JUDITH WOODHEAD
Psicoterapeuta consultora del el Centro Anna Freud de Londres. Está registrada como analista junguiana en la BPC, realiza práctica privada y ha sido Coordinadora de la Sociedad de Psicología Analítica. También ha estado a cargo de los seminarios sobre observación infantil. Enseña, dicta conferencias y es consultora sobre infancia en el Reino Unido y en el extranjero. Ha publicado muchos trabajos sobre diversos temas en Psicoterapia padres-hijos. Como trabaja también con adultos, cuenta con una amplia gama de valiosas experiencias que vale la pena aprovechar. La siguiente es la conferencia plenaria que presentó la autora el 23 de agosto de 2013 en el XIX Congreso Internacional de Psicología Junguiana que se llevó a cabo del 18 al 23 de agosto de 2013, en la ciudad de Copenhague, Dinamarca, y publicada en las memorias Copenhaguen 2013 – 100 Years On: Origins, Innovations and Controversies, (Ed. Emilija Kiehl), Einsiedeln: Daimon Verlag, 2014. Corresponde a la traducción oficial de la IAAP al español, realizada por los miembros de ADEPAC Juan Carlos Alonso y Ana Rico de Alonso, y su publicación fue autorizada por la autora.
Presentación de la charla
Justo en este momento vamos a escuchar una narración conmovedora, profunda y de afirmación de la vida, construida sobre este conocimiento profundo que tiene la Dra. Woodhead. Es una narrativa que incorpora la esencia del ser y del devenir. Un relato que ilustra la complejidad del apego y de la superación de una profunda y amenazadora ansiedad en el contacto cuerpo-a-cuerpo entre una madre y su bebé.
Con los sentidos muy despiertos, nos invita a las escenas mágicas, poéticas de una serie de momentos muy diferentes de encarnación, en los que ocurren grandes cambios, en los que se generan el coraje, la esperanza y la energía, para que esa nueva vida puede crecer y ser recreada en un cambio humano fértil, seguro y significativo de interacciones.
Las exploraciones de la Dra. Woodhead nos muestran cómo el self del bebé se torna vivaz y real a través del proceso relacional, dentro de un espacio encarnado y consciente, – la naturaleza misma de estar vivo.
En particular, vamos a experimentar cómo los momentos de poderosas emociones chispean y encienden el mutuo amor incondicional entre madre e hijo, en donde anteriormente, el miedo helado había inhibido en la mente de la madre y en sus brazos, el contacto y la contención de su pequeño hijo,–luego de un embarazo difícil y estresado. Vemos cómo el espacio interior de duda y dolor, y quizás de un miedo sin nombre, se va aclarando gradualmente. Y suave, muy suavemente, nuevas emociones pueden emerger junto con las nuevas experiencias, y ser retenidas, trasmitidas y transformadas a través de la presencia misma y las intervenciones de la terapeuta.
También somos testigos de cómo el padre encuentra su lugar y gradualmente su tensión se relaja. Su desconocimiento de cómo manejar las situaciones, cede en la medida en se le quita de los hombros la carga de una tarea imposible y asustadora. Frente a nosotros, veremos cómo una dinámica familiar de tres individuos se hace más sólida, se constela lentamente y se entrelaza.
Este trabajo trasmite las muchas, muchas capas verbales y no verbales de comunicación. Nos muestra qué tan perceptivo es el niño, qué tan vulnerable y cuánto lleva sufriendo, y a la vez, qué tan dispuesto está a abrirse y darle a su madre generosamente su nueva identidad de madre y la significación que ella anhela. Veremos cómo funciona el contacto, cómo se manifiesta el campo intersubjetivo, y qué tan vitalmente importantes son las relaciones para el crecimiento, – para ser y para llegar a ser.
Y podemos continuar juntos, sorprendiéndonos y esperando que esta charla y todas las experiencias, pensamientos y sentimientos que han formado la base de la contención, van a promover el bienestar de esta familia. Que a través de encarnar las miradas de momentos importantes y a lo mejor salvadores de vida para estas personas, ¿no podríamos devolver lo obtenido, y difundir buenas experiencias, como la ondulación en las aguas…?
Lisbet Myers Zacho
Conferencia
Comienzo con unas palabras de T. S. Eliot en los “Cuatro Cuartetos”
‘El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado’[1]
Mi presentación es acerca de momentos, momentos y encarnación[2], momentos de encarnación. Después de las consideraciones iniciales sobre las palabras, seguidas de una secuencia de imágenes, voy a ilustrar momentos de trabajo clínico con un paciente adulto en análisis. Volviendo a la infancia, verán en un clip (corto) de DVD, un bebé robusto durante el cambio de pañales, seguido de un clip de comunicación personalizada entre un infante y su abuelo. Mostraré luego tres secuencias de DVD sobre momentos que surgen entre un infante, la madre, el padre, y el terapeuta en psicoterapia de padres-hijos.
La encarnación sugiere una idea, cualidad o sentimiento. La IAAP, por ejemplo, encarna el análisis junguiano a través del mundo. La estructura y el sonido de la palabra en-carna-ción (en inglés: em-body-ment) sugiere un “estado en el cuerpo”, un sentimiento de existir y vivir en un ser físico. Es una evocación lingüística de una relación entre mente y alma, un subjetivo sentimiento cualitativo mental-emocional-cuerpo-alma, un estado de estar en casa, en uno mismo, con la totalidad de uno mismo. La palabra ‘Momento’ se deriva del latín ‘movere’ que quiere decir ‘moverse’. Sugiere un tiempo cambiante. Los momentos de encarnación evocan perlas de tiempo en las que nos sentimos sólidos, albergados, incrustados en el ser, más adentro que afuera de uno mismo. Lo opuesto son momentos de sentirse disperso, fragmentado, roto, en partes o pedazos, ‘des-encarnado’. Los sentimientos de encarnación pueden ser vistos como imágenes, que “no necesitan ser pictóricas sino que se pueden manifestar a nivel cinestético (Evetts-Secker (2012). Encarnación, en palabras de Donald Winnicott (1958), es un proceso de ‘personalización’, que sugiere un devenir, una ‘unidad psicosomática’, evocadora de un estado de unión, un ‘habitar adentro’. Sin embargo, esta palabra ‘encarnación’, como la experiencia de los momentos encarnados, es mercurial, resbalosa, difícil de asir y tiene un firme significado.
‘Las palabras se tensionan,
Se agrietan y algunas veces se rompen, bajo la carga,
Bajo la tensión, resbalan, se deslizan, perecen,
Decaen con imprecisión, no se quedan quietas,
No se quedarán quietas. Voces chillonas,
Regañonas, burlonas, o simplemente charlando,
Las atacan’.
Sigue ahora una secuencia de imágenes de tiempos antiguos y contemporáneos, para animar nuestras mentes y añadir textura al pensamiento.
IMÁGENES
Pasemos ahora a mi paciente, Janet, en los finales de sus sesenta, cuatro años en análisis, quien me contó un día sobre una sensación de “estar siendo arrastrada” a la cita de una operación en el hospital, en un plazo de un mes. Se sentía empujada inexorablemente a ese momento específico, con muchas cosas pendientes, y sin suficiente tiempo. Le dije que era como si el tiempo la presionara, como una especie de sentimiento mental de estar yendo muy rápido. Pensamos en sus episodios maníacos, cuando ella se levanta, activa en la noche porque, según sugirió “era mejor que estar acostada sola, incapaz de dormirse”. Explorando esos momentos, reflexionó, “Es tan aterrador estar en el presente, que es mejor distraerme haciendo cosas”. Hablamos de los tiempos de su niñez cuando ella nunca sabía si los estados mentales y emocionales de su madre la iban a aterrorizar y a abrumar de un momento a otro. Se quedaba callada, se iba a la cama y escuchaba, miedosa, los violentos episodios en el piso de abajo, sonidos de voces altas, y la ruptura de objetos de la cocina. Le dije, “Tan asustada de lo que podría haber sucedido”. Ella respondió, “No me sentía sostenida”. Hablamos de cómo esos momentos eran sin duda para temerles. Recordamos a su madre entrando cuando Janet estaba sentada en el sanitario afuera de la casa, amenazándola mientras blandía un cuchillo de cocina inmenso. Hubo silencio. Hablé de la solidez del sofá debajo de ella, justo en ese momento. Después de un rato, dijo la palabra que se había formado en el silencio de su mente, que no venía de ninguna parte, y era ‘desquiciada o sin bisagras’. Juntas amplificamos la imagen de la bisagra que mantiene las cosas unidas. Janet sugirió, “como una caja cuando se le abre la tapa, pero si la bisagra se desprende entonces las cosas se salen, quedando sin contención, como era mi madre”. Expresó su profundo miedo de volverse como ella. Las bisagras eran, dijo, importantes para mantenerla segura. Hubo silencio. Le comenté los sentimientos en mis palabras, “Y tu pobre cuerpo viejo, con todos esos dolores”. Respondió, “Mi cuerpo tiene que aguantarlo, hacer lo que le mandan. La rapidez de mi mente me impide estar en mi cuerpo”. Se dio un viraje hacia un sentimiento de profunda quietud, de un lento pasaje del tiempo, de una co-creación del co-ser. Finalmente anotó que justo ahora estaba sintiendo los momentos presentes, tanto en la mente como en el cuerpo. Le dije, “y el aliento que entra y sale, y el palpitar de un corazón tranquilo”. Cuando se acabó el tiempo, ella (y yo un poco), se estiró. Le dije, “Suavemente, suavemente, y despacio, no hay prisa”, mientras ella descendía rígidamente del sofá, con mucho dolor en las articulaciones. La matriz intersubjetiva había cambiado. En esos momentos yo sentía que estábamos ‘vivas y conscientes, sólo ahora. Ahora es cuando podemos sentir que estamos en nuestras propias vidas, y cuando directamente vivimos nuestras vidas. El resto se elimina una o dos veces. El único tiempo de la cruda realidad subjetiva, de la experiencia fenoménica, es el momento presente’ (Stern 2004). Una mente-psique, en ausencia de cuidado emocional, se hace cargo de la organización del cuidado de la psique-soma. Se vuelve ‘extra activa, vigilante, como si estuviera por fuera del cuerpo, una dis-locación psique-soma – la mente localizada en la cabeza’ (Winnicott). Se desarrolla un sistema de auto cuidado ‘que preserva la chispa de la herencia divina de cada persona –el alma inocente- pero al costo de su des-encarnación y des-animación (Kalsched 2013).
‘La gente cambia y sonríe: pero la agonía permanece’, escribió T. S. Eliot. Des-encarnacion, des-animación, evoca estrategias disociativas para defenderse contra los estragos del trauma y del dolor. Jung escribió: ‘La significación emocional de la experiencia permanece escondida dentro del paciente de tal manera, que al no alcanzar la consciencia la emoción no se agota, nunca se consume”. Una sombra se proyecta en el transcurso de la vida emocional y corporal. Para Janet y para muchos de mis pacientes adultos, el marco analítico y la calidad del diván simbólico encarnan solidez, espacio y tiempo necesarios para deshacer la tiranía de la mente traumatizada sobre el cuerpo, así que nuevos momentos presentes pueden cobrar existencia y re-modelar los momentos pasados presentes. Cuando el momento presente puede vivirse plenamente, emerge una reunión cualitativa de diferentes partes del self, una integración, un sentido de totalidad, ‘rápido ahora, aquí, ahora, siempre’ (T.S. Eliot).
Antes de pasar a explorar las secuencias de la terapia, vamos a mirar con los lentes de nuestro tema de encarnación, el clip de un bebé robusto con su madre en un contexto familiar común. Se inicia con el bebé Corey, el tercer hijo de sus padres, llorando mientras su mamá le cambia el pañal. El hogar bulle con sencilla, animada vida familiar, las voces de los hermanos’ en el fondo del clip del DVD. La madre limpia su bebé, le pone crema en el cuerpo, habla con mi colega que está haciendo el video, sobre la circuncisión que se aproxima, diciéndole al bebe “Tú no estás deseando eso”. Se lo dice de manera bastante indirecta a la vez que realiza las tareas físicas: “Qué estado en el que te pones”. Él niño continúa llorando. La madre se gasta su tiempo en todo el proceso antes de levantar alto la voz, vociferando en la cara del niño, y diciéndole: “Qué estado en el que te pones, ¿no? Qué estado en el que te pones”. Con estas palabras cargadas de afecto, se tranquiliza y se miran profundamente. “¿Dónde están las lágrimas?”, le dice la madre. Mientras lo cambia, le habla de la crema que se le untó a ella en la ropa. “Oh, pero para mami eres un amor, eres el amor de mami”. Madre e hijo quedan inmersos el uno en el otro.
CLIP DE DVD DE COREY Y SU MADRE
Corey pudo comunicar sentimientos y la necesidad de que (finalmente) cambiaran de un momento a otro, cuando él y su madre se unieron en momentos reales vivos. Vimos el cambio de la comunicación a través de la protesta de todo el cuerpo, hacia un momento de sintonía mutuamente regulado, una experiencia integrada cuerpo-alma, pasando del movimiento a una quietud concentrada. En lenguaje poético:
‘En el punto quieto del mundo que gira. Ni con carne, ni sin carne;
Ni desde, ni hacia; en el punto de quietud es donde está la danza,
Pero ni quietud ni movimiento. Y no lo llamen inmovilidad.
Cuando el pasado y el presente se reúnen. Ningún movimiento desde ni hacia,
No ascenso ni descenso. Excepto por el punto, el punto de quietud,
No habrá danza, y sólo hay danza’.
Vamos a ver ahora una danza relacional que surge entre Jordan, de siete años y su abuelo. Los ojos y las bocas se reflejan en el otro, mientras todo el cuerpo de Jordan se mueve. Es una maravillosa evocación de lo que dice Daniel Stern (1985), ‘la vitalidad afecta’, lo que implica unos intensos cambios dinámicos o cambios con un patrón. Experimentando también las palabras y significados que van deslizándose, Stern (2010) expande la frase hasta volverla ‘formas dinámicas de vitalidad’ que tienen intensidad, fuerza, movimiento, espacio y direccionalidad en el tiempo. Aquí vemos a Jordan y a su abuelo.
CLIP DE DVD DE JORDAN Y SU ABUELO
Los infantes enfrentan el riesgo de carecer de formas dinámicas de vitalidad cuando su sistema familiar no se puede encarnar en ellos. La secuencia de Corey, las interacciones entre Jordan y su abuelo, son momentos animados de un relacionamiento vital encarnado. Son cualitativamente diferentes, momentos inesperados de significado presente, con una cualidad kairos[3]. Cuando a un “momento de ahora” se le responde de manera aleatoria, y ocurre ‘un momento de encuentro’, la actividad y el estado del infante cambian y tiene lugar un nuevo sentimiento de racionalidad, cualitativamente diferente. Estos movimientos cambiantes forman un nuevo espacio abierto y un nuevo equilibrio. En palabras de los Cuartetos:
‘El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre’[4]
Voy a describir y luego a mostrar tres secuencias de momentos en mi trabajo como psicoterapeuta junguiana de padres-niños, en el cual comienza a desarrollarse una danza relacional. La psicoterapia padres-niños, una expansión innovadora de la técnica psicoanalítica, ofrece una matriz intersubjetiva de tiempo y espacio orientados al niño, en el cual el bebe puede iniciar y responder a acciones relacionales. El trabajo terapéutico, durante la formación de la memoria implícita del infante, requiere centrarse en el presente en un ‘ambiente facilitador’ Winnicotiano, en el cual el niño pueda iniciar acciones y formas de ser con otro y experimentar respuestas sintonizadas. Están presentes la personalidad del bebé, el temperamento, la psique total, la conexión con los ancestros, la cultura y los potenciales futuros. De la misma manera que el feto está inserto en el útero, así las necesidades del niño se encarnan en la mente. El trabajo contiene momentos críticos presentes cuando la agenda de desarrollo del niño no puede esperar. La terapia interrumpe una composición infantil de guiones teatrales intrapsíquicos que pueden aflorar más tarde en la vida como estados psicosomáticos, enfermedades emocionales, o incapacidad de experimentar y de saber qué se siente.
El trabajo combina actividad verbal y reflexiva del terapeuta, en relación con los infantes pre-verbales y los padres verbales. El Grupo de Estudio sobre Cambios en el Proceso, de Boston, cuyo trabajo está implícito en esta ponencia (junto con el trabajo de Joseph Cambray y George Hogenson sobre emergencia, sincronicidad y sistemas complejos), muestra cómo ‘el dominio verbal implícito y reflexivo comparte una micro estructura similar a la unidad micro que subyace a la experiencia subjetiva en el “momento presente” (BCPSG, 2008). Ellos sugieren que son intenciones experimentadas a través de neuronas espejo, que organizan esos ‘momentos de ahora’, encarnados en una ‘historia vivida con una narrativa como formato que es aprehendido intuitivamente a medida que se va desarrollando’. En la vida temprana del bebé, es crucial la experiencia de una narrativa creativa, emocionalmente encarnada. ‘Las palabras no son símbolos des-encarnados sino que son también caminos hacia la directa experiencia encarnada’.
Los momentos que voy a describir y a mostrar ahora, son secuencias de las sesiones primera, segunda y cuarta, de trabajo con el bebé, la madre y el padre. Cada una de las tres secuencias está titulada con las palabras usadas por la madre: “No creo que él sepa que yo soy su mamá”, “Muy encariñada con él”, y “Nunca lo había visto tan vocal antes”. Voy a mostrar los clips de DVD después de leer las secuencias, con ideas sobre significados para que nuestras imaginaciones activas puedan dar vida al trabajo y ayudarnos a absorber lo máximo posible cuando veamos los clips.
El niño se encontraba en una profunda dificultad relacional cuando lo conocí. Había nacido en la Sección C, con un embarazo casi a término; cuando tenía seis semanas y comenzó la terapia, pesaba sólo siete libras (tres kilos). El departamento de Psiquiatría del hospital local donde nació el bebé, había visto inicialmente a la madre cuando tenía 32 semanas de embarazo debido a hyperemesis gravidarum[5]. Ella vomitó tanto durante todo el embarazo que fue hospitalizada, incluyendo los dos últimos meses. Su psiquiatra la remitió a un consejero especializado en el hospital, quien preocupado por la poca conexión de la madre con el bebé, remitió la familia a nuestro Centro. Dada la urgencia de este caso, le asigné una cita a la familia en esa semana. Los bebés no pueden esperar.
Primera secuencia: el bebé de seis semanas
“Yo no creo que él sepa que soy su mamá”
El sentimiento de la madre de no saber que ella era la madre del bebé caracterizó la primera sesión. La sesión comenzó antes de su inicio. Los gritos del infante se oyeron en el Centro Anna Freud durante veinte minutos (habían llegado antes para tratar de dar el remedio en un tetero) antes de que fuera la hora de la sesión. El bebé lloraba tan duro que literalmente se le enronqueció la voz. Sus gritos penetraron profundamente y me alarmaron cuando estaba trabajando en administración en un consultorio distante. Al no poder resistir más el estado del bebé, llegué más temprano a la sala de espera. Encontré al padre del niño sosteniendo un bebé pequeñísimo; dijo que no sabía qué hacer con él. Su esposa me dijo que ella podía alzarlo sólo un rato, una vez al día; tenía miedo en la voz y no lo podía alzar en el consultorio. Su miedo era evidente; tenía una expresión rígida, deprimida en el rostro, la voz sin vida, desconectada. La versión que narró la familia sobre su situación me catalizó a entrar en su sistema familiar. Se suscitó un proceso de individuación. A menudo se dice que Jung vislumbró la individuación a partir de la mitad de la vida. El trabajo con padres e hijos había cristalizado mi visión de un infante como una psique total, un pequeño ‘individuador’ tejiéndose ya teleológicamente en su vida, con base en la experiencia temprana familiar, cultural e histórica.
El padre llevó al consultorio su cuerpito rígido, cargado sobre el hombro, su expresión sugiriendo un estado disociado, los comienzos de ‘una estructura defensiva adaptativa, desarrollada para proteger el self naciente o traumatizado’ (Wilkinson, 2010). Con dolor de espalda, el padre se sentó en una silla sosteniendo a su hijo mientras la madre y yo nos sentábamos en cojines sobre el suelo. El padre, agotado, fue contando la historia que compartían. Su esposa no podía participar en el cuidado del bebé. La abuela materna le ayudaba con el cuidado dentro del hogar. La madre no podía estar con él. Lo miraba desde la distancia, incapaz de acercarse. Nunca lo alimentó. Dormía en un cuarto separado y era su esposo quien cuidaba al bebé en la alcoba matrimonial. El padre habló entonces de manera muy cariñosa de su bebé, habló suavemente, y expresó su anhelo de que su esposa y el bebé pudieran llegar a conocerse.
La desconexión entre madre e hijo era aguda. No había corriente erótica, había una ausencia de movimiento entre ellos, no se miraban ni había gestos de uno hacia el otro, una mirada de rechazo, dura, estática, desprendida. En el útero, los intensos períodos de vómito manifestaban cómo ella no podía retener nada en su interior distinto del bebé. Ella y el bebé que crecía en su interior, estuvieron en el hospital incluyendo los dos últimos meses del embarazo. Como sugiere el Boletín del Centro Anna Freud (1982), la experiencia de los ritmos de vómito, evocan para el bebé en el útero una imagen de ‘un bebé cuyo cerebro o mente se formaron como un diafragma que está constantemente haciendo una rumba (danza)’, que puede esperar que la vida fuera del útero sea la misma a la que su mente se ha acostumbrado ahí dentro. La actividad de llanto del bebé, con todo su impacto corporal, podría ser un reflejo de su experiencia en el útero. Sentimientos de ‘persecución primaria maternal’ (Raphael-Leff, 1996) requerían ayuda para que se convirtiera en una ‘preocupación primaria maternal’ (Winnicott). A lo mejor la madre necesitaba la separación para asegurar el desprendimiento emocional del bebé, en lugar del apego al bebé incrustado en su cuerpo. Los cambios trascendentales en eventos de embarazo y parto, pueden despertar complejos. Quizás ella sintió que necesitaba proteger al bebé de sus sentimientos difíciles y dolorosos. Si podemos imaginarnos en la posición del bebé, sentiríamos que tenemos una madre emocional y físicamente sin contacto, no disponible. ¿Qué puede hacer el bebé? Si busca identificarse y relacionarse con la madre, el efecto positivo que acompaña esta urgencia de encontrar la cara de su madre y ser contemplado, se va al suelo, produciendo, según Stern, ‘micro depresiones’, como resultado de repetidos momentos que surgen y se encuentran con una falta de respuesta. Una solución para el bebé es llenar la brecha emocional con su propia psique-soma como sustituto de la madre.
La narración biográfica continuó. Supe que el bebé había estado ocho días en cuidado neonatal, la madre entristecida por no poderlo ver sino hasta el segundo día. La situación de ellos se sentía tan desesperanzada que, después de veinte minutos de este primer encuentro, les pregunté si querían que yo alzara a su bebé. Aceptaron aliviados, y el padre me puso al niño en los brazos.
Sentada cerca de la madre, alcé al bebé mirando por encima de mi hombro, cerca de mi cuerpo, dándole voz al trauma de ellos. El bebé se sentía rígido, sin forma, des-inscrustado en mis brazos. Sostenerlo, trajo una directa comunicación corporal de la necesidad de incorporación del bebé. Le dio a él contacto con un cuerpo vivo, con un patrón de ritmos, sonidos, partes suaves y partes huesudas, calor del cuerpo, aliento y movimiento del corazón, acompañados de mi afecto junto con una voz de tonos/cadencias/ritmos/contenido – una experiencia totalmente multidimensional de momentos presentes de significado-sentimiento. Tal vez el bebé podía reconocer en mi mente las intenciones de llegar a él, tratar de ayudarlo, dado que yo lo encarnaba en mis brazos y en mis palabras. Las intenciones que se perciben en otros, organizan ‘momentos de ahora’ (Stern 2004). Simultáneamente, orientado hacia el sufrimiento de sus padres, alcé un cojín para poner debajo de la colchoneta del bebé en el piso. Les pregunté si iría a gritar antes de que lo bajara. Dijeron que si. Vocalizó roncamente cuando me moví con él.
Mientras escuchaba la narración monótona (sin afecto, agotada) del padre, muy despacio bajé al niño sin perder nuestro contacto corporal total, agachándome para colocarlo de espaldas sobre la colchoneta. Permanecí pegada a su cuerpo. Con la mano firmemente en su cintura, acariciándolo suave, despacio y rítmicamente, con pequeños sonidos, y dentro de su rango de visión. La madre inmóvil lo miraba. Interrumpió al padre diciendo: “Normalmente él no me mira”. La alenté a experimentar la mirada del bebé orientada hacia ella, mostrándole como él, en efecto, buscaba encontrarse con su rostro, mirarla en los ojos, en ese momento. El padre dijo que el niño estaba pensando en comida. Le dije que no, que estaba pensando en su mamá. Ella dijo, “No creo que él sepa que soy su mamá”. Le sugerí, de manera tentativa, que se acercara más a él, le pusiera la cabeza más cerca, para que pudieran verse, un riesgo en el que la intimidad puede aterrorizar. De nuevo ella dijo, “él no sabe que soy su mamá”. Se inclinó hacia adelante, más al nivel del bebé, le acarició la mejilla, y lo miró. Él continuaba mirándola mientras mi mano permanecía en su cintura, regulando sus estados, mi presencia como un factor contenedor, un estímulo táctil importante para la maduración del cerebro, una forma cuerpo a cuerpo de comunicación intersubjetiva.
Coloqué las manos debajo del infante, inclinándolo, sosteniéndolo para lograr un contacto visual con la madre, acariciándolo rítmicamente para ayudarlo a permanecer calmado y alerta, hablándole con palabras expresivas de calidez y seguridad a través del tono y el ritmo. Hablar con un bebé puede ser tan complejo como mirarlo. Le ayudé a ella a pensar qué podría decirle. Ella le preguntó “¿Tienes hambre?” Le sugerí una palabra distinta al hambre. Dijo en una forma impersonal descriptiva “Es adorable”. Le pregunté si podía decirle: “Eres adorable”. Ella se revitalizó mientras lo miraba directamente y le decía con suavidad: “Eres adorable, eres precioso, te quiero”. El sentimiento materno se encendió en ella. Imaginen, si pueden, dos mujeres, una más joven y otra mayor, sentadas juntas en el suelo, inclinadas y tocando a una persona muy pequeña, con una intimidad creciente entre las tres, en presencia de un padre que observaba. ‘En los momentos de tranquilidad no hay línea divisoria entre lo interno y lo externo sino un montón de cosas separadas, el cielo visto por entre los árboles, algo relacionado con los ojos de madre, todo entrando y saliendo, deambulando alrededor’ (Winnicott, 1948).
Me veo en retrospectiva en mi encarnación como partera, en medio y entre ellos, haciendo renacer a esta personita en una contención simbólica de brazos y mentes. El infante estaba siendo bañado en un ritmo suave de sonidos vocales, tocado a la vez, contemplado y en contemplación simultáneamente, todo en ese momento presente. Esta es toda la experiencia completa que él necesitaba para encender la voluntad de desplegar su vida y sus ‘intenciones’. Mencioné las luchas que habían tenido, mientras la madre contaba cómo su madre lo había cuidado, y cómo a pesar de esto, ella lo quería. Con el bebé mirándole a los ojos, le dije “Él la está mirando ahora”. Estos momentos de encuentro de los ojos con otra persona cercana, pueden modificar el estado y el desarrollo del infante, amplificar fractalmente las formas relacionales que se auto-reproducen a través de todos los sistemas del self del infante. Luego la madre sugirió que ella estaba allí, “Para volverme una mejor mamá”. Ser mamá se estaba volviendo más real. De nuevo, dijo que él normalmente no hacía esto (mirarla). Mis palabras fueron “Él necesita beberse a su mami de a poquitos, ¿no es cierto? Hola”. El bebé produjo unos pequeños sonidos. Cuando él la miró y sintió la mirada de ella sobre él, en un momento de mutualidad, estiró las piernitas como si sintiera el contacto, el amor, permear su cuerpo. Momentos anteriormente caóticos y todavía estáticos se convirtieron en momentos organizados con ímpetu. En palabras de T. S. Eliot:
‘Pero sólo en el tiempo puede el momento en el jardín de rosas,
El momento en la pérgola bajo el azote de la lluvia,
El momento en que desciende el humo sobre la iglesia atravesada por corrientes de aire,
Ser recordados, envueltos en el pasado y el futuro.
Sólo con tiempo se conquista el tiempo’.[6]
CLIP DE DVD, SECUENCIA UNO
La segunda secuencia. El bebé de siete semanas.
“Muy encariñada con él”
Esta secuencia de la segunda sesión consteló al padre, a la madre y al bebé como en un conjunto de tres. Imaginen a la madre sentada en el suelo, alzando al bebé, mirándolo, sosteniéndolo con los brazos, con los ojos de él al nivel de su boca. Le sugerí al padre que se acercara, que viniera con su esposa para que “Él pueda tenerlos a los dos hablándoles”. El padre puso su cabeza junto a la de su esposa, acariciándola, su cabeza contra la de ella, los dos mirando intencionalmente la cara del niño. ¿Cómo es que no obtienen respuesta del bebé pero continúan con sus esfuerzos? ¿Qué ven ellos en él? Está rodeado de sus palabras, de su contacto, sintiendo las manos que lo sostienen en esa posición, a lo mejor periféricamente consciente de dos personas frente a él, que conmigo, hacemos un conjunto de cuatro. Su rostro parece de cera, con los ojos abiertos, pareciendo no ver. ¿Los estaba oyendo, los estaba viendo? ¿Por qué tenía la boca abierta? Parecía estar en un estado no asociado, des-encarnado. El padre lo llamó por el nombre dos veces, luego dijo “despierta, despierta”, admitiendo que su hijo estaba como si no hubiera despertado a la vida en el momento presente. El padre lo miró muy de cerca, comentó sobre sus pestañas, la madre dijo que eran las pestañas y las orejas del papá. El papá comentó jocosamente que su hijo tenía tan poco pelo como él. Exclamó “¡Mírale las mejillas!”.
Tales momentos de intimidad desarrollan corrientes de Eros dirigidas hacia el infante y activadas dentro de él, quien se forma en la mente de sus padres como su amado, su ser-querido. El éxtasis se vuelve movimiento. La madre pregunta por qué su bebé no estaba así de tranquilo en casa, donde a menudo gritaba, se desintegraba. La experiencia interna del niño debía ser de polos opuestos, un estado escindido de calma suspendida, y estados de gritería. El tema del amor de la madre retornó. Pregunté qué sentía el marido con su esposa enamorada de otro. “Bien, hasta ahora”, dijo él, “No me molesta estar de segundo”. La madre espontáneamente olisqueó al bebé con su nariz, besándolo, su boca en la de él, que parpadeó pero permaneció incomunicado. El marido dijo que el bebé se alteraba si él lo olisqueaba, lloraba si él lo besaba. Sugerí que ella era su mamá y él su papá, nombrándolos así por separado, con diferentes funciones y formas de relacionarse. La madre volvió a olisquear al niño en la cara. “Puede ser un poco más física con él, ¿puede?, sugerí. En ese momento, de repente el bebé abrió los ojos como platos, y pareció como si viera a su madre por primera vez. Pero, ¿éso fue lo que vio? Continúo haciéndome la pregunta. Los ojos parecían no mirar tanto a la mama sino más a un lado de ella. La boca de cada uno se abrió bastante al mismo tiempo, un momento de imitación, un ‘momento de encuentro’, un momento sorprendente de despertar a la alteridad. Tales momentos cambiantes configuran un nuevo espacio abierto para que la familia exista, una nueva experiencia del tiempo que ocurre mientras el nuevo estado se asimila, creando un nuevo equilibrio. El bebé comenzó a llorar; ya era suficiente. La madre lo puso en su regazo. En palabras de Eliot: ‘El género humano. No puede soportar tanta realidad’.
CLIP DE DVD SECUENCIA DOS
La tercera secuencia: el bebé de 9 semanas.
“Nunca lo había visto tan vocal”
Una secuencia tuvo lugar dos semanas después, en la cual el bebé vocalizó libremente, se vinculó con sus padres con un claro contacto visual. La madre, modelando y apoyándolo en cómo estar con ellos, le hablaba. Le dijo “Te gusta venir aquí, ¿no? Te gusta. Esperas que lleguen tus martes, ah sí. Si, si, si, tu esperas. Deseas que siempre pudieras estar así, ¿no?” El bebé respondía con “ajá”, que la madre le repetía de nuevo. Su aproximación a él se había vuelto más libre, como si ella comenzara a verlo como una persona separada, con su propia mente, un bebé deseoso de conocerla. La madre le dijo que iba a ser tan locuaz como un paciente niño que había en la sala de espera. Él expresaba sus pequeños pensamientos por doquier. Era como si él estuviera produciendo un cambio evolutivo. Alrededor de las ocho semanas, escribe Stern en algún lado, el self emergente, desde el nacimiento hasta los dos meses, cambia para formar un ‘núcleo del self’ que coexiste a través de toda la vida dentro de aspectos que emergen posteriormente de un Self subjetivo y un Self verbal. Señalé cómo la mirada del bebé se estaba centrando cada vez más, al mirar a la madre mientras ‘hablaba’. Ella espontáneamente le besó la mano, diciendo: “¿Te acabo de besar la mano?” Le aconsejé que se mostrara un poquito enamorada de su hijo. En broma le pregunté en voz alta qué sentía su esposo, estando ella enamorada de su hijo. Él respondió que ya se estaba acostumbrando porque temprano en la mañana, cuando ella entraba, el bebé sólo la miraba a ella e ignoraba al papá, que lo había cuidado toda la noche. La siguiente secuencia cambió a una interacción de tres. Pequeños diálogos de aquí para allá, y surgieron más ‘triálogos’ circulares como éste:
Bebé: Hola.
Madre: Hola, hola.
Madre: (al bebé) ¿Estás diciendo hola, estás diciendo hola?
Padre: Ha comenzado a hacer esto. Comienza a decirle algo y él se lo repite.
Terapeuta: ¡Oh, lo está haciendo!
Madre: (al bebé) Hola, hola, hola. Agúú.
Bebé: hace sonidos variados.
Madre: Normalmente no es así de vocal, no lo había visto así de vocal.
Terapeuta: Disfrútelo así, es encantador.
Madre: No en esta forma – no así de vocal, no así de vocal.
Padre: No es usual que él esté de tan buen humor en la tarde.
En contraste con la primera secuencia que vimos, este bebé se está volviendo una personita, guapo y atractivo, con su propio carácter y capacidad de acción. Las proto-conversaciones de aquí para allá, hablando por turnos, le permiten al bebé liberar su propia capacidad, generar una respuesta importante para su futuro. ‘Son la acción corporal y la reacción en la relación las que se internalizan para crear el inconsciente implícito, y por eso es que el grado en que sea facilite la capacidad de acción del niño por parte de quien lo cuida en las etapas más tempranas, es tan fundamental más adelante, en la experiencia psicológica de agenciamiento’ (Knox 2011). Era muy difícil para la madre sentir que su bebé pudiera desear mirarla y encontrarse con ella a través de la vista de los ojos y de la vista de la mente (Siegel 2010). También era difícil para ella sentir que en verdad él podía conversar con ella. Tal vez la seguridad del contexto y el andamiaje emocional, le permitieron a todo el sistema padres-infante-terapeuta relajarse, liberar la tensión, activar ‘patrones de intercambio emocional’ (Jacoby 1999). Los sonidos expresaban sentimientos e intenciones dirigidas a otros, experimentadas dentro del Self, más fluidos que las palabras fijas del futuro. Tales momentos de desintegración y reintegración son formas activas de organizar e integrar la experiencia. (Fordham 1988). Luego expresé: “Parece que te hubieras enamorado de tu mami”. El bebé vociferaba, con su turno de hablar que sugería reciprocidad. Le dije cuánto se había enamorado su mami de él, y él de su mami. Unos momentos de encarnación así, constituyen una reunión cualitativa de una integración de formación temprana de mente y de cuerpo, un sentimiento de totalidad. Los momentos tienen una calidad de movimiento, un tempo más rápido, unos ritmos más vivaces, junto con una direccionalidad que crea conexiones entre el infante, la madre, el padre. Después sugerí que el padre se acercara también al bebé, les ayudé a ambos a estrecharse mucho más, ahora con el apoyo de la madre. Comenzaron a formar un triángulo arquetípico, mamá, papá, bebé. Se manifestó que así como la madre no sabía cómo hablarle a su hijo, qué palabras decirle, ahora le pasaba lo mismo al padre. Le ayudé al padre a bajar la voz, que sonaba falsa y elevada, a vincular a su hijo vocalmente con su verdadera voz profunda, lo cual hizo. En esta ocasión la madre le ayudó a decir. “Dile”, le dijo, “lo que estás construyendo”. El padre habló de momentos en el futuro en que iba a hacer cosas juntos, modelando el uso de la imaginación, una base para la futura capacidad imaginativa del niño (Colman, 2006), la cual depende de una buena experiencia temprana. Le dijo a su hijo bromeando, que estaba construyendo el estadio Olímpico, que lo iba a llevar para que corriera por todas partes y viera jugar fútbol, y nadar y montar en bicicleta allí, “¡Lo único es que todavía no sabes montar en bicicleta!”. El surgimiento del humor, significando disfrute, es un posible organizador positivo del inconsciente no reprimido del infante.
CLIP DE DVD SECUENCIA TRES
Y así llegamos al final de esta presentación, colocando un límite en nuestras mentes alrededor del trabajo del infante y sus padres, para dejarlos y seguir adelante. Los momentos encarnados, cuando están imbuidos con valor veraz y estético, con el fuego de la vitalidad que calienta el alma, con la dulzura tangible que incluye la calidez de los momentos de disfrute compartido, están en el centro del análisis junguiano. Son experiencias de imaginación, miedo y amor (Gopnik, 2009), experimentados en momentos en que el cuerpo y la psique se sienten integrados y completos en los momentos presentes. Su naturaleza fractal, cuando las condiciones lo permiten, pueden replicar su forma y cualidades dentro de los ritmos y los tonos, las cadencias de los paisajes de toda una vida. Ocasionalmente, los momentos de encarnación tienen una cualidad numinosa ‘sentida como objetiva y por fuera del self’ (Otto, 1923, p. 11), esos momentos inefables revelan ‘en el vacío de una pintura china o en el Incarnatus del Credo en la Misa en B Menor de Bach, la secuencia débil, susurrante, prolongada, en la estructura de la fuga, desvaneciéndose pianísimo, en una cualidad de silencio’.
Termino como comencé, con palabras poéticas de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot:
‘Para la mayoría de nosotros sólo existe el momento
Desatendido, el momento fuera y dentro del tiempo,
El acceso de distracción que se pierde en un rayo de luz solar,
El invisible tomillo silvestre o los relámpagos de invierno
O la catarata o la música tan profundamente escuchada
Que no se escucha en absoluto,
Pero somos la música mientras dura la música’[7]
[1] Traducción de José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, México, 1989 En el original: ‘‘Time present and time past / Are both perhaps present in time future, / And time future contained in time past.”
[2] Aunque se ha traducido embodiment al español de diferentes maneras, la traducción más usual en el ámbito junguiano ha sido “encarnación”, que es como la utilizamos acá (N. del T.)
[3] Momento adecuado y oportuno (N. de T.)
[4] Traducción de José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, México, 1989 En el original: ‘Time past and time future / What might have been and what has been / Point to one end, which is always is present.’
[5] Exceso de vómitos en el embarazo (N. de T.)
[6] Traducción de José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, México, 1989 En el original: ‘But only in time can the moment in the rose garden / The moment in the arbour where the rain beat / The moment in the draughty church at smoke fall / Be remembered; involved with past and future. / The detail of the pattern is movement.’
[7] Traducción de José Emilio Pacheco, Fondo de Cultura Económica, México, 1989. En el original: ‘For most of us, there is only the unattended / Moment, the moment in and out of time, / The distraction fit, lost in a shaft of sunlight, / The wild thyme unseen, or the winter lightning / Or the waterfall, or music heard so deeply / That it is not heard at all, but you are the music / While the music lasts.’