoestima; en lo positivo, creativo, capaz de ver y crear belleza, manualmente hábil. Características que parecen coincidir con las más rechazadas en nuestra sociedad contemporánea4.
IV.6. HEFESTO COMO ARTISTA DE LA PSIQUE
El Dios inventor y solitario, cuya producción tiene magia y magnificencia (Shinoda, 2000). No tiene rival (Stassinopoulos, 1983). El rechazado de la tierra, gracias a cuyo trabajo ha evolucionado la civilización. Origen de la mayoría de los genios del mundo. Dispuesto a tomar las armas contra los tiránicos. (Stein, 1990)
También la función inferior es solitaria respecto de las funciones conscientes y creativa, como debe serlo, para ser vista. Es la función, que estando en la conciencia, devuelve la alegría por la vida, la renueva con sus días y sus noches. La magia y la grandiosidad de sus obras tiene relación con el renacimiento, con la liberación de Prometeo, con el rescate de Perséfone, con el arrojo de Sigfrido.
Una función cuarta que, mientras se mantenga rechazada, sólo podrá reconocerse por sus exabruptos; pero que al ser integrada, entrega los mejores frutos a la humanidad… origen de la mayoría de los genios del mundo -¡qué duda cabe si es rescatadora de lo esencial, de lo propio del ser humano…es la función que devuelve la esperanza del Paraíso, de la totalidad…!– Hefesto, como la función inferior, será guerrero de la conciencia y trabajador del mundo subterráneo, porque quiere ser parte de la identidad… y salir de sus espacios sombríos. ¡¡ como todo contenido psíquico, quiere diferenciarse y ser individuado ¡!
V. SÍNTESIS
La lisiadura de Hefesto ¿no es el signo de que él ha visto también algún secreto divino, algún aspecto oculto de la divinidad suprema, por lo cual permanece perpetuamente herido? Lo que ha visto, ¿no es el secreto del fuego, el secreto de los metales, que pueden ser sólidos o líquidos, puros o aleados y transformarse en armas, como también en rejas, en joyas, en arte ? Ha debido pagar este conocimiento, arrebatado al cielo, con la pérdida de su integridad física.… La pérdida de esta integridad –de los dioses con defectos- es como el precio de su ciencia y de su poder, como un recuerdo también del castigo que amenaza toda desmesura (Chevalier, 1991).
Sin embargo, el que Hefesto sea cojo, no lo inhabilita de ser Dios, porque su calidad de ser está dada por lo que él ES y no por cómo desarrolló su SER –por ontología y no por ontogenia- (Chevalier, 1991). Él es uno del Olimpo, como la cuarta función, una de la Totalidad; su función le trasciende, lo mismo que la cuarta función… ambos están dirigidos hacia la totalidad. Sus características, sin embargo, no son fáciles de ser adquiridas en la primera mitad de la vida, porque no se ajustan a lo que nuestra sociedad espera de los individuos -no es competitivo, lógico, extravertido, no disfruta con los retos ni triunfa en el mundo- (Shinoda, 2002); tampoco lo es la función inconsciente y por lo mismo no tuvo prioridad en el desarrollo. El viaje interior se asume en la segunda mitad de la vida y Hefesto está orientado hacia el mundo interior (Shinoda 2002).
Este viaje del “ser” –a diferencia del primer viaje, del “hacer”- está al servicio de la trascendencia e implica una inversión y renovación psíquica; es una regeneración en el orden del espíritu; es una búsqueda de totalidad cuyo objetivo es llevar la sombra a la iluminación y conciliar los opuestos.
Hacer conciencia de la Función Inferior implica someter al alma a un intenso calor (Washburn, 2002) –el trabajo de conocerse a sí mismo-, por medio del cual se vuelve a lo esencial – reducción del alma a su condición original-, la que luego podrá comenzar a ser regenerada y transustanciada hasta alcanzar su perfección espiritual -el propio santo grial-. Este proceso es alquímico, como lo es el proceso al cual debe ser sometido el metal si queremos verlo convertido en arte.
Y aunque el camino analítico diga que debe tenerse en mente que nadie debe jamás pasar directamente a la función inferior, es claro que en la vida eso sucede (Von Franz, 1971). Lo “lógico” sería hacer el camino de “espiral” -con el que se representa el proceso de individuación- y no uno lineal, que podría resultar muy brusco y desconcertante; sin embargo, como dice Von Franz, ¡ a la vida no le importa ¡
Son cuatro funciones psíquicas y el número cuatro juega un papel importante en muchos significados simbólicos y pareciera ser que se le relaciona también con “lo divino en la tierra”5. Jung lo considera un arquetipo (Jung, 1982) “… es la condición lógica de todo juicio general. Cualquiera que trate de formar un juicio de este tipo se dará cuenta de que ha de tener un aspecto cuádruple. La totalidad ideal es el círculo, pero su división mínima natural es una división por cuatro.”
La función inferior, conectada directamente con el inconsciente y el colectivo, tiene las llaves de la totalidad y de la integración psíquica. Las personas integradas viven “de dentro a fuera”, siguiendo espontáneamente los impulsos de su naturaleza interna más profunda (Washburn,
2002). Son personas de espíritu expansivo y de naturaleza profunda y genuina, cuyo ego ha sido lo suficientemente fuerte para haber querido reunirse con sus propios fundamentos. La totalidad es un destino heredado que pertenece a la raza humana (Washburn, 2002) y no es ni más ni menos que ésa la Promesa de Hefesto.
NOTAS DE PIÉ DE PÁGINA
2 “El Oro del Rhin”, primera ópera de la tetralogía de Wagner. Se refiere a los orígenes de la vida, según la mitología alemana.
3 Se va intercalando en cursivo los paralelos con material de Hefesto. Lo escrito en no-cursivo corresponde a citas o referencias bibliográficas.
4 Es interesante anotar la distribución general de psicólogos junguianos, mayoritariamente intuitivos y pensadores; es decir, con funciones inferiores de la sensación, la función que quiero representar en Hefesto. No deja de ser sorprendente una “cojera” tan generalizada, más aún si las investigaciones señalan a los “sensación” como los más aquejados de depresión.
5 Los puntos cardinales son cuatro: Norte, sur, este y oeste; las estaciones son 4: invierno, verano, otoño y primavera: las fases de la luna son 4: creciente, menguante, naciente y plenilunio. Aristóteles dice que en la constitución de un individuo sustancial entran 4 causas: eficiente, final, material y formal. En lo espiritual se encuentran los 4 caminos del budismo, los 4 evangelistas, las 4 castas de la India; los alquimistas tenían el principio de la cuaternidad, como base para la piedra filosofal. Los 4 temperamentos: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático; relacionados con los 4 líquidos del cuerpo humano: bilis, linfa, sangre y flema.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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WASHBUM, Michael (1997). “El ego y el Fundamento Dinámico Editorial Kairós
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