El Sandplay como espejo del alma

PATRÍCIA GIMÉNEZ

Psicóloga, miembro de la Sociedade Brasileira de Psicologia Analítica, Sao Paulo (BPA/SP), M.S. en Psicología Social de la Universidad de São Paulo, con una tesis sobre Orientación Profesional, Adolescencia y Sandplay. Trabaja con Sandplay hace 14 años e hizo su formación en esa técnica con Fátima Salomé Gambini (analista brasileña que a su vez hizo la formación con Dora Kalff). Trabaja con niños, adolescentes y adultos en su consultorio particular en São Paulo. En la clínica de la SBPA, coordina el Núcleo de Adolescencia, Orientación y Sandplay.

Traducido del portugués por Juan Carlos Alonso

Quisiera comenzar esta exposición hablando un poco sobre el título de este trabajo: “Sandplaycomo espejo del alma”. Cuando pensaba en el nombre, me acorde de una supervisión que hice con Ruth Ammann, analista junguiana suiza. En el caso que le presenté, la primera escena tenía como tema central un espejo: la figura del cuadro de Munch, “El Grito”. Se miraba en el espejo y veia todo el escenario reflejado, y luego detras de él, un fantasma. Ruth me comentó: – “¿Usted no cree que el Sandplay es realmente un espejo?».

En ese momento, cuando pensaba en el nombre, me di cuenta que las dos indicaciones, la de Ruth y la de Fátima, podrían estar relacionadas entre sí. No siempre conseguimos realmente vernos en este espejo que es el Sandplay. O mejor, tal vez existan diversos niveles en ese ejercicio de mirarnos en ese espejo. Algunos más superficiales y otros más profundos. Pienso que la posibilidad de zambullirnos de una forma más profunda depende de esa condición básica tan importante: crear el espacio libre y protección. ¿Y cómo obtenemos eso? Esa quizás sea la gran pregunta. Y no se si es una pregunta con una respuesta exacta.

Uno de los textos que leí para inspirarme para este trabajo y que encontré muy interesante fue un cuento de Guimarães Rosa que se llama justamente “El espejo”. Quedé hasta asustada cuando leí esa historia porque en ella, el narrador describe la experiencia de mirarse en el espejo, insistente, buscando ver lo que hay, además de la imagen de él mismo, reflejada. Él busca ese aspecto misterioso y transcendente del espejo. Según el narrador:

Ojos contra ojos. Lo supo: los ojos de la gente no tienen fin. Sólo ellos se detenían inmutables, en el centro del secreto. (…) yo necesitaba translucir el embozo, mirar a través de aquella máscara, la meta de poner al descubierto el núcleo de esa nebulosa – mi propia forma. Tenía que haber un modo…(ROSA, J.G., 2005, p.116).

Me asusté porque era una experiencia que yo también tenía cuando niña. Muchas veces me quedaba mirando la imagen de mi cara reflejada en el espejo hasta que se iba perdiendo y llegaba al punto en que ya no me reconocía. El narrador, en el cuento, define ese mirar como “mirar sin ver” (ROSA, J.G. p.117). Yo siempre me asustaba. Era asustador pero fascinante. En la historia, el narrador tiene como objetivo para ver lo que está más allá de su imagen conocida, más allá de su máscara, ver su alma. ¿Será que no es eso lo que buscamos también en el Sandplay?

Dora Kalff buscaba, a través de la terapia, hacer posible la constelación y manifestación del Si-mismo del niño. Ella enfatiza “la manifestación del Sí-mismo, ese órden interno, ese arquetipo de la totalidad, es el momento más importante en el desarrollo de la personalidad» (KALFF, D., 1980, P.29). Más adelante, continúa:

(…) a través de la transferencia, busco para proteger y estabilizar la relación entre el Sí-mismo y el ego. Eso es posible a través de la psicoterapéutica porque corresponde a la tendencia natural de la psique de constelarse en el momento en que es creado un espacio libre y protegido (KALFF, idém).

La escena producida por el niño en la arena puede ser entendida como una representación tridimensional de un cierto aspecto de la situación psíquica. El mundo interno si revela, se ve reflejado en el mundo externo, en la arena.

Como dije anteriormente, Fátima Salomé Gambini acostumbraba decir que esa expresión aparentemente tan simple era realmente capaz de definir lo que es el trabajo con Sandplay. Es en verdad una expresión simple y compleja. No creo que con esa expresión, Kalff estuviera refiriéndose solamente a poner límites al paciente. Es claro que el límite concreto es importante y es vivenciado a través de las medidas exactas que tiene la caja de arena, en el límite del tiempo de sesión, etc. Pero cercar, delimitar, decir que no, no es sólo limitar, es acoger, esTemenos, es crear una vaso para que la manifestación de lo que es sagrado y para que la vida con su fuerza a veces destructiva, pueda manifestarse, ser contenida y transformarse. ¡Es elHolding de Winnicott! ¿Pero, cómo hacemos para crear ese espacio libre y protegido que hace posible a nuestro paciente confiar, estar con sus imágenes inconscientes, estar con su alma?

Ante todo, creo muy difícil crear ese espacio de confianza atenta, sin que un analista haya tenido esa experiencia, sin entregarse también a ese proceso simple y complejo que es dejar que las imágenes surjan en la arena, “dar a luz” tales imágenes, aprender a aceptarlas humildemente. Ese ejercicio de entrega no es fácil. Uno se Uno se siente medio ridículo intentando jugar de nuevo. ¡Es infantil! A veces es difícil resucitar al niño que vive en nosotros. Es difícil creer que podemos hacer eso. Cuesta trabajo, toma tiempo. Pienso también que nos da miedo haberlo matado al tener que sofocarlo para crecer. Y es duro darnos cuenta, después de un tiempo, que necesitamos de él para vivir, es esencial.

Harold Stone, en el prefacio del libro de Dora Kalff (1980), define Sandplay como jugar en la arena. Explica: “Es simple, pero no es un instrumento mágico. Es una herramienta extremadamente eficiente para conectarnos con la imaginación y permitirnos que se vuelva creativa» (KALFF, D., 1980, p.15). Pero, según él, es más que una herramienta. Es también una expresión de la personalidad del terapeuta como personalidad creativa, que se relaciona con el paciente personalmente y simbólicamente en un nivel muy profundo. Stone dice que hay psicoterapeutas creativos que están abiertos a la vida interna y externa, y hay psicoterapeutas que no están abiertos a ella.

Uno de los primeros niños que atendí cuando comencé a trabajar con Sandplay me enseñó mucho sobre el juego. La primera vez que él se vio el frente a los estantes de miniaturas les preguntó con la mayor naturalidad del mundo:

– «¿Quién quiere jugar conmígo?»

¡Confieso que quedé estupefacta! Es triste darnos cuenta que generalmente cuando crecemos, abrimos la mano de esa espontaneidad del niño, de esa capacidad de reaccionar inmediatamente y de forma tan libre frente a algo que nos encanta.

Cuando lo vi conversando con las miniaturas (¡porque obviamente las miniaturas le habían respondido!) sentí el impacto de una revelación. Me di cuenta que había perdido esa naturalidad, que estaba enyesada.

La primera vez que fui a la sala de Fátima, también fue una experiencia reveladora: pidió que me sentara en una butaca que me permitía visualizar toda su sala y las miniaturas. Mientras conversábamos yo me fui sintiendo hipnotizada por ellas y por la charla de Fátima: ¡parecían estar vivas! Quedé impresionada. Cuando salí de allá estaba profundamente emocionada. Me senté en el auto y lloré algunos minutos sin parar. Fue un alivio muy grande. La sensación era que algo había sido tocado adentro de mí.

En esa época me dí cuenta que necesitaba liberarme, re-aprender a jugar, re-aprender a confiar, perder el miedo de equivocarme. Quien tiene miedo de equivocarse no consigue jugar ni consigue crear. Trabajar con Fátima y con sus arenas fue muy importante en ese sentido.

A veces pienso que trabajar con Sandplay es como una danza. Una danza entre dos, en el caso de la consulta individual. Una danza que exige una sintonía fina. Exige dedicación y fé. Persistencia. Exige “resonancia”, expresión usada por Ruth Ammann. La danza exige una sintonía mente/cuerpo. La cabeza, en esa danza, no puede pesar, ella no dirige, ella co-opera con el movimiento y así, aparece la creación/expresión. La arena potencializa ese encuentro. Ella es fluida, acompaña los movimientos y al mismo tiempo no acepta una posición de control. La arena no da para ser muy perfeccionista. Es maestra en eso. Nos enseña a tener más humildad y a confiar.

Cuando observo a mis pacientes trabajando en la arena, sentados frente a la caja, o de pié rodeándola, me encanta prestar atención a la coreografía que muchas veces ellos danzan sin darse cuenta. Muchas veces prefiero centrar mi atención en esta coreografía, en su movimiento del cuerpo y en su emoción, más que lo que están haciendo, en su escenario. Eso me permite sintonizar de una forma más integrada ese momento de creación, de una forma no únicamente intelectual. No sólo usando mi pensamiento, sino también mi sentimiento, mi intuición y mi sensación. Es un momento de ver la luz, es delicado. Exige respeto. Exige cuidado. Demanda que uno, como analista, sea íntegro.

Cuando nos inclinamos sobre la mesa de arena para crear nuestros escenarios podemos parecer el propio Narciso a la vera del espejo del agua. Un espejo en el cual vemos nuestra propia imagen reflejada. El mito de Narciso acaba con un fin trágico. Como no conocía su rostro pues nunca había visto un espejo, él no se reconoce, se enamora, sufre y se sumerge en las aguas. Bucea, pero no vuelve. Muere y no renace. No vuelve transformado del otro lado.

Según Jung (JUNG, 2000, párrafo 43):

Verdaderamente, aquel que mira el espejo del agua ve en primer lugar su propia imagen. Quien camina en dirección a sí mismo corre el riesgo del encuentro consigo mismo. El espejo no lisonjea; muestra fielmente lo que quiere que en él se mire; o sea, aquella cara que nunca mostramos al mundo, porque la encubrimos con la persona, la máscara del actor. Pero el espejo está detrás de la máscara y muestra la faz verdadera.

Es interesante notar que existen varios ejemplos en la literatura de ese encantamiento con la imagen reflejada en el espejo: A través del espejo y lo que Alicia encontró allá, de Lewis Carroll;El niño en el espejo, de Fernando Sabino; los cuentos denominados El Espejo, de Guimarães Rosa y de Machado de Assis… y con certeza otros. Como dice el narrador del cuento de Guimarães Rosa:

«El espejo inspiraba recelo supersticioso a los primitivos, aquellos pueblos con la idea de que el reflejo de una persona era el alma (…) El alma en el espejo – anota – esplendida metáfora. Otros, de hecho, identificaban el alma con la sombra del cuerpo; y no se le habrá escapado la polarización: luz – tiniebla.»(ROSA, 2005, p.115).

En El niño en el espejo (1982), Fernando Sabino describe la experiencia fantástica del niño que quería encontrar a alguien igual a él. Un día, frente a su imagen en el espejo:

Para probar, coloco la mano derecha abierta sobre el espejo. Como era de esperarse él al mismo tiempo viene con su mano izquierda, pegándola a la mía. Le sonrío y él me sonríe. Más que nunca me viene la sensación de que es alguien idéntico a mí que está allí dentro del espejo, divirtiéndose en imitarme. Llego a tener la impresión de sentir el calor de su palma de su mano contra la mía. Me quedo serio, al imaginar lo que sucedería si eso fuera verdad. Cuando vuelvo a mirarle el rostro, veo asombrado que él continúa sonriendo. ¿Cómo, si ahora estoy absolutamente serio?

Un escalofrío me corre por la espalda, erizandome la piel: ¡hay alguien vivo dentro del espejo! ¡Un otro yo, mi doble, realmente existe! (SABINO, F., 1982, p.131).

Ese descubrimiento del Otro que somos nosotros, realmente asusta. ¡Eriza la piel! En elSandplay, eso puede acontecer en tres dimensiones. Cuando la persona percibe que lo que ella hizo jugando, sin grandes intenciones, es ella, pero que es un lado suyo que ella no controla, ¡se asusta generalmente! Harold Stone menciona:

(…) el inconsciente opera en nosotros como una personalidad con la cual necesitamos convivir. Si nosotros ignoramos la otra persona, él o ella se torna amargo y se vuelve contra nosotros. También es así con el inconsciente. Si nosotros lo ignoramos, él se torna amargo y se vuelve contra nosotros.» (en KALFF, 1980, p.17).

A través de ese ritual de mirarse en el espejo en el Sandplay podemos ir trabajando para que, al poco tiempo, se construya un puente entre esos dos que habitan en nosotros. La arena y los estantes llenos de miniaturas, son medios fértiles para la proyección. Por eso hasta cabe el término técnica proyectiva para el trabajo con Sandplay. No me gusta mucho el término técnica, pues suena como algo un poco sin alma, pero cuando busqué el significado en el diccionario no me pareció tan mal:

Técnica (en el diccionario Aurélio Buarque de Holanda, p.1360): 1. La parte material o el conjunto de procesos de un arte. 2. Manera, modo o habilidad especial de ejecutar o hacer algo. 3. Práctica.

Roberto Gambini en su obra Espejo Indio (2000) tiene un capítulo completo sobre el fenómeno psíquico de la proyección: «Proyección y el conocimiento del otro». En ese capítulo él demuestra como Jung consideraba la proyección como un hecho natural, por el medio del cual todo lo que es desconocido en la psique puede manifestarse:

Las proyecciones suceden involuntariamente.(…) No es el ego lo que se proyecta, es el inconsciente que se proyecta. Según Jung, «bien dicho, no se hace una proyección, ella simplemente ocurre» (JUNG citado por GAMBINI, R., 2000, p.28).

En ese sentido creo que el Sandplay en tanto técnica es un instrumento muy eficaz en el sentido de poner en práctica, de transformar en materia, contenidos inconscientes nuestros, el Otro dentro de nosotros. En ese sentido, el Sandplay nos aproxima mucho a los antiguos alquimistas. Como ellos, nosotros observamos la transmutación de los contenidos psíquicos inconscientes en materia. Pienso que ese tema Alquimia y Sandplay es un tema sobre el cual pretendo ocuparme en el futuro.

Pero, volviendo al texto de Gambini, hallo muy importante su preocupación en esclarecer que la proyección no es una condición patológica en sí (aunque eso pueda llegar a prevalecer). El contenido proyectado puede ser un complejo autónomo (o sea, no directamente asociado al ego) y de esa forma no ser reconocido como perteneciente al sujeto (GAMBINI,R.,2000, p.29). Encuentro importante esa preocupación, principalmente para nosotros, psicólogos, que estamos formados en un curso en el cual pasamos muchos años aprendiendo a aplicar pruebas proyectivas y creo que eso deforma nuestra mirada de ese fenómeno psíquico que es la proyección. Aprendemos a buscar en las imágenes señales de patología todo el tiempo. Necesitamos pasar por un largo proceso de «de-construcción» de esa mirada focalizada en la patología que aprendemos en la facultad, para poder trabajar con Sandplay. Necesitamos desaprender esa mirada, para aprender a mirar las imágenes como ellas son, para poder acogerlas sin juicio de valor.

Cuando nos inclinamos ante el espejo en la arena, despejamos en ella nuestras imágenes, proyectamos en ella muchos contenidos que simplemente son nuevos y que no reconocemos como nuestros. No necesariamente esos contenidos son patológicos. La patología surge de la negación de esos contenidos, de la disociación que puede crear disturbios varios. La estructura del ego puede no estar suficientemente bien fortalecida para soportar el enfrentamiento con esos contenidos. Tenemos entonces que trabajar inicialmente en el sentido de fortalecer esa estructura. Y eso puede exigir tiempo, dedicación y paciencia del analista y del analizando.

Muchas veces, esos contenidos están asociados a aspectos no desarrollados, semillas no regadas dentro de nosotros, o aspectos que nuestra cultura o nuestro ambiente familiar no tiene condiciones de acoger. Por ejemplo: muchas veces soy testigo del momento en quemujeres jóvenes o niñas transformándose en mujeres, delante de una escena creada que traduce su belleza, su sensualidad, su fertilidad, se asustan. Muchas veces niegan la autoría de la creación: «¡no fui yo!», o no le quitan importancia. ¡O pueden quedarse algún tiempo lejos de la arena hasta que se recuperen del impacto de la imagen! Generalmente son escenas bellas, donde el Sandplay parece el espejo de Oxum, la divinidad del candomblé que carga su espejo en el que ve su belleza reflejada, o Iara, la madre del agua del folclore brasileño que también admira su belleza reflejada en las aguas, o hasta el espejo de la bruja/madrastra, envidiosa de la belleza de la joven Blancanieves . No es fácil encarar y asumir su belleza y su fertilidad. Muchas veces la escondemos para protegerla de la envidia, o del temor de personas próximas y de nosotros mismas.

Otras veces son aspectos preocupantes, imágenes que personifican un aspecto agresivo, o triste, deformado o simplemente infantil. Otras veces, son escenas donde el analista puede sentirse «en la mira»! Hay también escenas que reflejan una posibilidad de encuentro con el Otro afuera y dentro de sí… el momento de una fecundación o un nacimiento…..escenas que expresan que algo precioso está siendo generado y debe ser acogido y protegido… En la medida en que algunos pacientes se fortalecen y se familiarizan con la arena pueden crear escenas de gran impacto emocional y espiritual. Escenas que creo llevarán muchos años para «digerir».

El uso de la propia miniatura del espejo me parece reforzar aún más la necesidad del aspecto reflejado en el espejo, ser visto y respetado por el ego, encontrar espacio en la vida consciente.

Cuando tenemos la oportunidad de acompañar una secuencia de escenas producidas en el transcurrir de un proceso más largo de análisis podemos percibir y sentir claramente un movimiento de profundización, algo que se asemeja a un buceo. Cuando eso es posible, una reorganización sucede. Yo creo que lo que realmente posibilita esa profundización es la construcción de un espacio libre y protegido.

Referencias Bibliográficas:

ASSIS, M. de (1998). O Espelho. Em: Contos. Porto Alegre: L&PM Editores.
CARROLL, L. (1976). Aventuras de Alice no país das maravilhas/ Através do espelho e o que Alice encontrou por lá. São Paulo: Ed. Summus.
FERREIRA, A.B.H. (1975). Novo Dicionário Aurélio.Rio de Janeiro: Ed. Nova Fronteira.
GAMBINI, R. (2000). Projeção e conhecimento do outro. Em: Espelho Índio – a formação da alma brasileira. São Paulo: Axis Mundi/ Terceiro Nome.
JUNG, C.G. (2000) Os arquétipos e o inconsciente coletivo. C.W.IX/1. Rio de Janeiro: Ed. Vozes.
KALFF, D. (1980). Sandplay – a Psychotherapeutic Approach to the Psyque. Boston: Sigo Press.
ROSA, J.G. (2005). O Espelho. Em: Primeiras Estórias. Rio de Janeiro: Ed. Nova Fronteira.
SABINO, F. (1982). O menino no espelho. Rio de Janeiro: Ed. Record.

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