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Los Orishas, divinidades africanas que viajaron a las Américas en los cascos de los barcos de esclavos, son una fuente de bienestar en Brasil. Ellos dan explicaciones a las dificultades de la vida de la gente, y soluciones a las crisis existenciales tanto de los desafortunados como de los afortunados, de todos los orígenes; establecen comunicaciones muy cercanas con algunos individuos, y participan en las ceremonias públicas en las que transmiten su bendición a toda la comunidad humana.
Los seres espirituales del pueblo Yoruba de Nigeria y de Benín en África Occidental, los Orishas, cruzaron el Océano Atlántico en la cabeza de sus devotos durante la trata de negros. La mayoría de estos Yorubas llegaron a Brasil, sobre todo al Estado de Bahía, en el nordeste del país. Aunque en África, la relación entre la gente y los Orishas se basaba en las colectividades, en la familia extensa o en el pueblo, en Brasil, en donde estas estructuras de origen no existen debido al exilio del Africa en el contexto del sistema esclavista, estas relaciones son individuales. En Brasil cada individuo tiene a un Orisha que es el maestro o maestra de su mente, su guía y su guardian espiritual, el responsable del camino y de los acontecimientos de su vida.
Los Orishas representan las energías de la naturaleza y de la vida humana, y al igual que la naturaleza y la vida humana, tienen características y comportamientos que pueden interpretarse de manera positiva o negativa. Yémanja, el Orisha del mar y la madre de las aguas, puede ser benévola y proporcionar abundante comida a sus hijos humanos, pero así mismo puede ser turbulenta y destruir la vida ahogando pescadores. Ogun, el Orisha del hierro, enseñó a la gente a fabricar las herramientas agrícolas con las cuales trabajar la tierra para alimentarse, y a fabricar armas de guerra para matarse entre ellos. Yansan, el Orisha del viento, se manifiesta en las brisas refrescantes y en las tormentas destructivas. Y Omolu, el Orisha de las enfermedades y epidemias, puede a la vez causar estos males y proteger ellos. Se le llama el señor de los cementerios y el médico de los pobres.
La vida cósmica de los Orishas sirve de modelo para la vida terrenal de la gente. El temperamento del individuo así como el desarrollo de su vida, dependen de las características y de la mitología del maestro o maestra de su cabeza. Nadie se extraña que una muchacha de Yémanja sea maternal y generosa, que un hijo de Ogun sea peleador, que una muchacha de Yansan o una mujer emancipada y cambiante, y que un hijo o hija de Omolu elija una carrera de sanador bien sea en una tradición africana, occidental, o en cualquier otra. Las relaciones interpersonales también se interpretan según las relaciones entre Orishas: no se espera que dos mujeres cuyo Orishas fueron rivales puedan entenderse. Las relaciones amorosas entre Orishas predisponen a la gente sobre la tierra.
Una particularidad de la religión de los Orishas es que estas divinidades antropomórficas se manifiestan incorporándose, sirviéndose literalemente del cuerpo de algunos de sus devotos, para hacerse presentes en la comunidad humana. Estos devotos seleccionados por los Orishas se preparan mediante un proceso de iniciación para recibirlos en un estado de trance sagrado, durante el cual pasan a ser, de alguna manera, la divinidad que ellos personifican. Cada terreiro, o templo de Orisha, festeja a cada uno de los Orishas, en una ceremonia pública anual durante la cual ellos vienen a comulgar y comunicarse con sus hijos.
Las divinidades se manifiestan en las ceremonias bailando y representando gestos simbólicos de sus dominios y sus papeles en la naturaleza y en la vida humana en una bella coreografía cósmica. Yémanja imita las olas del mar, Ogun hace gestos de cortar con el machete, los brazos de Yansan se agitan al aire como el viento de una tormenta, y Omolu lleva una escoba de paja con la cual barre las enfermedades y los males. Los Orishas vienen a la comunidad humana para compartir su energía espiritual, su ashé, con todos los participantes y los espectadores de su fiesta que, así benditos, deberán vivir luego con gran salud y en armonía. Los iniciados, por lo tanto, desempeñan un papel primordial para la sociedad sirviendo de intermediarios entre el mundo sobrenatural y el mundo terrestre.
¿Cómo es que los Orishas indican que quieren ser servidos de manera tan personal? A menudo el individuo vive los problemas, a veces físicos, pero sobre todo psicológicos. Si hay síntomas físicos, los médicos no llegan a encontrar ni la causa ni la solución, por cuanto el origen es más espiritual que fisiológico. Dos babalorishas (sacerdotes) me han contado cómo han tenido ellos males que los médicos no llegaron a comprender. Uno de ellos me dijo, “me había vuelto completamente loco”.
Esta clase de problemas no pueden solucionarse sin recurrir a una consulta con una iyalorisha(sacerdotisa) o un babalorisha, quien por adivinación, identificará el Orisha que es el maestro o la maestra de la cabeza de la persona, y sus deseos al respecto. Estos problemas se interpretan como una falta de armonía o de vínculos cercanos entre la persona y el Orisha que es la fuente de su energía espiritual. Puede ser que la persona no conozca a qué Orisha debe servir, o si lo sabe no ha cumplido con sus deberes.
Si el Orisha lo elige para encarnarse en él, exige que el individuo se inicie para aprender cómo servirlo. El acto que separa a la persona de su realidad previa, y que inicia el proceso de iniciación es el afeite de su cabeza. Su cabeza se vuelve así más permeable a la presencia del Orisha. Durante el período de aislamiento que sigue a la iniciación, la iyalorisha o el babalorishay los iniciados más viejos, las autoridades del terreiro, “font la tete” (le hacen la cabeza) a la persona (que es como se llama la ceremonia. Nota del Traductor).
Estas autoridades le enseñan los cantos que evocan la historia de la vida de los Orishas y las danzas que reflejan sus características en los gestos. Le dan baños con hojas consagradas a su Orisha, que le purifican el cuerpo y lo alimentan con su energía espiritual; lo familiarizan con sus comidas preferidas que el iniciado deberá ofrecerle o que deberá comer él mismo para alimentarse de la fuerza del Orisha. Le enseñan ante todo historias de la vida de los Orishas, que le servirán de guía para el camino de su propia vida.
Las autoridades permiten al iniciado vivir una realidad espiritual aislada de la vida profana, en un contacto íntimo con el Orisha de su cabeza, y rodeado por sus símbolos. El iniciado recibe un nuevo nombre que tiene que ver con su Orisha, antes de reanudar su vida diaria. Contará sus años de iniciación, que reflejan la duración de su vida basada en una nueva conciencia de su vía espiritual, tan importante como su edad desde el nacimiento.
La iniciación permite a la persona contemplar el camino y el estado actual de su vida y reformular sus perspectivas en el contexto de su relación más íntima y más intensa con su guía y guardián espiritual. El individuo tiene la ocasión de observar su vida a la luz de la vida mítica de su Orisha, y vive un encuentro consigo mismo por intermedio del maestro o la maestra espirituales de su cabeza, con todo el impacto que tal encuentro puede tener, a través de esta fuerza divina.
En este contexto consagrado el iniciado reconsidera su vida según las normas del mundo espiritual y no del mundo profano, reforzando su relación con este mundo que es la fuente de su ser y su bienestar. La crisis existencial en la vida de la persona es interpretada como una falta de comprensión de su camino de vida, o una encrucijada en este camino o la indecisión frente a cual dirección tomar. Esta crisis será resuelta por la iniciación.
La vida de las personas depende de los Orishas, y ellas deben aprender cómo comportarse frente a estas divinidades para poder vivir en armonía consigo mismas y con los demás, y para poder realizarse al máximo. Los iniciados deben abstenerse de ciertas comidas y algunas actividades, y privilegiar otras, según las preferencias de su Orisha. Un devoto de Oshun, que es el Orisha del agua dulce y una bella y maternal mujer, no comerá calabaza, que es consagrada a Oshun, cuya redondez sugiere el embarazo. Pero comerá el xin-xin de gallina, símbolo de la maternidad, preparado con aceite de palma roja que le da un color dorado. En su vestimenta, deberá asegurarse de usar el color amarillo, que simboliza el gusto del Orisha por la riqueza. Así, los comportamientos pragmáticos tienen un sentido simbólico y viceversa, recordando al iniciado en la vida cotidiana la presencia constante del modelo mítico de su Orisha.
Los iniciados que sirven de intermediarios entre los Orishas y la comunidad humana en las ceremonias públicas, aunque sean quienes tienen los vínculos más cercanos con ellos, no son los únicos que tienen relación con las divinidades. Al contrario, todo el mundo tiene a un Orisha. Así, todo el mundo puede consultar a los Orishas para saber más sobre la vida en un momento de problemas o confusión, o antes de emprender un nuevo camino o nuevas actividades. Hay burgueses que van a ver a la iyalorisha o al babalorisha, de la misma manera como algunos burgueses de Nueva York van a ver a sus psiquiatras, para comprender mejor su estado de ánimo y sus angustias existenciales. En Bahía, lo que era la religión de los afrodecendientes oprimidos, pasó a ser en el medio intelectual un símbolo de identidad bahiana, e incluso se volvió chic.
En una consulta, la iyalorisha o el babalorisha consultará el oráculo con la ayuda de dieciséis caracoles cuyas configuraciones al caer, representan una comunicación de la voluntad de los Orishas. Cada configuración de un total de 256 posibilidades representa una de las historias del Orisha, aquella que corresponde al momento preciso y a la situación específica que vive la persona, y a la lección que tiene necesidad de aprender para proseguir su camino de la mejor manera posible. La intermediación entre el Orisha y la persona, contará las historias míticas de los Orishas que los caracoles le indican, para que la persona comprenda su momento y su situación a través del sentido del mito seleccionado al respecto por el oráculo.
La iyalorisha o el babalorisha que transmite los deseos de la divinidad podrá prescribir baños de hojas como una purificación de la energía negativa que la persona haya acumulado en el pasado, y un refuerzo y una protección espiritual para el futuro. Podrá darle un collar de perlas de los colores de su Orisha, que contiene su energía espiritual y que servirá de fuente de energía y de protección después de haber sido lavado en los elementos que contienen y que transmiten esta fuerza a la persona. Podrá aconsejar al individuo hacer un ebo, un sacrificio al Orisha de su preferencia, que transmitirá también su energía, y podrá sugerir que la persona adopte comportamientos que estarán en armonía con el temperamento y las actividades míticas de su Orisha.
La idea de base es el refuerzo a través de actividades de orden espiritual, la alimentación simbólica, la relación entre la persona y el Orisha que representa el fundamento de su identidad y su personalidad. El objetivo de la religión de los Orishas es la longevidad de la gente en una vida de abundancia, lo que puede estar garantizado por las relaciones constantes y armoniosas de los seres humanos con el mundo terrenal y el mundo del más allá.
(*) La autora quien ha realizado investigación de campo por varias décadas en Brasil, agradece a la iyalorisha Ade Oshun, María das Graças de Santana Rodrigué (quien tiene una maestría en Ciencia de las Religiones), por sus contribuciones en el desarrollo de estas ideas.