Adolf Guggenbühl-Craig
Analista junguiano suizo, nació en Zurich (Suiza) en 1923 y falleció en 2008 en la misma ciudad. Estudió Teología en la Universidad de Zurich, luego Filosofía e Historia en la Universidad de Basilea y después Medicina en la Universidad de Zurich. Luego de graduarse en Psiquiatría y Psicoterapia, inició la práctica privada en Zurich. Conoció directamente a Jung y fue muy influido por la psicología de Jung. Autor de Poder y destructividad en Psicoterapia. El siguiente texto es la traducción hecha por la psicóloga clínica venezolana María Luisa Fuentes, del Capítulo 12 de su obra Marriage: Dead or Alive (1986). Putnam: Spring Publication. Esta no es una traducción oficial sino una versión personal y se hace con fines pedagógicos para ADEPAC y otros centros de estudios junguianos.
Traducido del inglés por María Luisa Fuentes
CAPITULO DOCE
Anteriormente he indicado que por largo tiempo los teólogos Cristianos podían reconocer la sexualidad sólo en conexión con la reproducción. Ellos experimentaban el erotismo como algo demoníaco y misterioso, como algo contra lo que se tenía que luchar o neutralizar. Todos estos teólogos medievales eran ciertamente personas inteligentes y diferenciadas, en una búsqueda honesta de la verdad y la comprensión. Que experimentaran la sexualidad como algo demoníaco, por lo tanto, no puede ser fácilmente desechado. Ellos estaban expresando alguna verdad.
La sexualidad es demonizada todavía en nuestros días. Todos los intentos por hacerla completamente inofensiva y presentarla como algo natural son inciertos y fracasan. A las personas modernas ciertas formas de sexualidad les siguen pareciendo como algo perverso y pecaminosamente siniestro.
Ciertos movimientos de liberación femenina tratan de entender la sexualidad como un arma política usada por los hombres para someter a la mujer. En consecuencia ellas demonizan la sexualidad mientras que al mismo tiempo dan a entender que a través de un cambio de roles la sexualidad se convertiría en algo inofensivo.
Como otro ejemplo de demonización, me gustaría citar el supuesto efecto de la llamada escena primaria. Los estudiantes de Freud y una gran parte de la opinión oficial educada bajo su influencia, sostiene que se deben esperar serias consecuencias psicológicas en un niño que accidentalmente presenció el contacto sexual entre sus padres. Muchos desarrollos neuróticos son atribuidos a dichas experiencias en la niñez.
Algo acerca de esta teoría parece peculiar. El noventa por ciento de la humanidad vive en hogares en los cuales se hace imposible que los niños no sean accidentalmente testigos de las actividades sexuales de sus padres. Sólo una pequeña parte de la humanidad es económicamente capaz de albergar una familia en más de una o dos habitaciones. La observación del contacto sexual entre padres u otros adultos ciertamente impresiona a los niños profundamente. Sin embargo, si tal experiencia, que pertenece a la niñez de la mayoría de las personas, lleva realmente a alguien hacia la neurosis, tiene todavía que ser probado. Esto significaría que estas experiencias que pertenecen inevitablemente a la niñez de la mayoría de las personas crean serios daños. Esto es algo extremadamente improbable, al menos que se entienda la sexualidad como algo en sí mismo siniestro, poseedor de un poder casi mágico.
Para evitar malos entendidos me parece que los psicólogos quienes llevan la eliminación de los tabúes tan lejos como para recomendar a los padres que no excluyan a los niños de su vida sexual están tirando el agua del baño junto con el niño. Los autores de los modernos libros para niños quienes creen que la vida sexual de los padres debería ser mostrada en sus libros son, en mi opinión, ingenuos. Ellos pasan por alto el complejo del incesto el cual se expresa en el universalmente reconocido del tabú del incesto. Una irrestricta presentación de las actividades sexuales de los padres sobrestimula los deseos incestuosos y los celos parentales de los niños. A través de esto la situación Edípica se intensifica de manera incómoda. Por otra parte afortunadamente es imposible para muchos padres mostrar su sexualidad a sus hijos abiertamente y sin inhibiciones. Esto también está relacionado con el tabú del incesto. Los padres también se protegen instintivamente a sí mismos contra la sobre estimulación de sus propias fantasías y tendencias incestuosas. La represión de un tabú probablemente crea más daño psicológico que su respetuoso reconocimiento. Algunos de estos grandes tabúes, como el incesto, nos protegen más de lo que nos restringen.
Este no es el lugar para hacer una exhaustiva discusión acerca del tabú del incesto. Sin embargo nosotros podemos tomar nota del hecho de que el tabú del incesto probablemente no puede entenderse como motivado biológicamente. Hubo personas que practicaron el incesto, ellos tendrían que haber incrementado sus propios factores hereditarios desfavorables. Los niños con factores hereditarios tan desfavorables, tendrían que haber muerto en su mayor parte, en consecuencia la humanidad tendría muchos menos factores hereditarios desfavorables en su reserva genética. Por consiguiente el tabú del incesto no podría ser explicado como una eugenesia instintiva. Seguramente el tabú del incesto está relacionado con el impulso humano de desarrollarse cada vez más y estar siempre en posición de confrontar nuevas almas. Los estrechos lazos heterosexuales deben forjarse fuera de la familia inmediata de modo que el desarrollo humano no se vea paralizado.
Otro ejemplo de lo extendida que está la opinión de que la sexualidad es algo mágicamente dañino está expresado en las leyes y en la actitud judicial respecto al exhibicionismo. Las experiencias con exhibicionistas son indudablemente aterradoras para muchos niños y mujeres adultas. Pero que este miedo dañe el alma de la víctima, hasta el punto que los exhibicionistas deban ser atemorizados con largas sentencias en prisión o incluso con una forzada castración es cuestionable. Es imposible demostrar conclusivamente que algún niño que haya sido alguna vez dañado severamente por tal experiencia, menos aún hablar de una mujer adulta que haya sufrido severos daños psicológicos por esto. Sabemos que los exhibicionistas son por regla general inofensivos y que se exponen porque temen al sexo femenino y no confían en sí mismos para acercarse a una mujer. El peligro de ser violada por un hombre presuntamente normal es mucho más grande que el peligro de ser maltratada de esta manera por un exhibicionista.
Es cierto que muchos adultos quienes sufren problemas sexuales pretenden que estos se originaron de ciertas experiencias en su niñez, por ejemplo el encuentro con un exhibicionista, pero dichos intentos de explicación no son prueba de dicha etiología. El deseo de las personas de encontrar una explicación causal es fuerte. Cuando una persona sufre de un trastorno estomacal, él o ella culparán a la cerveza fría que bebieron el día anterior. Muchos homosexuales, cuando experimentan sufrimiento social por su homosexualidad o son perseguidos por ella, tratarán rastrear su homosexualidad hacia atrás hasta un encuentro con un exhibicionista.
Otro ejemplo contemporáneo de como la sexualidad es todavía experimentada como siniestra se encuentra en la reglamentación y exclusión de la sexualidad de la mayor parte de nuestros hospitales. Cuando es el caso de un paciente que pasa sólo un corto tiempo en el hospital, esto no es un gran problema. Pero que toda forma de sexualidad esté prohibida para pacientes quienes tienen que pasar un amplio periodo en el hospital, como una institución mental, sanatorios para tuberculosis, etc., sólo puede ser explicado por una demonización de la sexualidad. Se cree que la vida sexual podría de alguna manera desconcertante y misteriosa perjudicar a estos pacientes. ¿Pero por qué esta creencia? ¿Por qué razón los pacientes de una institución mental, por ejemplo no tienen permitido tener contacto sexual con otra persona dentro de la institución?
Lo siguiente es todavía otro ejemplo de cómo se da por sentado que la sexualidad debe ser algo siniestro. El intercambio sexual con una persona discapacitada mental es considerado un acto criminal en Suiza. El intento de esta ley era proteger a la persona discapacitada mental de ser abusada. Pero el efecto básico de esta ley fue hacer imposible que una persona discapacitada mental tenga una vida sexual. Que esta ley tan inhumana no haya encontrado resistencia entre la población demuestra una vez más que un poder casi mágico es atribuido a la sexualidad.
Un último ejemplo. Los atletas—que participan en las Olimpíadas por ejemplo—tienen prohibido por sus entrenadores engancharse en cualquier actividad sexual durante las competencias. Ha sucedido que atletas en las Olimpíadas han tenido que ser enviados a sus casas por haberse enredado en aventuras sexuales clandestinas. A pesar de que, al mismo tiempo, se sabe que es beneficioso para algunos atletas tener actividad sexual antes someterse a un gran esfuerzo atlético. Antiguos prejuicios están funcionando aquí. Entre ciertos primitivos los hombres no se atreven a tener contacto sexual con mujeres antes de entrar en batalla.
El elemento demoníaco de la sexualidad se muestra también quizás en el hecho de que es difícil experimentar y aceptar las actividades sexuales como una experiencia puramente agradable y placentera. Pocas personas pueden simplemente disfrutar la sexualidad como disfrutarían una buena comida. La teoría del “vaso de agua”—la experiencia sexual como la extinción de la sed—es invocada con frecuencia pero rara vez experimentada por las personas por un largo período de tiempo.
¿Qué significa para la psicología que la sexualidad siempre tenga algo siniestro respecto a ella, aún hoy día cuando creemos que nos hemos liberado de estas actitudes? Lo siniestro es siempre lo incomprensible, lo impresionante, lo numinoso. Donde quiera que algo divino aparezca, nosotros comenzamos a experimentar el temor. El proceso de Individuación, el cual tiene un carácter fuertemente religioso, es experimentado como numinoso en muchos aspectos. Todo lo que tiene que ver con la salvación posee, entre otras cosas, un carácter siniestro, desconocido. Incluido lo sobrehumano.
La demonización de la sexualidad es quizás comprensible dado su carácter individuador. No es simplemente una inofensiva actividad biológica, sino un símbolo de algo que se relaciona con el significado de nuestras vidas, nuestro anhelo de divinidad y nuestra lucha por alcanzarla.
La sexualidad nos ofrece símbolos para todos los aspectos de la individuación. El encuentro con las figuras parentales es experimentado en el drama del incesto. La confrontación con la sombra conduce a la destructividad, a los componentes sadomasoquistas del erotismo. El encuentro con el alma, con el ánima y el ánimus, con lo femenino y lo masculino, puede tener formas sexuales. El amor propio y el amor a los otros es experimentado corporalmente a través de la sexualidad, bien sea por vía de la fantasía o de la actividad. En ningún otro sitio la unión de todos los opuestos, la unio mystica, la mysterium coniunctionis, está más impresionantemente expresada que en el lenguaje del erotismo.
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