Una política de diálogo – Vito Marino de Marinis

VITO MARINO DE MARINIS

Dialogo Italia

Vito Marino De Marinis es el presidente del Centro Italiano di Psicologia Analitica (Cipa), sociedad históricamente Junguiana, una asociación profesional que, entre otros propósitos, incluye el estudio, desarrollo y difusión de la psicología analítica, la formación de nuevos analistas a través de la capacitación que se lleva a cabo en la Escuela de Psicoterapia reconocida por el Estado; el mantenimiento de un alto nivel de formación científica y el desarrollo profesional de sus miembros, proporcionada por las iniciativas de aprendizaje permanente, conferencias nacionales, seminarios, publicación de revistas y libros. El siguiente es el aporte del autor al Panel plenario con otro expositor (Gianni Nagliero), que se presentó el 23 de agosto de 2013 en el XIX Congreso Internacional de Psicología Junguiana del 18 al 23 de agosto de 2013, en la ciudad de Copenhague, Dinamarca. Este documento corresponde a la traducción oficial de la IAAP al español, realizada por los miembros de ADEPAC Juan Carlos Alonso y Ana Rico de Alonso, y su publicación fue autorizada por el autor.

Un cuento de tres asociaciones

Mis breves consideraciones describen un cambio en la relación entre tres asociaciones italianas de psicoanálisis junguiano, que decidieron superar una dimensión de competencia, conflicto, sospecha o indiferencia. La Sociedad AIPA, cuyo nombre completo es Asociación Italiana de Psicología Analítica, fue fundada en Roma en 1962. CIPA significa Centro Italiano de Psicología Analítica y fue creada cuatro años después, en 1966. ARPA es el acrónimo de Asociación para la Investigación Psicológica Aplicada y fue establecida en 1987. Aipa, Cipa y Arpa han iniciado un proceso de diálogo y conocimiento recíproco.

El diálogo sin embargo, como sabemos, es inquietante. La hermandad y la solidaridad, necesarias para un verdadero encuentro, surgen junto con su sombra: la visión del otro como un rival.

El antiguo homo homini lupus [1] surge de sus conflictos y, como un espíritu de mercurio, crea malentendidos, miedo y sospecha. Sin embargo, si estamos anclados en los valores del mundo junguiano, la consciencia del mal no nos libera de perseguir lo que creemos que es bueno. A este respecto, las siguientes reflexiones tratan de describir el profundo significado de una elección, su urgencia o necesidad en el sentido que le daban los antiguos Griegos.

Un punto de partida ha sido escrito en este trabajo por Gianni Nagliero: «Quisiera hablar sobre un… sueño entre comillas… que las varias escuelas de diferentes asociaciones analíticas, más que confinarse dentro de estrictas barreras, se abrieran a otras asociaciones analíticas”.

Ese sueño ha comenzado a convertirse en una experiencia verdadera y compleja, de la cual surgen los siguientes comentarios.

La buena política

Esta experiencia pertenece claramente al campo de la política, que es el manejo o el gobierno de los bienes comunes, basado en propósitos estructurados y conscientes. Una política implica, primero que todo, una elección, una elección de una dirección específica.

Hoy la palabra política, al menos en Italia, se vuelto altamente negativa. Viene con un aura de interés personal y corrupción. Por lo tanto, queremos volver al significado clásico, dado en la Ética de Aristóteles: La política es la búsqueda de lo que debería ser bueno. Los valores morales de Aristóteles están en clara oposición al Maquiavelismo prestado que prevalece hoy, en el cual la dimensión ética a menudo se pierde no sólo en los medios sino también en los fines.

La política, por lo tanto, es primero una elección y luego una acción, acción que trata de transformar lo existente. La acción, en este caso, se orienta a la creación de un verdadero diálogo entre las asociaciones junguianas con la meta de lograr, en últimas, una nueva entidad, una confederación de asociaciones. Mi preocupación, sin embargo, no es sobre el aumento cuantitativo, que permita ser más y más influyente en relación con la comunidad. Mi preocupación es sobre el valor moral que se requiere para alcanzar la meta, la cual implica la idea de diálogo, solidaridad y comunidad. El ejercicio completo acercará nuestras asociaciones más a la idea del mundo en el que nos gustaría vivir.

Asociaciones Junguianas: comunidad versus proselitismo

No obstante, las asociaciones junguianas tienen una historia, un pasado que nos afecta y de la cual tenemos que tomar consciencia.

De acuerdo con Zipparri (2013), la primera asociación analítica junguiana que puede considerarse es el Instituto Jung de Zurich, cuya característica principal no fue la formación de nuevos analistas sino mantener una comunidad, un club de gente analizada que se reunió de nuevo, “para apoyarse en su desarrollo psicológico y espiritual”. En este contexto, la idea de comunidad predominaba y tenía en gran valor la calidad ética del grupo.

En las décadas siguientes, las asociaciones analíticas se han convertido en lugares de entrenamiento y se han hundido en la dimensión cuantitativa del proselitismo. Se han vuelto cada vez más grandes e influyentes “en la promoción del estudio y el desarrollo del pensamiento junguiano”, como textualmente reza en los estatutos de varias asociaciones.

La meta de volverse cada vez más grandes, más influyentes que nunca, ha prevalecido con frecuencia a costa de otra meta, esto es, de construir una comunidad que ayude y apoye al desarrollo y a la maduración individual.

El predominio de la obsesión por el crecimiento cuantitativo, ha producido a menudo individuos sufrientes que han intentado encontrar ‘comunidad’ en grupos más pequeños, en ocasiones de naturaleza endogámica,  cuando no escandalosamente incestuosa.  Estas contradicciones, junto con otras razones, han facilitado procesos de separación. De hecho, hoy en Italia hay cuatro asociaciones analíticas junguianas entre las cuales han predominado, como era de esperarse, proyecciones negativas. La CIPA nació de una separación de AIPA, la ARPA surgió de una división en la CIPA, y así sucesivamente.

La Sociología nos dice que para la política de los grandes números, el resultado es inevitable, casi ‘natural’. Yo pienso, sin embargo, que no es necesario someter nuestras mentes a tal ‘naturalidad’. No debiéramos aceptar pasivamente la destrucción de la humanidad que se produce cada vez que ocurren cismas o distanciamientos en los grupos.

Identidad y competencia

Claro que podemos continuar compitiendo, con base en intereses personales, sobre quién es más Junguiano o más post-Junguiano. Y podemos relacionarnos entre nosotros con miedo o desdén. O, podemos cerrarnos en la búsqueda de ilusiones o prejuicios sobre la pureza de nuestro universo simbólico particular. Y, podemos también cultivar, en pequeños grupos, culturas esotéricas y asumir, como verdades absolutas, simples hipótesis teóricas o “creencias provisionales”, como Jung las llamaba (Jung, 1935).

Al cultivar estos errores no solamente estamos participando sino volviéndonos prisioneros del espíritu de los tiempos. El mundo occidental se basa en la falsa creencia de que la competencia finalmente traerá bienestar para todos, incluso para los perdedores. Sin embargo, al acatar esta creencia, se construye un mundo que: “es inhóspito a la solidaridad humana y a la confianza y la cooperación amigable”. Es una cultura que nos estimula a sentirnos “rodeados de rivales, competidores en el juego infinito de hacer siempre las cosas mejor que otros” (Bauman, 2013).

Todo esto llevaría a atrincherarnos en las fronteras estrechas de nuestras escuelas y asociaciones, haciendo con ello que nuestro pensamiento se empobrezca y se vuelva más rígido. Esta es una respuesta negativa. Se opone a la ética básica de nuestra profesión que está fundada sobre la solidaridad y el diálogo, como veremos en unos pocos párrafos.

Seguridad en un contexto aterrador

Sin duda, vivimos hoy en día en una comunidad global asustada que, en lugar de abrirse, lleva, movida por el miedo, al colapso y a la clausura. Las jaulas nos encierran en un parroquialismo mezquino, en grupos rígidos que sostienen descubrimientos parciales presentados como verdades absolutas. De hecho, la era en la que vivimos ha visto la crisis de las grandes verdades y está expuesta a la globalización neoliberal en el campo económico. La cultura de nuestra era está asustada, aterrada, e incluso amenazada, por otras culturas que cada vez están más cerca. En esta situación, los individuos parecen organizarse alrededor de la necesidad de seguridad, teniendo como objetivo principal protegerse del miedo.

La seguridad se está convirtiendo en el aspecto clave en un mundo que ha perdido todas sus certezas. En efecto, las definiciones anexadas a nuestra época son: la era de la incertidumbre o la sociedad líquida. En nuestra era, parece que la contracción, causada por el miedo, produce el resurgimiento del racismo y del parroquialismo de mentes estrechas a nivel social.

Vemos las reflexiones de esta ‘era de incertidumbre’ en nuestro ambiente profesional: la angustia se acerca a nuestra esfera privada, de una forma egomaníaca. Nos confinamos en pequeños grupos que se cierran, confiando en teorías asumidas como la verdad absoluta y rechazando cualquier otro tipo de alteridad. O, vamos a la deriva de una presencia maníaca que rehúye los tiempos lentos y el silencio de la reflexión, necesarios para cualquier evolución interior.

Estamos buscando certezas y nos volvemos presa fácil del cientifismo que reaparece. Incluso en nuestro medio profesional, la lógica de la cantidad, hija de la cultura económica, parece rendirse a otros valores.

Los malos tiempos invitan a la resistencia

Al enfrentar una invasión como esta, creo que la tarea primordial y más importante por hacer, es constituir focos de resistencia para un mundo ético que está entrando en conflicto con el espíritu de los tiempos. Debemos considerar la solidaridad como uno de los cimientos de nuestra experiencia común. Es un valor primario, una de las posibles respuestas a la percepción generalizada de crisis. Una crisis que escapa a resoluciones duraderas, que parece ser una metáfora de la condición humana posmoderna. El nuestro es, de acuerdo con Levinas, un “tiempo sin promesas”.

La trascendencia ha abandonado al ser humano y al mundo. El futuro se vuelve agonizantemente incierto: vivimos el tiempo de la incertidumbre. Esta incertidumbre nos hace miedosos e indefensos. Pero si el miedo no predomina en nuestras mentes, si el sentido de indefensión no cae en amargura, podemos aceptar la crisis como una oportunidad, una oportunidad para la apertura, para nuevas posibilidades, para cambiar.  Ya sabemos que la acción no tiene garantía y esto se refleja en nuestra convicción teórica, y sobre todo, en nuestro trabajo analítico. El estado de incertidumbre y acción sin garantías, pueden producir ansiedad y desorientación en la mente, pero creo que también pueden aclarar la mente al encontrar al otro en su propia individualidad. Por lo tanto, pueden promover una mayor libertad general para pensar, aprender, vivir y cambiar.

Nos volvemos, al mismo tiempo, más vulnerables pero también mejor dirigidos hacia un encuentro individual con la realidad, que es nuestra única posibilidad y responsabilidad. Dado que el mito del progreso infinito e irreversible ya no existe, la condición humana debería ser tratada como una aventura incierta e impredecible.

Es suficiente pensar que el último período, con su unidimensional enfoque económico basado en la eficiencia como único valor, no cumplió lo que prometió, esto es, mayor felicidad y seguridad. Más aún, ha resultado ser una ilusión: no ha traído seguridad pero si corroyó la dimensión ética.

Es necesario, en este contexto, no dejar de ser sensibles y conservar la capacidad de indignarnos, recordando que la esfera de la ética es la base de nuestro trabajo y, por lo tanto, sentirnos llamados a asumir una mayor responsabilidad.

Los cimientos de nuestra profesión

A decir verdad, en la base de nuestra profesión hay respeto por el otro y por su alteridad, y hay compasión por su sufrimiento. El solo respeto y la compasión pueden abrir el diálogo. Aurigemma extrae de Jung esta definición de un buen terapeuta: “un individuo moral e intelectualmente bien estructurado, impulsado en sus acciones primordialmente por un sentimiento profundo de solidaridad humana” (Aurigemma, 2008).

Si el mito del progreso certero e inevitable ha colapsado y el futuro se vuelve incierto, no podemos sin embargo caer en la desconfianza y amargura de los tiempos presentes. Y si nos desprendemos de la contracción psíquica producida por el miedo, le podemos apostar al futuro (Morin, 2002). En un futuro así, puede lograrse una dimensión ética, específica de nuestro mundo y estrechamente vinculada con la idea de la solidaridad. El futuro, en este sentido, no es solamente el resultado determinista del presente sino que también es una apuesta vinculada a las metas por lograr. El futuro también puede hacerse, puede construirse.

Promesa y deseo

El puente hacia futuro, en realidad, puede lanzarse desde dos pilares: la promesa y el deseo.

La promesa luce como aquella que les hacemos (implícitamente)  a nuestros pacientes de ser confiables, que no vamos a morirnos, y que no vamos a enloquecer durante los meses o años requeridos para la terapia analítica. En esta promesa está basada la posibilidad de la confianza que el otro se puede permitir. Las promesas son también importantes en los encuentros con los otros en general, y específicamente entre asociaciones. A los otros les prometemos que la competencia no va a trascender la dimensión de la solidaridad y el respeto.

Somos los agentes del deseo, en la forma específica de crear un diálogo real y continuo entre las asociaciones Junguianas. El deseo puede producir aquellas acciones que aseguren que se cumplan los valores básicos de nuestra profesión. El deseo es tanto compromiso como desafío. Es una aventura incierta y compleja, no una ruta segura y predecible. La ‘senda del deseo’ se traza caminándola, como cualquiera que observa su movimiento en el mundo y el movimiento del mundo mismo.

El movimiento se necesita para continuar insistiendo en el diálogo a pesar de las volteretas y malentendidos, para seguir pensando, para mantenernos psicológicamente vivos.

Por supuesto que podemos encontrarnos narcisistamente, esperando tan solo reflejarnos en el espejo y caer fácilmente en el desprecio del otro. O podemos, a causa del miedo, atrincherarnos en grupos de miras estrechas. Pero podemos apostarle a un buen sentimiento, una fuerte actitud, quizás a la amistad.

Amistad entre asociaciones

Llegamos aquí a la amistad entre asociaciones. A lo mejor esto sea estirar un término lingüístico que describe en la actualidad un hecho que sucede entre individuos, en la intimidad cara a cara. Pero el concepto de amistad puede extenderse para incluir otros significados que amplían su valor.

De hecho, Hannah Arendt propone un significado diferente y más amplio, de amistad. La amistad no es privada sino pública y por lo tanto, política. Remite al concepto aristotélico de philia: “la amistad entre ciudadanos es una condición fundamental para el bienestar de la ciudad” (Arendt, 2006).

Para los antiguos griegos, la esencia de la amistad consistía en la conversación. Para Arendt, el mundo no es humano porque lo habiten seres humanos. Sólo a través del diálogo entre los hombres, las cosas del mundo se vuelven humanas: “Humanizamos lo que está sucediendo en el mundo y en nosotros, sólo con hablar y en esta conversación, aprendemos a volvernos humanos”.

Los griegos antiguos llamaban filantropía a esta humanidad. Se logra a través del diálogo de amistad, como se manifiesta en la disposición de compartir el mundo con otras personas.

Un poco de respeto

Si miramos de cerca el significado del término diálogo, en mi opinión, podemos aprehender la posibilidad inherente al respeto.

El principal componente de la amistad es el respeto. La amistad no es la explotación o la manipulación o la complicidad contra un tercero. La amistad se basa en la confianza y el respeto por cada uno, en su propia singularidad.

De acuerdo con De Monticelli (2003), el respeto es: “el sentimiento del valor del otro en razón de su singularidad y (más allá) del descubrimiento de cualquiera de sus características”.

El respeto se estructura liberando la mente de cualquier complejo, es profundamente justo, y en consecuencia, es la base del proceso de entendimiento del otro.

El respeto es una virtud que surge de la posibilidad de gobernar nuestras pasiones. Abrirse hacia el otro, en este caso hacia las demás asociaciones, puede significar, primero que todo, volverse vulnerable en adelante. Debemos estar preparados para aceptar riesgos al acercarnos al otro, al sentir la proximidad necesaria para un verdadero diálogo

¿Qué puede hacer una asociación Junguiana?

No es fácil. El diálogo puede ser perturbador. Pero el conectarse en un diálogo puede ser gratificante. Natoli (2002) observa: “los eventos recientes pero también la historia general están ahí para mostrar que cuando las sociedades carecen de virtudes, tienden en el largo plazo a separarse y quebrarse (…) O, sin embargo, se reducen a una condición en la cual no es agradable vivir”.

Nuestras pequeñas sociedades, nuestras asociaciones pueden degradarse a una condición en la que no es agradable vivir. Todos hemos experimentado esto. Nuestras asociaciones, no obstante, debido a las características de nuestro trabajo, tienen un valor esencial. Pueden facilitar o no nuestra capacidad de crecimiento interno y nuestra habilidad para ser verdaderos analistas.

Uno de los elementos sobre el cual basamos la confianza en lo que creemos o actuamos, es el sentido de pertenencia a una comunidad competente. La pertenencia es un vínculo complejo, dividida entre las dimensiones cognitivas y emocionales. Este vínculo necesariamente afecta nuestra confianza básica cuando estamos en el consultorio.

Por ejemplo, no es tan simple ni tan obvio mantener la confianza de que lo que hacemos hoy puede producir crecimiento y desarrollo, en tres o en diez años. Lo que hacemos hoy perdura con otros hechos que ocurrieron ayer, que quizás entendimos sólo de manera parcial, y los cuales estarán conformados por otros eventos que ocurrirán en las sesiones siguientes. Esta confianza puede ser apoyada, al menos en parte, por la idea de la existencia del grupo de nuestros colegas que comparten, por años, nuestra propia confianza.

Riesgos y oportunidades

Como he tratado de mostrar, el viaje en el que nuestras organizaciones se han embarcado, no es fácil. Sin embargo, es necesario. Los elementos que pueden crear problemas, los complejos de cada individuo como también el pasado, están siempre presentes. Pero, como sabemos, toda situación humana contiene el riesgo y la posibilidad de una solución que debemos dominar. O, al menos, tratar de dominar.

Para que florezca el deseo de la amistad se requiere un compromiso y una apuesta, emprender un camino incierto e impredecible. No obstante, sólo por esta vía podemos practicar la solidaridad. La solidaridad no nos interesa en su membrecía formal del diccionario de lo ‘políticamente correcto’, pero tiene gran valor cuando se convierte en acción, compromiso y esfuerzo compartido.

Comenzando con estas acciones de ‘diálogo encarnado’, la idea de comunidad se convierte en una experiencia concreta y una forma de vida. Por este camino nos volvemos vecinos, estamos el uno cerca del otro.

La proximidad es ciertamente, acercarse al otro sin sojuzgarlo en sus necesidades, no es crear un espejo narcisistamente orientado, sino activar la dimensión emocional que determina su reconocimiento como un ser similar, un compañero de viaje en la aventura de la vida.

En nuestro caso específico, la aventura comenzó hace más de cien años con el nacimiento de la Psicología Analítica. Es una aventura que se desenvuelve de generación en generación de analistas, y que cada uno de nosotros necesita vivir con entusiasmo y responsabilidad.

Bibliografía

Arendt, H. (2006). L’umanità in tempi bui. Milano: Raffaello Cortina.

Aurigemma, L. (2008). Il risveglio della coscienza. Torino: Bollati Boringhieri

Bauman, Z. (2013). «La ricchezza di pochi avvantaggia tutti». Falso!. Bari: Laterza. To be published in English as Does the Richness of the Few Benefit Us All?

De Monticelli, R. (2003). L’ordine del cuore. Milano: Garzanti.

Jung, C.G.(1935). Grundsatzliches zur praktischen Psychotherapie. (Ita. trans.1981) «Principi di psicoterapia pratica», In: Opere, vol. 16. Torino: Boringhieri.

Morin, E. (2002). Il metodo 5. L’identità umana. Milano: Raffaello Cortina.

Zipparri, I. (2013), paper presented to a Cipa conference in Roma, March 2013.

***

[1] El hombre es lobo para el hombre (N. de T.)

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.