Este documento fue escrito por Guillermo López Acevedo y tomado del Diario colombiano El Espectador, publicado el 11 de abril de 2020.
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“Se trata de la historia universal de la realización de la “boda mística”,
de la unión de los opuestos, que exige ser contada con la propia vida
de un modo único e irrepetible”, Carl Gustav Jung.
Sobre Carl G. Jung, se dice que utilizó una metodología de introspección y confrontación para acceder a su psiquis y su inconsciente, basada en una dialéctica del sentido, el contrasentido y el suprasentido, este último como síntesis que ha superado la contradicción, gracias a la oposición de los dos primeros. Síntesis que por vía de la “imaginación activa” o método de “amplificación” de manera multirelacional y polisémica, a partir de una interpretación, se remite a un contexto y lo que ello implica en lo personal – pero que además y según sus estudiosos-, es el suprasentido el único modo por el cual puede accederse a la “apertura al misterio de la vida” o “el auténtico lugar al que se dirigen todos los anhelos humanos”. Para nuestro interés actual, en términos de la crisis mundial y el confinamiento al que nos hemos visto obligados por sentido común y sobrevivencia, vale la pena resaltar las reflexiones que bajo esta interesante postura junguiana, nos sirven como dinámica para revisar algunos aspectos, de lo que ha sido la antesala de este fenómeno histórico, que nos obliga a repensar el mundo y nuestras relaciones con él.
Desde el prólogo al Libro Rojo (Editorial el hilo de Ariadna, 2012), Leandro Pinkler y M. Soledad Constantini, al referirse a nuestra época actual: “tan rica en transformaciones vertiginosas”, nos traen a colación como parte de su reflexión, tres posturas que bien pueden ser tomadas como diagnósticos o proféticas, pero que de cualquier manera vislumbraron el oscuro panorama de nuestro presente: Carl Gustave Jung señaló “la tremenda pobreza simbólica de nuestra civilización”; René Guénon “el total oscurecimiento espiritual de Occidente” y Federico Nietszche anunciando “dos siglos de nihilismo”. Estos aspectos que fueron expuestos a principios del siglo XX y corroborados de distintas maneras por diferentes pensadores literatos, místicos, científicos, filósofos, sociólogos y antropólogos, entre otros muchos; hoy por hoy, desde el inicio de este particular siglo XXI, son una realidad sentida, especialmente por nuestras jóvenes generaciones, confirmada y aumentada por relatos de todo tipo, representados en estudios, ensayos y libros, como desde la mass media televisiva y audiovisual en general, en los documentales científicos y en las innumerables sagas y series de “ciencia ficción”, que han ilustrado y vaticinado un mundo apocalíptico sumido en una grave problemática ambiental, pero sobre manera en una profunda distorsión moral y ética, una crisis de consciencia como nunca se había visto en la historia humana, lo cual está plasmado igualmente por las profecías de culturas ancestrales como la Maya centroamericana, la Kogy de la sierra nevada de Santa Marta en Colombia, y el Kali Yuga de los hinduistas de la India, bien creamos en ello o no.
Bernardo Nante nos dice desde la introducción del Libro Rojo, El encanto de una lectura imposible: “una era no es solo el recorrido de un largo período de tiempo, sino el despliegue y la realización de una determinada consciencia arquetípica” y diría paradigmática, que para el caso nuestro presenta como sentido, como espíritu de la época, a la llamada “globalización”, la cual se ha caracterizado por una paradoja única y radical, en términos de un hipnotismo masivo desde los medios de comunicación, así como de un individualismo materialista exacerbado por el consumo desaforado, que se resume en las políticas mundiales de lo que considero como el Ego-capitalismo-salvaje, filosofía practicada a destajo y de manera inconsciente por la mayoría del mundo occidental y de otras latitudes. Sin embargo, nunca como antes, tampoco había existido una difusión a gran escala del conocimiento ancestral, asimismo conocido como Ecosofía (conocimiento producto del “ser encuentro” o contacto con el mundo natural) o Sabiduría Primordial –llamémosla aquí el contrasentido, aludiendo a la dialéctica jungüiana citada-, que ya venía anunciando su preocupación por el estado caótico de los ecosistemas y la vida, producto de la incursión en el mundo de la idea de “progreso”, “civilización” y “modernidad” también señalada como “eurocentrismo”, que venían traicionando todos sus valores propuestos –incluso desde su modelo religioso-, sacrificadas por un instinto básico de codicia y avaricia, tratados eufemística y pomposamente, como “capitalismo”, “nuevo orden mundial” o “globalización”, para enmascarar una explotación indiscriminada de los recursos naturales y los pueblos, para beneficio de una élite mundial inhumana que ha sido señalada por las cabezas más lúcidas de nuestro tiempo como “los señores del poder y la guerra”.
La alerta de estas premoniciones y mensajes de esta Sabiduría primordial, como de las voces paralelas a la época que señalan los desmanes, excesos y corrupción de quienes dirigen los destinos de la humanidad o de cualquier empresa humana, no pueden caer en la indiferencia, la negación, el egoísmo y el señalamiento para continuar en la nefasta y viciosa rutina que conduce inevitablemente al sinsentido, o lo que en términos de Thomas Kuhn, en «La estructura de las revoluciones científicas» llama la parálisis paradigmática, que bien podemos traducir como la debacle y el desastre, consecuencia directa de hacer caso omiso de las advertencias que le ha propuesto el contrasentido. Noam Chomsky, el gran pensador y crítico norteamericano, ya había señalado que, de no atender con seriedad la sabiduría de nuestros pueblos ancestrales, estaríamos abocados a una catástrofe sin precedentes. La filósofa y activista india, Ananda Shiva, señala que urge un enfoque holístico de la vida que involucre una agroecología libre de productos químicos como parte del rejuvenecimiento de la salud pública, además de desglobalizar el mundo hacia una transición a la localización.
Una sociedad que basa sus pilares y fundamentos en un sistema económico, es una sociedad de papel que solo puede responder a la impostura… y este tipo de sociedad no puede suplantar las culturas ni unificar una patria mundial sobre la base del consumo, el cual le ha exigido a la tierra un ritmo demencial que la naturaleza no puede soportar.
Las guerras, por su parte, se inician en la mente y en el corazón de los hombres, como lo cita Bernardo Nante de Jung : “…toda guerra es interior y la guerra física es el resultado de una disociación no resuelta en la intimidad de la psique”. Consecuencia de una no aceptación del contrasentido, la guerra es la manifestación de la sombra, de la incapacidad de entender y aceptar las posturas contrarias, actitud que por regla general está supeditada a la visión soberbia de los enormes egos que no dejan ver otra cosa, que los intereses miopes a los cuales sirven y le han entregado alma, vida, corazón y sombrero. ¿Cómo es posible que la humanidad haya permitido la acumulación de capitales de unas desproporciones tan absurdas, que quienes los poseen, ni siquiera tienen idea de su monto, pero continúan en el afán enfermizo de acumular cada día más sin el menor atisbo de vergüenza? O será que como señaló Erich Fromm a través de su obra “Tener o ser”, ¿la acumulación de bienes está en relación directamente proporcional a la falta de amor y su comprensión, al vacío que es necesario llenar con cosas y estatus? De aquí la necesidad imperativa de ceder a un esfuerzo en beneficio de la vida y la humanidad que deba estar guiada desde un diálogo y una ética universal de las culturas, y no en una política de sometimiento y exclusión que solo beneficia a quienes han instituido la economía como filosofía de vida, la razón como instrumento de un burdo pragmatismo o una concepción taxativa de la vida, y una religiosidad como monopolio de las consciencias.
Aquí entonces, la importancia del Suprasentido como respuesta mancomunada para solucionar no solo los problemas más acuciantes que nos afectan en este momento, sino para dar respuesta a ese tremendo interrogante que se plantea en el horizonte, acerca de cuál será el camino a seguir, camino que no podemos permitir continúe por el sendero del sinsentido, nos plantea una revisión profunda de nuestra relación con el entorno, con nuestros congéneres, con nuestra ancestralidad y por supuesto con nosotros mismos y frente a las nuevas generaciones, porque además, -como citaba Platón en boca de Sócrates, valga la digresión-, una vida que no se revisa a sí misma, no vale la pena ser vivida; no por nada los griegos, de quienes nos eufanamos como modelo de nuestra cultura y civilización, cuando señalaban en el camino a un hombre decían: “ahí viene un mortal”, un antropos, para que nunca se les olvidara que la vida es corta y que frente a la muerte y la pregunta necesaria de “¿si hemos de morir, cómo hemos de vivir?”, comprendiéramos la inutilidad de acumular, toda vez que allí, sucumben todas las vanidades del mundo.
Y en el sentido del suprasentido –valga la redundancia-, resulta necesario aclarar que este término que implica la “imaginación activa”, exige una visión integral de la realidad, y no meramente explicativa, analítica y racional. Jung señaló: “Comprender (verstehen) una cosa es puente y posibilidad del retorno a la vía. Explicar (erklären) una cosa es, sin embargo, capricho y hasta incluso un asesinato. ¿Has contado los asesinatos entre los eruditos?” De otro modo, las soluciones a la encrucijada que vivimos, deberán ser tratadas de manera mancomunada por la sabiduría ancestral, como por el conocimiento científico y el artístico o cualquier otro que aliente una creatividad propositiva. Jung reiteraba: “El hombre actual ya no es capaz de crear fábulas, por ello se le escapan muchas cosas”, idea que lleva implícita una queja contra el mundo racional, por cuanto relegó el mito al orden de lo falso, cuando necesitamos de ese maridaje en una doble llave de lo reflexivo-conceptual y lo reflexivo-poético. Nante, señalando a Jung, nos dice: “En definitiva la “enfermedad” o “infirmitas” (falta de firmeza) del hombre contemporáneo radica en vivir como si esa dimensión no existiera y, por ello, “nuestros dioses se han tornado enfermedades”. La cuestión queda pues supeditada a la pérdida del ámbito de lo sagrado –que no religioso-, como establecieron las culturas antiguas, traducidas como respeto por la vida, el mundo y el cosmos al cual siempre se experimentó integrado y con el cual siempre participó místicamente, y no convirtiendo el mundo en un escenario donde todo se volvió comerciable y todo tiene un precio –hasta la vida misma-, cayendo en el agujero negro del artificio, la impostura y una conducta antinatural, causa de la mayoría de nuestros males.
Así pues, como complemento a ese anhelo de una respuesta urgente como vitalmente necesaria, los dejo al tanto de estas reflexiones que fueron propuestas en el marco del Simposio sobre Ética y Desarrollo Sustentable –que no sostenible-, celebrado en Bogotá, Colombia, los días 2-4 de mayo de 2002:
Sentido, o espíritu del mundo actual:
“La crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas. El modelo civilizatorio dominante degrada el ambiente, subvalora la diversidad cultural y desconoce al Otro (al indígena, al pobre, a la mujer, al negro, al Sur) mientras privilegia un modo de producción y un estilo de vida insustentables que se han vuelto hegemónicos en el proceso de globalización.”
Contrasentido, o propuesta de la Ética para la sustentabilidad:
“La Ética para la sustentabilidad es una Ética de la diversidad donde se conjuga el ethos de diversas culturas. Esta Ética alimenta una política de la diferencia. Es una Ética radical porque va hasta la raíz de la crisis ambiental para remover todos los cimientos filosóficos, culturales, políticos y sociales de esta civilización hegemónica, homogenizante, jerárquica, despilfarradora, sojuzgadora y excluyente. La Ètica de la sustentabilidad es la Ètica de la vida y para la vida. Es una Ètica para el reencantamiento y la reerotización del mundo, donde el deseo de vida reafirme el poder de la imaginación, la creatividad y la capacidad del ser humano para transgredir irracionalidades represivas, para indagar por lo desconocido, para pensar lo impensado, para construir el porvenir de una sociedad convivencial y sustentable, y para avanzar hacia estilos de vida inspirados en la frugalidad, el pluralismo y la armonía en la diversidad”.
Suprasentido, o como co-creadores desde nuestro mundo interior, ¿qué decidiremos ahora sobre el destino de toda una época y de las futuras generaciones?
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