Los abusos psíquicos, la envidia y la creatividad – Sylvia Baptista
SYLVIA MELLO SILVA BAPTISTA
Sylvia Baptista es Psicóloga y Analista junguiana, miembro de Sociedad Brasileña de Psicología Analítica (SBPA) y de la IAAP (International Association for Analytical Psychology). El presente trabajo fue presentado durante el VII Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana, celebrado en Buenos Aires, Argentina, del 3 al 6 de junio de 2015, y su autora autorizó su publicación. Email: sylviamellobaptista@gmail.com.
Introducción
Alice Miller, filósofa, psicóloga y socióloga, trae en su último libro, La Revuelta del Cuerpo, ejemplos retirados de las biografías de los grandes escritores y artistas, de cómo las situaciones de abuso en la infancia están marcadas en sus cuerpos, y en sus producciones. Sus enseñanzas me han inspirado a reflexionar y a buscar rescatar esos recuerdos y ayudar al niño que está en los adultos que buscan el análisis a liberarse del cuarto mandamiento («Honrar padre y madre»), de una hipocresía inherente, de la culpa. A partir de la actividad clínica, me he dado cuenta, con mayor claridad, la pérdida de la creatividad y la torpeza de los sentimientos, hechos también denunciados por la autora cuando destaca la existencia de una cultura de miedo y de lo que ella llama una pedagogía negra.
Como estudiosa de la mitología griega, busqué en esta fuente paralelos donde el mito podría dilucidar puntos y guiarnos en relación con este tema. He encontrado en Atenea y en los aspectos vinculados a la envidia, presentes en los mitologemas de esta deidad, reflexiones importantes. Como lo he hecho a lo largo de los años, trato de acercar la comprensión de las expresiones psíquicas a la sabiduría de la mitología griega, a través de la lectura simbólica de este universo.
La claridad en relación con el relato mítico, que se adjunta al testimonio sincero y valiente del informe del paciente muestran un poder fundamental en la escucha analítica. Los celos, el miedo y la creatividad constituyen un campo de contradicciones y desafíos. Del mismo modo, el mito revela siempre, y también trae oportunidades para imaginar y crear así nuevas formas.
Tragedia
En la tragedia Euménides, de Esquilo, después del juicio de Orestes, ocurre algo muy significativo que me llamó la atención. Como sabemos, Orestes cometió el delito de matricidio, matando a Clitemnestra, que, a su vez, había matado a Agamenón, con la ayuda de Egisto, su amante, primo y enemigo de rey micénico. Es justo mencionar que este matrimonio comenzó violentamente con el asesinato de Tántalo II, esposo de Clitemnestra, y su hijo recién nacido por Agamenón, para luego hacerla su esposa. En el paso de la guerra de Troya, la reina pierde otra hija, Ifigenia, sacrificada por su padre para obtener de Artemisa – que lo había castigado por la muerte de un ciervo consagrado a la diosa- la devolución de los vientos, para que el ejército de nuevo se pusiera al camino del gran combate . Junito Brandão nos recuerda que etimológicamente Clitemnestra significaría «que se hizo famoso (a) por no olvidar.» El destino absorto en el nombre se convirtió en realidad. La reina resiente lo que ha sufrido y proyecta la muerte de Agamenón, apuñalando al padre de sus hijos tan pronto regrese a la casa, al fin de una década de guerra. Orestes llega para vengarlo, participando en una red compleja de muertes.
Hasta entonces, Orestes había crecido lejos de su madre y hermanas Electra y Crisótemis en Cirra, en la Fócida, en el corte de Estrofio, este casado con Anaxibia, la hermana de Agamenón. La pareja tuvo un solo hijo, Pílades, que se convirtió en su amigo inseparable. Orestes fue protegido por Electra de la ira del amante de la madre, Egisto, que iría matar el niño, como era costumbre, para evitar una venganza en el futuro. Y es con su hermana Electra, que también fue sometida y sufrió penurias y hostigamiento por parte de la pareja, que Orestes ideará y llevar a cabo el delito de matricidio ordenado por Apolo.
Furias
Esquilo comienza Euménides con Orestes ya habiendo cometido el crimen y siendo perseguido por las Furias – o Erínias en griego. Apolo viene a su rescate y le guiará para ir a Atenas, donde se establece un primer jurado y así inaugura los juicios de crímenes llevados a cabo desde esa fecha en adelante. Inicialmente entendamos quiénes son las Furias y su papel.
Tres en número, son criaturas nacidas del sangre de Urano vertido en Geia cuando de su castración por su hijo Cronos, según Hesíodo en Teogonía. Son vengadoras de la sangre consanguínea derramada y persiguen a los criminales, los vuelven locos, incluso en los infiernos. Son descritas como seres femeninos, con antorchas en sus manos, a veces aladas, con el pelo en forma de serpiente. En Homero, fueran descritas como una sola criatura, pero con un sentido colectivo; y con el tiempo, la complejidad de las deidades iba en aumento, se han representado con mayor especificidad: Alecto sería la incesante, la perseguidora empuñando antorchas iluminadas sin interrupción, trayendo al evento de persecución un carácter incansable; Tisiphone, la que evalúa y venga el crimen con su látigo implacable, y nos da la dimensión de las consecuencias del acto; Megera, la que envidia, que tiene aversión al penado, grita al oído sus faltas sin parar (Brandão, 2000). La tríada parece mostrar tres aspectos de la misma pena que se caracteriza por la situación poco envidiable de ser recordado sin descanso, gritando, el delito cometido, por lo que la antorcha del conocimiento quema sin fin, sin dar oportunidad al penado para alejarse de su acto.
Las deidades son hijas de Geia y es con las entrañas que responden a la agresión. La sangre derramada no es sólo la sangre de un individuo, sino a todo un colectivo, un guénos. Ellas son una especie de guardianas de lo más profundo inconsciente, al mismo tiempo que afligen al criminal con la conciencia necesaria de su crimen. Simbolizan, en este acto, el carácter matriarcal del impulso vengador, enraizado en un femenino primordial.
Atenea y la envidia
Arácnea
Sin embargo, una cuestión que se plantea entonces: ¿Por qué Megera, o la personificación de la envidia, estaría entre estas criaturas? La figura de la propia deidad es muy emocionante. Atenea, que establecerá un diálogo directo con las Erinias en el juicio de Orestes, había enfrentado otras dos criaturas venenosas, una con la cabeza igualmente adornada con serpientes, como a menudo es retratada Megera: Arácnea y Medusa. Estas dos figuras míticas provocaran el sentimiento de envidia en la diosa.
Arácnea se convirtió en una araña después de desafiar a la diosa Atenea para un concurso de tapiz. La diosa trató de disuadirla de la hybris, o la arrogancia de querer ser comparada a una deidad; se hizo surgir disfrazada de anciana y trató de convencerla para abandonar la lucha. Pero la tejedora insistió y así, sin saberlo, selló su destino. Decoró su trabajo con escenas amorosas de los dioses, especialmente Zeus, con una perfección sin igual. Tal afrenta fue demasiado para la hija del señor del Olimpo, que destruyó el bordado de Arácnea, igual o más hermoso que el suyo. ¿Hubiera sido la diosa celosa de los mortales por su capacidad creativa, su habilidad en la misma función, su talento para tejer (casi) comparable a lo divino? Según Peter Walcot, en un libro todo dedicado al estudio de la envidia y su relación con los griegos, afirma que ellos creían que los hombres son, por naturaleza, envidiosos, como parte de su carácter y disposición, y define el sentimiento en contraste con los celos, como por lo general ocurre. El autor dice que en los celos se teme perder lo que se tiene, mientras que en la envidia, uno sufre por ver que el otro tiene lo que uno quiere. Añade que son los iguales, o las personas que tienen aproximadamente el mismo estatus, que se envidian entre sí. Sin embargo, también es posible observar desde el siglo V. A.C. la idea de phthonos theon, o la envidia de los dioses, presente en las obras de Esquilo, Herodoto y Pndaro. Si bien la imitación sería un signo de admiración, la disputa sería la marca de la envidia.
Atenea es «la hija del padre», una diosa representante del masculino y que trae como atributo la inteligencia, la sabiduría, la capacidad para la acción apropiada a lo que la situación demanda. Walter Otto, al describirla, destaca su cercanía a los hombres, a quienes piensa y a quienes se asocia. Pero esta conexión está lejos de ser erótica. Por cierto, este es precisamente un territorio donde Atenea no lo hace tránsito. Como una diosa virgen, el amor erótico no está en su panorama. Es la pareja del masculino, pero para ayudarlo en las batallas heroicas. Un acercamiento fraterno. Por tanto, ¿habría Atenea envidiado en Arácnea la libertad de paseo de la mortal por el campo de las relaciones amorosas con tanta facilidad? Al bordar los amores de Zeus, la mortal demostró una capacidad de imaginar el dios supremo en lazos inimaginables a la diosa-hija-del-padre. Arácnea habló de Eros; Atenea hizo uso de su poder divino y se alejó de la escena, castigando al imprudente.
Cuando se vio confrontada con escenas amorosas de Zeus y otros inmortales, hace el trabajo en pedazos y humilla tanto la mortal, que ella trata de suicidarse. Atenea lo impide, convirtiéndola en araña, y atrapándola así en la fabricación eterna de telas circulares, en alusión a la repetición sin fin que conserva la creatividad y la hace permanecer atada al impulso instintivo tan solamente. Zeus envió a varios personajes al Tártaro con el castigo eterno cuando se trataba de una tentativa de omnipotencia de los mortales, olvidados de su condición efímera. Atenea parece haberse arrogado el derecho, como su representante, para hacer lo mismo con Aracne, una vez de haber sido golpeada en su punto álgido.
Medusa
Otro episodio en el que Atenea se enfrenta con un femenino que provoca una reacción de terror y castigo está en la historia de Medusa. Roberto Calasso describe la escena que enfureció a la diosa, de nuevo con el fondo del campo amoroso:
En suelo del templo de Atenea, Poseidón mojaba con saliva marina el cuerpo perla de Medusa, blanco en la oscuridad. Atenea quedábase sentada delante, como una estatua en la cárcel, obligada a ver aquellos dos cuerpos temblorosos atándose en el silencio del templo. Sentía el horror y la indignación, al mismo tiempo, y un penetrante malestar general por saber que Medusa se parecía tanto a ella. Luego levantó su escudo para borrarlos, para alejarse. Fue un gesto que nació de lo más profundo de Atenea, como para Artemisa el gesto de armar el arco. Aunque, una vez más, Atenea separaba a si misma de todo detrás de una cortina de piel escamosa, el cabello suave de Medusa extendido en el suelo, comenzó a hincharse y de los extremos, ya que podía reconocer el mismo número de cabezas de serpiente . (1990, p.157)
Podemos pensar en las serpientes en la cabeza como simbolizando pensamientos venenosos. Esta diosa, que se comporta como un tipo de pensamiento extrovertido asociado con la intuición introvertida, tiene en el pensamiento su guía en el mundo. Vale la hipótesis de que lo que sería de carácter venenoso para la diosa sería precisamente lo que tendría más dificultades, lo que causa más desagrado y malestar, provocando una reacción inmediata y terrible. Es precisamente lo que sucede en el encuentro con Aracne, y aquí, con Medusa.
Todos conocen el resultado: la maldición de Medusa, la única Gorgona mortal entre las tres, transforma en piedra uno que dirige su mirada directamente a ella. Es más un castigo que aprisiona el castigado en una existencia solitaria y aterradora. Petrifica y congela: acciones similares a la forma en que la diosa sintió al ver la escena de amor, para ella asquerosa. Será necesaria la intervención del héroe Perseo, ayudado por Atenea, por Hermes y Apolo, para poner fin a la monstruosidad que se transformó Medusa, lo que resulta en la liberación de Pegasos y Crisaor. Estas dos criaturas generadas por Poseidón, se vieron encerrados en el cuerpo de la madre, reafirmando el mitologema de prisión que se evidencia en este mito.
La cabeza adornada de serpientes se integrará en el escudo de Atenea, lo mismo con que alejó la escena amorosa de su mirada. Ahora, las serpientes de Medusa alejarán quien se acercar demasiado con intenciones agresivas. Su escudo continúa con la función de protección, pero transformado por la experiencia vivida. Si al principio la diosa convirtió lo que envidiaba en algo desagradable, imponiendo una distancia, con la acción del héroe ella se acerca a este aspecto oscuro y lo integra. La diosa ayuda al héroe; el héroe ayuda a la diosa.
Megera
Walter Otto, como ya se ha dicho, caracteriza Atenea como una diosa de la proximidad -en oposición a Artemisa y Apolo que se encuentran distantes en su condición de arqueros. Y también la que «no sabe nada de las delicias tiernas de amor» (1978, p.46), como se ha visto anteriormente. Por otra parte, hace hincapié en la importancia de los ojos de la diosa, siempre citados como agudos, brillantes, puertas de su espírito sagaz. Como diosa de la conciencia, representada por una lechuza, «el más astuto de los animales», ve en la oscuridad. Esta conciencia es el enemigo de la sombra. La cercanía a sus protegidos favorece a ella suficiente intimidad para generar al otro una reflexión. Son aspectos que ponen Atenea vecina de Megera, en el sentido de que ambas provocan, o para decirlo mejor, instigan a la persona una memoria, una habla a la mente, siendo Megera para acusar y Atenea para advertir y reflexionar. Megera se convierte así en un aspecto oscuro de la diosa. Ambas, de diferentes maneras, favorecen que la conciencia venga arriba, a la luz, salga de la oscuridad.
Consideremos: con Aracne, tuvo una reacción de ira y castigo; con Medusa, la misma rabia provocó un castigo, pero al lado de eso, la guía de cómo salir de la situación petrificante. Con Megera, algo más creativo ocurrirá.
Euménides
Lo que está ocurriendo en el diálogo entre Atenea con las Furias, las Euménides de Esquilo, revela, en mi opinión, algo de un valor psicológico inestimable. El choque conduce, no a un «exterminio del sentimiento» o del contenido movilizado, sino a un realojamiento. Las Furias, renombradas Euménides, vienen a habitar el pie de la colina de Ares, el Areópago. Echemos un vistazo a lo que significa el cambio de locus del contenido psíquico.
Las criaturas, similares a las Gorgonas y las Arpías se describen como con apariencia horrible, de aspecto oscuro y repelente, con un aliento insoportable, secreción pútrida se escapando de los ojos, y vestimentas inapropiadas. Son todos aspectos de un primer contacto que distancian (en contraste a la proximidad causada por Atenea): una mala apariencia, el olor, el aspecto infectado.
Nacidas para el mal, les cabe en la divisoria
la oscuridad deletérea del profundo Tártaro,
criaturas malditas de todos los hombres
y los dioses que se reúnen en el Olimpo. (2003 v.102-105, p.150)
El dios que antes introduce un enfrentamiento con las Furias en la tragedia será Apolo, que simboliza lo nuevo versus lo viejo, la justicia de carácter patriarcal apolínea versus la justicia matriarcal primordial, el juez versus el vengador. Las Furias son inflexibles e implacables contra aquellos que tienen sangre en sus manos. Son protectoras de los muertos y cobran la deuda de sangre; son lentas en el pensamiento y decididas en la ejecución y no se olvidan de los crímenes cometidos. Apolo es igualmente firme en la acción, pero de modo patriarcal y rápido, como sus flechas. Es el dios solar que propone el nuevo, mientras que las Furias velan por la tradición. Representan el polo senex del arquetipo del castigo o el destino trágico. Desean prevenir que nuevas deidades tengan que cargar la obligación de la venganza. El gran temor de una deidad es perder su lugar de venerada entidad. Esto es literalmente el final. Incluso odiadas, estas entidades temibles reciben honores.
Debemos recordar que las Furias son el resultado de la sangre de Urano derramada sobre la tierra – Geia. La venganza, por lo tanto, repite su origen. Ni siquiera los dioses les alejan de su deber.
Atenea, cuando llega al lugar donde estaba Orestes, no reconoce las Furias, pero ni los jueces. Si pensamos en la tríada como los aspectos oscuros de la energía arquetípica expresada en la diosa, en esta vez ella está inconsciente de esto. En la tragedia, se sigue una hermosa exposición de la persuasión y sabiduría de la diosa en dirigir una conversación. Su primer cuestión es sacar a luz el contexto de lo sucedido. ¿En qué circunstancias, el crimen? ¿Orestes fue forzado o tenia miedo? Para la dinámica matriarcal no importa la razón; la delincuencia es en sí misma sujeto a venganza. Y esta debe recaer sobre el criminal. Pero si sucede algo que lo impide, el mismo odio se desviará a la tierra, para las mujeres, para la naturaleza, causando infertilidad -sangre en el suelo. Cuando la deidad no es contestada en su justa petición, su ira se derrama en un aspecto oscuro.
Las Furias están preocupadas ante la posibilidad de subversión a las leyes antiguas por nuevas leyes, por temor a que los hijos se quedasen justificados y sin mancha, y más, libres para hacer daños a los padres. Estamos en el campo de la obediencia de los hijos al potestad paterno. En los versículos 711-713, el coro en Euménides dice:
Así que, elévense por encima de todo
el respeto debido a los padres
y la hospitalidad a cualquiera que pida.
(2003, p. 171)
Aquí vemos el respeto a los padres equipararse con la hospitalidad. Creo que hay una mezcla importante de discriminar. El respeto a los padres, sobre todo, es exactamente el cuarto mandamiento criticado por Alice Miller. Es parte de una dinámica patriarcal autoritaria que no tiene en cuenta a la persona, sino su posición jerárquica en el conjunto. Exime el poderoso de la responsabilidad por los actos abusivos, simplemente por su colocación en el grupo. Sin embargo, la hospitalidad es una práctica que implica una dinámica de la alteridad, de bienvenido al extranjero, sea quien sea. El griego fue instruido culturalmente para recibir a quien le pida refugio, ofreciendo cama y comida a su hostal, para sólo el día siguiente, después de descansado el invitado, preguntar quién sería y lo que estaba buscando. Desde otra perspectiva, ese tiempo dedicado a la acogida del otro daba al griego la oportunidad de tratar de determinar qué deidad habitaba esa persona y cómo recibirla y honrar a ella, en su casa. Esta situación está lejos del modo patriarcal. Es una situación que, a su vez, requiere una apertura a lo nuevo que puede estar en el visitante.
Al priorizar el respeto incondicional por los padres, lo que está en juego es la consanguinidad como afecto indiscutible. Las Furias no persiguieron Clitemnestra cuando esta mató a Agamenón pues el grado de parentesco no existía. Lo mismo ocurrió cuando Agamenón mató Tántalo II y su hijo para poseerla. Alice Miller le pregunta: ¿Cómo honrar a un padre asesino? Cómo honrar a una madre que abandona? ¿Cómo considerar «amor», un vínculo que incluye el abuso?
Parece que este problema se aplica a la imagen aquí planteado. Tenemos en la tragedia Orestía, Agamenón matando el marido y el hijo de Clitemnestra, después matando a instancias de Artemisa su hija, Ifigenia, la esposa matando a su marido, y su hijo, Orestes, matando a su padrastro y madre. Hay una masacre a gran escala. Miller dice que mientras que el dolor de las heridas se les niega, la persona deberá pagar a la salud (o sus hijos). Este hecho también es visible en nuestras oficinas: los niños que viven mal resueltos problemas de sus padres, repitiendo dramas, recreando aflicciones. Dice la autora:
El camino de convertirse en un adulto no pasa por la tolerancia para la crueldad sufrida, pero por el reconocimiento de la verdad misma y el aumento de la empatía con el niño maltratado. Está en la percepción de cómo los malos tratos tornarán difícil toda la vida adulta, de cómo se destruyeron muchas posibilidades y cuánto de esta miseria se transmitió a una generación más tarde (2011, pp. 137,138).
La exploración del contexto en el que el paciente ha crecido es muy importante. Se debe tener en cuenta que la consanguinidad es circunstancial. Lo que debe ser considerado significativo es el contexto, el abuso y sus consecuencias. La entrada de Atenea en la escena del juicio presenta este aspecto. Orestes es un violado psíquico. Aún niño, estuvo presente en el sacrificio de su hermana Ifigenia, y fue retirado de la madre, ambivalente y herida, bajo la amenaza implícita de ser asesinado por su padrastro.
Realocamiento
Este término es un neologismo que pretende nombrar el acto de encontrar un nuevo lugar (locus) a algo ya destinado a un lugar en particular. Yo lo uso para indicar el movimiento psíquico de reemplazo del contenido traumático o doloroso, proceso por el cual nosotros encontramos un nuevo lugar interno después de un trabajo de elaboración del dolor, acompañado por la adquisición de una nueva identidad.
En la tragedia Euménides, Esquilo nos da material para la comprensión simbólica de esta arquitectura. En los versículos 842-846, donde los diálogos Corifeu con Apolo, el primero es:
Teniendo en cuenta tus palabras,
Zeus tiene un aprecio especial por los padres;
pero ha encadenado a su propio padre,
el viejo Cronos; ¿como conciliarás
tu discusión con la conducta de ello?
(2003, p.177)
A este respecto, escribí en un artículo cuyo título es Ex-madre, ex-padre, ex-niño: la fecha de vencimiento de las relaciones, donde busco, entre otras cosas, tratar del abuso psicológico y arrojar luz sobre la diferencia de calidad entre las relaciones afectiva de carácter consanguíneo y las elegidas durante toda la vida. Resalto un pequeño extracto:
Sólo en Zeus hay una transformación. Habiendo sido criado lejos de la figura del padre devorador, Zeus fue capaz de lograr tanto la salvación de los hermanos encarcelados, como la conducción del padre en su vejez, a un lugar de bienaventuranza. Creo que la condición que permitió Zeus mover el padre de lugar, en lugar de la venganza o simple destrucción, habría sido su capacidad de desarrollar otros vínculos saludables con figuras importantes, además de la ayuda de la madre Rea y del contacto empático con sus cinco hermanos y sus respectivas cualidades.
Zeus tendrá como epíteto polieús, que significa «escudo de la familia y de la polis», que representa el arquetipo del hombre de familia patriarcal (Brandão, 1994). Yo añadiría que también encontramos en esta figura el mayor conductor, capaz de efectuar el paso del poder reinante a su hijo divino, Dioniso, rompiendo el ciclo de deglución de hijos por el padre Crono y el abuelo Urano -este través Geia. (2012, p.15)
También aún en el tema espacial-simbólico del dolor psíquico, cuando estudié y hablé sobre la tragedia de Sófocles, Filoctetes, vi la posibilidad de abordar la cuestión desde el ángulo de la victimización. Los invito a leer las ideas puestas allí, y el rebote lo siguiente:
La redirección de esa energía para el lugar «correcto» donde es deficiente, será capaz de poner fin al choque y sanar la identidad herida del héroe, así como su herida concreta. Sale finalmente del lugar de víctima. Y así, todos se embarcan rápidamente a Troya, y el destino se cumple. (2013, p.42)
La contienda entre Atenea y las Furias muestra, por un lado, la reflexión y la moderación en lugar de impulsar la venganza y la ira derramada. Es maravilloso ver cómo la repetición de los versos del estribillo indica la misma dinámica de la repetición que vemos en el complejo. Mientras que la diosa invita a las tres criaturas a vivir en Atenas y allí recibir ofrendas, renunciando a la tristeza y aceptando una pacería, los testimonios de las Furias representadas por el Coro conforman 30 versos (en dos bloques de 19 y 11) casi idénticos, a excepción de una u otra palabra sinónima. Atenea le pide, insiste a ser escuchada; como si dijera: «escuchen a la diosa de la sabiduría, otro femenino a ser considerado, continente de Métis.» Se trata de un diálogo entre dos grandes entidades, expresiones de la sabiduría. Al invitar a estas fuerzas primordiales para ser sus huéspedes, habitantes de Atenas, la diosa con su discurso persuasivo, no sólo da la bienvenida, pero les da un lugar de dignidad y protagonismo. La energía Erinia será, de ahora en adelante, a su servicio.
Consideraciones finales
¿Pero cómo cambiar de ubicación? ¿Cómo salen las Furias de su posición arrogante? La pregunta que formula Corifeo a Atenea, después de mucha fricción y resistencia, es la clave para la solución: «Pero, ¿dónde vamos a vivir, soberana Atenea?» (2003, v.1182, p.188). La respuesta de la diosa asegura una pertenencia: «En un lugar donde no hay castigos; ¡Acéptalo!» (2003, v.1183, p.188). Mientras que las Furias están preocupadas por su nueva identidad, Atenea les promete un nuevo hogar, nuevos amigos, una nueva mirada que considera, antídoto contra el resentimiento. Enséñanos, así, cómo revertir una maldición: es necesario acercarse a lo terrible, persistir en el diálogo, dar la bienvenida a lo antiguo, ofrecer un hogar para lo que antes amenazaba. Trabájase con perspicacia y sabiduría contra la fuerza vengadora, incluso dentro del campo agresivo de Ares (la reunión se lleva a cabo en el Areópago, sitio dedicado al dios de la guerra, Ares).
Según Miller, sólo un verdadero escuchar es capaz de redimir a la herida del niño en nosotros. Atenea propone precisamente eso. Ayuda la escucha, el diálogo, el intercambio, y así conjuga puer y senex. Sus características patriarcales discriminan y organizan, y la alteridad que contiene abre un espacio para la conciliación.
Recordando que la envidia -Megera – es una de las Furias, y la expresión de un lado oscuro de la diosa, al cambiar el nombre de las Erinias para Euménides y conseguir de ellas la buena voluntad y la protección de la ciudad, Atenea integra el femenino terrible. La forma en que lo hace, diferente de Aracne y Medusa, muestra un lado creativo para utilizar la persuasión y la continencia, la sabiduría, la paciencia y el razonamiento. Hace con palabras lo que Zeus hizo con cadenas, y más allá. Une el femenino de las Furias transformadas con el masculino que lleva en sí misma, promoviendo el pasaje de un femenino primordial terrible para cuidador y compañero, de guerrero para persuasivo. Así como el exilio representa el mal mayor mal para la cultura griega, tener un lugar concedido a la ciudadanía, recibiendo una dirección, pertenecer, es un activo valioso. Simbólicamente, es muy importante encontrar un locus interno para las emociones atormentadoras, los impulsos destructivos, la arrogancia, el remordimiento, la envidia, la venganza, y transformar estas fuerzas en la prosperidad.
El movimiento para transformar las Furias en las Euménides tiene que ver con llevar la conciencia afuera de la cueva oscura de las tres deidades. Se relaciona, por lo tanto, con otra calidad de conciencia, no más por la culpa, sino por la reflexión y la compasión. El viejo y el nuevo conciliados obedecen a la vida.
En una de las últimas líneas de Atenea en la tragedia Euménides, Esquilo nos regala con unos versos que ilustran estas ideas:
Impulsada por el amor por este pueblo,
dejo con él las diosas poderosas
pero difícil de tratar; su cargo
es dirigir la vida de los mortales.
Quién no guía la conducta en la vida
por los dictados de estas deidades
temibles por su poder incuestionable,
no se puede entender el origen
de los golpes que recibe en su vida.
A causa de los pecados de sus padres,
los hombres son llevados a hacerles frente
y a la muerte muda, a pesar de sus víctimas
tratar de detenerlas con palabras duras,
las destruye en obediencia únicamente
el odio implacable de estas diosas.
(2003 vv. 1222-1236, p. 190)
La deidad Atenea, que tuvo su madre tragada por su padre, si fuera humana, se nos apuntaría en su mito cómo se enfrentó, por sí misma, a sus propias rabias, teniendo que dar la mano a su héroe interior, integrar la envidia, contextualizar las relaciones, practicar la escucha, hacer uso consecuente de la palabra, mirar de una nueva perspectiva, dar rienda suelta a la creatividad.
Siempre es bueno recordar que las heridas y resentimientos que alimentan la venganza, cuando viven en nuestra cuerpo causan infertilidad y enfermedades. Si transformados en la benevolencia, funcionarán como una bendición. Atenea, en su reunión con Alecto, Tisífona y Megera nos enseña a que observar para esta gran aventura.
Concluyo, como me gusta hacer, con poesía. Elijé Adelia Prado (1991, p.151) y su poema Dos vocativos:
La maravilla da en tres colores:
blanco, lila y amarillo,
su otro nombre es bonina.
Yo soy de tres maneras:
feliz, triste y Mofina,
Mi otro nombre no lo sé.
¡Oh profundo misterio!
¡Oh amor!
En portugués:
A maravilha dá de três cores:
branca, lilás e amarela,
seu outro nome é bonina.
Eu sou de três jeitos:
alegre, triste e mofina,
meu outro nome eu não sei.
Ó mistério profundo!
Ó amor!
Resumen:
Este artículo presenta una reflexión sobre la tragedia de Esquilo, Euménides, llamando la atención sobre el papel de la diosa Atenea, y lo que ella simboliza en la transformación y sustitución de la energía de las terribles Erinias, incluyendo Megera, la encarnación de la envidia.
Referencias Bibliográficas
BAPTISTA, SMS (2012) Ex-mãe, ex-pai, ex-filho: a data de validade das relações. Junguiana, São Paulo, n.30 / 1, pp.13-19.
__________(2013) Filoctetes: a expressão do arquétipo da vítima.Qual a medida da dor? Junguiana, São Paulo, n. 31/1, pp.39-47.
BRANDÃO, JS (2000) Dicionário Mítico-Etimológico, Petrópolis: Vozes.
Calasso, R. (1990) As núpcias de Cadmo e Harmonia, São Paulo: Companhia das Letras.
ÉSQUILO (2003) Eumêmides, in Oréstia, Tradução de Mário Gama Kury, Rio de Janeiro: Jorge Zahar.
HESÍODO (2001) Teogonia, Tradução de Jaa Torrano, Iluminuras: São Paulo.
MILLER, A. (2011) A revolta do corpo, São Paulo: Martins Fontes.
PRADO, A. (1991) Poesia reunida, São Paulo: ARX.
OTTO, W.F. (2005) Os deuses da Grécia, São Paulo: Odysseus.
WALCOT, P. (1978) Envy and the Greeks – a study of human behaviour, Warminster: Aris &Phillipis Ltd.
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