ALVARO CARRASCO
Álvaro Carrasco es Psicólogo de la UCA de El Salvador, con un magister en Psicología Clínica de Orientación Junguiana de la Universidad Adolfo Ibáñez. Estudiante del Doctorado en Psicoterapia de la Universidad de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad de Heidelberg de Alemania. Correo: athos@cgjung.cl. Este documento fue tomado de la Revista Encuentros, No. 3, 2001, págs. 91-101, con autorización del autor. La revista es una iniciativa de difusión de la Fundación Chilena de Psicología Analítica y ofrece un espacio para promover ideas e investigaciones en el ámbito de la Psicología Analítica.
Resumen
En este trabajo se identifica que tanto la perspectiva cognitivo conductual (con su concepto de esquemas), el psicoanálisis (con su entendimiento de los objetos internos, modelos internos de trabajo y representaciones que han sido generalizadas), así como la psicología analítica (con su teoría de los complejos) han hecho observaciones y formulaciones teóricas que refieren a un fenómeno psíquico común. El concepto de esquema relacional hace referencia, en última instancia, a un dinamismo arquetípico que organiza las experiencias interpersonales de cada individuo generando un patrón de relacionamiento. A partir de este reconocimiento se hace una aplicación general de este constructo al entendimiento de la depresión, se presenta una propuesta teórica integrativa, destacándose la particularidad del aporte de la psicología analítica y se ofrece una breve ilustración clínica.
Palabras claves: Esquemas, complejos, psicoanálisis, integración, depresión.
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Autores de distintas corrientes describen, aunque con distintas denominaciones, la presencia de patrones relacionales o esquemas que surgen en la infancia y que se encuentran en la base de muchas dificultades y trastornos psicológicos (ver Zvelc, p. 22-23; Benecke, Peham y Bänninger- Huber, 2005, p. 83). La motivación de este trabajo surge de la lectura del texto de Luyten, Blatt y Corveleyn (2005) en donde se plantea que los constructos de representaciones mentales -del psicoanálisis- y los esquemas cognitivo-afectivos – de la perspectiva cognitivo conductual- ofrecen un punto de encuentro en los intentos teóricos y psicoterapéuticos de estas corrientes en el tratamiento de la depresión. En la revisión de la literatura llevada a cabo para hacer este texto se encontró a varios autores que han escrito en la línea de integrar estos conceptos (Luyten y otros, 2005; Knox, 1997, 1999, 2001; Horowitz, 1994; Zvelc, 2009).
En este trabajo se presentan de forma resumida los elementos centrales respecto a los esquemas, representaciones y complejos propuestos por tres enfoques psicológicos. Finalmente se presenta el esfuerzo integrativo de Zvelc (2009) y se resaltan un par de aportes derivados de reflexiones desde la psicología analítica.
Memoria
En tanto que en este trabajo se hablará sobre constructos que se construyen sobre la facultad de la memoria, se presentan muy brevemente algunos elementos de un entendimiento contemporáneo al respecto.
Según varias investigaciones en este campo existirían dos tipos de memoria: implícita/procesual o explicita/declarativa. La memoria declarativa hace referencia a la facultad cognitiva que nos permite recordar conscientemente episodios y hacerlos explícitos verbalmente. Existe además la memoria implícita o procesual, que permite que información pasada se haga presente sin un esfuerzo y sin ser el sujeto consciente de este proceso. La memoria implícita almacena secuencia de acciones y reglas generales de cómo se hacen las cosas y también información respecto a patrones de acción y relación formados en el tiempo. Además cuando la memoria implícita es activada, comportamientos, emociones e imágenes son simultáneamente activados. De acuerdo a Siegel (1999, citado por Zvelc, p. 28), la memoria implícita incluye al cuerpo, o como se ha llamado la “memoria somatosensorial”. La investigación ha mostrado que estos dos tipos de memorias se encuentran vinculados a zonas distintas del cerebro.
Esquemas en el enfoque cognitivo-conductual
En un ámbito de investigación estrictamente cognitivo, Mandler y Johnson (Johnson, 1987, citado por Knox, 1997, p. 661-662) sugieren la existencia de los esquemas imagen (image schemas). Estos serían “construcciones inconscientes que organizan nuestra experiencia y comprensión y tienen la forma de patrones dinámicos de naturaleza no-proposicional” (Johnson, 1997). Mandler (1992) sugiere que tales esquemas forman un conjunto de significados primitivos al proveer bosquejos estructurados espaciales de lo que el infante percibe, agregando que los niños tienen una predisposición innata para formar cierto tipo de esquemas. Estos esquemas son parte del sistema nervioso central, formando un ordenamiento de estructuras fisiológicas y procesos; ellos organizan nuestras representaciones mentales a un nivel más general y abstracto que en el cual formamos las imágenes mentales particulares. Evidencia experimental muestra que los niños tienen una capacidad innata para reconocer la estructura general de los rostros; capacidad que radicaría en un mecanismo que contiene información estructural primaria acerca de las características generales del rostro humano (Johnson y Morton, 1991, citados por Knox, p. 662). Este esquema imagen sería un mecanismo que simplemente orienta la atención preferentemente hacia cualquier rostro que aparece en el campo visual del infante y de esta forma asegura que los rostros tengan considerablemente más exposición que otros estímulos.
En el espectro más clínico de la corriente cognitivo-conductual, la comprensión e interpretación de eventos, depende de nuestros esquemas, los cuales constituyen los elementos básicos de la personalidad (Alford y Beck, 1997 en Zvelc, 2009). Cuando se activan, las personas interpretan los eventos de acuerdo a los lentes de estos esquemas. Sirven para seleccionar y categorizar la experiencia. Las personas se focalizan en la información que confirma un esquema y rechazar la información que lo mina. De esta forma, un esquema puede ser conservado, aun si es equivocado o disfuncional. Estos esquemas pueden ser más o menos accesibles a la conciencia, dependiendo si encuentran su raíz en la memoria implícita o explícita.
De acuerdo a Young (1990, en Brewin, 1996), el nivel más profundo de cognición involucra «esquemas tempranos maldaptativos», que son estables y duraderos. Estos son creencias incondicionales, implícitas acerca de uno mismo en relación con el ambiente. Ellos se desarrollan en la base de la interacción entre el temperamento del niño y experiencias disfuncionales con los padres, hermanos y pares en los primeros años de la vida. Los esquemas tempranos maladapatativos son activados en ambientes específicos y pueden llevar a distorsiones cognitivas, reacciones emocionales intensas, y comportamiento problemático.
Depresión según el Enfoque Congnitivo-Conductual
En condiciones como la depresión, se considera que las representaciones subyacentes contienen información más global que otros trastornos, por ejemplo, las fobias. La depresión no puede ser atribuida directamente a pensamientos equivocados, sino más bien, frecuentemente grupos complejos de pensamientos negativos acerca del sí mismo o el mundo externo que son activados en una variedad de situaciones. En el caso de las depresiones, se plantea que estas representaciones consisten en la suma de numerosas experiencias aversivas, producidas por computaciones inconscientes complejas diseñadas para abstraer significados comunes de experiencias repetidas (Brewin, 1996, pg. 22).
Diversos autores cognitivos conductuales proponen distintos énfasis en relación a las intervenciones para la depresión. Un grupo enfatizan las intervenciones dirigidas a las representaciones conscientes, corrigiendo creencias equivocadas circunscritas y enseñando destrezas para lidiar con estas creencias (Brewin, 1996). Beck y otros (1979 citados por Brewin), se enfocan en el contenido de asunciones o creencias subyacentes que, aunque no necesariamente disponibles inmediatamente a la conciencia, son en principios conocibles. Otros (Brewin, 1989; Teasdale & Barnard, 1993 citados en Brewin) explícitamente identifican la importancia de desactivar o cambiar representaciones inconscientes. A pesar de estas diferencia de énfasis, parece haber acuerdo en los teóricos cognitivo-conductuales que los terapeutas principalmente trabajan con cogniciones disponibles en la conciencia, aun si el objetivo es hipotetizar acerca, desactivar o enmendar cogniciones subyacentes (Brewin, pg. 29).
Psicoanálisis
En términos históricos, Melanie Klein fue una de las primeras psicoanalistas que puso el concepto de objetos internos en el corazón del psicoanálisis. Para ella estos objetos internos derivaban principalmente de fuerzas instintivas. Diferentemente, otros teóricos como Anna Freud, Jacobson, y Mahler (citados en Blatt y Auerbach, 2000) vieron las representaciones u objetos internos desarrollándose primariamente en una matriz interpersonal, e investigadores psicoanalistas comenzaron a estudiar el impacto de la relación padres-niños (en términos psicoanalíticos “relaciones objetales”) en el desarrollo de la personalidad. Los trabajos de otros analistas británicos de las relaciones objetales (tales como Winnicott, Bowlby y Fairbairn mencionados por Blatt y Auerbach) reforzaron este entendimiento del efecto de las relaciones padres-niños en el funcionamiento representacional. Investigadores comenzaron a explorar estructuras representacionales o esquemas afectivos-cognitivos como una expresión de la cualidad de la interacción padres-niños y el nivel cognitivo del infante.
Knox (1997, p. 657) resumiendo algunos elementos del trabajo de Perlow (1995) refiere que uno de los significados de los objetos mentales o internos es el de representaciones o esquemas. Estos conceptos denotan patrones para la interacción futura; son formados de la amalgama de memorias acerca de un objeto, y organizan la experiencia, proveyendo un contexto para la percepción presente, la imaginería y recuperación de los recuerdos. De esta forma estas representaciones tienen una función organizadora y orientadora, no pueden ser experimentadas directamente, sino solo mediante sus efectos en los contenidos mentales.
Bowlby (mencionado en Knox, 1999, p. 520) elaboró el concepto de “modelos internos de trabajo”, definiéndolos como construcciones a partir de la repetición de patrones de experiencia interpersonal. Un niño con apego seguro construirá un modelo interno de trabajo de un cuidador confiable y de un self que es merecedor de amor y atención y llevará estas premisas en sus relaciones futuras. Estos patrones se establecen en la vida temprana y son difíciles de cambiar posteriormente, quedan almacenados en la memoria implícita y, por lo tanto, no están fácilmente disponibles a la conciencia. Este modelo es también compatible con el trabajo del Daniel Stern, y su conceptos de “representaciones que han sido generalizadas” (Stern, 1985 referido por Knox, p. 520).
Psicología analítica
En 1959, en el prólogo del libro de Jacobi (pp. ix-x), Jung escribía:
Ahora, exactamente hace 50 años que yo aprendí, gracias al experimento de asociación, el rol que los complejos juegan en nuestra vida consciente. Lo que más me impresionó fue la peculiar autonomía que muestran los complejos comparados con otros contenidos de la conciencia. Mientras los últimos están bajo el control de la voluntad, viniendo y yéndose a su comando, los complejos bien se fuerzan ellos mismo en nuestra conciencia mediante la ruptura de sus efectos inhibitorios, o, de la misma forma repentina, ellos obstinadamente resisten nuestra intención para reproducirlos.
…..No fue difícil ver que los complejos deben su relativa autonomía a su naturaleza emocional, su expresión es siempre dependiente de una red de asociaciones agrupadas alrededor de un centro con afecto. La emoción central probó generalmente ser adquirida individualmente, y por lo tanto de una naturaleza exclusivamente personal. La experiencia acumulada mostró, sin embargo, que los complejos no son infinitamente variables, sino que mayoritariamente pertenecen a categorías definitivas, que pronto comenzaron a adquirir sus populares, y ahora trilladas designaciones – complejo de inferioridad, complejo de poder, complejo paterno, complejo materno, complejo de ansiedad,, y todo el resto. Este hecho, que hay tipos de complejos característicos y fácilmente reconocibles, sugieren que descansan en fundamentos igualmente típicos [ arquetipos].
En estos párrafos están varias de las ideas fundamentales para comprender la noción de complejos, parte del paralelo junguiano de los esquemas y representaciones vistos hasta aquí.
Los arquetipos se manifiestan solo a través de su habilidad de organizar imágenes e ideas (Jung 1954, para 440, citado por Knox1997). La estructura del complejo consiste de un elemento nuclear, un arquetipo, y de una serie de asociaciones (imágenes e ideas) orbitales que se conforman a partir de la experiencia personal. Esta relación es central en la teoría Junguiana, en tanto que permite vincular componentes personales y arquetípicos en la experiencia de un sujeto (Samuels y otros, 1986, pg. 34; Knox, 1999, 2001). Sin este concepto sería difícil expresar como la experiencia es construida, la vida psicológica sería una serie de incidentes desconectados.
Los complejos también afectan la memoria. El “complejo del padre” no solo tiene una imagen arquetípica del padre sino también un agregado de todas las interacciones del padre en el tiempo. Por lo tanto, el complejo del padre colorea el recuerdo de las experiencias tempranas con el padre real (Samuels, 1986, pg. 34).
De lo dicho anteriormente, vale la pena destacar que los complejos se encuentran más allá de la esfera del yo, son inconscientes desde su núcleo mismo y lo observable son sus efectos en la conciencia y el cuerpo. A esto, en parte, se refiere Jung con la autonomía del complejo, es decir, su activación no depende de una acción voluntaria del yo. Una cierta señal ambiental o situacional puede activar un complejo que desata un proceso psíquico en el cual ciertos contenidos se agrupan y se preparan para la acción (Dieckmann, 1991/1999, p. 12)
Jung, inicialmente, identificó este fenómeno en el experimento del uso del Test de Asociación de palabras (Samuels, p.34). En este experimento el observó que los complejos están conectados con el cuerpo y se expresan somáticamente, debido, en parte, al vínculo con las emociones.
Es importante notar que en la psicología analítica el término complejo, aunque pueda en un primer momento parecer lo contrario, no tiene una connotación negativa o patológica. Los complejos son factores estructurantes de la personalidad y solo son patológicos cuando su acción permanece inconsciente, actuando así de forma automática, rígida y compulsiva. Esta autonomía solo disminuye cuando sus contenidos han sido hechos conscientes y elaborados racional y emocionalmente (Jacobi, 1959/1974, p. 11). Las técnicas que los junguianos proponen para trabajar los complejos son variadas y pueden incluir procedimientos para alcanzar dinamismos inconscientes, intervenciones en los contenidos de la conciencia y, de un modo importante, la experiencia “transformativa” de la transferencia-contratransferencia. Se plantea que en la relación terapéutica el paciente va desarrollando lentamente un cambio en los patrones de funcionamientos asociados al complejo.
Ilustración clínica
Refiero, de forma resumida, aquí un caso de una paciente depresiva, presentado por Knox (2001, p. 624), como una ilustración de cómo los complejos, esquemas o modelos internos de trabajo pueden aparecer en forma disfuncional.
Una paciente describió el hecho que cuando ella era una niña pequeña su madre fue hospitalizada, lo cual ella recordó como experiencia de abandono. Su padre era emocionalmente incapaz e indispuesto para proveerle del cuidado que ella necesitaba pero un tío que vivía con ella le ofrecía cuidado y atención; sin embargo, luego de más o menos un año, este tío comenzó a abusar sexualmente cuando la cuidaba.
En la adultez ella se casó con un hombre cuyo trabajo le hacía ausentarse por largos períodos de la casa y ella se sintió profundamente abandonada hasta el punto que desarrollo una depresión. Luego ella conoció a un hombre que le daba atención y cuidado con quién comenzó a tener relaciones sexuales. Prontamente esta relación se tornó abusiva.
En este caso vemos como la reedición de una experiencia de abandonó hace reemerger los sentimientos de tristeza experimentados en la situación originaria, sin que existan mecanismo internos de regulación emocional apropiados, desencadenándose una depresión. Probablemente esta mujer tampoco disponía de recursos internos y relacionales que le permitieran explorar formas adaptativas para enfrentar el sentimiento de abandono que sintió cuando su esposo se ausentaba. La respuesta la busca luego externamente en un hombre que “coincidentemente”, al igual que en su infancia, abusa de ella.
Integración
Zvelc (2009) ofrece una exhaustiva, sintética e integradora propuesta respecto a los patrones de relacionamiento. Este autor, retomando el planteamiento previo de varios teóricos propone el concepto de esquema relacional; el cual puede ser entendido como el esquema de la experiencia subjetiva de una relación por parte de un individuo(2009, p. 23). Los esquemas se originan en la infancia temprana por la repetición de patrones de relación pero son revisados y reformulados a lo largo de la vida.
Los esquemas relacionales no pueden ser observados o medidos directamente, pero su activación puede ser vista en diferentes patrones de experiencia subjetiva y comportamientos en los estados del ego. El término “estados del ego” refiere a patrones de emoción, pensamiento, comportamiento, y/o reacciones fisiológicas (Berne 1972, referido por Zvelc, pg. 31).
Stern (1985, citado por Zvelc, p. 26) menciona que los niños forman esquemas muy tempranamente, antes del desarrollo del lenguaje; estos serían aspectos no verbales de los esquemas. Con el desarrollo del lenguaje, los niños comienzan a verbalizar y nombrar sus experiencias; estos serían los elementos verbales de los esquemas. Además de esta distinción entre elementos verbales y no verbales, Zvelc, también reconoce que los esquemas relacionales pueden contener elementos explícitos y/o implícitos (p. 28)
Los esquemas relacionales según Zvelc (p. 25) tendrían dos funciones principales:
a) Estructurar y organizar la experienci Estas disposiciones son una simplificación adaptativa del mundo, que nos ayudan a orientarnos y a reaccionar.
b) Regulación de procesos internos y desarrollo de un sentido del Para desarrollarse, los niños necesitan relaciones interpersonales de forma de realizar funciones que no pueden desempeñar por si mismo, por ejemplo, la regulación de los estados somáticos y emocionales. Mediante la experiencia repetida con otros significativos, los niños desarrollan los esquemas relacionales que les permiten, más tarde, regular su propia experiencia (p. 25).
Cada vez que un esquema es activado, es activado bajo circunstancias levemente diferentes. Esto hace el cambio de esquemas posible. Los esquemas están abiertos al cambio en un proceso constante de asimilación y acomodación (Piaget & Inhelder, 1966/1990, citado en Zvelc, p. 32) Si una nueva experiencia es radicalmente nueva, el esquema mismo es cambiado en un proceso de acomodación. Sin embargo, si la nueva experiencia y el estado del ego relacionado son suficientemente similares a las experiencias pasadas, un proceso de asimilación ocurre, y la estructura del esquema es preservada (Zvelc p. 33). En psicoterapia, el cambio de los esquemas relacionales desadaptativos puede ocurrir, por ejemplo, en la oportunidad de reconstrucción que implica la transferencia (p. 35-36). En cualquier caso, es necesario que las intervenciones apunten no solo a los aspectos verbales o comportamentales, sino también a los implícitos, no verbales y corporales (p. 36).
Finalmente, según Zvelc, los disturbios en el desarrollo de los esquemas relacionales pueden ser de dos tipos:
a) Carencia de esquemas relacionales adaptativo Carencias de este tipo implican que los niños son dejados solos, abandonados, lo que significa que vivieron intensos estados emocionales que no pudieron regular y peor aún, que no aprendieron a regular. El resultado es un subdesarrollado del sentido del self; algo importante falta en la organización psicológica del individuo. Más tarde en su vida, estos individuos pueden tener grandes problemas en regular sus propias emociones.
b) Desarrollo de esquemas defensivo Experimentar deprivación y/o trauma lleva a procesos defensivos del niño y la repetición a esquemas defensivos (retraimiento, negación, represión, etc). Si bien en el momento inicial los mecanismos defensivos son adaptativos, al instituirse como un esquema relacional con frecuencia conllevan en la vida futura dificultades psicológicas. Además estos esquemas muestran rigidez en tanto que se bloquen aspectos de la experiencia subjetiva e interpersonal necesarios para una vida saludable en términos psicológicos (p. 34).
Como ya se dijo el planteamiento de Zvelc resume muy bien los tres enfoques planteado aquí. Sin embargo, hay un par de puntos que parece no incluir en su modelo.
El primero tiene relación con que estos esquemas, si bien se van constituyendo con base a las relaciones interpersonales de cada sujeto, tienen su fundamento en predisposiciones innatas de naturaleza arquetípica. Los arquetipos cumplen la función de organizar la experiencia en patrones típicos; al principio de este trabajo, desde la ciencias cognitivas y en relación a los “esquemas imágenes” se ofrece un ejemplo pertinente.
El segundo punto es que de la revisión de los estudios de los esquemas uno puede inferir que el sistema psíquico es un sistema autoorganizativo. La constitución de la vida mental en el ser humano no requiere de una dirección centralizada. Los dinamismos psíquicos organizadores están activos antes de la formación del yo e incluso lo constituyen. Arquetipos y esquemas pueden ser entendidos como patrones dinámicos que emergen de la complejidad de los sistemas psíquicos (Carrasco, 2008; Knox, 2001; Saunders y Skar, 2001).
Comentarios
Tratando de construir puentes entre distintos cuerpos teóricos, este trabajo encuentra en los esquemas de relación un fenómeno psicológico para el cual los tres enfoques aquí revisados ofrecen descripciones y explicaciones semejantes. La investigación en psicoterapia ha demostrado que las diferencias teóricas pueden explicar poco cuando se obtienen buenos resultados clínicos. Existen espacios para que las distintas tipologías se expresen y desarrollen distintos enfoques en psicología y, a la vez, es de crítica importancia para el desarrollo de esta práctica encontrar las intersecciones que permitan focalizar las intervenciones y la investigación.
La depresión es uno de los problemas de salud mental de mayor prevalencia en la población, por lo que resulta de especial relevancia encontrar, más allá de las diferencias teóricas, entendimientos sobre su origen y tratamiento. El trastorno depresivo tiene múltiples determinantes, desde factores genéticos, pasando por variables contextuales y factores interpersonales. Respecto a este último factor, resulta de importancia el reconocimiento de la injerencia de los modos recurrentes de relacionamiento interpersonal, especialmente en las etapas tempranas del desarrollo. Cuando las relaciones fallan en cumplir las necesidades de seguridad y de oportunidades de autonomía de los infantes se propician esquemas relacionales disfuncionales. En las etapas posteriores del desarrollo estos esquemas disfuncionales se encuentran a la base de dificultades de relacionamiento y se constituyen en un factor de riesgo en los trastornos depresivos.
Desde hace tiempo queda claro como la noción de esquema relacional resulta conveniente para las recomendaciones relacionadas con la crianza de los niños/as. Sería deseable que este entendimiento teórico se viera reflejado más allá del trabajo clínico con individuos y se aplicara a programas educativos y preventivos de mayor alcance.
En el área clínica resulta importante el aporte de cada teoría a la comprensión de la complejidad de los esquemas relacionales y a la forma amplia en que se debe intervenir para afectarlo y modificarlo. La comprensión racional, la reestructuración cognitiva, la reactivación emocional, la expresión corporal, la manifestación conductual y su impacto en las relaciones interpersonales son los distintos ámbitos en los que se debe intervenir para tratar de modificar un esquema relacional disfuncional.
Para la psicología analítica resulta importante el reconocimiento histórico de que Jung fue uno de los primeros psicólogos en notar el fenómeno, describirlo y elaborarlo de manera detallada. También resulta valioso para la psicología analítica atender al modo en que Jung accedió a las observaciones sobre los complejos: en una investigación, y más aún, en una indagación experimental.
Además la psicología Junguiana ofrece un valioso entendimiento para la construcción de la personalidad al explicar la raíz de los esquemas relacionales vinculándolos a los arquetipos. Tratando nuevamente de integrar distintos enfoques, la psicología arquetípica proporciona fundamentos para entender los mecanismos auto-organizativos que intervienen en el desarrollo de la psique.
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