El pensamiento Mítico – Alberto Chislovsky

Alberto Chislovsky es psicoterapeuta junguiano. Ha dictado cursos en diversas instituciones entre ellas: el desaparecido Instituto Jung de Buenos Aires, la Fundación Jung de Buenos Aires y el Instituto C.G. Jung de Montevideo. El texto que presentamos es la Introducción al libro «Jung y el Proceso de Individuación: Un enfoque mítico-simbólico», Ediciones Continente, Buenos Aires, 1994. El E-mail de Alberto es:aljanus@tutopia.com. Tomado con autorización del autor.

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Introducción

El PensamientoMítico

Carl Gustav Jung es conocido como uno de los pioneros de la psicología, junto con Freud y Adler. Pero su renombre se ha sustentado en el hecho de haber revitalizado el pensamiento mítico-simbólico -a través de su hipótesis del Inconsciente Colectivo- en el hombre contemporáneo. Sus estudios sobre mitos, símbolos, religión, artes y filosofía -además de los realizados en el campo científico-, han ampliado la estrecha perspectiva en la que Occidente se hallaba.

De esta forma tendió un puente hacia el pasado, pero también hacia el Oriente, donde esta concepción del mundo aún sigue vigente, buscando una integración entre el saber científico y el saber tradicional.

¿Qué es un mito? ¿Cuál es la concepción mítica del mundo? Para Mircea Eliade el mito cuenta una historia sagrada, que ha ocurrido en un tiempo primordial, el fabuloso tiempo de los comienzos, donde ciertos seres sobrenaturales han dado origen al Cosmos o algún fragmento de éste: una isla, montaña, seres humanos, etc. Se trata de una creación que narra cómo algo ha nacido, cómo ha comenzado a ser.

Para el hombre arcaico, el mito es una historia verdadera, que le da una explicación y sentido a toda su existencia constituyendo un «modelo ejemplar» para todas sus actividades, ya que éstas fueron realizadas por primera vez por un ser fabuloso, o enseñadas por éste a los seres humanos.

Para el hombre arcaico, conocer el origen de las cosas le da poder y dominio sobre ellas, y de esta manera, participa de la naturaleza sagrada del Cosmos a través de sus manifestaciones, lo que le permite reproducir el acto creador en «illo tempore». En esta forma de pensamiento se basa el hombre arcaico para realizar, por ejemplo, los ritos de curación, ya que vuelve al enfermo, ya sea hombre, animal o planta, al tiempo primordial, reiterando su creación. Pero no sólo en los ritos de curación se manifiesta el tiempo mítico, sino en todos los demás actos ya que todos se viven ritualmente debido al modelo ejemplar que a cada una de ellos le antecede.

Esto supone una verdadera actitud religiosa; se trata de vivir de acuerdo con el modelo ejemplar de los seres fabulosos o dioses, sacralizando la existencia toda, se vive en un tiempo sagrado que se distingue del cotidiano habitual, en un espacio también consagrado que participa de la naturaleza divina.

El mito expresa de esta forma una gran riqueza que podía ser aprehendida merced a su repetición ritual, dando al hombre arcaico las respuestas a los interrogantes tales como el de la creación del Cosmos, el nacimiento, la muerte y el sentido de la vida, cumpliendo una función ordenadora y centralizadora de su existencia.

Sin embargo, esta forma de vivir fue quedando relegada e, incluso, combatida y perseguida, con el desarrollo de la humanidad en Occidente.

Las primeras críticas fueron hechas por los filósofos griegos. El cristianismo con su noción de tiempo histórico y lineal, con un comienzo y un final, asestó otro golpe a esta forma de pensamiento cíclica, y, finalmente -luego de breves resurgimientos a lo largo de la historia, especialmente en el Renacimiento-, la ciencia occidental con su objetividad terminó de desencantar el Universo de todo residuo de seres fabulosos.

El esfuerzo por desarrollar un mayor dominio sobre los objetos del mundo borró de la faz de la tierra todo vestigio de esta forma de pensamiento en el hombre moderno occidental. Por ejemplo, un autor como Ludolfo Paramio «nos informa que el mito se identifica con la falsa realidad y se constituye en obstáculo para la adquisición de un conocimiento verdadero»:(1)

Otro de la talla de Roland Barthes dice que su «función es deformar», y luego «el fin de los mitos es inmovilizar el mundo».(2)

Estas afirmaciones nos muestran que el otrora reinante pensamiento mítico pasó a la categoría de maldito, lo que nos permite observar una antigua verdad mítica: en los antiguos panteones, por ejemplo en la India, cuando los Devas eran destronados de su sitial de preeminencia eran transformados en Asuras, en demonios. Y como a todos los demonios, se los ha exorcizado, o se los ha depositado en las capas más ignorantes de nuestra sociedad, o en los lugares más alejados de los centros de cultura. Labourdette nos dice: «El racionalismo occidental y la civilización presuntamente tecnológica, nos han hecho creer (míticamente) que el mito se disipa o persiste en zonas muy subdesarrolladas o ignorantes, o que pertenece a edades y espacios arcaicos. Nada más erróneo. – Nada más mítico (en un sentido). Vivimos en un mundo profundamente mítico donde creencias y razones se entretejen incesantemente en espacios sagrados y profanos, entre máquinas sofisticadas y dioses alquimistas».(3)

Pero no nos dimos cuenta de que el demonio vivía en nuestro propio interior; que detrás de nuestra fachada luminosa se escondían profundidades insondables, tenebrosas con bajos deseos que nos asustan. Fue Freud quien descubrió que detrás de nuestra razón se hallaba el Demonio del Inconsciente con sus deseos y pulsiones tiránicas contrarias a la cultura. Freud vio al Mr. Hyde que todos teníamos en nuestro interior, el Dios Eros convertido en basura por la represión cultural, que ya había sido anticipado por R. L. Stevenson con su hombre y la bestia en «El extraordinario caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde».

La razón ve en el mito un adversario, un demonio que interfiere en sus propósitos, que inmoviliza al mundo y deforma la realidad. Pero otros autores ven el mito como a la «Bestia» del cuento «La Bella y la Bestia», que en realidad necesita ser librado de su encantamiento , ya que esconde un príncipe, un «princeps», un nuevo principio que otorgue un significado al agotado y desacralizado hombre de la sociedad moderna.

Para Paul Ricoeur «el mito tiene alcance ontológico (…) pretende abordar el origen de la existencia humana» y además cumple una función «descubridora y esclarecedora».(4) García Pelayo nos dice que «las funciones míticas son esclarecedoras, integradoras y movilizadoras»;(5) y Durand plantea que «el mito es presencia semántica y, formado por símbolos, contiene comprensivamente su propio sentido. Para expresar esta densidad semántica del mito que desborda por todas partes la linealidad del significante».(6)

Como podemos observar, los diferentes autores y corrientes dividen su opinión sosteniendo el carácter esclarecedor o alienador del mito. El mito puede descubrir o confundir la realidad, acercar la verdad o la falsedad. Labourdette plantea: «La existencia del mito puede ubicarse, según los autores, en distintos lugares que se distribuyen entre lo inefable y lo aberrante, entre lo divino y lo diabólico».(7)

¿Cómo conciliar posiciones tan antitéticas? Es el mérito de C. G. Jung el intentar reunir estos opuestos. Jung sostiene que el ser humano posee dos formas de pensamiento: una forma racional dirigida, en palabras, orientada hacia afuera y que requiere de un esfuerzo sostenido. Jung dice: «en este sentido, el pensamiento lógico o dirigido es un pensamiento acerca de la realidad, es decir, que se adapta a la realidad en el cual expresándolo en otras palabras, imitamos la sucesión de las cosas objetivas y reales, de suerte que las imágenes desfilan en nuestra mente en la misma serie estrictamente causal que los acontecimientos exteriores».(8)

La otra forma es el sueño o fantaseo que es un pensamiento «que se aparta de la realidad y libera tendencias subjetivas y es improductivo, refractario a toda adaptación… Funciona sin esfuerzo, como si dijéramos espontáneamente, con contenidos inventados, y es dirigido por motivos inconscientes». (9)

En la antigüedad, según Jung, se tendía a este tipo de pensamiento. «Todo, el interés y la energía que el hombre moderno invierte en la ciencia y la técnica, consagrábala el antiguo a su mitología. Es su afán creador el que explica los desconcertantes cambios, las transformaciones caleidoscópicas, los reagrupamientos sincretísticos y los incesantes remozamientos de los mitos del ámbito cultural griego. Nos movemos aquí en un mundo de fantasías que, poco preocupadas por la marcha externa de las cosas, manan de una fuente interna y producen variadísimas figuras, unas veces plásticas, otras esquemáticas. Esta actividad del espíritu de los primeros tiempos de la antigüedad obraba por antonomasia artísticamente. Parece que la finalidad del interés estribaba, no en captar objetivamente el cómo del mundo real, sino en adaptarlo a fantasías y esperanzas subjetivas.» (10)

Para la ingenua antigüedad, prosigue Jung, el sol era el gran padre del cielo, y la luna, la madre fecunda. Todo era antropomórfico o teriomórfico y el Universo entero estaba animado por dioses y demonios. «La imagen del mundo era harto alejada de la realidad, pero correspondía cabalmente a la fantasía subjetiva».

Esta forma de pensar persiste en el niño ya que «anima sus muñecos y sus juguetes en general, y en niños dotados de fantasía no es difícil observar que viven en un mundo maravilloso».(11)

De la misma manera se manifiesta en nuestros sueños que «haciendo caso omiso de las conexiones reales de las cosas, se ensambla en él lo más heterogéneo, y un mundo de imposibilidades suplanta al de la realidad». (12) Basándose en los estudios de la psique infantil de Freud -quien halla algunas similitudes entre ésta y la vida onírica- Jung encuentra un paralelo entre el pensamiento mitológico de la antigüedad y el pensamiento similar de los niños, de los primitivos y de los sueños.

Compara el funcionamiento y estructura de la anatomía y genética humanas y su formación -a través de una serie de transformaciones embrionarias que corresponden a cambios análogos en la historia de la especie- con la vida psíquica: «el pensamiento infantil en la vida psicológica del niño así como en el sueño, no sería más que una repetición de anteriores etapas de desarrollo». Jung se apoya en Nietzsche quien afirma: «Durmiendo y en sueños rehacemos toda la tarea de la humanidad primitiva… Quiero decir: así como ahora razona el hombre durante el sueño, así razonaba también la humanidad durante la vigilia muchos miles de años; la primera causa que se le ocurría al espíritu.para explicar cualquier cosa que tuviera necesidad de explicación, le bastaba y consideraba verdad… De estos procesos podemos deducir cuán tarde se desarrolló el pensamiento lógico, más riguroso, la estricta indagación de causa y efecto, si todavía hoy nuestras funciones racionales e intelectuales se retrotraen a estas formas primitivas de raciocinio y si vivimos casi la mitad de nuestra vida en ese estado» (14)

Freud ya consideraba en 1900 (Interpretación de los Sueños) que el «sueño es la mitología privada del durmiente y el mito el sueño despierto de los pueblos, que al Edipo de Sófocles y al Hamlet de Shakespeare corresponde la misma interpretación que al sueño».(15) Pero Freud veía en el Edipo la realización de los deseos infantiles.

Rank, por otro lado, considera qué «la manifestación de la relación íntima que existe entre el sueño y el mito no sólo con respecto al contenido, sino también a la forma y a las fuerzas motrices de ésta y muchas otras estructuras psíquicas más específicamente patológicas, justifica plenamente la interpretación del mito como un sueño de los pueblos» .(16)

Pero Jung va más allá de una interpretación patológica de esta forma de pensamiento; sugiere que «las bases inconscientes de los sueños y de las fantasías sólo en apariencia son reminiscencias infantiles. En realidad, trátase de formas de pensamiento basadas en instintos, primitivos o arcaicos, que como es natural, se destacan con mayor claridad en la infancia que después. Pero en sí distan de ser infantiles o siquiera patológicas. Por lo tanto no deberían emplearse expresiones tomadas de la patología. También en punto a sentido, contenido y forma, el mito fundado en procesos imaginativos inconscientes dista mucho de ser infantil o expresión de una postura autoerótica o autística, pese a crear una imagen del mundo que apenas puede compararse con nuestra concepción racional y objetiva. La base instintiva arcaica de nuestro espíritu constituye un dato objetivo, hallado, que al igual que la estructura y disposición funcional heredadas del cerebro o de cualquier otro órgano, no depende de la experiencia individual ni dei arbitrio subjetivo-personal. La psique posee su propia historia genética, como la tiene el cuerpo»(17)

Jung denominó a esa psique objetiva el «Inconsciente Colectivo», la considera como «la poderosa herencia espiritual del desarrollo de la humanidad. (…) la conciencia es algo efímero, que se encarga de todas las adaptaciones y orientaciones momentáneas. (…) El inconsciente por el contrario, contiene la fuente de las fuerzas psíquicas impulsoras y de las formas o categorías que las regulan, esto es, los arquetipos. Todas las ideas y representaciones más fuertes de la humanidad se remontan a arquetipos. Esto se da especialmente en el caso de las representaciones religiosas. Pero tampoco conceptos centrales de la filosofía, ciencia y moral son una excepción. Estos conceptos son en su forma actual, variantes de las representaciones primitivas, surgidas a través de aplicación y adaptación, puesto que la función de la conciencia es no sólo percibir y conocer el mundo exterior a través de los sentidos, sino también proyectar creativamente hacia el exterior el mundo interior».(18)

Las consideraciones de Jung aparecen como sorprendentes, ya que deriva los conocimientos científicos objetivos de los subjetivos arcaicos. ¿Pero acaso 1a química no deriva de la mística alquimia?

Eliade considera que es en «la fe en la ciencia experimental y en sus grandiosos progresos industriales donde hemos de buscar la continuación de los sueños alquímicos» y continúa «la alquimia ha legado al mundo moderno mucho
más que una química rudimentaria: le ha transmitido su fe en la transmutación ‘-de la Naturaleza y su ambición de dominar el tiempo». (19)

Donde los alquimistas veían espíritus y símbolos, los científicos utilizando el pensamiento dirigido ven relaciones mecánicas abstractas según el método de las ciencias empíricas. Pero el pensamiento totalizador mítico incluía no sólo la transformación externa sino también la del propio individuo. El hombre y la Naturaleza estaban en una relación de mutua correspondencia.

Donde se puede apreciar aún más esta relación es en la predecesora de la astronomía: la astrología. El hombre antiguo ordenó el caos del cielo estrellado, por medio de la proyección de las imágenes y motivos míticos, que en realidad para Jung son los constituyentes del Inconsciente Colectivo. Jung explica de esta forma los influjos estelares afirmados por la astrología: «no son otra cosa que percepciones introspectivas de la actividad del inconsciente colectivo» (20).

En esta disciplina podemos apreciar el diálogo entre el hombre y el Cosmos, hablan el lenguaje del símbolo. Eliade nos dice: «en un mundo semejante el hombre no se siente encasillado en su propio modo de existir. También él está abierto. Comunica con el mundo porque utiliza el mismo lenguaje: el símbolo. Si el mundo le habla a través de sus astros, sus plantas, sus animales, sus ríos y sus rocas, sus estaciones y sus noches, el hombre le responde con sus sueños y su vida imaginaria, sus Antepasados y sus tótems -a la vez naturaleza, sobrenaturaleza y seres humanos, con capacidad de morir y resucitar ritualmente en las ceremonias de iniciación (…), por su poder de encarnar un espíritu revistiéndose de una máscara, etcétera».

Si el mundo es transparente para el hombre arcaico, éste siente también que el mundo «lo mira»y lo comprende (…) Cada objeto del Universo tiene su «historia» que contarle, un consejo que darle. (21)

En este diálogo entre los astros, el mito y el sueño basaré la metodología para el desarrollo de este libro. Con el instrumento denominado por Jung amplificación, intentaré profundizar en los años en los que el propio Jung con frontó con los contenidos del Inconsciente, realizando su propio autoanálisis. Esta etapa de su vida -hacia los 38 años-, constituyó su crisis de mitad de vida, luego de su ruptura con Freud seguida por un progresivo alejamiento del mundo cultural de su época.
Fue una etapa angustiante, donde todos sus apoyos se derrumbaron y quedó expuesto a los embates del Inconsciente. Lo asaltaban sueños y visiones, sin poder comprender su significado, temiendo caer en un colapso psicótico.

Sin embargo en esta «edad oscura» fue decidiendo su orientación de vida, como así también los fundamentos de su psicología y de su concepción de los mitos y símbolos como auténticos exponentes del Inconsciente Colectivo.

Distintos autores han interpretado -según sus simpatías y coincidiendo con el doble aspecto del pensamiento mítico-, desde una heroica conquista del Inconsciente hasta como un brote psicótico.(22) Como en todas opiniones extremas la verdad estará en el centro, incluyéndola a ambas.

Por esta razón intentaré mostrar cómo se conjugan ambas facetas en la experiencia vivida por Jung en su «viaje al más allá», coincidiendo con el doble aspecto: esclarecedor-alienador, en el pensamiento mítico. También intentaré mostrar cómo Jung proyectó creativamente hacia el exterior, en su psicología, las vivencias y los contenidos simbólicos con los que se confrontó, en su peligrosa travesía -comparada por él con la Nekya de Ulises en la Odisea- a través del mundo interior.

Referencias

1) Citado por Labourdette S. en Mito y política, Troquel, Bs.As., 1987, p. 20
2)Ibid.p.20
3)Ibid.p.12
4)Ibid.p.20
5)Ibid.p.20
6)Ibid.p.21 b~ 7)Ibid.p.21
8) Jung C.G., Símbolos de transformación, Paidós, Bs. As., 1977, pp. 35 /36 i j
9)Ibid.p.43
10) Ibid. p.45
11)Ibid.p.46
12)Ibid.p.46
13)Ibid.p.48
14)Ibid.p.48
15) Ricoeur P., Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XX, México, 1970, p. 9
16) Rank O., El mito del nacimiento del héroe, Paidós, Bs. As., 1961, p.15
17) Jung C.G., op. cit., p.54
18) Jung C.G., Problemas psíquicos del mundo actual, Monte Avila, Caracas,1976, p.138
19) Eliade M., Herreros yalqu¡mis tas, Alianza, Madrid, 1983,p. 154 ,
20) Jung C.G., Problemas psíquicos del mundo actual, p.131
21) Eliade M., Mito y realidad, Guadarrama, Madrid, 1973,p. 161
22) Staude, j.R., 0 desenvolvimiento adulto de C. G. Jung, Cultrix, Sao Paulo,1988, p. 73

 

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