INÉS DE LA OSSA IZQUIERDO
Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Maestría en Educación en la Universidad Federal del Río Grande del Sur (UFRGS) Porto Alegre, Brasil. Maestría en Women´s Spirituality en el Instituto de Psicología Transpersonal de Palo Alto, California, Estados Unidos. Internado en Psicología Clínica de Orientación Junguiana en el Instituto Jung de San Francisco, California, Estados Unidos. Formación de primer y segundo año como candidata a analista en el Instituto Jung de San Francisco, California, Estados Unidos. Candidata a Analista (Router) de la IAAP (International Association for Analytical Psychology) desde 2009. Psicoterapeuta: atención clínica privada. La siguiente fue su ponencia en el Congreso de «Familia, escuela y sociedad: Integrando la vida», Panamá, 2006. E-mail: idelaoss@hotmail.com
“Sólo si suficientes individuos se comprometieran a la búsqueda de cada uno de ellos en pos de su verdad interna, el mundo podría evitar el desastre. La historia interna, aunque sea similar en esencia para todos, siempre es singular y única en cada ser humano, ya que nunca antes ha sido vivida y nunca se repetirá.”
(C.G. Jung, últimas cartas)
Reflexionar acerca de la vida nos coloca en el plano de la trascendencia; integrar la vida implica al mismo tiempo integrar la muerte. Tanto la vida como la muerte son dos realidades del orden del misterio, del enigma, de lo que el ser humano siempre se ha preguntado y se preguntará, y tan solo corresponde a cada quien construirlo en el camino de la vida, generando sentido, con la certeza que estas preguntas siempre quedarán abiertas y tendrán multiplicidad de significaciones.
La invitación es a que cada uno realice su propia travesía y construya y resignifique sus propios sentidos tanto de la vida como de la muerte. Es vivir la vida ampliando la conciencia de quiénes somos, es vivir la vida haciéndonos cargo de ella, es vivir la vida intentando acoger todas las facetas que nos constituyen: las conocidas y las no conocidas, las aceptadas y las rechazadas, las internas y las externas.
La “travesía de la vida” es la metáfora del proceso de individuación (1), que hace referencia, por un lado al equilibrio y armonización de la psique, y por el otro a la búsqueda de realización del propio ser desde el contexto y significación social e histórica. En otras palabras, es el proceso de desenvolvimiento y auto desarrollo en el cual el individuo integra diferentes facetas de su psiquismo para convertirse en sí mismo, a partir de los contextos socioculturales e históricos que le anteceden y en los cuales está inmerso.
La individuación se prolonga durante toda la vida. Su propósito intrínseco es alcanzar la autorrealización más completa del sí mismo en la psique y en el mundo. Es el proceso por el que se produce un individuo psicológico: una unidad independiente e indivisible, un todo. Este proceso tiene dos grandes fases: la de la expansión en la primera mitad de la vida y la de la introversión en la segunda.
Tenemos en principio dos grandes opciones: dejar que el desarrollo evolutivo y las circunstancias externas halen este proceso sin pretender buscar una verdadera integración; pero también podemos optar por hacernos cargo del mismo, en una actitud proactiva de buscar tiempos, espacios y condiciones para de manera consciente y decidida internarnos en busca de nuestras verdades y sentidos internos.
En la segunda opción, es decir, cuando decidimos tener un papel activo en nuestro proceso de individuación, nos vamos a encontrar con muchas facetas y realidades propias, algunas conocidas, otras desconocidas, algunas aceptadas, otras rechazadas por nosotros mismos, lo que nos remite a una actitud y postura de des-cubrirnos.
Descubrir en una doble significación, por un lado retirar elementos físicos, emocionales, mentales, simbólicos, con los cuales nos hemos cubierto para protegernos de depararnos con nuestras realidades profundas y desconocidas. Por el otro, realizar nuevos hallazgos acerca de nuestra condición de seres humanos, de nuestra historia, nuestras heridas, nuestras tristezas y alegrías, de nuestros éxitos y fracasos, del sentido de nuestra vida y de nuestra muerte.
Esto nos lleva a plantear quiénes somos, o en otras palabras, sobre qué antropología estamos basándonos. Nuestra propuesta antropológica parte de una ontología dimensional (2), es decir, que indaga la dinámica interna que liga las dimensiones que la integran, y concretamente nos referimos a la corporeidad, el psiquismo y el espíritu, ancladas culturalmente y atravesadas intersubjetivamente ya que somos seres en relación. El ser humano va más allá de las dimensiones que lo integran y las trasciende. Y esto nos lleva al terreno de la complejidad y del misterio.
Nuestra corporeidad o encarnación es un enigma, en tanto que nos remite al misterio de la existencia, como vida y como muerte, en donde subyacen preguntas como ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿cómo nos originamos?, ¿qué pasa después de la muerte?
Corporeidad (3) significa el cuerpo como vivencia subjetiva, como experiencia, como lo concretamente vivido. Corporeidad en el sentido de misterio más que de problema. Cuerpo propio o vivido como la zona media entre lo físico y lo espiritual. Desde esta manera de concebir el cuerpo surgen los siguientes planteamientos:
Superación de la escisión entre lo intelectual y lo vital.
El comportamiento del ser humano es inseparable de su situación.
Nuestra existencia es encarnada (ser-en-el-mundo) y espacializada (condición para que se realice la existencia).
La instrumentabilidad del cuerpo: cuerpo no como instrumento sino como instrumentista, es decir, en lugar de poseerlo y controlarlo, él me habla, me da elementos para conocerme y ver lo que no he visto de mí.
La diferenciación entre cuerpo objetivo, objeto y cuerpo subjetivo, sujeto.
El psiquismo entendido desde la metapsicología junguiana como categoría general de lo psicológico, es decir, los hechos que tienen lugar dentro del ser humano. Desde allí, encontramos tres estratos: en la superficie está la conciencia, debajo el inconsciente personal y en la base el inconsciente colectivo.
Basándonos en Progoff (4), la conciencia como estrato superior es el más delgado y frágil de todos. Contiene las actitudes con que el individuo hace frente al ambiente externo inmediato. Es el punto de partida de la lógica y racionalidad. Implica la orientación básica con que el sujeto desempeña su papel en la sociedad. El inconsciente personal abarca contenidos psíquicos que han sido reprimidos por la conciencia, impulsos y deseos que aun no han entrado en la conciencia, elementos característicos que se encuentran en cada individuo. Es el estrato más o menos superficial de lo inconsciente. Es el terreno de los complejos. El inconsciente colectivo es el estrato más grande y profundo de la psique. Es la fuente de los elementos que llegan a la conciencia y el punto de contacto entre el individuo y las fuerzas de la vida superiores al individuo. La potencialidad de la personalidad individual está ligada a los efectos de los procesos históricos. Lo que ocurre en el tiempo deja su sello no solo en el individuo sino en la continuidad del género humano. Es el terreno de los arquetipos.
Desde esta perspectiva de los tres estratos, Jung (5) plantea los siguientes aspectos como constitutivos de la psique:
El “Sí Mismo” que contiene y abarca a la psique entera. Influencia y orienta a las demás estructuras psíquicas (yo, persona, sombra, etc.). Es el órgano psíquico de adaptación por excelencia. Genio organizador oculto detrás de la personalidad total. Es el encargado de llevar a la práctica el proyecto de la vida en todas y cada una de las fases del ciclo vital y efectuar el mejor ajuste que las circunstancias concretas permitan. Posee la característica innata de buscar su propia realización en la vida. El objetivo del sí mismo es la totalidad. Proporciona adaptación no solo al entorno sino también a Dios y a la vida del espíritu.
El par complementario del Sí Mismo es el “yo”, aspecto de la psique que sólo está al corriente de nuestras preocupaciones conscientes. La“persona” es la envoltura del yo, la responsable de anunciar a nuestros semejantes cómo deseamos que nos vean y como queremos que reaccionen ante nosotros. Es común que las cualidades que se perciben como indeseables, inaceptables o censurables se repriman u oculten.
La “sombra” son las inclinaciones reprimidas que acaban formando una especie de subpersonalidad que Jung denominó sombra. Posee cualidades opuestas a las que se manifiestan en la persona. Aun cuando inconsciente, la sombra no deja de existir: permanece dinámicamente activa. La asimilación de la sombra es un paso decisivo hacia la individuación. Persona y sombra se complementan y se contraponen.
Tener la claridad que el ser humano no es solo aquello de lo cual es consciente (o aquellos atributos que quiere ver en sí mismo y que otros vean), es fundamental para entender nuestra complejidad humana y más aun para dimensionar los retos y desafíos de la convivencia consigo mismo, familiar, educativa y social.
Para entender la espiritualidad también nos tenemos que remitir a la constitución óntica del ser humano (6). Una tendencia es el “ser finito”, que implica mortalidad. Es una tendencia hacia adentro, a defenderse o replegarse hacia a sí mismo. Se apoya y se protege en su finitud. Dejarse llevar por los propios intereses. La otra tendencia es el “ser infinito” que implica trascendencia. Es una tendencia hacia fuera: a la generosidad, al respeto por el otro, a dar la vida por el otro. La realidad de Dios mismo. Ser creado por el acontecer de Dios en la creación.
El ser humano es un ser finito orientado hacia el infinito;
pero
esto implica una opción permanente de cada quien
.Es la tarea de estarnos construyendo como personas continuamente. Y para hacer una lectura de la convivencia personal, familiar, educativa, ciudadana y social, es muy importante tener la claridad de nuestra existencia dinámica en estas dos tendencias que nos permiten entender muchas inquietudes, situaciones, acciones cotidianas ya sea en el sentido de volcarnos a nuestras necesidades e intereses o hacia la entrega, aporte y servicio a los otros y así mismo darle sentido y sentido trascendente a la vida personal y comunitaria.
Una vez planteada la antropología de base, nos centraremos en la dialéctica de la vida y de la muerte, basada en el principio de los opuestos que generan conflictos, tensiones y oscilaciones irregulares de uno extremo al otro.
Las realidades tanto internas (la psique) como externas (grupos sociales: familia, escuela, sociedad, etc.) se generan a partir del conflicto entre los opuestos, pero opuestos que son complementarios y que solo acogiéndolos e integrándolos podremos ver la realidad compleja y contenedora y además nos dará elementos para comprender más que juzgar, incluir más que excluir.
Los opuestos y las polaridades tienden a complementarse y compensarse. Podemos ver como la vida y la muerte son dos polos de una misma realidad, no existe vida sin muerte y tampoco muerte sin vida. De tal manera, que si en este Encuentro estamos hablando de integrar la vida, por consiguiente, tenemos que hablar de integrar la muerte.
Muerte no es exclusivamente el deceso de una persona; a lo largo de nuestras vidas tenemos una sucesión de muertes simbólicas. Morimos cuando cambiamos, morimos cuando perdemos, morimos cuando nos separamos, morimos cuando nos transformamos.
Esto implica resignificar la mirada hacia nosotros mismos; somos seres finitos, en permanente proceso de cambio y transformación, muriendo y renaciendo permanentemente; vivimos en continuos ciclos de vida y de muerte. Clarissa Pinkola Estés en su libro “Mujeres que corren con los lobos” formula el paradigma de que la muerte no es punto final, sino que está siempre seguida de más vida: “La naturaleza de la Vida/Muerte/Vida es un ciclo de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, seguido siempre de un renacimiento. Este ciclo influye en toda la vida física y en todas las facetas de la vida psicológica” (7).
No obstante, estamos en una cultura negadora de la muerte, negadora de nuestros lados oscuros, lo cual es muy grave ya que al negar la muerte estamos negando todo el poder creador y la posibilidad de la transformación. Negar la muerte genera más sufrimiento, y bloquea los procesos de crecimiento.
Otras polaridades de nuestra realidad interior son, como anteriormente lo mencionábamos, consciente e inconsciente, persona y sombra. Como todas las polaridades, también se complementan y se compensan. Nuestro aparato psíquico se autorregula a través de la compensación de las polaridades que la constituyen.
Lo más corriente es que le demos la atención y primacía a nuestros aspectos conscientes como el yo y como nuestra persona. No obstante, si somos más que lo que conocemos de nosotros mismos, entonces la travesía del autodescubrimiento incluye al inconsciente, a la sombra, que desconocemos pero que están dinámicamente activos. Ken Wilber (8)lo expresa de esta manera “…la sombra siempre tiene algo que decir y o bien nos apropiamos de ella o ella se apropia de nosotros”. Ir integrando la propia sombra es tarea fundamental del proceso de individuación.
Una vía de integrarnos es comenzar por nuestro interior para poder acceder a integrarnos a la propia familia, a la institución escolar y a la sociedad. “…Jung creía que cualquiera que intente abordar el problema de los opuestos a nivel personal, está haciendo una importante contribución a la paz mundial” (9)
Sacar a la luz lo que enterramos en nuestro interior a lo largo de todo el proceso vital, es permitir que la energía psíquica se movilice y se armonice sin confinar en la oscuridad partes vitales de nuestro ser. Intentar negar, rechazar o eliminar partes propias no deseables solo generará conflicto y guerra interior, además de acentuar los procesos de proyección en otras personas y por consiguiente, conflictos externos.
Crecer pasa por abrirle paso a la humildad y reconocernos inacabados, imperfectos, vulnerables, y en continuo proceso de aprendizaje. Si logramos paz interior lograremos paz exterior. Si logramos integrar la muerte lograremos integrar la vida. Dicha integración se logra cuando descubrimos, acogemos y abrazamos la diversidad en nuestro interior, tarea que por cierto es para toda la vida.
NOTAS DE PIE DE PÁGINA
(1) Término proveniente de la Psicología Profunda de Carl Gustav Jung.
(2) AISENSON KOGAN, Aída (1981). Cuerpo y Persona. Capítulo VI. México: Fondo de Cultura Económica.
(3) Corporeidad: concepto construido por la psicología y filosofía existencial a través de autores como Heideger, Husserl, Merleau-Ponty, Gabriel Marcel, Frankl, Shilder.
(4) Ira Progoff. La Psicología de C.G. Jung y su Significación Social. Ed Paidós. Buenos Aires, 1967
(5) STEVENS, Anthony (1994). Jung o la Búsqueda de la Identidad. Madrid: Editorial Debate.
(6) Tomado del curso: Una Antropología según la teología de Pablo. Con el padre Gustavo Baena S.J. Junio 9 al 13 de 2003. Pontificia Universidad Javeriana.
(7) Clarissa Pinkola Estés. Mujeres que corren con los lobos. Editorial Punto de Lectura. España, 2003. Páginas 211, 212
(8) En: C. Zweig y J. Abrams. Encuentro con la Sombra. El Poder del lado Oscuro de la naturaleza humana. Editorial Kairós, Barcelona 2002. Capítulo: Asumir la responsabilidad de nuestra propia sombra. Ken Wilber P. 394, 395
(9) Daryl Sharp. Lexicon Junguiano. Cuatro Vientos Editorial, Chile. P. 142