CLAUDIA GREZ
Claudia Grez es Psicóloga, Magister en Psicología Clínica y Analista Junguiana de la IAAP (International Association for Analytical Psychology), Docente y supervisora universitaria. Correo: claudiagrezvillegas@gmail.com. Este documento fue tomado de la Revista Encuentros, No. 4, 2012, págs. 6-14, con autorización de los editores. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.
Un homenaje a James Hillman y sus aportes luego de su muerte
Resumen
¿Es Hillman Jungiano? Se describen algunas centrales de la psicología arquetipo-imaginal de Hillman, la aproximación a la psicopatología y algunas de sus implicaciones para la psicoterapia. Se destacan el protagonismo de las imágenes arquetipales, se explica el nuevo entendimiento de la patología y de la función del Yo. Se contrastan algunas nociones de Jung y se ofrecen reflexiones en torno al valor de la ideas de Hillman.
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Introducción
“Del mismo modo que mi alma, mi constitución psicológica, es diferente de la de Freud y de la de Jung, mi psicología será también diferente de la suya…De la misma forma que Jung nos muestra una manera de entrar en ese tipo de psicología, quedarse sólo con ese pensamiento es ser un junguiano, y eso, como él mismo dijo, sólo es posible para Jung”.
James Hillman, 1999. Re-imaginar la psicología
Al hacer una reflexión sobre psicopatología, desde la perspectiva de la psicología analítica junguiana, se agudizó en mí el interés por profundizar la forma de abordar este tema que tiene James Hillman. Es por ello que este trabajo lo mueve esa motivación: ahondar, hasta donde el lenguaje mítico poético que utiliza el autor, lo permita.
¿Es Hillman “junguiano”?, ¿Donde está Jung en las ideas de este autor? Estas preguntas surgen espontáneas al leer una y otra vez la obra de Hillman, quien irrumpe, con una nueva mirada, que desordenando el incipiente entendimiento de la psicología analítica junguiana.
Leer a Hillman es una experiencia envolvente y muchas veces atrapadora, que llena de preguntas sin asomo de respuestas. Es por eso que el presente trabajo se llevará a cabo en una especie de vínculo con lo que Jung plantea y tratando de seguir su pensamiento con ese hilo conductor.
¿Realmente necesitamos de una mirada distinta de la psicopatología como la que ofrece Hillman? ¿Qué ofrece al ejercicio de la clínica este autor? ¿Se podría plantear un análisis hillmaniano?.
Mi interés es tan sólo intentar mirar desde Hillman la psicopatología, con su mundo de dioses y mitos, para rescatar desde ahí la posibilidad de mirar de forma más amplia a quienes nos confían su salud psíquica enferma, para ser sanada.
Hillman y la escuela arquetipal: hacia una psicología imaginal.
La escuela “arquetipal” fue fundada por Hillman y un grupo de junguianos de Zurich a finales de los años sesenta. “Surgió como reacción frente a lo que estos analistas consideraban en Jung presupuestos metafísicos sin justificación y una aplicación complaciente y mecánica de los principios junguianos.”i (Adams, 1999).
La psicología arquetipal es una psicología posjunguiana, una elaboración crítica de la teoría y práctica junguianas posteriores a Jung.
La escuela arquetipal rechaza el sustantivo “arquetipo”, pero conserva el adjetivo “arquetípico”. Para Hillman resulta insostenible la distinción entre arquetipos e imágenes arquetípicas, que Jung sí hacía. En su opinión, a nivel psíquico solo es posible encontrar imágenes, es decir, fenómenos.
De acuerdo a Adams, Hillman es un fenomenólogo, imaginero: toma a la cosa por lo que es y le permite manifestarse, por lo tanto su psicología debería llamarse psicología imaginal o fenomenológica y no arquetípica ya que induce a confusión con las ideas de Jung sobre los arquetipos.
La psicología imaginal de Hillman considera que las imágenes no son reductibles en ningún sentido a objetos de la realidad externa. Según Patricia Berry: “cuando se trata de la imaginación, toda pregunta sobre su referencia objetiva resulta irrelevante. Lo imaginal es bien real a su manera, pero nunca porque se corresponda con algo externo. Para los psicólogos imaginales, la discrepancia entre imagen y objeto es sencillamente un hecho inevitable de la existencia humana,”ii (Adams, 1999).
Con estas ideas iniciales se puede comenzar a pensar a Hillman, un imaginero, que hace psicología imaginal. Él mismo da algunas claves en el primer capítulo, llamado sugerentemente Para empezar…, de su libro Re-Imaginar la Psicología. “Mi trabajo se encamina hacia una psicología del alma basada en una psicología de la imagen. Estoy sugiriendo una base poética de la mente y una psicología que no arranca de la fisiología del cerebro, ni de la estructura del lenguaje, ni de la organización de la sociedad, ni del análisis de la conducta, sino de los procesos de la imaginación”iii (Hillman, 1999). ¿De donde arranca la psicología imaginal de Hillman, entonces? Del mismísimo
Jung, según él lo expresa.
James Hillman: su propuesta.
Según el autor, la obra de Jung, al igual que su vida, se enmarca en la tradición de la psicología imaginativa al considerar a las imágenes de la fantasía, presentes de manera inconsciente en la conciencia, como los datos primordiales de la psique. “Las imágenes de la fantasía son a la vez la materia prima y el producto acabado de la psique, y constituyen una privilegiada vía de acceso al conocimiento del alma… son los datos básicos de la vida psíquica, que se generan de manera espontánea, que son imaginativas y completas, y que, y que se organizan en modelos arquetípicos.”iv (Hillman, 1999).
Fue Jung quien incorporó la idea de lo arquetípico como un elemento primordial en la estructura de la psique y fundamentales para entender la psicopatología. Hillman toma esto en su esencia al señalar que “Arquetípico significa básicamente humano”v (Hillman,1999). Los arquetipos estarían presentes en lo más profundo del funcionamiento psíquico como las raíces del alma que condicionan nuestra visión de nosotros mismos y del mundo, dirá Hillman. Su numinosidad, el efecto posesivo emocional, el deslumbramiento de la conciencia frente a su presencia impide definirlo y lleva a plantearse frente a ellos como frente a los dioses, con temor y reverencia. “Cualquier forma de hablar de los arquetipos es siempre una traducción de una metáfora a otra”.vi (Hillman, 1999).
La perspectiva que plantea Hillman es la de una psicología profunda, no puede no serlo si hablamos del alma, poblada por dioses, en esencia politeísta, ya que así es la realidad del alma. Las diversas caras que tiene la naturaleza humana requerirá de un espectro lo más amplio posible de miradas. “Si una psicología quiere representar fielmente la diversidad real del alma, no puede dar por sentada desde el principio, insistiendo en ella con prejuicio monoteísta, la unidad de la personalidad” vii (Hillman, 1999).
¿Qué rol cumple el ego en esta propuesta de Hillman? Pareciera que éste es uno de los puntos que más controversia provoca al interior de los postjunguianos. Hillman critica directamente a quienes mantienen con vida una psicología analítica que tiene como centro “la anacrónica noción del desarrollo del Yo”. De un Yo que hace hincapié en la cabeza, la voluntad y la razón. No estarían prestándole oídos adecuados a los postulados de Jung quien “le otorga una especial importancia a la conciencia imaginal- sueños, visiones, fantasías- y a un estilo de vida (la vida simbólica) en el cual el yo vive y se conduce fundamentalmente en función de esta conciencia imaginal”viii (Hillman, 2000). El yo imaginal en oposición al Yo de la voluntad y la razón, es discontinuo, se mueve en forma circular, está guiado tanto por el presente sincrónico como por el pasado causal. Esta visión del yo imaginal sería más completa y más acorde a la psicología de Jung de su último tiempo que fue cada vez menos “analítica” y más “arquetípica”.
Hillman enfatiza con fuerza su postura: “El Yo de la psicología analítica no se adapta lo suficiente a la realidad arquetípica. Jung nos hizo presente esta nueva realidad y nosotros no hacemos justicia a los arquetipos de la memoria con ese concepto decimonónico. Una psicología “analítica” ofrece el análisis de la memoria, pero Jung nos alentó a continuar soñando el mito.”ix (Hillman, 2000). El mito se yergue aquí como el eje para la nueva mirada de la psicopatología. Si concebimos al yo imaginal como partícipe de esta aventura mítica, nuestra mirada no puede sino cambiar.
Mitos, dioses y arquetipos: una nueva mirada a la psicopatología
Hillman hace una propuesta en extremo audaz para acercarse a la psicopatología, propone introducir un neologismo: “patologizar” con el cual designa la capacidad autónoma de la psique para crear enfermedades, morbosidad, desorden, anormalidad y sufrimiento y para vivir la vida desde esta perspectiva. Invita a alejarse del dominio histórico y la dependencia de los criterios de la medicina fisiológica y la religión espiritual, no reniega de ellas, de su aporte al ser humano sino que invita a mirar desde los ojos de la psicología profunda a la psicopatología tal cual es. “Si fuéramos capaces de descubrir su necesidad psicológica, patologizar ya no sería erróneo o acertado, sino simplemente necesario, pues implicaría una serie de propósitos que hemos percibido mal y una serie de valores que deben presentarse necesariamente de manera distorsionada”.x (Hillman, 1999).
Al igual que con el yo imaginal de Jung, Hillman va al rescate de las estructuras arquetípicas del mundo imaginal con que Jung abrió el camino hacia una nueva psicopatología. Rinde homenaje así al pionero que introdujo el mundo arquetipal a la comprensión de la psique.
El punto de partida de Jung para el estudio y comprensión de la psicopatología fue el descubrimiento de los complejos a través del experimento de asociación de palabras. La teoría de los complejos fue la primera contribución importante de Jung a la comprensión de la psique. Los hallazgos de los experimentos convencieron a Jung de la existencia indudable de entidades psíquicas fuera del campo de la conciencia, que son como satélites en relación a la conciencia del yo y que causarían perturbaciones sorprendentes y a veces perturbadoras. “Son esos duendecillos traviesos o esos demonios internos que pueden tomar por sorpresa a un individuo.”xi (Stein, 2004). A estos demonios Jung los llamó “complejos”. Esta idea se vio enriquecida en la obra de Jung al señalar éste que todo complejo contiene un componente arquetípico que se vive y padece en la vida cotidiana a través de la experiencia de los complejos.
El complejo sería creado por un trauma pero con anterioridad al trauma, “la pieza arquetípica existe como imagen y fuerza que motiva pero no posee las cualidades perturbadoras y causantes de angustia que tiene el complejo”.xii (Stein, 2004). Stein destaca la importancia fundamental en la obra de Jung la teoría de los arquetipos, concordando con Hillman de que representan el fundamento de la concepción de psique de Jung. Es así que Hillman propone llevar hasta el final las implicaciones que se derivan de este pensamiento e investigar con precisión las constelaciones arquetípicas y sus efectos para comprender la psicopatología. En toda configuración arquetípica, debe incluirse una parte dedicada a la patografía, “la patología de la psique es una parte integrante y necesaria de la psicología, porque sufrir el arquetipo a través de nuestros complejos es una parte integrante y necesaria de la vida psíquica”. xiii (Hillman, 2000).
Una nueva psicopatología, ahora como integrante de la psicología y no como la gran sombra de ella es la base de la propuesta del autor. ¿Y qué resulta de ello?, la convicción de seguir a Jung en la sugerencia de que la psicopatología podía basarse completamente en la mitología y que la mitología misma podía convertirse en una nueva psicopatología.
Pero, ¿qué significa mirar la psicopatología desde el mito? Tal vez lo más esclarecedor sería, como lo propone Hillman, reimaginar la psicopatología, examinar el comportamiento con una mirada mítica, escuchando al síntoma o a la enfermedad como si fuera un relato, un cuento, una historia. La mitología, la historia de los dioses suministrarían los modelos básicos para realizar los relatos de nuestras vidas. “Los dioses, como los sufrimientos del alma, se entremezclan unos con otros. La mitología clásica nos hace desistir de nuestra fijación por encasillar cada dificultad, por dar a cada dificultad un nombre y a cada nombre un pronóstico”.xiv (Hillman, 2000). Nos permite entrar en la fantasía del mito con su mismo lenguaje de imágenes donde la psicopatología se expresa en el lenguaje de la psique, sin requerir interpretación. Las narraciones mismas del mito, de la historia del paciente, tienen su propio aspecto psicopatológico.
Considerar la mitología desde la perspectiva de la psicopatología permite que los momentos de angustia, de dolor, de posesión, esos extraordinarios acontecimientos imaginales no humanos de la mitología puedan ser iluminados de un modo nuevo a través de las experiencias de cada uno. Dice Hillman “nuestro dolor deviene vía para adquirir un conocimiento profundo de la mitología. Son nuestras aflicciones las que nos permiten adentrarnos en el mito. Las fantasías que emergen de nuestros complejos se convierten en la puerta de acceso a la mitología.xv (Hillman, 2000).
El resultado de esta aproximación es el surgimiento del método de la fantasía que nos permite acercarnos a los mitos y a sus protagonistas, los dioses, en una actitud total y genuinamente psicológica para que sea revelado que los dioses no son historias del pasado sino que viven todavía, que hablan a través de nuestra fantasía y aflicciones y que se muestran a través de la dinámica de la imaginación. Todo esto actúa terapéuticamente al generar nuevo conocimiento. “Entrando dentro del núcleo arquetípico divino de los complejos, podemos ser curados de lo que nos aflige por lo que nos aflige. El problema queda así redimido por su propia fantasía, ya que la fantasía hace transparente el núcleo arquetípico del complejo.”xvi (Hillman, 2000).
La mención expresa de Hillman del “efecto terapéutico” de este método de aproximación abre la inquietud sobre cómo se lleva a cabo este proceso que es sin un Yo que coordine a nivel conciente: un análisis sin Yo, eso se desprende de lo planteado. ¿Con qué lenguaje accedemos a ese mundo inconsciente para luego dar cuenta de él? Probablemente con las imágenes, con las cuales el yo imaginal tiene una sintonía perfecta.
Se necesita un nuevo lenguaje para una psicopatología reimaginada. Hillman no desprecia el aporte que tienen y han tenido para explicar, comprender y análisis la psique y los aspectos patológicos de ella. Valora el interés por observar y describir los fenómenos. Lo que sí critica es el literalismo con que la psicología se ha relacionado con determinadas términos o nombres para denominar las cosas de la psique que alejan a la psicología del alma.
No se necesitaría un nuevo lenguaje explicativo sino algo como un lenguaje intuitivo, los nomina, dirá Hillman, deberían pasar a ser objeto de nuevas intuiciones. “Alejándonos de la posición de la conciencia, llegamos a un nominalismo radical y podemos empezar a adentrarnos intuitivamente en el viejo lenguaje diagnóstico pertrechados con una visión imaginativa”.xvii (Hillman, 2000). Intuición e imaginación, ambas necesidades de expresión de la fuerza arquetípica son las que propone Hillman en esta nueva aproximación que, quitándole el nombre de patológico podrían ser la expresión de un aspecto del alma que presiona por ser considerada. Ni la voluntad ni la razón, funciones del Yo racional de la conciencia, pueden producir intuiciones e imágenes, ellas vienen desde un fondo que sólo el yo imaginal puede reflejar y, así transformar la fantasía en imaginación.
Reimaginar la psicopatología permite recrear, dar un nuevo aire a los términos antiguos recuperando de ellos su sustancia arquetípica. Todos los nombres dados a la sicopatología pertenecerían desde esta mirada, a la “naturaleza tortuosa” de la psique, a la complejidad propia de la vida psíquica. “La distorsión psicopatológica es la condición primaria inherente a nuestra complejidad, es la trenzada corona de espinas, y también la guirnalda de laurel, …como dijo Jung, los complejos son la vida en sí misma; librarse de los complejos equivale a librarse de la vida.”xviii (Hillman, 2000). Acercarse, a la psicopatología, con sus dioses y mitos equivaldría, entonces a acercarnos a la vida.
Reflexiones finales
La experiencia
Inicié este trabajo hace muchos meses atrás, cautivada por algunas lecturas del autor. Supe desde el comienzo que este sería el tema y la motivación me hacía anticipar que su realización sería en un plazo prudente. Motivación, plazo, prudencia, parecen no ser términos adecuados para acercarse a Hillman y por ende, como si los dioses me hubiesen abandonado comenzaron a pasar los meses. De cuando en cuando tomaba lo realizado para continuarlo y una sensación de desagrado y rechazo se apoderaba de mí. Tan intensa como mi motivación fue el rechazo posterior frente a Hillman. La decisión no se dejó esperar, desde mi ego o Yo racional para seguir a Hillman se impuso el cumplimiento de las exigencias y comencé otro trabajo para ser entregado en el plazo correspondiente. Pero Hillman se quedó, por cualquier camino que direccionaba el trabajo llegaba a Hillman, si todos los caminos conducen a Hillman, habrá que ir hacia allá, concluí. Tuvieron que pasaron varios meses más para re-encantarme con la idea de emprender este desafío que tuvo un nuevo motor en la lectura del libro “El sueño y el inframundo”, una suerte de viaje al interior que desafiaba sin pudor la vía regia del trabajo con sueños realizado por Jung y los junguianos. El lenguaje enfático y el reconocimiento de su inclinación por lo radical y escandalosamente nuevo, abrió de nuevo el apetito por conocerlo. Señala Hillman, “he llegado a creer que todo el procedimiento de interpretación de sueños dirigido a incrementar la conciencia acerca de la vida es algo radicalmente erróneo. Y digo erróneo en todo su sentido; perjudicial, retorcido, engañoso, inadecuado, equivocado y exegéticamente insultante hacia el material sobre el que se trabaja, es decir, los sueños.”xix (Hillman, 2004).
Por primera vez se hace presente la pregunta ¿es Hillman junguiano? Y otra ¿cuándo y cómo se alejó de Jung tan evidentemente como aparece en relación a los sueños? Y muchas más. Atracción envolvente – agobio, confusión y rechazo es la polaridad que despierta en mí Hillman.
En el polo de la atracción se despierta una convicción intuitiva de que lo que describe es tan real y cercano que podría hasta palparlo en mí y en mis pacientes, en muchas “historias clínicas” de pacientes realizadas en estos años de trabajo. El pathos de mis pacientes se me hace tan cercano que parece inundarme. Recuerdo en esos instantes lo que dice Thomas Moore en su libro “El Cuidado del Alma”, que representó mi primer acercamiento a Hillman hace ya varios años, “Un tratamiento poético y sensible de las imágenes apoya la intuición, que se relaciona con la emoción y la conducta de un modo mucho más directo que una interpretación racional.”xx (Moore, 1994). La poética de la enfermedad, del dolor, del sufrimiento, acercándose a ella para permitir una vivencia armónica. Un desafío imposible para la conciencia, con el Yo como centro.
En el polo del agobio y el rechazo, la necesidad de orden, de estructura, de claridad conceptual que defina qué es qué, me hace mirar a Hillman como un charlatán, un embaucador, un vendedor inescrupuloso de ideas imposibles que no termino de entender. Cada vez que creo saber o descubrir un hilo conductor, al paso siguiente me encuentro con algo que me desvía. Entender a Hillman resulta imposible, a Hillman no se le entiende, se le experiencia y es por eso que en estas reflexiones he querido narrar mi experiencia de amor y odio con el mito de Hillman.
La pregunta
¿Necesitamos los clínicos una nueva mirada de la psicopatología? ¿Necesitamos la de Hillman? Pienso inicialmente en Jung y sus aportes, ¿se necesitaban?, sin duda diría que sí, con firmeza y convicción, él desentrañó misterios del inconsciente donde Freud no pudo llegar y hoy nos parece como si siempre hubiésemos creído en una realidad psíquica como la que él plantea, toda llena de imágenes arquetípicas.
Así como Jung vio en la represión la piedra de tope que Freud no pudo sortear, Hillman ve en la compensación el límite que se le impuso a Jung para no llegar hasta donde él está llegando, un yo imaginal que no requiere equilibrar ni compensar ni interpretar ni explicar. Lo imaginal se impone sobre lo compensatorio como proceso básico del funcionamiento psíquico. Una gran diferencia que Hillman plantea más bien como una gran amplificación de lo insinuado por Jung.
Este es un tema central al momento de abordar lo que podrían ser las diferencias en el abordaje del trabajo clínico entre Jung y Hillman. Para el primero el objetivo del análisis es la Individuación entendida como “llegar a ser un individuo y, en cuanto por individualidad entendemos nuestra particularidad más interna, última e incomparable, llegar a ser uno Mismo”xxi(Jung, 2003). Sería propiciar, favorecer un proceso al cual, naturalmente, estamos llamados por el hecho de ser humanos. Según lo describe Stein el mecanismo psicológico mediante el cual acontece la individuación es lo que Jung llamó “compensación” que ocurre en forma espontánea en los sueños, aquí estaría la raíz de la importancia del análisis de los sueños en el análisis junguiano: equilibrar el psiquismo a través de la compensación de lo conciente, con el ego como centro, por lo inconsciente, expresado en los sueños.
Hillman aboga por un yo que descienda a las profundidades imaginales y ahí se quede, para cobrar vida como alma. “En este sentido, el objetivo del análisis no sería la individuación, sino la animación” (Adams, 1999).xxii Y ésta se realizaría a través del trabajo con los sueños donde se refleja todo un mundo de “esencias” más que un “subsuelo de raíces y semillas”. La propuesta es acercarnos al sueño tomándolo tal cual es, como una realidad en sí no como una representación de algo que está por nacer. Serían figuras de la Sombra que cumplen roles arquetípicos.
Si la pregunta o una de ellas era sobre un análisis hillmaniano, algo de respuesta se obtiene en sus planteamientos sobre los sueños. En sus palabras él señala “Una psicoterapia que refleje estas profundidades no puede, por lo tanto, intentar lograr una individualidad indivisa o promover una identidad personal basada en una totalidad unificada. En cambio, el énfasis psicoterapéutico recaerá en los efectos desintegrativos del sueño, los cuales nos confrontan con nuestra des- integridad moral, nuestra psicopática falta de control central sobre nosotros mismos. Los sueños nos enseñan a ser plurales, y que cada una de las formas que ahí figuran son “el hombre en su totalidad”, sus plenos potenciales de conducta. Sólo desintegrándonos en las múltiples figuras, nuestra conciencia se amplía lo suficiente para abrazar y contener sus potenciales psicopáticos.” xxiii (Hillman, 2004).
Hay algo tentador y a la vez inabarcable en esta propuesta, tal vez por eso misma atractiva. Sumergirnos en un mundo sin ego y por ende sin patología en relación a él, es quedar a merced de los dioses y sus reglas o ausencia de ellas, en el trabajo y en la vida. Quizás es lo que en definitiva hacemos día a día con nuestros pacientes y Hillman se atrevió a ponerlo en el papel. Si es así, es claro que su aporte al pensar clínico y a su expresión en el trabajo es muy valioso y el leerlo bien valió el esfuerzo.
Bibliografía
Hillman, James (1999). Re-imaginar la Psicología. Madrid: Siruela. Hillman ,James (2000). El Mito del Análisis. Madrid: Siruela.
Hillman, James (2004). El sueño y el inframundo. Barcelona: Paidós.
Jung, C.G (2003). Recuerdos, sueños, pensamientos. Barcelona: Seix Barral.
Moore, Thomas (1994). El Cuidado del Alma. Barcelona: Urano.
Stein, Murray (2004). El Mapa del Alma según Jung. Barcelona: Luciérnaga.
Young- Eisendrath, Polly y Dawson, Terence (1999). Introducción a Jung. España: Cambridge University Press.
Referencias Bibliográficas
i. Adams M. En Young-Eisendrath, “Introducción a Jung” p. 163.
ii. Ibid p. 165.
iii. Hillman, Reimaginar la Psicología, p 42.
iv. Ibid p. 40.
v. Ibid p. 46.
vi. Ibid p. 44.
vii. Ibid p. 46.
viii. Hillman, J. El mito del análisis, p. 208.
ix. Ibid p. 213.
x. Hillman, Reimaginar la Psicología, p 149.
xi. Stein, M. El mapa del alma según Jung, p.63.
xii. Ibid p. 81.
xiii. Hillman, J. El mito del análisis, p. 217.
xiv. Ibid p. 220.
xv. Ibid p. 223.
xvi. Ibid p. 224.
xvii. Ibid p. 230.
xviii. Ibid p. 227.
xix. Hillman, J. El sueño y el inframundo, pp. 13-14.
xx. Moore, T. El cuidado del alma, p.214.
xxi. Jung, C. G. Recuerdos, sueños, pensamientos, p. 478.
xxii. Adams M. En Young-Eisendrath, “Introducción a Jung” p. 177.
xxiii. Hillman, J. El sueño y el inframundo, p. 68.
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