Edipo: el difícil trabajo de hacer consciencia
EDUARDO CARVALLO
Eduardo Carvallo es Médico Psiquiatra y Analista Junguiano, miembro y Coordinador académico de la Sociedad Venezolana de Analistas Junguianos (SVAJ), y de la International Asociation for Analytical Psychology (IAAP). El presente documento es una versión libre del mito griego de Edipo, elaborada por Eduardo Carvallo hace algún tiempo, y presentada como base de discusión, en conferencia presentada en Bogotá, el sábado 1º de marzo de 2008. E-mail del autor: eduardocarvallo@gmail.com
(EN UN CEMENTERIO)
CORO: Sólo en este recinto sagrado podríamos comprender la magnitud de lo que significa querer burlar nuestro destino. (SEÑALANDO LAS TUMBAS). ¡Aquí yace nuestro futuro verdadero!. Lo que diferencia una tumba de otra no es su valor o sus adornos, sino como resonó, mientras aún tenía vida, el cuerpo que en este momento yace bajo nuestros pies. En la mayoría de ellas yacen cuerpos secos que ya deambulaban sin brillo mucho antes de la separación del alma. En otras, la minoría, yacen cenizas de seres que en vida supieron transmitir a los que conocían, el respeto ante el misterio que llamamos Vida y la reverencia ante las fuerzas que nos guían, y que sólo reconoceremos si mantenemos ojos y oídos abiertos hacia adentro. Sólo de allí, de adentro, es de donde podemos sacar lo que alimenta al alma, robusteciéndola y preparándola para ese último viaje: nuestra propia muerte. Aquí, hoy, vamos a oir la historia de un hombre que tratando de cambiar su destino, fue sometido a la más cruel venganza: ser consumido por un dolor que le asaltó cuando menos lo esperaba, de tal magnitud, que desgarró su alma en mil pedazos. Su nombre era Edipo. Recordadlo y reverenciadlo como el nombre del mártir señalado para que siempre tengamos presente este cruel castigo: frente a la pretensión de vivir escapando del sufrimiento, terminemos con el alma muerta… en un cuerpo que late todavía.
EL PADRE DE EDIPO: ¿Qué hago con esta conciencia que continuamente me recuerdaque queriendo tomar atajos para mantener la posición alcanzada frente a los demás, no he hecho más que dañar a otros? ¿Qué hago frente a este vacío que resulta de no haber podido enfrentarme a mis fracasos, por lo que he tenido que levantar estas murallas que protegen un débil prestigio y que aprisionan un alma aún más débil todavía?. En cada hora del día, pero peor aún, en cada minuto, en la soledad de la noche, me persiguen los fantasmas de los actos cometidos. Hasta ahora he creído protegerme, pero frente al próximo nacimiento de mi primer hijo, estos aullidos han cobrado fuerza. El nacimiento de un ser humano encierra un misterio que opaca todo el poder que un mortal cree tener. ¡Ya sé! (ENCAMINÁNDOSE AL ORÁCULO) Una vez más pagaré por conocer mi futuro y el de este hijo que viene en camino. (FRENTE AL ORÁCULO) ¡Poderes divinos!, una vez más los invoco para que den luz a mi camino y me permitan ver lo que el futuro me depara y de esta forma cumplir mejor mi cometido.
ORÁCULO: Frágil criatura, tu futuro encierra el más oscuro terror que pueda habitar en el corazón de un mortal como tú. Ese hijo, a quien esperas, está señalado por la
tragedia.
PADRE: ¿Un hijo mío, señalado por la tragedia? ¿Por qué? Yo puedo cargar con mis pecados, pero por qué castigarme con el sufrimiento de lo más puro que he
engendrado?
ORÁCULO: Al no haber purgado tus acciones, has transformado a tu hijo en heredero de las mismas.
PADRE: ¿Y cual es esa horrible tragedia que depara a esta pobre criatura?
ORÁCULO: Ese hijo tuyo, al que esperas, matará a su padre y yacerá con su madre en el lecho nupcial.
PADRE: ¿Mi hijo?, ¿mi asesino? ¿He engendrado a un demonio que vengará mi pasado en mi propia casa? ¡Qué cruel es el destino!
ORÁCULO: El destino luce cruel a todos aquellos que no lo han sabido aceptar.
PADRE: ijQué fatalidad!! ¿Tendré que sumar a todos los demás el horrible pecado de matar a mi propio hijo? Pero si no lo hago, ¿cómo vivir con este horrible engendro que me acechará noche y día buscando quedarse con todo lo mío? La suerte está echada: o él o yo. (LUCIENDO ABATIDO) ¡ El niño morirá!.
(TIEMPO DESPUÉS, EN EL MOMENTO DEL PARTO)
MADRE: ¡Qué dolores tan terribles!. Esto sólo es soportable por la proximidad de ver ese rostro tantas veces imaginado. ¡ Nueve meses he cargado contigo!. ¡Dios mío, me desgarro! Ya viene en camino este nuevo ser que llenará mis vacíos cuando tu padre se ausente en sus tantas travesías. ¡Otra vez este dolor! ¡No lo puedo soportar! Maldita seas Eva por tu tonta obstinación, con ella perdiste el Paraíso y heredé yo este castigo. ¡Me muero! (CAE DESFALLECIDA EN EL MOMENTO DE DAR A LUZ. EL NIÑO ES ENTREGADO AL PADRE QUIEN SE DIRIGE A OTRA HABITACIÓN DONDE SE REÚNE CON UN SIRVIENTE.
PADRE (AL SIRVIENTE): ¡Rápido!, tal como te lo ordené. ¡Deshazte del niño.! Para todos, murió al nacer.
(POCO TIEMPO DESPUÉS, EN LA HABITACIÓN DONDE LA MADRE DIO A LUZ)
MADRE (LLORANDO DESCONSOLADAMENTE): ¡Qué horror! ¡Qué dolor tan grande! Esposo mío, repítemelo una vez más, ¿qué pasó?
PADRE: ¡No lo sabemos! Después del llanto triunfal que anunciaba una nueva vida, nuestro hijo cayó en un profundo silencio. Hice todo lo que podía hacer para revivirlo.
MADRE: ¿Dónde está su cuerpo? ¡Quiero verlo! ¡Quiero ver su rostro!
PADRE: No te quise exponer a ese gran dolor. Ordené que fuese sepultado de inmediato. Nuestra pena ya es suficientemente grande.
MADRE: No sé si tú puedes sentir la profundidad de mi pena. Tú no lo llevaste dentro de ti. ¡Qué dolor insoportable! ¡Quiero morir!!.
CORO: Cuántas veces, cosas que creemos grandes tragedias, tapan una más grande aún: la tragedia de vivir sin ver o de vivir dormidos. ¿Es que acaso hay una más grande que ésta? En verdad os digo: todos aquellos que viven en un largo ensueño controlado, donde el destino es disfrazado con mentiras y engaños -pretendiendo pasar sin ser manchados-, oren noche y día, cada minuto, para que la muerte los asalte por sorpresa. De lo contrario, su cercana presencia desencadenará la más terrible angustia: despertar frente a una vida no vivida. ¿A dónde fueron tantos años? Por el terror al fracaso, por no enfrentar al dolor, confinaron su vida a una pequeña jaula. De oro en el mejor de los casos, pero casi todas de alambre o madera, anudada con miedos y
seguridades falsas. Y en el último instante, cuando esta jaula cae en pedazos, esa alma flaca, salvaje por herencia, pero pretendidamente domada, saldrá gimiendo por la oportunidad perdida, hasta el fin de sus días, y, ojalá en el último momento encuentre el descanso antes de abandonar el cuerpo que la sostenía.
SIRVIENTE (CON EL NIÑO EN BRAZOS): ¡Qué fatalidad! Ser el verdugo de esta infeliz atarle estos grillos a sus pequeños tobillos, como si su frágil naturaleza no fuese ya suficiente peso para condenarlo a una muerte segura. Sin una nodriza que vele por él, ningún hombre sobrevive la entrada a este mundo. ¿Es acaso una prueba de iniciación, el tener que conmover desde tan temprano a un corazón que nos recoja, y permita que nuestra expulsión del vientre seguro no sea una caída al vacío? ¡Niño!, pasaste la prueba. Aunque con mi desobediencia me juego la vida, prefiero morir en paz antes que mi conciencia me castigue por semejante crimen. Te dejaré en el otro lado del mundo, en brazos más generosos que los que te engendraron. La suerte no quiso que yacieras en la cuna de oro que por herencia te tocaba, pero tú escogerás la urna donde tus
últimos restos descansarán.
(TIEMPO DESPUÉS, EN EL OTRO LADO DEL MUNDO)
SIRVIENTE: Hermana querida, veo que mi presencia te causa sorpresa y no es para menos. Después de tanto tiempo te visito con este niño en brazos. No me preguntes su origen. A veces el ignorar cosas nos salva de entrar en destinos que no nos son propios y que de otra forma nos matarían. Sólo te pido una cosa, que continúes lo que ya yo he comenzado. Lo he alimentado con leche de cabras y del frío lo he protegido con mis pobres vestidos.
SIRVIENTA: ¡Qué bella criatura!, pero qué cruel castigo! ¿Por qué estos grillos y sus pies hinchados?
SIRVIENTE: Antes de poder ponerse en pie ya está herido por la vida. Ojalá sus cicatrices sean sólo una señal de un origen desgraciado con el cual tendrá que cargar. Los grillos no se los he podido quitar. Préstame las herramientas para liberarlo. (LE QUITA LOS GRILLOS) Ya está. Como todo ser humano, comienza con una historia que es importante reverenciar, y por no tener padres que se la transmitan, por nombre le pondremos Edipo, el de los pies hinchados! Ahora, debo partir de regreso e inventar una historia por mi larga ausencia. Mi misión la he cumplido. En paz estoy con mis dioses y con mi conciencia.
CORO: ¿Cuántas veces hemos sido instrumentos de destinos desconocidos? ¿No es acaso esto una muestra de un orden sobrenatural del cual no somos más que ínfimas piezas?. Con humildad, debemos bajar nuestras cabezas frente a esta realidad, en lugar de mantener la altivez de pretender que somos protagonistas únicos en un teatro que podemos controlar. Nuestra única misión es oir en nuestro propio interior cuáles son las líneas que nos toca representar.
MUJER: ¿Es acaso que esta pena por la reciente muerte de mi pequeño hijo me ha llevado a los terrenos de la locura? Creo oír llantos de niño en esta casa que no es más que una gran sepultura. El dolor, qué cruel castigo de los dioses. ¿Es que hay acaso algún mortal capaz de abrazarlo? ¡Traédmelo para que me enseñe! Esta desgracia tan grande ha abierto puertas hacia un fondo desconocido. Negro, frío y pesado. Mi alma no descansa. Donde había color y alegría, no quedan sino cenizas, y esta terrible sensación de estar vagando por un mundo de sombras, sin descanso ni respiro. No hay consuelo, y lo más terrible aún es que en esta cueva tan negra no vislumbro la salida. ¡Una luz! Sólo eso pido. Una luz que me guíe fuera de ella. Pero no, ¡mi naturaleza no se engaña!. Esta leche que aún no se ha secado en mi pecho me habla de la urgencia de ese niño. ¿Dónde está? Lo oigo cerca. (VE A SU SIRVIENTA CON EL NIÑO EN BRAZOS) ¡Mujer!, ¿de dónde ha salido esa bella criatura? Segura estoy de que de tu vientre no fue. A mi lado te he tenido y en ningún momento ese cuerpo ha sufrido los cambios misteriosos para recibir a un nuevo ser.
SIRVIENTA: Mío no es. Me lo han encomendado, para garantizar que este frágil aliento pueda tomar fuerzas y más adelante seguir su propio camino.
MUJER: Te lo pido, dámelo a mí, y así las dos habremos cumplido nuestra misión: tú lo aceptaste en tu pobre refugio, permitiéndole vivir, yo le daré mi leche, destinada a otro. Tú eres testigo de mi sufrimiento. Esta naturaleza insatisfecha, por la muerte sin sentido de una criatura concebida con amor, que en un momento de descuido, las fuerzas ocultas que nos reciben en este mundo no lo oyeron. Y su pobre cuerpo, sin alma que lo animase, no soportó el peso de la vida.
SIRVIENTA: Tómalo. Tuyo es. Edipo es su nombre.
MUJER: Me siento revivir, y no soporto la espera de darle la buena nueva a mi esposo afligido.
CORO: ¡Cuántos trueques! ¡Cuántas trampas! ¿Es que acaso es posible llenar vacíos propios con historias ajenas? ¿Por qué cuesta tanto aceptar el mandato divino: vivir lo que te toca con alegrías y dolores? ¿Por qué el mortal se empeña en manipular su destino pretendiendo estar de fiesta hasta el final de sus días?
(PASAN LOS AÑOS)
EDIPO (YA MAYOR): ¿Cuál es el castigo a la ingratitud? Porque a ese es al que debo temer. La vida me lo ha dado todo: belleza, riqueza, inteligencia y unos padres que siempre han velado por mí. Sin embargo, en mi mayoría de edad, sigo sintiendo este vacío que como sombra me acompaña desde mis más tempranos recuerdos. ¡Un vacío que no he sabido llenar! Entre juergas con amigos, en orgías y placeres lo he podido distraer, pero al día siguiente, su peso se afinca sobre mis trasnochadas carnes, recordándome su presencia como un mastín que no quiere soltar su presa. ¡No lo entiendo!. Caminando por las calles siento envidia de esos rostros que en su placidez esconden una respuesta que yo ignoro. ¡Ya lo he probado todo! Sin embargo, en los pocos momentos en los que tomo a la soledad como compañera, ésta se presenta con amigos nunca bienvenidos: la angustia, el descontento, y esta sensación de fragilidad. ¿De qué reino provienen? Cuando me acompañan, frente a mi espejo, donde con frecuencia veo a un orgulloso mancebo, no veo más que a un sombrío extraño que me mira con ojos extraviados, oscuros, que me muestran terrenos que mis pies no han caminado. Siento un frío profundo. ¿Miedo? No lo sé. En esos momentos invoco con fervor apasionado a los dioses protectores para no entrar en ese mundo que no deseo conocer. ¡j0h, dioses protectores, aseguren las ligaduras de este frágil suelo para no sucumbir en el horrible infierno que yace debajo!! A veces, la calma llega, pero casi nunca logro aplacar los terribles aullidos que de esa fosa salen. ¿Es acaso ésto locura?. El sueño muchas veces es el descanso, pero otras veces la cuna de extrañas criaturas que me hacen despertar en e! peor de los sobresaltos. En estos terribles instantes, sólo el olor de mi madre y la fortaleza de mi padre me producen cierta calma. ¡Benditos sean ellos y sean guardados por siempre! ¡Qué frágil es la vida! No comprendo cómo los huérfanos pueden sobrevivir, a menos que tomen como padres demonios que son desconocidos por mí. Quizás el oráculo me guíe. No soporto esta angustia, alguna respuesta debo tener.
CORO: ¡Qué cobardes son los hombres! Cuando frente a sí tienen las puertas de sombríos caminos que están destinados a recorrer, salen huyendo en busca de luz por atajos que los perderán, y creyendo escapar de mundos infernales se quedan atrapados. No recuerdan el origen de Lucifer, Príncipe de las Tinieblas: su cuna fue la luz, sus nodrizas el brillo, y tan encandilado vivió que Dios lo maldijo y le asignó ésta condena: vagar eternamente por los caminos desconocidos del mundo de las sombras. Los mortales, olvidando a este ángel caído, repiten su historia y lo acompañan en su castigo, al no aceptar que ¡luz y sombra son naturalezas distintas que sólo al fundirse nos muestran la Majestad Divina!
(FRENTE AL ORÁCULO)
EDIPO: ¡Puerta de entrada a otros reinos! ¡Señal de encrucijadas! Ante tí acudo buscando que aceptes ser lazarillo de este ciego angustiado.
ORÁCULO: Ante mí no veo a un ciego, quizás a un sordo, no muy diferente de otros mortales, que queriendo transitar seguros el sendero de su vida, en lugar de oirse, buscan un mapa afuera, y aceptando cualquier cosa, se condenan enfilando rutas, amplias en apariencia, pero que luego se estrechan ahogando el alma.
EDIPO: Por sermones no vengo sino por respuestas.
ORÁCULO: Ya que no aceptas la Verdad, pregunta, pero ten cuidado al hacerlo no vaya a ser cosa que te pierdas!
EDIPO: A pesar de dar mil vueltas y enfrentarme a otros tantos retos, a pesar de mi prestigio que sobrepasa a mis ¡guales, no consigo calmar la angustia que desde joven me acompaña. Su origen lo desconozco y no consigo explicación. ¡Alguna causa debe tener!. En mi historia conocida no la encuentro por lo que su raíz debe ser alguna maldición, que por envidia de mi suerte, alguien conjuró. No soporto la zozobra de vivir a la deriva, y antes que un barco de oro prefiero un muelle de palo. Esta es mi pregunta: ¿Cuál es mi destino?
ORÁCULO: Matarás a tu padre y yacerás en el tálamo con tu madre.
EDIPO: ¡Desgraciado de mí! ¿A qué autor tan retorcido se le habrá ocurrido semejante castigo? Sin embargo, ahora veo, ¡ahora entiendo!!. Esta desesperación. Esta angustia e incertidumbre son la puerta de la locura. Sólo loco, poseído, podría ser instrumento para este crimen. ¿Yo, matar a mi padre a quien amo y respeto, y yacer con mi madre por una salvaje posesión? ¡Qué violencia! Imágenes tan sangrientas son intolerables para mí. Debo huir, alejarme de las posibles víctimas de mi desvarío. El castigo del destierro será más llevadero que cargar con el fantasma de este horrendo pecado.
CORO: ¡Ahora entiendo! Qué preámbulo tan común a la mayoría de las desgracias, y ¡el destierro!, ¡qué salida hacia un espejismo loco que nos saca de la ruta! La mayoría no se da cuenta de que ya vive desterrada cuando cuerpo y alma van cada uno por su lado. Ese es nuestro verdadero camino: aquel en el que cuerpo y alma, como amantes, se sirven de compañía, unas veces en el dolor y otras en la alegría. ¡Cuántos viajes y cruzadas son inútiles esfuerzos buscando un lugar que está tan cerca que le pasan de lado! ¿Por qué hablar de estar perdidos cuando la angustia se presenta? ¿No es quizás en esa locura en donde el alma se encuentra? Esa es nuestra tragedia real, y aceptarla, nuestro verdadero destino.
(EDIPO SE DIRIGE FUERA DE LA CIUDAD. TIEMPO DESPUÉS, SE TROPIEZA CON UNA CARAVANA CUYOS OCUPANTES ESTÁN DESCANSANDO Y JUGANDO)
EDIPO: Amigos, acepten a este forastero, que viene de muy lejos, a pasar la noche con Uds.. No tengo malas intenciones y mi alma está cansada de dormir solamente acompañada por el cielo estrellado.
SEÑOR DE LA CARAVANA: Bienvenido seas. Veo que tienes buena presencia y tu postura gallarda denota un noble origen. Aunque por tu mirada veo que escondes un hondo pesar.
EDIPO: Agradezco la acogida, pero prefiero no hablar del pesar que me acompaña.
SEÑOR: ¡Ni lo intentes! Ya tengo suficiente con las incomodidades de este viaje. En nuestras horas de descanso nos entregamos al juego y a la bebida que son las verdaderas amigas del alma.
EDIPO: Las conozco. En otros años me servían cuando a ellas me entregaba. A lo mejor ésto es una señal de que mi suerte está cambiando.
SEÑOR: Pues no se hable más. Toma esta copa de vino y siéntate en mi mesa, donde
(HORAS DESPUÉS, YA BORRACHOS)
SEÑOR: Muchas veces has perdido. Siento que no hayas podido alejar tus pesares y sentir el placer de jugar para ganar. No hay excitación más grande que lograr un trofeo, y hablando de eso, ¿cómo me vas a pagar?
EDIPO: ¿Pagar? Señor, me confunde. De apuestas o de precios no hemos hablado.
SEÑOR: La vida es un juego donde todo se paga. A veces con oro, y otras muchas con el alma. Acostumbrado estoy a que si yo arriesgo, y estoy dispuesto a pagar el precio, los demás también lo hagan, y créeme, puedo ser un feroz cobrador.
EDIPO: Poco es lo que cargo encima. Toma de mí lo que quieras.
SEÑOR: A la vista salta lo poco que llevas. No es en tus cosas en que estaba pensando. Buscando placeres los he probado todos, y esto me ha ayudado a conformarme. La noche es fría y no traje doncellas, y ese es el oro con que puedes pagarme: pasar la noche conmigo como compañía.
EDIPO: ¡Asquerosa revelación! ¿Entre quiénes estoy? ¿Cómo he podido ser tan ciego y no haber visto la degeneración detrás de la hospitalidad? Entre ovejas me he sentido cuando estaba entre chacales. Ahora que todo se aclara, una cosa te digo: antes que pagarte el precio que reclamas, prefiero jugarme la vida.
(LOS INTEGRANTES DE LA CARAVANA SE LE ABALANZAN ENCIMA. EDIPO, TOMANDO UN CUCHILLO, MATA AL SEÑOR DE LA CARAVANA Y EL RESTO, AL VER ESTO, SALE HUYENDO)
CORO: ¡Qué ceguera! ¡Qué inconciencia! Por estar sordos a sus instintos se dejan arrastrar por cualquier cosa, y aunque sea el propio diablo el que se les presenta adelante, su voz y su apariencia les resulta fascinante, y muchas veces ya es muy tarde, cuando su hediondez se evidencia.
EDIPO: Meses tengo deambulando, dando vueltas sin sentido. A veces, entre sueños, creo reconocer algo que me susurra al oído. Su mensaje no lo entiendo y su forma no distingo. Será acaso la muerte, que tantas veces ansio? Muerto en vida ya me siento. Frente a este sufrimiento, si no encuentro un refugio, mejor me quito la vida. ¡Si no fuera tan cobarde…!. ¡La Vida! ¡Qué misterio! ¿Qué la sostiene?¿Por qué unos mueren viejos mientras otros, como cortas velas son, que se apagan al poco tiempo de encendidas? ¿Quién las prende, quién apaga, con qué fin se mantienen alumbrando? En este momento poca cosa me siento y recuerdo con nostalgia otros tiempos de esplendor.
CORO: El pasado y el futuro son dos grandes fantasías entre las que la mayoría de los hombres se mueven durante toda su vida. El pasado siempre pintan con colores encendidos y dicen que de mejores tiempos salieron despedidos, recordando todo ésto como un Paraíso Perdido. El futuro, siempre claro, quieren frente a sí tener, y para ello se inventan fantásticas historias que no son más que refugios de barro. Entre tan grandiosos escenarios, cómo pretender que el tenue aleteo del presente se pueda percibir?
(EDIPO SE ENCUENTRA CON UNA ANCIANA)
ANCIANA: Frente a mí se aparece la imagen viva de la tristeza. ¿Quién empuñó el martillo y el cincel para lograr esta forma tan perfecta?
EDIPO: Si algún autor he de buscar no lo haría entre los mortales. Formo parte de ese grupo que la fortuna abandonó. De mi lejano hogar vengo huyendo de un destino tan horrendo que me colocaría en el pedestal de los grandes pecadores. Sin embargo, la nostalgia me acompaña y no encuentro sosiego a mi profunda tristeza. En este exilio voluntario me he tenido que enfrentar a terribles realidades que hubiese preferido no conocer. Con otros pecados ahora cargo, aunque de ellos estoy seguro que, al rendir la cuenta final, atenuantes tendré para pagar su castigo. Solo y desamparado me encuentro. Desolado, para ser preciso, y no encuentro ningún sentido para continuar aún vivo.
ANCIANA: ¿Cuál es tu nombre, triste figura?
EDIPO: Edipo.
ANCIANA: ¿Edipo? Qué nombre tan extraño para alguien que a pesar de su honda pena se ve tan bien parado sobre sus pies. Ahora, óyeme: ya que nada tienes que perder y eso te confiere una fiereza que los más valientes envidiarían, déjame decirte algo: en el pueblo de donde provengo, que queda no muy lejos de este sitio, algo terrible viene ocurriendo: la ley se ha corrompido por tener como legisladores gente, que por sus propios intereses, la justicia natural han violentado. Como cabeza tenían a un hombre, en apariencia justo de joven, pero que se transformó en un tirano. Su moral cayó tan bajo que a nadie sorprendió que fuese encontrado muerto. Muchos pensaron en venganza y comentan que quien lo ejecutó a más de uno se le adelantó. Tal es el caos que está presente, que ante la ausencia de un sucesor que revierta el orden, han activado una antigua leyenda que señala que la natural cabeza de ese pueblo corresponde a un hombre noble que debe mostrar su fuerza así como su inteligencia. Para encontrarlo han organizado una serie de justas que hasta ahora no han señalado algún ganador. Como en ti veo esa nobleza que seguro de cuna traes, así como la fiereza que poco antes te señalaba, y un pensamiento profundo aunque atormentado, escucha lo que te propongo: que me acompañes de regreso para la competencia. A lo mejor, tu extraño nombre pasa a la historia, en el peor de los casos, algo te habrás distraído y después puedes seguir buscando lo que crees se te ha perdido.
EDIPO: ¿Un reto? Sabia anciana, has sabido estimular mis adormecidos sentidos. Estoy dispuesto a acompañarte.
ANCIANA: No hablemos más. Por mi origen aún gozo de respeto ante mi pueblo y como candidato te puedo presentar.
(TIEMPO DESPUÉS, EDIPO SE ENCUENTRA ANTE LOS JUECES)
JUECES: Edipo nos han dicho es tu nombre. Responde lo siguiente: ¿En qué momentos la oscuridad alumbra más que la más intensa de las luces?
EDIPO: Aunque muchas veces no he acatado este mandato, muy bien sé cual es la respuesta: Cuando la oscuridad es propia y la luz ajena.
(LUEGO, EN LA JUSTA DE FUERZA, QUE PRESIDE LA VIUDA)
EDIPO (PENSANDO): ¡Qué bella mujer la que lejos sentada está! Majestad como la suya nunca antes había visto. Cosas profundas en mí mueve, ¿quién será? Su presencia le da otro sentido a este duelo. ¡Por ella me batiría!
VIUDA (VIENDO A EDIPO): Tanto tiempo sufriendo, primero por los maltratos y ahora por la pérdida, y sin embargo, ¿qué me pasa hoy, que frente a la presencia de este desconocido mi pena desaparece?. Algo familiar en él encuentro que lo hace más atractivo, ¿quién será?
(EDIPO GANA LA JUSTA)
EDIPO (A LA VIUDA): De lejos venía perdido, pero en un casual encuentro con esta anciana he tropezado. Ella hizo cambiar mi rumbo hacia este pueblo desconocido. Al principio, me guiaron energías que querían disiparse en un reto interesante, pero, ahora, al conocerla, mi desvío cobra otro sentido. Después de mucho deambular creo haber encontrado mi hogar perdido si es que acaso Ud. acepta casarse conmigo.
VIUDA: Quiero participarte que grandes penurias he sufrido y ya había olvidado internas sensaciones que de amor me hablan. Esto es nuevo para mí, creo que nunca había reconocido en un extraño tantas cosas familiares que aunque no te conozco siento como si hubiésemos estado juntos desde hace años. Tu proposición acepto: quiero casarme contigo!!
JUECES; ¡Bendita sea tu llegada!. Celebremos tu triunfo como nuestro nuevo líder con tu matrimonio con esta mujer tan querida por nosotros.
CORO: ¿Por qué extraña circunstancia se busca lo familiar fuera de sí mismo, y cuando allí, lejos, se encuentra, en lugar de preguntarse si alguna trampa esconde, se recibe ciegamente, con los brazos abiertos? Hay ruedas que giran eternamente acostadas sobre un mismo eje, recorriendo sin cesar los mismos puntos conocidos. Levantarse y desplazarse, he allí el gran reto, por los oscuros caminos que nuestra humanidad encierra, y sólo después de comenzar a recorrer estas nuevas rutas, estaremos preparados para recibir lo que se nos aparezca como un regalo.
(MUCHO TIEMPO DESPUÉS, EN EL LUGAR EN QUE EDIPO HA ESTABLECIDO SU NUEVO HOGAR)
EDIPO: De nuevo, ¡esta angustia sin sentido! de mí otra vez se apodera. Lo que más me desespera es cómo toma todo lo que hago y no me deja disfrutarlo. Si antes me distraían las funciones de gobernante, y los encuentros con mi esposa de pasión estaban teñidos, poco a poco una sombra sobre mí se viene cerniendo, quitándole alegría a mi vida. ¿De qué foso oscuro provienen estas emanaciones que se asemejan a los vapores apestosos de aguas estancadas?
(ENTRA LA ESPOSA)
ESPOSA: ¿Mi vida, qué te ocurre? En tu cara no veo la alegría que yo siento, es por algo que yo he hecho o he dejado de hacer?
EDIPO: Tuya no es la culpa de este estado. Al contrario, tu presencia me da calma y despierta en mí una ternura que hace tiempo no sentía. Sin embargo, en lo más hondo de mi alma existe un vacío que no logro llenar. Me da miedo, porque en otros tiempos, esta presencia constante, que no lograba entender, me impulsó a conocer el secreto que de mi casa me hizo salir.
ESPOSA: ¿Qué secreto puede ser tan pesado que te trastorne en tal forma que renuncies a tu hogar? No me asustes. De un mundo podrido tú me rescataste y no toleraría volver a otro igual. Antes de conocerte, frágil siempre me había sentido y por eso soporté muchas mentiras, engaños, y peor que eso, el irrespeto, pero ahora siento una fuerza presente que me hace ver las cosas en una forma diferente. Nuevamente te pregunto, cual es ese horrible secreto?
EDIPO: Al no encontrar respuestas ante un sufrimiento constante, hace años al oráculo consulté, y ésta fue su respuesta: “Matarás a tu padre y yacerás en el tálamo con tu madre”. Ante tan horrible destino, que sólo loco acataría, decidí de mis padres separarme para evitar que se cumpliese. Así comencé a deambular como dormido por senderos desconocidos que me trajeron hasta aquí.
ESPOSA: ¿Y es que acaso al lado mío no has encontrado la tranquilidad que yo al lado
EDIPO: Engañarte no podría. Tú le has dado otro sentido a mi vida, pero nuevamente, en mi interior, siento moverse este enorme dragón.
ESPOSA: No te entiendo y me !!eno de angustia. Nuevamente te pregunto, es acaso culpa mía?
EDIPO: Ni lo pienses!!. Esto me acompaña desde mis más remotos recuerdos. Siento miedo de esta sombra que muchas veces se muestra como un gran velo que esconde una última escena que no quiero ver.
ESPOSA: ¿A qué escena te refieres? No me escondas nada. Tu angustia me hace temblar de miedo y me hace darme cuenta de mi frágil seguridad. Ahora que lo mencionas, desde hace muchos años, desde la muerte de mi hijo, siento que alrededor mío se mueve un gran fantasma que me habla de mentiras y de un mundo que yo tampoco he querido ver.
EDIPO: ¿Y cómo murió tu hijo?
ESPOSA: Me dijeron que murió al nacer. Muchas veces, en la noche, me levanto sobresaltada, gimiendo y pidiendo ver su rostro, que nunca me mostraron. ¿Por qué fui tan cobarde? ¿Por qué no insistí en ese momento? Me conformé con una historia, y ahora me arrepiento.
EDIPO: Unidos estamos por la ceguera: tú por un rostro no visto y yo por este velo que no he podido descorrer.
CORO: ¡Qué misterio! ¿Por qué extraña circunstancia es que mientras deambulamos inconscientes, tropezando sin sentido, no reconocemos un drama en que estamos sumergidos?. Pero si en ese caminar nos acercamos a terrenos que sentimos velados, nos asalta la ansiedad frente a ese cortinaje cerrado. En ese momento, en lugar de descorrerlo, preferimos seguir ciegos, y huimos despavoridos aunque en el fondo sabemos que esconde una verdad, a la cual nos enfrentaremos antes de nuestro último suspiro. Hay mortales que transitan toda su vida recorriendo estos límites sin poderlos traspasar aunque una extraña fuerza los mantiene cerca de un mensaje que es difícil descifrar.
(SE OYE UN ESCÁNDALO Y A LO LEJOS UN GEMIDO: ¡AY DE MI! ¡AY DE MI!)
ESPOSA: ¿Qué es este terrible alboroto que trastoca toda la paz de nuestra casa?
SIRVIENTE: Es nuevamente El Loco que ha comenzado a beber y está con sus desvarios.
EDIPO: Y qué tipo de locura a este pobre hombre ha poseído que ha merecido que lo tilden de ese modo?
SIRVIENTE: Entre otras cosas dice, de mucho tiempo, conocerte.
EDIPO: ¿Conocerme? Traedlo frente a mí.
ESPOSA: No me gustan estas cosas. Cuando hablan de pasados compartidos entre extraños, muchas veces se arman historias que permanecían incompletas. ¡Tengo miedo, mucho miedo! Hay cosas que es preferible dejar como están. Muchas veces la Verdad no se puede soportar. ¿Por qué no contentarnos con lo que ven nuestros ojos en lugar de buscar otros pares que hayan visto otras cosas?
EDIPO: Tranquilízate, esposa mía. ¿A qué puedes temer? De lejos he venido, qué cosa puede este infeliz saber que trastoque nuestras vidas? Conmigo segura estás. Vamos a oír sus desvarios, ¿qué podemos perder?
CORO: Cuando la curiosidad a terrenos desconocidos nos acerca, con un ímpetu propio, que ciega nuestra conciencia, temblad, temblad, porque siempre abre puertas que después no sabemos si se pueden cerrar.
(ENTRA EL LOCO)
EDIPO: ¿Por qué tu rostro me es conocido cuando supuesto es que ésta es la primera vez que en esta casa tropezamos?
ESPOSA: ¿A t¡ es a quién llaman El Loco? Desde cuándo tienes este apodo cuando antes te llamaban El Principal de mi esposo?
EDIPO (A LA ESPOSA): ¿Quién es él?
ESPOSA: Es nuestro más antiguo sirviente, que como perro fiel, a mi esposo siempre acompañaba.
EDIPO: Responde a lo que te he preguntado.
EL LOCO: Por segunda vez, te imploro. Te lo pido por tus dioses. ¿No es suficiente mi locura como ofrenda o sacrificio? ¿No te asusta el horror que en mí ha provocado este estado?
EDIPO: Aterrado estoy, pero si tiene que ver conmigo, no quiero sumar más telones no descorridos a los que ya inquietan mi alma. ¡Te lo exijo! A menos que quieras pagar con tu vida por una verdad, que por lo visto tiene que ver conmigo, habla de una vez.
ESPOSA: Edipo, por lo que más quieras. No continúes presionando. Siento que una tragedia poco a poco se va acercando. No tengo fuerzas para aguantar ésto. Óyeme, mañana será otro día.
EDIPO: Ya estoy harto de mañanas en los que siempre estoy escapando. Nunca me he sentido tan cerca de la verdad que siempre he estado buscando. No te das cuenta, esposa mía, que si frente a lo que este hombre pueda decir, no me enfrento en este momento, la duda y el tormento no me dejarán vivir? (TOMANDO UN PUÑAL) Por tercera vez, habla!
ESPOSA: Te lo suplico, no me arrastres en tu destino.
EDIPO: Desde que nos unimos, nuestro destino está compartido.
EL LOCO (DERRUMBADO): ¡El Destino! Con qué misterio poderoso está asociado, que por más que los mortales queremos escapar, va tejiendo su trama atando cabos que aparentemente sueltos están? Frente a esta realidad que frente a mí tengo, ya no tengo fuerzas para luchar contra esta invisible presencia que me reclama humildad. Hace muchos años fui instrumento de un acto en contra suya, del cual creí salir con bien, pero ahora me doy cuenta de que mi soberbia la debo pagar con creces que no se si pueda tolerar. (A EDIPO) Nos conocimos hace tiempo cuando estando en una travesía de negocios fui testigo de la muerte de mi Señor por alguien que estaba
defendiendo su honor.
EDIPO: Ahora te recuerdo, pero qué confusión! Si tú estabas presente y eras El Principal, como te llama mi esposa…¡Qué horror! ¡Comienzo a ver!…
ESPOSA: ¿Tú, el asesino de mi esposo? No lo puedo creer. ¿Qué salvaje perversión, mayor que las que había vivido, me hizo ver en tí a un amado sustituto? ¿Cómo no preguntarte de tu pasado? ¿Cómo me escondiste ésto? Ahora reconozco como, una vez más, he querido permanecer ciega frente a lo que me rodea. ¡Qué horror! Nuevamente siento abiertas todas las heridas mal cerradas por miedo a enfrentar la realidad y entre ellas la que más me duele fue el destino de mi hijo. (DIRIGIÉNDOSE A EL LOCO). Ahora recuerdo, tu larga ausencia! Mi esposo nunca se la pudo explicar. Ahora soy yo quien te exijo. Jamás antes había sentido esta premura que raya en la locura, y por la cual soy capaz de matar (TOMA UN PUÑAL Y SE ENFRENTA A EL LOCO) ¿Qué sabes tú de mi hijo?
EL LOCO: ¡Piedad! ¡Piedad! (DESESPERADO) El círculo se va cerrando y frente a su fuerza me siento desvalido. Ya en silencio no me puedo quedar. (DIRIGIÉNDOSE A LA ESPOSA) Mi Señor, cercano al nacimiento de tu hijo, al oráculo había acudido atormentado por su pasado, y ésto fue lo que escuchó: “Ese hijo tuyo, al que esperas, matará a su padre y yacerá con su madre en el lecho nupcial”. Tan terrible castigo por sus actos cometidos le pareció demasiado, y para evitarlo, al nacer me lo entregó y me ordenó atarle unos grillos a sus tobillos y dejarlo abandonado en el bosque cercano. Yo, tratando de quedar en paz con mis dioses y mi conciencia, me lo llevé al otro lado del mundo donde se lo entregué a mi hermana para su cuido. Antes de verlo por última vez, junto a mi hermana lo bauticé, y por las heridas de sus pequeños pies hinchados, como nombre escogimos: Edipo. (SE DESPLOMA LLORANDO DESESPERADAMENTE)
(EN EL FONDO SE OBSERVAN A LA ESPOSA MUERTA, APUÑALADA POR SI MISMA, Y A EDIPO CON LOS OJOS SANGRANDO LUEGO DE HABÉRSELOS ARRANCADO)
Eduardo Carvallo
Caracas, 1.997 (corregido en el 2.008).
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