Patrizia Michán
Flaming June by Lord Frederic Leighton (1895)
Patricia Michan es Psicoanalista junguiana certificada por la IAAP. Fundadora y directora del Centro Mexicano C. G. Jung. Supervisora clínica.
Conferencista internacional. Miembro del Grupo de Trabajo en Comunicación y Recursos del Comité de Educación de la IAAP. Miembro del Consejo Editorial de la revista especializada Journal of Analytical Psychology (JAP). Miembro de la IAAP, de la IRSJA (Inter-Regional Society of Jungian Analysts) y de la SOMEJ (Sociedad Mexicana C. G. Jung). Autora de varios libros y artículos de Psicología Analítica. Actualmente investiga y estudia la relación entre la psicología analítica, la mitología prehispánica y la práctica clínica. Este documento corresponde a una conferencia que ofreció la autora en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Ciudad de México el 24 de noviembre de 1998. Se publica con autorización de la autora. Correo electrónico: pgmichan@gmail.com
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El inconsciente manifestado en nuestros sueños es quizá el tesoro más valioso que poseemos como fuente de autoconocimiento. El estudio de los sueños es un tema rico y complejo. Como declarara Freud hace más de cien años, los sueños son el camino real al inconsciente. En la psicología analítica, fundada por Jung, se considera a los sueños como la prima materia de la psique. El propósito de este artículo es hacer una revisión sobre la teoría y el uso clínico de los sueños, desde el punto de vista junguiano.
Jung percibió a la psique como un sistema dinámico interactivo que intenta organizarse a través del «equilibrio entre los opuestos » (CW 8, párr. 407). La psique “sana” es un proceso continuo y recíproco entre dos «campos»: consciente e inconsciente. Jung adoptó el concepto de “campo” del filósofo William James. Como dos formas de experiencia y conocimiento psíquico que se relativizan entre sí, estos dos campos, consciente e inconsciente, se mueven a través del vector hacia la “individuación”. La individuación es un concepto medular de la teoría junguiana que se refiere al proceso a través del cual una persona intenta desarrollar el potencial individual innato en su psique a lo largo de su vida. La individuación se entiende como el intento de vivir desde la «totalidad» a través del diálogo creativo entre el consciente y el inconsciente, en el proceso de adquirir un equilibrio psíquico.
En el transcurso de la primera y segunda mitad de la vida de un individuo, Jung se concentró de modo especial en la relación del individuo con los otros, es decir, el nivel interpersonal, así como su relación con el mundo interno, el nivel intrapsíquico. En la primera mitad de la vida, se enfatiza el desarrollo del ego. En la segunda mitad de la vida, se relativiza la primacía del ego en la medida en que la personalidad ya consolidada contacta los opuestos internos que hasta entonces habían permanecido indiferenciados, a favor de una autonomía psíquica más completa. Las vicisitudes de esta progresión son fuente de dificultad psicológica. Jung visualizó a la individuación como un proceso, como un compromiso continuo, más que como un estado adquirido. Como señalara Jung: «La meta es importante sólo como idea; lo esencial es el opus que conduce a la meta . . . » (CW 16, párr. 400).
Puesto que la individuación exige una conciencia y un crecimiento continuo, su objetivo es ir incluyendo elementos del inconsciente. Para Jung, el inconsciente no es solamente el contenedor del material reprimido de nuestra vida personal, ni sólo el lugar de encuentro entre instinto, impulso, deseo, anhelo, moralidad y convicciones. Es, además, otra forma de conocimiento y una fuente relativamente autónoma de información dentro de la psique. En este sentido, se concibe al inconsciente no sólo como personal, sino también como colectivo. El inconsciente colectivo es un término que Jung empleó para describir patrones universales inherentes a la psique que emergen de la estructura cerebral heredada, común a todo ser humano.
Durante el tratamiento de sus pacientes internos en la clínica Burgholzi, en Zurich, a Jung le llamó la atención la reiterada presencia de símbolos universales en los sueños, alucinaciones y delirios de sus pacientes similares a aquellos presentes en los mitos de diferentes culturas. Este hallazgo lo llevó a postular el hecho de que el inconsciente colectivo está formado por contenidos que atraviesan las eras históricas y las fronteras culturales. A estos contenidos los llamó arquetipos: configuraciones típicas en nuestro modo de imaginar, pensar, sentir y percibir. Dicho de otra manera, son los depósitos de las respuestas más comunes de la humanidad a situaciones humanas universales, tales como el vínculo entre padres e hijos, el miedo y el anhelo, el conflicto y el deseo, odio y amor, nacimiento y muerte, por solo mencionar algunos. Por lo tanto, el inconsciente proporciona conocimientos no únicamente acerca de los aspectos inconscientes de la experiencia personal (memorias perdidas, ideas dolorosas que han sido reprimidas o suprimidas), sino también brinda imágenes y temas que han sido producidas por hombres y mujeres de tiempos y lugares remotos, para describir experiencias significativas de su vida, similares a las nuestras. En este sentido, el desarrollo psicológico involucra el poder establecer una interrelación dinámica entre el ego, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo, con el fin de promover las partes creativas de la psique, a través de un nuevo entendimiento y de una nueva forma inclusiva de conocer, es decir, una forma sintética.
Jung enfatizó que un individuo puede acceder a la “totalidad” psíquica como proceso sólo a través de aceptar y trabajar con el inconsciente a través de la exploración de proyecciones, síntomas, y complejos, así como de sueños, fantasías, imágenes y símbolos.
Los sueños pueden emerger de los conflictos del presente y/o del pasado. También pueden aludir a aspectos y significados que nunca antes habían sido conscientes y, que, por lo tanto, tienen una orientación hacia el futuro. En este sentido, la noción de Jung de la psique arquetípica, de aquello que él llamó el inconsciente colectivo, nos coloca en posición de recibir información en nuestros sueños a través de imágenes y temas similares a aquellos que aparecen en los mitos. Mediante la experiencia y realización individual de estos contenidos, el ser humano evoluciona hacia su “totalidad”, puesto que está obligado a integrar lo que de otra manera proyectaría.
En los sueños, el inconsciente puede ser representado por figuras sombreadas del mismo género. Por sombra se entienden todas las cualidades, tanto positivas como negativas, de la personalidad multifacética que han permanecido inconscientes. El individuo las rechaza y, por ende, las tiende a suprimir, escindir y proyectar. Asimismo, el inconsciente puede ser representado por personificaciones contrasexuales llamadas por Jung el animus (en la mujer) y el anima (en el hombre). Con esta formulación, Jung va más allá de los géneros masculino y femenino, cuando refiere cualidades masculinas y femeninas lo mismo en el hombre que en la mujer. Lo masculino y lo femenino dentro de nosotros mismos, son actores en el drama intrapsíquico. Un hombre que se siente incómodo y/o tiene dificultades con expresar sentimientos de ternura, por ejemplo, los puede atribuir como pertenecientes al mundo de lo femenino y, por lo tanto, puede soñar con una mujer profundamente cariñosa, a la cual Jung consideraría una personificación de su anima. Por otro lado, una mujer que no puede concebir a la asertividad como parte de su autoimagen, puede soñar con figuras masculinas asertivas, las cuales Jung consideraría personificaciones de su animus. Reitero que Jung no esperaba que estas cualidades se percibieran como de pertenencia exclusiva del hombre o de la mujer, sino como formas de experiencia que podían ser integradas a través del contacto con lo femenino o lo masculino dentro de nosotros mismos. Puesto que estas cualidades tienden a ser proyectadas como ego-lejanas, Jung pensó que el desarrollo del anima y del animus conduciría hacia la parte no-ego de la psique. En otras palabras, así como nuestra atracción hacia otras personas nos conduce a situaciones más allá de nosotros mismos, Jung señaló que seguirle la pista a las figuras del anima y del animus nos lleva a un territorio desconocido en nuestro interior que llamó el self : centro de la psique objetiva. Jung visualizó al self como algo que se contacta interiormente, caracterizado por la cualidad de la «otredad», cuyo proceso de integración lleva a la “totalidad”. Es importante subrayar que así como el ego es el centro de la psique personal, el self es centro y circunferencia de la totalidad de la psique. Es también un término utilizado para describir el constante proceso de convertirse en lo que uno es auténticamente. En los sueños, por ejemplo, la imagen de un círculo cerrándose, puede representar una imagen de una etapa del proceso de desarrollo que se completa.
En 1934, Jung escribió: «El sueño es aquella pequeña puerta oculta en el santuario más profundo e íntimo del alma, que se abre hacia aquella noche cósmica del principio de los tiempos que era alma mucho antes de que existiera un ego consciente y que seguirá siendo alma más allá de lo que el ego consciente pueda abarcar… Esta conciencia del ego está constituida puramente de restricciones, aun cuando se extienda hacia las estrellas más distantes. Toda conciencia divide, pero en los sueños penetramos hacia la profundidad, universalidad, verdad y eternidad del hombre, el cual permanece de pie en la penumbra de la noche original, donde él mismo era totalidad y donde la totalidad estaba en él, en una naturaleza pura, ciega y no diferenciada, libre de las cadenas del ego. A partir de estas profundidades conjuntas surge el sueño, sin importar lo infantil, grotesco o inmoral que sea». (1934, p. 53).
Para Jung, los sueños son un fenómeno psíquico normal y natural: «Los sueños no son fabricados deliberadamente: son manifestaciones independientes y espontáneas del inconsciente que describen la situación interna del soñante, es decir, el sueño es un autorretrato espontáneo que representa en forma simbólica la situación actual en el inconsciente». (CW 17, párr. 189). En relación con los sueños de sus pacientes, durante sus 20 años de práctica clínica Jung confirmó haber observado, una y otra vez, cómo aparecen en los sueños pensamientos y sentimientos no pensados ni sentidos por ellos previamente, con el fin de alcanzar indirectamente a su conciencia.
Por su parte, Jolanda Jacobi, analista junguiana, se suma a la idea de Jung, definiendo el sueño como una manifestación natural y autónoma de la psique que aspira a propósitos que desconoce la conciencia.
En The Practical Use of Dream Analysis, Jung percibió a los sueños como fragmentos de la naturaleza y consideró que así como la naturaleza no oculta sus propósitos, tampoco los sueños. En este sentido, la imagen en el sueño no es disfraz del objeto. Jung creía que la imagen contenía todo lo que uno necesita saber, si tan sólo el soñante se somete a ella, extrayendo posteriormente su significado, el cual conecta el viejo punto de vista consciente con una nueva información que emerge del inconsciente.
Los sueños tienen como una de sus funciones básicas integrar experiencias nuevas, recopiladas previamente por la psique del pasado personal (es decir, los complejos), así como del inconsciente impersonal del individuo (inconsciente colectivo, arquetipos, experiencias que se hacen accesibles a través de memorias, ideas, imágenes y símbolos condensados en los sueños). Así, Jung abordó los sueños como un diamante cuyas diferentes facetas se van descubriendo y puliendo poco a poco.
Otro aspecto a destacar, que se desprende del anterior, es que los sueños revelan una profunda relación entre estados internos y externos. Desde principios de siglo pasado, el filósofo americano William James y su teoría de la complementariedad tuvieron una profunda influencia sobre Jung. Para Jung, la psique está formada por dos esferas complementarias, consciente e inconsciente, que algunas veces son interdependientes y, otras, antitéticas. Jung utilizó la imagen de la coniunctio para describir esta relación entre la conciencia y el inconsciente. El psicoanalista freudiano Herbert Silberer, había especulado anteriormente que la antigua imagen alquímica de la coniunctio, la conjunción suprema reconciliadora de opuestos o «matrimonio real» entre el hombre y la mujer (lo masculino y lo femenino), era una imagen de facto del campo transferencial. Jung valoró el discernimiento de Silberer y agregó a éste su interpretación intrapsíquica. Así, la conciencia y el inconsciente no sólo se complementan, sino que también están en relación compensatoria una con el otro. Jung conceptuó a la compensación como un mecanismo psíquico, que tiende a un movimiento dinámico de equilibrio que conduce a la individuación y a la “totalidad”. La conciencia del ego necesita de esta compensación del inconsciente para tener acceso al conocimiento que va más allá de su propia experiencia limitada. Sin el beneficio de dicha relación con el nivel de la psique no-personal u objetiva, el ego se vuelve rígido, estéril y parcial. En este sentido, desde la perspectiva junguiana, uno de los principios básicos de la teoría de los sueños es que tienen una función compensatoria, esto es, equilibran o compensan la situación consciente del momento. Así, los sueños para Jung no son la satisfacción de deseos, sino una compensación o corrección a una actitud consciente: no representan aquello de lo que el individuo está consciente, sino que equilibran la actitud unilateral o parcial de la conciencia. Un ejemplo de compensación sería alguien que sufre de sentimientos de inferioridad y aparece en el sueño como héroe (si la actitud consciente es unilateral, el sueño toma el lado contrario).
Hay dos maneras en que un sueño puede ser pensado como compensatorio, y ambas son importantes en el entendimiento clínico del uso de los sueños. En la primera, como se mencionara anteriormente, los sueños pueden compensar distorsiones temporales en la estructura del ego. Así, un paciente que está enojado con un amigo, puede percatarse que su enojo rápidamente se desvanece, pero en la noche resulta que en sus sueños aparece furioso con él. El sueño lleva de nuevo su atención a una intensidad de enojo que había sido suprimido y no cargado en la conciencia como la totalidad de su experiencia. La segunda forma de compensación -que es más profunda- es aquella en la que los sueños pueden confrontan el funcionamiento de la estructura del ego con una necesidad más profunda de adaptación al proceso de individuación. Un ejemplo de este segundo tipo de compensación sería el sueño de una persona que está muy bien adaptada en diferentes áreas de su vida: socialmente, en la comunidad, en la familia, en el trabajo, en el cual escucha una voz intensa que le dice: «No estás viviendo tu propia vida». La fuerza de esta afirmación puede llegar a influir su orientación hacia cuestionamientos de su vida que hasta ese momento no estaban claros.
Jung también habló de la función complementaria de los sueños que completa los contenidos limitados y faltantes de la conciencia. Alguien que dice sentir un cariño superficial por su pareja y por la noche sueña con escenas de amor apasionado con ella sería un ejemplo de complementariedad. En este caso, el sueño complementa la importancia del involucramiento emocional que había pasado desapercibido por la conciencia. El entendimiento y el trabajo con este tipo de sueños lleva a un cambio tanto en la manera de experimentar la vida externa, como de percibirnos a nosotros mismos.
Jung distingue otras dos funciones de los sueños que están relacionadas con la función compensatoria : la función reductiva, y la función prospectiva, constructiva o sintética. La función reductiva opera como una compensación negativa, constelando material derivado principalmente de experiencias reprimidas de la infancia y de la niñez (la función reductiva describe desde dónde). La función prospectiva o constructiva significa que el sueño es una anticipación en el inconsciente de un futuro logro consciente. Algunos sueños anticipan futuros desarrollos (la función prospectiva describe hacia dónde). Esto no quiere decir que los sueños sean necesariamente proféticos o mágicos, sino que más bien presentan un esbozo preliminar, es decir, una combinación de posibilidades que existen en potencia. Al respecto, cabe mencionar lo que Jung señaló: «Los sueños preparan, anuncian o previenen acerca de ciertas situaciones frecuentemente mucho antes de que se presenten. Esto no es necesariamente un milagro o una forma de precognición. Aunque la mayoría de las crisis o situaciones peligrosas tienen una larga incubación, la mente consciente no está consciente de ello”. (CW 18 párr. 473). El que el inconsciente cargue el conocimiento, no quiere decir que lo prediga.
Desde la perspectiva junguiana, se concibe a los sueños como fuente de comunicación personal, directa y significativa para el soñante. El sueño puede emplear imágenes de la experiencia personal y también valerse de símbolos comunes a la humanidad que le pueden comunicar un significado personal al individuo. Cuando las imágenes empleadas por la psique manifiestan no sólo lo que reconocemos y sabemos, sino que también apuntan hacia lo misterioso y desconocido, dichas imágenes son símbolos que, según Jung, se valen de lo conocido para expresar lo desconocido. Así, los símbolos son señales visibles de una realidad invisible, en la que se involucra algo más que su significado aparente o inmediato. Son imágenes que están impregnadas de sentido, de un significado tan profundo y multidimensional que, frecuentemente, somos incapaces de traducir en palabras. Los símbolos trascienden la lógica, modifican nuestra experiencia y, al mismo tiempo, nos permiten modificarla. Los símbolos en nuestros sueños son como acertijos, es decir, enigmas a descifrar, respuestas a preguntas que habían quedado sepultadas en lo más profundo de la psique. El inconsciente colectivo no puede ser cognoscible de forma directa. En este sentido, los símbolos son uno de los puentes entre el ego personal y el inconsciente colectivo. En el análisis junguiano, los símbolos juegan un papel significativo dentro de la imaginación humana.
Es importante señalar que no se puede interpretar los sueños ni sus símbolos sin contextualizarlos dentro de la vida del soñante. En El hombre y sus símbolos, Jung señala: «Es un verdadero absurdo creer en manuales para la interpretación de los sueños, como si uno pudiera simplemente comprar un libro de referencia y buscar un símbolo particular. Ningún símbolo onírico puede separarse del soñante. Es variable la forma como el inconsciente de un individuo complementa o compensa su conciencia. Por lo tanto, es imposible tener la plena seguridad de hasta dónde se pueden explicar los sueños y sus símbolos» (1959, p. 29).
Jung también aportó una metodología para trabajar con los sueños. Abordó tanto el material personal como el material arquetípico (no personal), a través de lo que el llamó el método constructivo sintético, que parte de un punto de vista teleológico de la psique, esto es, orientado hacia una meta. Por lo tanto, las expresiones del inconsciente son interpretadas en términos tanto reductivos personales, como en términos simbólicos progresivos. Cuando se agrega el método constructivo, la interpretación de la actividad psíquica se orienta en términos de una meta y un propósito. Para Jung, el análisis reductivo es un aspecto importante durante el proceso terapéutico. Además, como ya se dijo, también describe a la psique con capacidad de dirección, es decir, como «un sistema de objetivos dirigidos que buscan realizarse«, lo cual es característico de todo lo psíquico.
En su trabajo con las imágenes oníricas, Jung utilizó el método de amplificación: una especie de asociación circular, un movimiento esférico alrededor de los varios componentes del sueño. Jung señala: «Para entender el significado de un sueño debo apegarme lo más cercanamente posible a las imágenes del sueño mismo. Cuando alguien sueña con una mesa de pino corriente, no es suficiente para él asociarla con un escritorio que, de hecho, no suele estar hecha de pino corriente . . . Esperaríamos que él tuviera docenas de asociaciones con una mesa de pino corriente, y el hecho de que no haya aparentemente ninguna asociación es, en sí mismo, significativo. En dichos casos, regreso a la imagen una y otra vez, y, por lo general le digo a mi paciente, “Supongamos que no tengo idea de lo que significan las palabras ‘mesa de pino corriente’. Describe este objeto y dime su historia de tal manera que no malinterprete qué tipo de cosa es” (CW 16, párr. 320). Así, uno guía sus asociaciones manteniéndose fiel a la imagen. En la sensibilidad mitopoética de los sueños, sin embargo, diferentes experiencias pueden ser expresadas a través de una imagen, o imágenes múltiples que pueden manifestar un solo significado. Por ejemplo: una torre es una torre. Pero esta única torre presente en un sueño puede referirse a aquella torre que una vez escalada, trae recuerdos de dominio y fortaleza; o bien, a aquella torre no escalada que tiene resonancia con el sentido de fracaso. También puede traer a colación la personificación negativa del jefe que en cierto modo tiene poder sobre alguien, o qué tan fuerte se siente una persona con respecto a otra.
Podemos diferenciar entre las asociaciones o amplificaciones a nivel personal, en donde el paciente aporta lo que sabe acerca de una imagen particular en el sueño, y las asociaciones o amplificaciones más generales, que implican ampliar las imágenes del sueño. En este método de amplificación, los diferentes temas del sueño son enriquecidos con imágenes análogas: símbolos, leyendas, mitos, cuentos, que develan los diversos aspectos y posibles sentidos, hasta que su significado queda claro. Es el analista quien entreteje estas amplificaciones con imágenes y analogías que están en resonancia con los patrones subyacentes en el sueño. Éstas siempre se tendrán que relacionar con el contenido del sueño. Una vez que se tienen las amplificaciones personales, así como las generales, se realiza una síntesis, puesto que el sueño tiene que ser unificado significativamente.
Los sueños son narraciones subjetivas de las dinámicas intrapsíquicas. En los sueños, los complejos aparecen en formas personificadas. En este sentido, los sueños abordados en el nivel del inconsciente personal retratan el funcionamiento de los complejos. Jung postula: “Todo el trabajo con los sueños es esencialmente subjetivo, y el sueño es un teatro donde el soñante es el escenario, el actor, el apuntador, el productor, el autor, el público y el crítico” (CW 8, párr. 509). Esta simple verdad forma las bases para concebir el significado de los sueños, que Jung llamó interpretación a nivel subjetivo. Dicha interpretación concibe a todas las figuras del sueño como rasgos de la propia personalidad del soñante, es decir: en este nivel, las figuras y eventos del sueño son interpretados simbólicamente como reflejo de los factores intrapsíquicos del soñante. Jung señala: «Cabe aclarar el hecho de que la interpretación subjetiva no se refiere a aquello que uno generalmente designa como `subjetivo´ (que una opinión subjetiva no tiene mucha verdad, que es algo personal y de ninguna manera una verdad objetiva). Yo no uso la palabra subjetivo en ese sentido. Cuando digo que un sueño es interpretado correctamente a nivel subjetivo, me refiero a que la imagen del sueño primordialmente se refiere al sujeto mismo” (1928, p. 29).
Los sueños también son objetivos, es decir, se refieren a aspectos inconscientes de la relación del soñante con la otredad externa, de los cuales el soñante no se había dejado saber. Por ende, cualquier interpretación de los sueños que encuentre una correspondencia entre las imágenes del sueño y personas u objetos conocidos en la vida externa, es una interpretación a nivel objetivo. Esta interpretación a nivel objetivo representa nuestros sentimientos inconscientes hacia personas, lugares o cosas. Jung establece, sin embargo, que todo el trabajo con los sueños es esencialmente subjetivo, ya que desde el momento en que tenemos un sueño sobre alguien conocido no estamos soñando con la persona externa: estamos soñando una imagen. Una roca es una roca, pero soñar con una roca implica haber creado una imagen en el interior de nuestra psique. Precisamente por eso reitero que cuando decimos que hay sueños que son objetivos, son objetivos en el sentido que tienen que ver con un objeto afuera o externo a uno mismo, pero siempre tienen un significado subjetivo y, por ende, afectan la estructura intrapsíquica.
Los hallazgos y aportaciones que Jung hizo sobre los sueños aún prevalecen. En estos últimos años, sin embargo, los analistas junguianos hemos explorado los sueños en relación con los fenómenos transferenciales en general; en este sentido, los sueños también reflejan el campo transferencial.
Para Jung, la psique como objeto central de estudio de la psicología, va más allá de las fronteras de la conciencia. De hecho, esta última puede ser comparada con una isla dentro del océano. Mientras que las fronteras de la isla están claramente demarcadas, el océano es inmensamente amplio y profundo. En otras palabras, existe una forma de conocimiento transconsciente que trasciende la frontera entre la conciencia y el inconsciente. Los sueños brindan a la psicoterapia y al análisis la oportunidad de trascender los puntos de vista deterministas y limitados del ego. El análisis apunta hacia un cambio y una renovación psicológica que es posible cuando se desquebrajan las constricciones de los patrones establecidos por el ego durante tantos años.
En conclusión, puedo decir con Jung: «En un espacio tan reducido, sólo he podido analizar los elementos del sujeto. No podría ir construyendo frente a sus ojos, piedra por piedra, el edificio que se levanta en cada análisis con los materiales del inconsciente que, finalmente, logra la realización a través de la restauración de la personalidad total. El camino de asimilaciones sucesivas va más allá de los resultados curativos de los que se ocupa específicamente el médico. Nos lleva, finalmente, a esa meta distante que puede haber sido el primer impulso hacia la vida: la realización completa de la totalidad del ser humano, es decir, su individuación (CW 16, párr. 352).
© 2002 Derechos de autor de Patrizia Michan. Reservados todos los derechos.
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