NATALIA VALDÉS
Natalia Valdés es estudiante avanzada de la Licenciatura en Psicología, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba. Miembro de la Asociación Jung Córdoba. Trabajo final del curso de posgrado «Psicología Analítica Aplicada» dictado en la Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba. Email de contacto: nataliagvaldes@hotmail.com. Este documento fue tomado de la Revista Encuentros, No. 5, 2014, págs. 6 – 20, con autorización del editor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.
Resumen
En este texto se abordará la reconstrucción clínica del personaje femenino de la película Anticristo (2009). Se realizará un pasaje por el argumento de la película, para luego reconstruir cronológicamente el proceso que llevó a esta mujer a la locura; cómo la escritura de su tesis, concebida como situación que le permitiría reflexionar e integrar un aspecto sombrío de lo femenino, genera la aceleración de un complejo materno hipertrófico, que irá creciendo en intensidad hasta que ocurra la invasión arquetípica en la forma de la Madre Terrible (Neumann, 2009). Pondremos en tensión esta dinámica con un momento del mito de Psique: su descenso al Inframundo, en donde deberá enfrentarse con lo Femenino Primordial, y abandonar el trato maternal y de piedad para con los otros. A diferencia de la protagonista del relato griego, la madre de la película no podrá emerger renovada de esa prueba, sino que se verá invadida por el contenido del inconsciente colectivo con el que se pone en contacto.
Palabras claves: psicosis – complejo materno – invasión arquetípica – Mito de Psique – Gran Madre
Carl Gustav Jung sostenía que hay una fuerza psíquica interna que nos lleva a la integración de nuestros caracteres opuestos, que nos compele a tratar con nuestras dificultades y en último término devenir nosotros mismos. A este proceso le llamó proceso de individuación y su forma paradigmática es el Camino del Héroe.
Varios autores (Coó & Martínez, 2007; Neumann 2009) han señalado el mito de Psique y Eros como una descripción del proceso de individuación femenino, que comienza con la partida del seno maternal indiferenciado para alcanzar la conciencia y la integración de todas las funciones psíquicas, estado representado por las bodas olímpicas con Eros y la transformación de Psique de mujer mortal en diosa.
Este proceso de individuación pone en tensión fuerzas y conflictos poderosos de la psiquis; si el complejo yoico no se haya debidamente fortalecido y es flexible, el sujeto puede fracasar y quedarse estancado en una fase o incluso padecer una desintegración yoica y caer en la psicosis.
En el presente texto abordaremos la película Anticristo (2009) de Lars Von Trier, centrándonos en el personaje femenino, para ejemplificar un fracaso en la asimilación de los contenidos inconscientes movilizados por el proceso de individuación. Esta película posee numerosas aristas para analizar: podemos centrarnos en el proceso psíquico del personaje masculino, en el del personaje femenino, en la relación terapéutica. Podemos abordarla desde una mirada de perspectiva de género, desde un lenguaje simbólico, desde una óptica literaria. Sin duda se trata de una obra cargada de material para reflexionar, atravesada por la numinosidad arquetípica.
La historia versa sobre una pareja que pierde a su hijo, quien cae por una ventana mientras ellos tienen relaciones sexuales. A esta tragedia, la mujer reaccionará con un duelo intenso, con ataques de pánico y depresión. Su marido decidirá convertirse en su analista y llevarla al lugar que de repente más teme, una cabaña en medio del bosque que ellos llaman Edén. Esa cabaña será el caldero de incubación para que algunos conflictos comiencen a aflorar, que terminarán en delirio, mutilación y muerte.
Realizaremos un pasaje por el argumento de la película, para luego reconstruir cronológicamente el proceso que llevó a esta mujer a la locura; cómo la escritura de su tesis, concebida como situación que le permitiría reflexionar e integrar un aspecto sombrío de lo femenino, genera la aceleración de un complejo materno hipertrófico, que irá creciendo en intensidad hasta que ocurra la invasión arquetípica en la forma de la Madre Terrible (Neumann, 2009). Pondremos en tensión esta dinámica con un momento del mito de Psique: su descenso al Inframundo, en donde deberá enfrentarse con lo Femenino Primordial, y abandonar el trato maternal y de piedad para con los otros. A diferencia de la protagonista del relato griego, la madre de la película no podrá emerger renovada de esa prueba, sino que se verá invadida por el contenido del inconsciente colectivo con el que se pone en contacto.
Para ello, mencionaremos las diferentes formas que el complejo materno toma en la mujer, y describiremos cuál creemos que es la situación en el personaje de Anticristo. Caracterizaremos el proceso de aceleración (1) de un complejo y cómo esto da paso a una invasión arquetípica. Retomaremos lo analizado por Erich Neumann (2009) en relación al arquetipo de la Madre Terrible para luego desarrollar su semejanza con el proceso de individuación de Psique.
Buscamos con este análisis acercarnos a la visión clínica desde una óptica analítica, dado que situar esta conflictiva dentro del mito nos proporcionará herramientas tanto de tratamiento como de una posible prevención que podría haberse realizado para evitar la desintegración yoica.
I: Anticristo (2009)
La película se divide en un prólogo, cuatro capítulos y un epílogo. Tanto prólogo y epílogo se desplegarán en blanco y negro, con una atmósfera irreal y lenta, donde el único sonido es una ópera de Handel cuyos versos, si bien en otro idioma, van a tono con el proceso que viven los personajes: “Deja que llore/ Mi destino cruel,/ Y que suspire por la libertad/ Que el dolor rompa estos lazos/ De mi martirio, aunque sea sólo por piedad”. Cada capítulo tendrá el nombre de un sentimiento (tristeza, dolor y desesperación), afectos que serán atribuidos a la aparición de tres animales -un cuervo, un ciervo y un zorro- los tres mendigos, nombre del último capítulo.
El prólogo muestra a una pareja manteniendo relaciones sexuales de manera apasionada, mientras un niño se escapa de la cuna y lentamente, se acerca a una ventana abierta de par en par. El niño atraviesa su cuarto de juegos, donde podemos observar un rompecabezas con los tres animales mencionados y la presencia de tres soldaditos frente a la ventana, que tienen grabados los tres sentimientos del duelo. Nick se asoma por la ventana y caerá, mientras su madre alcanza el climax sexual.
El capítulo tristeza comienza con la mujer internada en un instituto psiquiátrico por depresión. Su marido decide sacarla de allí, sacarle la medicación y ser él mismo su analista las 24 hs. Ella se lamenta, la carcome la culpa, el deseo de morir ella también. Se observa una dinámica compleja, donde los llantos y el sexo desesperado se alternan con cuestionamientos a su pareja, por haber sido siempre tan distante y por interesarse en ella sólo cuando deviene su paciente.
Posteriormente, comienzan los ataques de pánico a lo que él propone que definan su miedo, para poder enfrentarlo. De manera imprecisa, ella elige una cabaña en el bosque a donde suelen ir a vacacionar como el lugar que más le inspira miedo, concretamente, la vegetación alrededor de la cabaña. Él le propone pasar unos días allí y trabajar su miedo. El capítulo terminará con la llegada a Edén y la visión por parte del hombre de una cierva que huye mientras está dando a luz.
El segundo capítulo transcurre en la cabaña. Al llegar a Edén, ella echa a correr hasta la seguridad de la construcción. La naturaleza se muestra agrestre y hasta ominosa, como cuando el esposo se despierta y encuentra que su mano, que había sacado por la ventana, se encuentra llena de garrapatas.
Durante las sesiones de terapia, ella comenta que cuando estaba con su hijo realizando su
tesis sobre feminicidio en Edén, comenzó a tener miedo y a partir de ese momento dejó de escribir. Recordó que comenzó a escuchar el llanto de un niño pero cuando buscó desesperadamente a Nick se dio cuenta que el llanto no era de él.
Por la noche escuchan las bellotas caer sobre el tejado y ella comenta que ese sonido le hizo reflexionar en su momento de que las bellotas estaban llorando, y que todas las cosas están destinadas a morir. Cuando su esposo intenta racionalizar esto, la mujer le afirma, como al pasar, que la naturaleza es la iglesia de Satanás.
Luego de esta conversación, a la mañana siguiente, ella se levanta feliz y segura de caminar en el bosque. Su esposo desconfía de esta mejoría tan súbita, y ella se enoja. El segundo animal hace su aparición, un zorro que se come a sí mismo, que mira al hombre y le dice “reina el caos”.
El capítulo “desesperanza (ginocidio)” comienza con el ingreso al desván por parte del hombre, que descubre el trabajo a medio hacer de la tesis de su mujer. Las paredes están empapeladas con imágenes de torturas de la Santa Inquisición, mientras que su trabajo muestra una progresiva desintegración psíquica a nivel de la escritura. Al lado de éste, hay una ilustración que muestra la constelación de los tres mendigos, los tres animales con sus tres nombres.
En la siguiente charla terapéutica, él intenta un diálogo con ella, personificando él a la naturaleza, pero a la naturaleza humana. Ella termina diciendo que ese era su tema de tesis, y que se dio cuenta de la maldad intrínseca de las mujeres, que su cuerpo no es controlado por ellas mismas, sino por esta naturaleza.
Cuando están por mantener relaciones sexuales, ella le exige que le pegue, y que le duela. Cuando él se niega a hacerlo, ella sale enojada y al pie de un árbol comienza a tocarse. Luego vendrá él que cumplirá su deseo abofeteándola y mientras ella habla de las hermanas hechiceras de Ratisbona, observamos que el árbol se ha transformado en un conjunto de cuerpos humanos.
A continuación observamos una pelea, en donde el marido insiste en que no va a continuar si ella no lo escucha, que esas mujeres no fueron asesinadas por perversas, que esa maldad de la que habla es una obsesión y que las obsesiones nunca se materializan en la realidad. Ella acepta que tiene razón, pero que a veces se olvida.
El marido encuentra el informe forense de la muerte de su hijo, en donde lee que tenía una deformación en ambos pies, de origen desconocido. Busca las fotos que su mujer tomó en Edén cuando realizaba la tesis, y se percata de que Nick tiene puestos los zapatos al revés en todas. Aquí encontramos el primer indicio de una tortura real de parte de la madre del niño. Ella irrumpe desesperada, diciendo que él va a abandonarla, y comienzan a tener sexo, pero ella no le cree que la quiere, por lo que le da un golpe en el pene y lo desmaya. A pesar de ello, lo masturba hasta que eyacula sangre y, enajenada, desmonta la piedra de afilar y la encastra en uno de los pies de su pareja para evitar que huya. Agarra la llave inglesa con la cual lo hizo y la tira en los cimientos de la cabaña.
Él, al despertarse y percatarse de lo que está ocurriendo empieza a huir al bosque y termina escondiéndose en la madriguera del zorro, mientras ella lo busca a los gritos de “¿dónde estás cabrón?, ¿cómo te atreves a abandonarme?”. Allí escondido, encontrará al último de los tres mendigos, el cuervo, que comenzará a graznar, delatándolo. Ella buscará una pala para intentar sacarlo infructuosamente.
El último capítulo la encuentra a ella en el crepúsculo, volviendo en sí, y pidiéndole perdón a su marido por toda esta locura. Él le pide que le ayude a sacarse la piedra de la pierna, pero ella no encuentra la llave para hacerlo, no recuerda haberla tirado, así que lo ayuda a arrastrarse hasta la cabaña. Él intenta razonar con ella, le pregunta ¿querías matarme? Ahí nos enteramos que la
desintegración psíquica continúa, porque responde con un delirio: “aún no, faltan los tres mendigos (…) cuando los tres mendigos llegan, alguien debe morir”. Ella se acerca y solloza en su pecho, para luego levantar la cara y murmurar “una mujer que llora es una mujer que conspira”.
A continuación comienza a masturbarse, y recuerda que cuando estaba por alcanzar el orgasmo, ella vio a Nick acercarse a la ventana, y no lo detuvo. Ante esta revelación, ella le pide a su esposo que la abrace, toma unas tijeras y se mutila el clítoris. El ciervo, que representa el dolor, se hace presente y se acuesta a su lado. El zorro y el cuervo también hacen su aparición, junto con la llave inglesa. El esposo intenta sacarse la piedra de afilar, ella lo ataca con la tijera, pero él la aparta y logra liberar su pierna. Aquí el director muestra una serie de primeros planos del cuerpo de él, de manera similar a como lo hizo para marcar el ataque de pánico de ella al principio de la película. Él, en pleno ataque de angustia, ahorca a su mujer. Luego riega todo con gasolina y le prende fuego.
El epílogo, nuevamente en blanco y negro, lo mostrará a él yéndose del bosque, apoyado en el bastón. Come unas bayas y ve a los tres mendigos nuevamente, anunciando otra muerte. Una masa de mujeres de todas las épocas pero sin rostro se acerca y pasa de largo, rumbo a la cabaña. Todo esto, con el aria de Handel de fondo.
II: El complejo materno
La psique, para la psicología analítica, se compone de un conjunto de unidades funcionales relativamente autónomas, que son los complejos. Jacobi (1983) sostiene que “todo complejo consta, primordialmente, de un <elemento nuclear>, de un <portador de significado> que, escapado a la voluntad consciente, resulta inconsciente e incontrolable; y secundariamente, de una serie de asociaciones a aquel unidas, que proceden en parte de la disposición personal original y de las vivencias del individuo, determinadas por el medio ambiente” (Jacobi, 1983, 17). En la vida diaria, distintos complejos asociados a la conciencia se activan de acuerdo a las situaciones: el complejo materno en relación a la situación de crianza de nuestros hijos, el complejo de maestro cuando un docente da una clase, etcétera; esto nos permite ser adaptativos al entorno y corresponde a una expresión de salud psíquica. Cada individuo a lo largo de su vida asocia distintas palabras, emociones y recuerdos con cada complejo, por lo que si bien todos los complejos maternos comparten características comunes, también son altamente específicos e individuales.
Etiológicamente, los complejos poseen una raíz arquetípica, una preforma de la cual descienden, y a lo largo del desarrollo evolutivo, van adquiriendo contenido, van asociando experiencias y emociones afines con ese núcleo. Ante una situación que por vía asociativa está relacionada al complejo, este se activa y comienza a absorber más energía psíquica, proceso denominado constelización. Un complejo afectivamente cargado es definido como “… la imagen emocional y vivaz de una situación psíquica detenida, imagen incompatible, además, con la actitud y la atmósfera conscientes habituales; está dotada de una fuerte cohesión interior, de una especie de totalidad propia y, en un grado relativamente elevado, de autonomía…” (Jung, 1969, 123).
En su texto Arquetipo e inconsciente colectivo Jung describe el arquetipo de la Madre y cómo este se plasma en el complejo materno de la mujer. Describe cuatro posibles manifestaciones del complejo: la hipertrofia de lo materno, la solamente hija, el eros exaltado o el complejo materno negativo. Aclara que estas cuatro descripciones no agotan el fenómeno, pero representan tipos ideales en base a los cuales se pueden reflexionar los casos clínicos (Jung, 2011). Nos ocuparemos de la hipertrofia de lo materno, por creerlo más pertinente para detallar la situación psíquica del personaje de Anticristo.
La constelización de este complejo puede manifestarse como una hipertrofia del instinto maternal. En él, el hombre sólo constituye un instrumento para la procreación y un objeto de cuidados, al igual que los muebles, los niños, las mascotas y las plantas. El autor acota que muchas veces la propia personalidad femenina es un accesorio, que permanece en segundo plano e inconsciente en comparación a su deber de madre. Sus hijos son su razón de ser, pero esta abnegación en realidad oculta una asfixia: “cuanto más inconsciente de su propia personalidad es una madre de ese tipo, tanto mayor y tanto más violenta es su voluntad inconsciente de poder” (Jung, 2011, 98), llegando al punto de la aniquilación de la personalidad del hijo.
En este sentido, si bien Jung aclara que un complejo materno activado no necesariamente es sólo patológico, parecería que en el caso de la mujer de Anticristo, la activación no va hacia la madre nutricia precisamente, sino a la madre asfixiante y devoradora.
Resulta interesante recordar algunas escenas de la película. Cuando se encuentran en Edén, la protagonista murmura que su hijo se había distanciado de ella en la temporada que habían pasado allí mientras ella hacía su tesis; que él debería haberse acercado más a ella. Esta acusación sorprende por la corta edad del niño, que no superaba los dos o tres años. Nos resuena que la misma acusación fue realizada al inicio de la película, cuando le recrimina a su esposo que no la acompañó a Edén, incluso cuando ella le había pedido que no fuera. Sánchez (2010) en un análisis que realiza desde una perspectiva lacaniana a esta misma película, sostiene que resulta interesante que cuando la protagonista comienza a sentir la independencia de su hijo, comienza a colocarle los zapatos al revés, para evitar que pudiese caminar, y así, alejarse más de ella.
El llanto que escucha y cree en un primer momento que es de Nick, su hijo, continúa Sánchez, estaría unido también a esto: es una necesidad psíquica de sentir que su niño la necesita, necesidad que la lleva incluso a la alucinación.
Su tesis sobre feminicidio la acerca a una concepción misógina, propia del Medioevo, que probablemente activó reflexiones en torno a la maldad femenina, a la mujer que asfixia, que mata, que es manipuladora. Al mismo tiempo, su hijo comienza a dar muestras de independencia, situación que ella, por su constelación psíquica ligada a una hipertrofia de lo materno, no puede tolerar. El complejo comienza a acelerarse, y la madre abnegada, de repente, no quiere que el hijo crezca, y por ello, le deforma los pies, para atarlo y continuar su dependencia. De la misma manera, cuando su esposo descubre la tortura que ella realiza al niño, ella teme que la abandone, por lo cual lo desmaya y luego le inserta la piedra de afilar en la pierna, para evitar que huya.
Siguiendo esta línea argumentativa, ¿por qué permite entonces la muerte de Nick? Jung describe otra manera en que el complejo materno puede manifestarse: el complejo materno negativo, en donde el sujeto reniega de todo lo referente a la maternidad. Esta manera de manifestarse consiste en “la persistente defensa contra el poder materno en todas sus formas y es esa defensa lo que constituye siempre el más alto fin de su vida” (Jung, 2011, 102). Podríamos conjeturar que se activan estos contenidos en la primera estadía en Edén, donde ella se confronta con el estudio de la maldad femenina, acelerándose en su interior, un complejo que quiere la posesión total de su hijo. Decide abandonar su proyecto de tesis, supuestamente por encontrarlo simplista, aunque parecería ser que la verdadera causa está relacionada con el llanto que alucina, con la necesidad abrumadora de que Nick necesite de ella y no la abandone, y al mismo tiempo la certeza cada vez más arraigada de que la naturaleza de la mujer es malvada y que aquello que quiere hacerle a su hijo es culpa de esa maldad. De esta manera, su tesis le recuerda su propio conflicto, que prefiere ignorar, y por ello la abandona.
El complejo se desacelerará (3), pero volverá en forma de renegación de la maternidad. Cuando ocurre la oportunidad de que su hijo está por caer, ella prefiere fingir que no ve. Lo prefiere muerto, vuelto al interior de la tierra, antes que independiente. Recuerda al dicho de ciertas amantes posesivas: “si no puede ser mío, de nadie será”.
III: Del complejo al arquetipo
A nivel dinámico, la psique puede conceptualizarse como un continuo fluir de energía entre complejos, entre las diferentes instancias. Cuando un complejo es activado, comienza un proceso de aceleramiento del complejo, que progresivamente va captando más asociaciones y va teniendo más energía disponible para actuar y así sucesivamente, casi como una personalidad autónoma, con la que el yo no se identifica. Si esta aceleración es pronunciada, puede incluso que el yo sea invadido por un contenido propio del inconsciente colectivo, por una imagen arquetípica. Si el complejo yoico no es lo suficientemente flexible para poder integrarlo, sobrevendrá una disociación fuerte, o incluso una psicosis.
Cuando un complejo es luego desacelerado, el yo no se siente parte de las reacciones o pensamientos que tuvo durante el proceso de constelización. Sin embargo, hay una diferencia de grado entre este proceso y una invasión arquetípica, en donde ya hay una enajenación y desintegración psíquica mayor.
¿Cómo ocurrió el proceso de constelización de nuestra protagonista?
La primera fase de la constelización ya la hemos descripto más arriba. Posteriormente a la muerte del niño, aparece el duelo y los pensamientos recurrentes de culpa, una fase más melancólica. A lo largo de todo el proceso, su marido no quiere en principio tener relaciones sexuales con ella, puesto que es una regla del análisis que no debe ser quebrantada. Más allá del error que comprende tomar como paciente a su pareja y abandonar su lugar de sostén como marido para pasar a ser su terapeuta, esta reticencia de él genera que el sexo se vea como algo pecaminoso, algo que está mal que ella desee. Esta percepción colabora en la constelización del complejo, puesto que la hace sentir dominada por esta naturaleza malvada femenina; esto culminará tiñendo las relaciones sexuales con una demanda de masoquismo en las etapas finales de la aceleración.
También, como contraparte a un proceso terapéutico y al trabajo que se hace con el complejo en sesión, el paciente necesita “pisar tierra” en su cotidianidad para así desacelerarlo. Sin embargo, en Edén, en esa cabaña, el vínculo analítico no se rompe nunca; nunca se los ve hacer otra cosa que hablar del tema, tener relaciones sexuales (como lo prohibido de la misma terapia) o dormir. No se los ve haciendo excursiones por el bosque, o comiendo, o hablando de otras cosas. Acá no existe eso, por ende el complejo no puede desacelerarse, todo es un estímulo para que siga invadiendo la conciencia.
¿Cuál es el caso en Anticristo? La presencia de delirios y momentos de disociación nos hacen creer que su proceso de aceleramiento terminó en una invasión arquetípica. Ella habla de la Iglesia de Satán, de que la tierra arde, de que sólo cuando aparezcan los tres mendigos alguien debe morir. Al mismo tiempo, no recuerda haber permitido que su hijo se tire por la ventana, o que escondió la llave inglesa en los cimientos de la cabaña. Hay una fragmentación psíquica que llega al límite cuando transcurren los días en Edén.
La invasión (o posesión, como homologaba Jung) implica la intrusión en la conciencia de material propio del colectivo, de otras épocas y con otras cualidades, más cercanas al proceso primario. A continuación describiremos la dinámica propia del arquetipo de la Madre y cuáles han sido las aristas que ha experimentado la protagonista de Anticristo.
IV: La Madre Terrible
Los arquetipos podrían ser definidos como “virtualidades creativas, los dinamismos estructurantes del psiquismo humano, cuyo conjunto forma lo que Jung denominó el inconsciente colectivo (…) Estas estructuras se manifiestan en las imágenes arquetípicas (o imágenes primordiales). Son los símbolos comunes a toda la humanidad que están en la base de las religiones, de los mitos y de los cuentos de hadas. Aparecen en los sueños y en los fantasmas, y son el fundamento de la mayoría de las actitudes humanas frente a la vida” (Von Franz, 1993, 7). A la manera de un molde o matriz –arquetipo etimológicamente proviene de esta palabra-, son los patrones organizativos en donde se nuclean y asocian las experiencias humanas.
Los complejos, como mencionamos anteriormente, están relacionados con los arquetipos; son, de alguna manera, su plasmación en la psique individual. En este caso, el complejo materno que hemos analizado supra desciende, o tiene su raíz, en el arquetipo de la Gran Madre.
Erich Neumann (2009) propone una genealogía de los arquetipos. Propone que en los comienzos debe haber existido un arquetipo originario, al que nombra como Uroboros. El mismo contiene un sinnúmero de cualidades y atributos positivos y negativos, opuestos. “Es un símbolo del estado psíquico inicial y la situación original en la que la consciencia y el yo humanos son todavía débiles y rudimientarios” (Neumann, 2009, 34), es también el símbolo de la totalidad de la psique. De aquí se desprenderán dos arquetipos centrales en la vida de todo sujeto: el Gran Masculino y el Gran Femenino. El Gran Femenino contiene todos los rasgos caracterizados como femeninos pero de manera desordenada. De éste arquetipo se desprenderán otros tres, que son los que nos competen: La Gran Madre, como figura mediadora y sintetizadora de dos opuestos, la Madre Bondadosa y la Madre Terrible. Reproducimos a manera de síntesis el esquema que resume todo el análisis que hace Neumann de estas tres manifestaciones arquetípicas (ver figura 1).
El arquetipo puede ser analizado en función de dos ejes, que son dos cualidades que posee el Gran Femenino. Un carácter contenedor, que es representado por el eje maternal (M) y un carácter transformador, representado por el eje transformador (A), el cual está relacionado más con la figura del ánima. Estos ejes tienen polos más positivos (carácter transformador positivo y Madre Bondadosa) y polos negativos (carácter transformador negativo y Madre Terrible). Estos ejes entran en contacto con tres círculos que van marcando de alguna manera la evolución de la conciencia. El primer círculo marca la predominancia del carácter elemental, de la participación mystique, en donde la conciencia y el yo son débiles; el círculo del carácter transformador, en donde ya hay un yo más estructurado que puede soportar los embates del inconsciente; y el último circulo vendría a plasmar cómo se relacionan los ejes maternal y transformador en la transformación espiritual. En todas estas intersecciones el autor coloca palabras claves en relación a las cualidades predominantes.
Figura 1. El Arquetipo de la Gran Madre. (Extraído de Neumann, 2009).
¿En qué parte del esquema podríamos colocar la invasión psíquica de nuestra Eva? Siguiendo la historia, sabemos que su tesis se basaba en fuentes medievales sobre la Inquisición. Me gustaría reproducir aquí algunas citas de textos cristianos relevantes para darnos una idea de cuál era la imagen del Gran Femenino que podría haber estado presente en esas lecturas:
“Pues San Bernardo dice: sus caras son como viento abrasador, y sus voces silbidos de serpiente, pero también aplican encantamientos nefastos a incontables hombres y animales. Y cuando se dice que su corazón es una red, se está hablando de la malicia insondable que impera en sus corazones.” (Bosch, Ferrer y Gili, 1999, 20).
Tertuliano dice en De Culta Feminarum: «¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive en esta era: la culpa debe necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir.» (McGyver González, 2010, 60).
San Agustín de Hipona: “Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer… No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños (…) Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones.” (McGyver González, 2010, 60).
Dado que estas citas son escritas por hombres, las cualidades mencionadas pueden relacionarse mejor con el eje transformador de nuestro esquema, puesto que son las representaciones de lo femenino que hace el varón, más cercanas a la figura de ánima que a la de madre. La relacionan con los encantamientos, con la lascivia, con la tentación, con el pecado y el demonio. Todas estas cualidades podríamos colocarlas a lo largo del eje transformador negativo, representado por figuras como la joven bruja o Lilith.
Sin embargo, nuestra protagonista parece haber interpretado estas lecturas en función a su propia psique, a su complejo materno que venía en aceleración. De esta manera, la invasión arquetípica que padece sería por la Madre Terrible, aquella que devora, captura y mata a sus propios hijos. “El Gran Femenino, como divinidad terrible de la tierra y la muerte, es en su violencia devoradora la tierra en la que se corrompen los organismos vivos” (Neumann, 2009,
166). Curiosamente similar a esta cita es un dicho de nuestro personaje: “Las bellotas golpeaban el techo. Seguían cayendo y cayendo. Y muriendo y muriendo. Y entendí que todo lo que solía ser hermoso sobre Edén, tal vez era repugnante. Ahora puedo oír lo que no había oído antes. El grito de todas las cosas que van a morir (…) la naturaleza es la iglesia de Satanás” (Von Trier, 2009).
Anteriormente habíamos mencionado que el complejo materno de nuestra protagonista estaba teñido por una maternidad abrumadora y por una dificultad de ver positivamente la independencia de su hijo. Como madre, ella es la dadora de vida, pero en la faceta de Madre Terrible, también es la dadora de muerte, aquella que conduce el reino de los muertos, el seno al cual regresan todas las criaturas. “(…) si es invadida de cólera (…) pueden cerrar el seno de todo lo viviente y hacer que la vida se detenga” (Neumann, 2009, 174).
El Arquetipo engloba todas las manifestaciones de todas las culturas en relación a la Gran Madre, pero cada invasión psíquica se halla teñida de elementos culturales particulares. En este caso, y retomando las citas de más arriba, su certeza de la maldad femenina está teñida de elementos cristianos, de la maldad del cuerpo y el pecado: “Descubrí más cosas de las que esperaba en mi material, que la naturaleza humana es malvada… también la de las mujeres… las mujeres no controlan su cuerpo, lo hace la naturaleza” (Von Trier, 2009).
Podríamos afirmar que los delirios y las manifestaciones conductuales de ella se relacionan con una perspectiva de la Madre Terrible (o sea, del eje elemental) en el círculo del carácter transformador, donde las palabras claves son “menguar” y “devorar”. En un comienzo, esta madre que contenía y protegía a su hijo (nos hallaríamos en el centro del esquema) empezó a no desear la independencia de su hijo, a intentar “retenerlo” y “capturarlo”, por ejemplo, a través de deformarle los pies y por ende evitar que se alejase demasiado. A medida que avanza la película podemos observar cómo la protagonista va deslizándose cada vez más hacia el polo negativo de ese eje, ya no sólo captura, sino que devora y que mata a ese hijo suyo, convencida de que su maldad es intrínseca.
También podemos conjeturar que esta invasión está teñida por atributos del ánima, puesto que la relación de pareja/terapeuta impregna toda la aceleración del complejo. Por ejemplo, cuando ella solloza, y luego aclara “una mujer que llora es una mujer que conspira”, en consonancia con la visión de la mujer como perdición para el hombre, como pérfida y lasciva. De hecho, resulta interesante que la visión de los tres mendigos la tiene siempre el hombre. En este sentido, él termina entrando también en la locura, en su propia constelización, que va a concluir en un ataque de pánico en el que la estrangula.
La ablación del clítoris que ella se realiza casi al final de la película sería el punto cúlmine, en donde se arranca el “origen del mal”, según una perspectiva centrada en el ánima. Se extirpa aquel centro de maldad femenina que hizo olvidar su labor de madre. Sin él, está protegida de la tentación, ya puede ser “solamente madre”, acorde a su hipertrofia del complejo maternal.
V: Mito de Psique
En su libro Psique y Eros de 1971, Erich Neumann realiza un análisis de este mito, inserto en el Asno de Oro de Apuleyo (2012). Sostiene que es la elaboración mítica del proceso de individuación femenino, que es la descripción del tránsito de la dependencia infantil e indiferenciada hacia el desarrollo de la conciencia.
El relato puede resumirse de la siguiente manera: la heroína es comparada con la diosa Afrodita por lo que causa la ira de esta diosa. Esta le ordena a su hijo Eros que la haga desdichada, pero él se enamora de la muchacha y se casa con ella. Este es un período de ensueño, porque Psique vive en una mansión fantástica, donde todo se hace por arte de magia. Sólo hay una restricción: no puede ver el rostro de su marido. Sus hermanas le empujarán a verle, motivo por el cual Eros desaparecerá de su vida y Psique comenzará una aventura llena de peripecias para volver a encontrarle. Llegará hasta Afrodita y ella le someterá a cuatro pruebas, tras las cuales podrá ver a su amado y terminará casándose con él en el Olimpo.
Según Coó y Martínez (2007), este mito reproduce el esquema tradicional del Camino del Héroe: “la heroína debe dejar el hogar y romper la endogamia; después de ello llegará a un lugar de latencia, que evoca un clima idílico, de ensueño, este período será interrumpido por alguna catástrofe, tras la cual sobrevendrá un período de tribulación en el cual es castigada o puesta a prueba, lo que implica someterse a la iniciación con un compromiso profundo; tendrá que probar las fuerzas y flaquezas de su ego individual, luchando tanto contra fuerzas cósmicas (en el caso de Psique, representadas en Afrodita), como contra fuerzas sombrías propias, inconscientes, afrontando incluso la muerte como prueba, para que se produzca un cambio en su vida, y trascienda así su anterior nivel de conciencia” (Coó & Martínez, 2007, 88).
Las cuatro tareas podrían entenderse psicológicamente de la siguiente manera: en un primer momento deberá separar diferentes semillas mezcladas, esto es, relacionarse con la cualidad masculina del análisis y el orden; la segunda tarea será conseguir lana de oro de unos carneros salvajes, esto es, ponerse en contacto con el principio masculino agresivo; la tercera será relacionarse con el principio masculino espiritual inconsciente y contenerlo, al tener que obtener un líquido que existe en lo alto de una montaña; la última prueba consistirá en el descenso al Inframundo para pedirle que llene un cofre a Perséfone, con belleza y juventud para Afrodita. Se trata del encuentro con el Gran Femenino, el descenso al inconsciente y el resistirse a cuidar a otros, “una lucha contra la naturaleza femenina, mostrada esta en la inclinación básica hacia la piedad, piedad que a veces conlleva el peligro de establecer – con aquellos a quienes se ayuda- un vínculo indisoluble que mantiene a todos en ‘el mundo de los muertos’” (Coó & Martínez, 2007,
94). La torre que impide que Psique se suicide cuando Afrodita le da la tarea final, le advierte: “encontrarás un asno cojo, cargado de leña, guiado por un conductor cojo también. Este te pedirá que recojas algunas ramas que le han caído de la carga; sin responderle una sola palabra continúa tu camino (…) al surcar las encrespadas olas, un viejo, que nada muerto en la corriente, levantará a ti sus manos putrefactas, rogándote que le subas a la barca. Pero no sientas compasión por él; está prohibido (…) encontrarás a unas viejas hilanderas que te rogarán que les ayudes a tejer un poco de tela. Es preciso que no te aventures a hacerlo” (Apuleyo, 2012 ,97-98). Es la recomendación de dejar de cuidar de otros (relacionado con el carácter elemental de lo femenino y su función contenedora) y proceder a la propia transformación, a desarrollarse como individuo íntegro.
Podemos conjeturar que la protagonista de Anticristo hace su propio descenso al Inframundo, pero no puede abandonar su papel contenedor, no puede renunciar a ser madre y cuidar de los otros. Como ya analizamos supra, este personaje tiene un complejo materno hipertrófico, lo que le impide ver positivamente el comienzo de la separación/individuación de su hijo, al mismo tiempo que realiza una tesis sobre la misoginia. En el momento en que se adentra en el estudio intelectual de la sombra colectiva medieval, comienza a vivenciar su propia sombra individual, que es capaz de torturar a su hijo con tal de que no se separe de ella. Volviendo al mito, sería como si Psique ayudara a todos los personajes con los cuales se encuentra en su camino al Averno. Ayudarles implica que ya no podrá abandonar el reino de Hades. En términos míticos, significa sucumbir a una invasión arquetípica, la desintegración yoica y el desencadenamiento de una psicosis.
¿Cuál fue la causa de que la protagonista de la película sucumbiera en esta prueba y no saliera victoriosa como Psique en el mito? Los mitos presentan descripciones esquemáticas de los procesos psíquicos colectivos, es por ello que podemos usarlos de guías para el análisis del devenir de los seres humanos. La detención y el extravío en el proceso de individuación que implica el aprisionamiento en el Inframundo, está dada por el fracaso en alguno de los momentos anteriores del mito.
Podemos conjeturar que se trata de la primera tarea dada por Afrodita: separar y clasificar semillas de trigo, cebada, avena, garbanzos, lentejas y habas en una sola noche. Esta prueba es realizada en el mito gracias a la ayuda de las hormigas, que Coó y Martínez (2007) relacionan con la capacidad de análisis masculina, esto es, una función propia del ánimus.
Su situación en Edén le exigía conciliar su tesis con sus conflictos en relación a su hijo. Ello le exigía poder diferenciar, separar, la ’maldad’ atribuida por los hombres a las mujeres, de la ’maldad’ intrínseca femenina, de su propias dificultades como madre. El principio analizador del ánimus tenía que marcar estas fronteras, para permitir un proceso de integración de ese complejo materno que se hallaba constelizado. Al no estar en contacto con esta función del ánimus, al no poder utilizar esta capacidad de discriminación interna, se mezclaron las semillas y se confundió la sombra colectiva con la sombra individual. El complejo se aceleró cada vez más, permitiendo la invasión arquetípica.
Es interesante destacar que el mito que probablemente estuviera trabajando en su tesis, el mito de Adán y Eva y ésta como la pecadora, también es un relato sobre el poder de la discriminación. En esta narración bíblica, comer el fruto del árbol del bien y el mal implica ganar la capacidad de discriminación, pero perder la participation mystique, la “indiferenciación paradisíaca primordial” (Coó & Martínez, 2007, 96). De esta manera, la protagonista quizá en vez de ver el mito como una metáfora, como la posibilidad de ver la pérdida de la participación mystique en pos del desarrollo consciente, aceptó esa culpa, y renegó de la capacidad de discriminación que alejó a los hombres del paraíso.
Conclusiones
El análisis propuesto resulta escueto para la película. Hubiese sido interesante analizar el proceso de constelización del personaje masculino que termina derivando en el asesinato de su mujer, o trabajar la relación terapeuta-paciente que se confunde con la relación de pareja y cómo este error técnico pudo contribuir al agravamiento del cuadro. Hubiese sido interesante también realizar una mirada simbólica. Observar la utilización del zorro, la cierva y el cuervo (el cual, en sus dos apariciones, emerge del suelo, del Inframundo), del comportamiento de la naturaleza en Edén, de la banda sonora elegida, o de los fenómenos sobrenaturales. También una lectura desde la perspectiva de género hubiese traído riquezas al análisis del caso, trabajando el discurso misógino y sus consecuencias en la psique femenina.
Son muchas las líneas que se abren para la discusión de esta película. Por ello, decidimos centrarnos en un solo personaje, el femenino, y realizar la reconstrucción clínica del caso: Una mujer de mediana edad que realiza su tesis de licenciatura mientras su hijo alcanza la edad en que comienza a caminar e independizarse. Esta situación activará su complejo materno hipertrófico que deseará detener el proceso evolutivo. Esta encrucijada es similar al descenso al Inframundo que realiza Psique, con la salvedad de que la protagonista de Anticristo no posee las cualidades de discriminación del ánimus a su favor. Esto impide que pueda separar lo que está estudiando de sus propios procesos psíquicos y el complejo materno se acelera aún más, llegando al punto incluso de la alucinación de un llanto y de las torturas físicas que le realiza a Nick.
Esta aceleración parecerá remitir cuando vuelven con su hijo al hogar, pero queda de manifiesto nuevamente cuando ella simula no ver que Nick está por caerse por la ventana. Ella alberga sentimientos ambivalentes en torno a su niño y prefirió que éste muriere antes de que la abandonase. Posteriormente vendrá la culpa y el duelo, el complejo está tan disociado del yo que éste no recordará la negligencia. Su marido decidirá sacarla de internación, terminar la medicación y ser su terapeuta. Los déficit de elaboración se manifestarán en crisis de ansiedad y ataques de pánico que él querrá resolver llevándola al lugar que más le inspira temor, Edén, el lugar en donde el conflicto comenzó.
El proceso de aceleración del complejo continuará, dado que constituirán una sesión terapéutica ininterrumpida, en donde las relaciones sexuales no deberían ser parte del encuadre, pero aun así se realizan, generando más culpa por la maldad femenina y contribuyendo a la constelización.
El lugar, la relación terapéutica, todo contribuirá hasta que el complejo yoico sucumba y la invasión arquetípica ocurra. El arquetipo de la Madre Terrible, aquella que tanto da como quita la vida, aquella que posee el poder de generar granizo con sus gritos, aquella que conspira. El nivel de violencia y de delirio aumentará –“la naturaleza es la Iglesia de Satanás”-, intentará impedir el abandono de su esposo poniéndole una piedra de afilar en una pierna. Probablemente, la invasión hubiese llevado a la consumación final, esto es, el asesinato de su esposo, si no hubiese sido asesinada ella primero.
Como mencionamos anteriormente, los mitos y relatos constituyen una vía de investigación del inconsciente colectivo. Son esquemas, descripciones de procesos psíquicos universales que ocurren desde tiempos inmemoriales. Algunos autores sostienen que vivimos en la era de “la muerte del mito”, puesto que no tenemos un único mito fundacional, como sí tenían las culturas antiguas o la occidental en tiempos del Medievo. Esto remitiría en una pérdida simbólica irremplazable, puesto que no contamos con directrices claras en relación a nuestro proceso de individuación.
Sin embargo, Anticristo genera una numinosidad -u ominosidad en términos freudianos- muy clara. Activa emociones fuertes en sus espectadores, los fascina y horroriza, los mueve a la reflexión. El presente análisis ha demostrado lo rica que es como relato, como plasmación de una etapa del proceso de individuación, lo atravesada que está por lo arquetípico. Plasmación que, por estar teñida con elementos modernos, quizás nos sea más fácil de digerir y analizar. Analizar, porque, como dice Marie Louise Von Franz, “la interpretación psicológica es la forma moderna de contar historias, ya que seguimos necesitándolas igual que antes y seguimos aspirando a la renovación que comporta la comprensión de las imágenes arquetípicas” (Von Franz, 1993, 58). Los mitos no han muerto; sólo han cobrado una nueva forma.
Notas de pie de página
(1) Entendemos por aceleración al proceso que ocurre cuando un complejo entra en asociación con el medio ambiente y comienza a captar más energía libidinal, cobrando mayor importancia en la economía psíquica.
(2) La desaceleración de un complejo es el proceso inverso a la aceleración. Es la reducción de las asociaciones actuales que posee el núcleo con el medio ambiente, y por ende de la carga libidinal atraída. Por lo general, se asocia con un aumento de la energía libidinal en el complejo yoico y una vuelta a la personalidad “cotidiana”.
Bibliografía
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Bosch, E., Ferrer, V. y Gili, M. (1999). Historia de la misoginia. Barcelona: Antrophos Editorial.
Versión electrónica disponible en http://books.google.com.ar/books?id=cWiGmqTZMegC&printsec=frontcover&source=gbs_g e_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
Coo, S. y Martínez, M. C. (2007). Las tareas de psique en los cuentos infantiles. En Universidad
Adolfo Ibáñez (2007), Aportes en psicología analítica: Analítica Junguiana, 1, 85-103. McGyver González, (2010). Analizando a los locos ateos. S/D. Versión electrónica disponible en
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Sanchez, J. (2010). Antichrist, un estudio psicopatológico, publicación electrónica en
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Von Franz, M. L. (1993). Érase una vez. Ed. Luciérnaga: Barcelona.
Von Trier, L. (Director). (2009). Anticristo [película]. Dinamarca: Zentropa Entertainments.
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