Juan Carlos es Psicólogo (Universidad Nacional, Bogotá) y Analista Junguiano de la IAAP (International Association for Analytical Psychology). Magister en Estudios Políticos (Universidad Javeriana). Miembro Fundador y Director de ADEPAC (Amigos de la Psicología Analítica en Colombia). Miembro de la SCAJ (Sociedad Colombiana de Analistas Junguianos). Atiende consulta particular virtual como psicoterapeuta y analista junguiano en Bogotá, Colombia. Correo: adejungcol@yahoo.com
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Hasta la vida más feliz no se puede medir sin unos momentos
de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo sentido si no
estuviese equilibrado por la tristeza (C.G. Jung)
El ‘descenso del nivel mental’, también conocido como abaissement du niveau mental, es un concepto acuñado por Pierre Janet y adoptado por Carl Jung, que describe una disminución súbita en la energía y tensión de la conciencia. Figuradamente, Jung lo asimilaba al descenso en la presión de un barómetro “que presagia mal tiempo”. En tal situación el individuo puede sentir desgano y malhumor, falta de concentración y atención, con pérdida del deseo para enfrentar las obligaciones cotidianas. La persona afectada puede sentirse extremadamente letárgica, como si su cuerpo estuviera inmovilizado por el plomo, debido a la falta de energía disponible. “El estado de desgana y de paralización de la voluntad puede ir tan lejos que la personalidad, por así decirlo, se descompone, y cesa la unidad de la conciencia; las distintas partes de la personalidad se hacen independientes, escapando así el control de la conciencia” (Jung, “Psicología del renacer”. OC 9/1, pár. 213).
Las causas de este fenómeno pueden ser variadas, incluyendo fatiga física y mental, enfermedades físicas, emociones intensas o traumas, siendo estos últimos particularmente dañinos para la autoestima. El descenso del nivel mental restringe la personalidad en su conjunto, reduciendo la autoconfianza, el espíritu emprendedor y, como resultado de un egocentrismo creciente, limita la perspectiva mental del individuo.
Psicológicamente, esa disminución de energía de la consciencia permite un estado en que contenidos inesperados emerjan del inconsciente. Eso explica que el término fuera usado inicialmente por Pierre Janet para describir la sintomatología de la histeria y otras neurosis psicogénicas. Por su parte, Jung utilizó el término cuando observó en su trabajo sobre la prueba de asociación de palabras que se relacionaba con la emergencia de complejos personales. Posteriormente, amplió su uso para describir una condición limítrofe propicia para la aparición de ciertos contenidos inconscientes en la consciencia, reconociéndola como una fase crucial para fenómenos psíquicos espontáneos.
La carencia de energía constituye una característica distintiva de la depresión. La energía que se hace inaccesible para la consciencia no desaparece; en cambio, se canaliza hacia la activación de contenidos inconscientes como fantasías, recuerdos y deseos. Estos elementos requieren ser identificados y analizados cuidadosamente para fomentar la salud psicológica. Afirma Jung:
“Es esta última (la depresión) ha de contemplarse como un fenómeno compensatorio inconsciente cuyo contenido, para surtir todo su efecto, tendría que hacerse consciente. Y esto puede llevarse a cabo regrediéndose en la dirección señalada por la tendencia represiva e integrándose en la consciencia los recuerdos de ese modo activados, lo cual equivale, en efecto, a hacer realidad la verdadera finalidad de la depresión (Jung, “El sacrificio», OC 5, pár. 625).
Así, Jung aboga por enfrentar y aceptar la depresión e intentar “darle voz”, en lugar de huir de ella, transformando de esa manera el estado de ánimo en un objeto observable, en lugar de dejar que esta se apodere de su personalidad. Observaba que ciertos episodios depresivos actúan como periodos de incubación, preparando al individuo para un cambio significativo en su actitud o enfoque vital. Desde su mirada, existe también un descenso del nivel mental que no es patológico, especialmente en situaciones de tensión excesiva o un enfoque unilateral de la consciencia, y puede servir para restablecer el equilibrio entre el yo y el inconsciente, devolviendo a cada uno su valor relativo.
Además, cuando una obra de arte emerge no del inconsciente personal del autor sino del inconsciente colectivo, este descenso del nivel de consciencia se puede convertir en un elemento clave, incluso necesario, para establecer una conexión emocional con el universo mitológico de las ‘imágenes primitivas’ (Agnel et al, p. 8).
En casos más graves que la depresión, en las que emergen tendencias psicóticas latentes, la disminución del nivel de consciencia ocurre involuntariamente y puede revelar una ‘debilidad de la organización jerárquica del yo’ (Agnel et al, p. 7) que puede llevar a una disociación de la personalidad. Por ejemplo, la psicosis en general y la esquizofrenia en particular pueden ser explicadas como un avasallamiento del yo por contenidos del inconsciente colectivo y por el control de la personalidad por un complejo o complejos disociados. La consecuencia es que existe una confusión y un caos psíquicos. Pero de nuevo aparece la mirada optimista de Jung al mencionar que si el extraño lenguaje metafórico del inconsciente puede ser comunicado a la consciencia, entonces, la psicosis puede tener un efecto curativo. Así liberada, la energía reprimida puede ser canalizada provechosamente y la personalidad consciente tendrá acceso a nuevas fuentes de poder para la regeneración (Samuels et al, p. 123).
Pero el descenso del nivel mental también puede buscar efectos benéficos, al ser inducido conscientemente como preparación para la imaginación activa. Afirma Jung que en el abaissement:
“…un estado de ánimo malo se puede usar como punto de partida y luego tratar de descubrir qué tipo de imagen de la fantasía produce o qué imagen expresa este estado de ánimo. Después fijamos esta imagen en la mente concentrando nuestra atención en ella. Usualmente esta imagen se altera, ya que el sólo hecho de contemplarla, le da vida…” (Jung, citado por Sharp, p. 97)
En esta condición, la dinámica habitual del yo se relaja, permitiendo que se libere el juego de opuestos, a menudo refrenado. Esto puede provocar una inversión relativa de valores favorable.
No obstante, no deja Jung de advertir que la imaginación activa conlleva riesgos, incluyendo la emergencia de tendencias psicóticas latentes, lo que no siempre conduce a una condición benigna. El resultado favorable o desfavorable depende de la fortaleza del yo que, ante la integración del simbolismo arquetípico que pueda surgir, tal yo sea capaz, no solo de resistir el encuentro con el inconsciente, sino también de gestionar el proceso de integración.
Además, Jung entendía que el estado de descenso del nivel mental descrito correspondía también con bastante exactitud, al estado primitivo de la consciencia en que los mitos se gestaron originalmente, teniendo en cuenta que dichos relatos son revelaciones originales de la psique preconsciente, y afirmaciones involuntarias sobre acontecimientos psíquicos.
Jung también consideraba que ese estado se asemeja a la ‘Pérdida del alma’ (Agnel et al, p. 7). descrita en culturas primitivas. Decía Jung que
“La mente del hombre primitivo explica la peculiar condición que reviste este término con la suposición de que un alma se ha fugado, tal como un perro huye de su amo de la noche a la mañana. Entonces, es tarea del curandero traer de vuelta al fugitivo… Algo similar puede ocurrirle al hombre civilizado; sólo que él no lo describe como “pérdida del alma”, sino como un “abaissement du niveau mental” (Jung, citado por Sharp, p. 145)
Referencias
Agnel, Aimé et al (2005). Le vocabulaire de Carl Gustav Jung. Paris: Ellipses Édition Marketing.
Jung, C. G. (1995). Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, Obra Completa Vol. 9/1, Madris: Editorial Trotta.
Jung, C. G. (1995). Símbolos de transformación, Obra Completa Vol. 5, Madris: Editorial Trotta.
Samuels Andrew et al. (1997). A critical Dictionary of Jungian Analysis. London and New York: Routledge.
Sharp, Daryl (1994). Lexicón Junguiano. Santiago de Chile: Cuatro Vientos Editorial.
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