Movimiento Auténtico: una forma de Imaginación Activa

KARIN FLEISCHER

Karin Fleischer se graduó en Dance Movement Therapy en la Universidad de California, Hayward. Dance Therapist Registered (ADTA). Analista junguiana en formación (IAAP). El presente material fue presentado en las Primeras Jornadas Luso-Hispanas de Danza Movimiento Terapia; España: Barcelona, 2005, y ha sido publicado en la Revista Kine, 15 Aniversario, Abril 2007. La foto que sigue fue cedida por el Centro de Movimiento Auténtico de Buenos Aires, Argentina (www.movimientoautentico.com.ar), y su reproducción no está permitida.

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RESUMEN

El objetivo de esta presentación es plantear la importancia de una relación dialógica entre consciente e inconsciente y mostrar como esta noción de diálogo está presente en la naturaleza psíquica del ser humano y a su vez se encuentra reflejada en la estructura misma del trabajo de Movimiento Auténtico o Imaginación Activa en Movimiento.

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Reconocer que nuestra naturaleza esencial es relacional, que aquello que nos define no es una sola cosa fija e inmutable, sino el vínculo con lo otro, implica también reconocer el cambio y el movimiento como intrínsecos a la misma.

Jung dice al respecto,

“Mi objetivo es crear un estado psíquico en el cual el paciente pueda comenzar a experimentar en su propia naturaleza, un estado de fluidez, cambio y crecimiento donde no existe nada que está eternamente fijo o petrificado sin esperanza”. Jung 1931, par.99
La noción de cambio como lo más propio de nuestra naturaleza fue originalmente enunciada por Heráclito. De acuerdo a este filósofo pre-socrático el hombre crece a saltos, a partir del conflicto o de la lucha entre contrarios. No se trata de un aprendizaje por continuidad o acumulación sino de un crecimiento que es transformación – o un trasladarse a una nueva forma.

Jung reconoce esta lucha entre opuestos en la base de nuestro psiquismo, la cual es expresada en el concepto de enantiodromia, el cual significa que toda fuerza llevada a un extremo se transforma en su contrario.

Sin embargo, en la evolución de nuestra conciencia occidental ha imperado la necesidad y la valoración de una identidad fija, adepta a categorías inmutables y reacia a las incertidumbres. Nuestra herencia cartesiana tiende a negar todo aquello que no puede comprender o explicar a través de su lógica. María Zambrano nos habla de la falta de esperanza que esta unilateralidad implica,

“La razón cartesiana no alberga en su interioridad esperanza alguna, porque solo es razón de sí… no dejó nada trascendente a ella misma” (1)
La Psicología Analítica comprende esta excesiva unilateralidad de la conciencia, o la ruptura del vínculo entre la conciencia y el inconsciente como rasgo fundamental de toda neurosis. Por el contrario, el estado de salud psíquico se relaciona con un estado de balance, caracterizado por un diálogo fluido entre el ego y el inconsciente. La psique como sistema posee la capacidad de autorregularse, es decir, contiene en sí misma una tendencia natural al equilibrio; sin embargo, “la psique del hombre civilizado ya no es un sistema auto-regulador sino que podría ser comparado con una máquina… tan insensible que puede continuar funcionando hasta el punto de dañarse a sí misma” (Jung, 1916/ 1958, par. 159).

La ruptura de este equilibrio sobreviene cuando hay un énfasis excesivo en la conciencia (neurosis) o por ausencia de énfasis en la misma (psicosis); en otras palabras, cuando se produce la ruptura en el eje ego-Self.

Dicha condición de unilateralidad, y la crisis que usualmente sobreviene a la misma, se haya presente en las circunstancias a partir de las cuales se origina la forma de Movimiento Auténtico, también conocida como Imaginación Activa en Movimiento.

Mary Whitehouse, su creadora, había entrado en conflicto con la danza contemporánea de ese momento (década del 50 en Estados Unidos) por el énfasis excesivo que la misma tenía en la forma y en la técnica; y por lo tanto la ausencia de instinto, de conexión, de vida que subyacía a tal condición.

Whitehouse expresaba que la danza había devenido en un arte excesivamente formal, aburrido y vacío de contenido.

Se propuso, entonces, intentar volver a conectar el movimiento con su origen, con su raíz instintiva.

“El movimiento para ser experimentado tiene que ser “encontrado” en el cuerpo, no ser puesto desde afuera como un vestido o un saco. Existe en nosotros aquello que nos ha movido desde el origen; aquello mismo que nos puede liberar”. Whitehouse 1963 / 1999, p.53.
Jung hace referencia a algo similar, cuando en los orígenes de Imaginación Activa (1913-1916) reconoce que como hombre en la crisis de la mitad de la vida, había perdido el contacto con el espíritu creativo. Es a través de un sueño, que recuerda cierta época de su infancia cuando tenía entre 10-11 años y jugaba a hacer construcciones. Dicho recuerdo fue tan vívido y tan cargado emocionalmente que Jung comprende que ese niño todavía estaba vivo en su interior. En sus memorias recuerda este momento cuando expresa que “fue ciertamente humillante descubrir como hombre de ciencia que era entonces, que no me quedaba otra cosa por hacer que ponerme a jugar juegos de infancia”. Jung 1961, (citado en Chodorow 1997, p.23)

Tanto Whitehouse como Jung manifiestan la necesidad de volver a conectarse con aquello que había quedado oculto. Y es precisamente ésta una de las características del juego simbólico o de la imaginación; la de ponernos en contacto con aquello originalmente reprimido.

El juego simbólico está basado en un proceso psicológico innato tendiente a curar el dolor emocional. Dicha posibilidad de crear simbólicamente es intrínseca al ser humano. Jung reconoce al instinto de crear como uno de los instintos básicos del ser humano.

Basándose en la capacidad imaginativa de la psique y en el potencial curador de la misma, Jung creó un método al que finalmente denominó Imaginación Activa, con el objetivo de posibilitar la conexión entre la conciencia y el inconsciente.

Mary Whitehouse, utilizando como fundamento el método de Imaginación Activa, describe la expresión de lo inconsciente a través del cuerpo y el movimiento como la experiencia de “ser movido”, en oposición a la actitud más conocida de “yo me muevo”, expresión de la voluntad consciente.

En Imaginación Activa o en Movimiento Auténtico, inicialmente el énfasis está en posibilitar un estado de apertura a los contenidos del inconsciente. Esta apertura al inconsciente constituye el primer paso o primera etapa y se manifiesta a través de una actitud de entrega en oposición a una de control, en el “dejar que algo suceda” o en la experiencia de “ser movida”.

Característica de esta primera etapa es la “escucha”. No se trata de decirle al cuerpo que hacer, sino de posibilitar en el mismo un estado de receptividad y de escucha, para poder recibir, acoger aquello otro desconocido, que me permita salir del círculo vicioso de lo ya sabido e interpretado.

Esta actitud de escucha – condición fundamental para que pueda existir el diálogo – es central en la filosofía de Heidegger, quien también ha influenciado a Jung con su pensamiento. Heidegger considera que el pensar es verdaderamente tal solamente cuando se abre a lo impensado. De aquí que para dicho filósofo, el pensar es básicamente un escuchar, un “ir al encuentro” de eso otro que se manifiesta cuando uno se pone “a la escucha de”.

En la literatura vemos reflejada esta misma actitud en la figura del poeta, como lo corrobora Rilke al decir, “el poeta es quien se deja estar en lo abierto”.

Una forma de describir este primer paso es justamente a través de la actitud de “permanecer en una espera abierta hasta que algo suceda”.

Janet Adler vincula la forma Movimiento Auténtico con la voz poética, tal como ésta es entendida por De Nicholas. La voz poética a diferencia de la voz profética, es aquella que nace de la experiencia mística, de la posibilidad de experimentar en nuestro cuerpo, de forma directa, aquello otro, desconocido que algunos llaman Dios o lo sagrado.

El próximo paso de esta primera etapa consiste en “dar forma” a aquellos contenidos que han emergido durante la experiencia; y esto puede hacerse a través de diversos medios como arcilla, dibujo, pintura, escritura o moviéndose nuevamente, creando una coreografía pero ahora con los ojos abiertos.

La segunda etapa de este diálogo consiste en la confrontación entre dichos contenidos y el ego. Jung destaca la importancia de este momento:

“Una vez que se ha dado forma al contenido inconsciente… surge la pregunta respecto a cómo se relacionará el ego con esta posición, y como el ego y el inconsciente llegarán a un entendimiento. Esta es la segunda y más importante etapa del procedimiento, la reunión de los opuestos para la producción de un tercero”. Jung 1916/1958, par.181
Esta parte del trabajo puede verse reflejada en la pregunta fáustica “¿Cómo me afecta este símbolo?” (Jung 1916/1958, par.188)

Un aspecto a destacar aquí es que el encuentro entre los opuestos – entre el material inconsciente y la conciencia – no puede ser sintetizada en un mismo plano. Por lo tanto, dicha confrontación demanda una comprensión que no puede ser una comprensión racional o intelectual, sino que deberá ser del orden de lo simbólico. El símbolo (2) sostiene siempre una mitad abierta, permaneciendo en contacto con el no-saber. A esta función simbólica de la psique, que posibilita la transición entre la conciencia y el inconsciente, Jung la denominó Función Trascendente (3).

En la práctica esta actitud implica que ante la presencia de una imagen, sensación, movimiento, uno no intenta entender o explicar que pasó, poniendo a la experiencia el sentido desde afuera, desde la conciencia, sino que es necesario permitir que el símbolo nos hable, que el sentido se devele a sí mismo, a través de sostener este diálogo abierto y de no cerrarlo en síntesis.

Esta comprensión simbólica, como contrapartida de un pensar conceptual, abstracto se origina con el Romanticismo alemán y encuentra expresión a través de la Filosofía Simbólica. Para esta tradición el sentido acontece creándolo, y se crea a partir de la escucha, una escucha en la cual, uno a su vez se implica; es decir que uno escucha implicándose.

Otro aspecto importante de este segundo momento es la necesidad de considerar seriamente los contenidos inconscientes; así como el niño se toma en serio su juego. Restarle importancia a los mismos es otra forma de control exhibida por la conciencia.

Es posible encontrarse en la práctica con personas que muestran estar comprometidas con el trabajo y su proceso; sin embargo, luego que material del inconsciente emerge, la conciencia tiende a minimizar el grado de realidad e importancia de los mismos. Los juzga como un juego necesario pero de menor nivel en la escala de sus valores, usualmente sin ser consciente de ello.

Como resultado de este proceso dialógico, surge una mayor capacidad de tolerar la ambigüedad, de aceptar la paradoja – como tensión que no se resuelve en lógica – sino que a partir de sostener y tolerar esta tensión permite la creación de otra cosa.
Aceptar la paradoja como condición de nuestra existencia es liberar a ésta y por lo tanto, a nosotros mismos, del encierro o el encasillamiento en categorías fijas e inamovibles.

Por último quisiera hacer referencia a que esta noción de diálogo, inherente a nuestra naturaleza psíquica y necesaria para un estado de salud, se encuentra reflejada en la estructura misma de Movimiento Auténtico o Imaginación Activa en movimiento.

Aquí el diálogo se expresa externamente en la relación “movedor” (4) -testigo(5). En un comienzo, el movedor/paciente es quien se abre a lo inconsciente y el testigo/terapeuta, quien acarrea una mayor responsabilidad en cuanto a la conciencia. Sin embargo, para que un proceso pueda realmente desarrollarse es necesario que gradualmente el mover pueda reconocer en sí mismo la presencia de un testigo interno. Para lo cual resulta indispensable que el testigo pueda sostener la conexión con su movedor interno.

La posibilidad del testigo/terapeuta de permanecer en contacto con su experiencia, sus aspectos vulnerables, su herida es requisito fundamental para que en el mover/paciente pueda constelarse el diálogo con su propio factor curador.

Este factor curador que sería la expresión de un testigo interno suficientemente desarrollado, tiende a ser inicialmente proyectado en el testigo externo. Sin embargo, aquí resulta crucial que el testigo externo pueda recibir la proyección, pero sin necesidad de identificarse con ella, y ello resulta posible en la medida que como testigo pueda sostener la apertura a su propia herida. Si como testigo me identifico con el lugar del sanador, necesitaré que el otro continúe ocupando el lugar de la herida (6).

La conexión del testigo/terapeuta con su mover interno es un factor fundamental para el desarrollo en el mover de su testigo interno, o de su propia capacidad de curación.

Dicho de otro modo, y parafraseando a Ulanov (1985), para facilitar la conexión entre el ego y el Self del paciente, se necesita una situación que refleje la otredad del Self en la otredad de la persona que nos mira como testigos.

Para concluir, quisiera mencionar que esta noción de diálogo se encuentra presente en la raíz etimológica de la palabra conciencia.
Conciencia, del latín conscire = “con” – juntamente con, estar vinculado, función del Eros; y “scire” – saber o ver, función del Logos.

En un sentido originario, la palabra conciencia indica la unión de los opuestos, el coniunctio entre eros y logos.

Por lo tanto, en el devenir de nuestra conciencia, quizás sea necesario retornar y recordar este sentido original. Sentido que conduce a una forma de conocimiento vinculado, forma que tiene en cuenta al otro y no solo a sí mismo.

La necesidad de una nueva forma de conciencia vincular o dialógica en el devenir de nuestra comunidad humana ya había sido expresada por Jung en el año 1916, cuando escribió en La Función Trascendente,

“La época actual demuestra con apabullante claridad que poco capaces son las personas de dar valor al argumento del otro, aunque esta capacidad sea una condición fundamental e indispensable para cualquier comunidad humana.

Todo aquel que se propone entenderse consigo mismo debe tener en cuenta este problema básico. Porque en la medida que no admite la validez de la otra persona, le está negando el derecho a existir al “otro” que alberga dentro de sí mismo y viceversa. La capacidad para el diálogo interior es la piedra fundamental para la objetividad exterior”. Jung 1916/1958, par. 187

A modo de síntesis:

Para Jung el desarrollo de nuestras potencialidades depende de una aproximación amorosa entre el ego y el Self.

Desde que nacemos tenemos otro dentro nuestro; en realidad nacemos desde ese Otro, el ego emerge a partir del Self y se va alejando cada vez más durante la primera mitad de la vida.

En la crisis de la segunda mitad de la vida, a través de un movimiento que Neumann denominó de centroversión, el ego necesita nuevamente volver su rostro hacia el Self.

A este movimiento Jung, denominó inicialmente proceso de individuación; sin embargo no hay posibilidad de un encuentro con eso Otro que busca realizarse dentro nuestro, sin una relación concreta en el exterior.

Entonces nuestra naturaleza se define por la relación yo-Otro o ego-Self y ese Otro en mi interior puede reflejar, y a su vez tiende a ser reflejado, a través de lo que pasa entre mi ego y el otro que está afuera.

Por lo tanto, como ya lo expresó Jung, es de fundamental importancia para nuestras relaciones interpersonales que podamos abrirnos a la vincularidad con el otro que está dentro nuestro.

La forma de Movimiento Auténtico o Imaginación Activa en movimiento facilita esta vincularidad o diálogo entre el ego y el Self, reflejando el mismo externamente en la estructura “mover” – “testigo”.

NOTAS

(1) Frase extraída del curso de filosofía dictado por Hugo Mujica, sacerdote, filósofo y poeta.

(2) Símbolo: de Symbolon = juntar, reunir y Sinn-bild = sentido e imagen

(3) Cuando se sostiene la tensión entre las tendencias opuestas, el Self enviará el Tertium Non Datur, un tercer símbolo que permitirá trascender la oposición, y que gradualmente generará una nueva.

(4) Significa “aquel que se mueve” o quien vivencia la experiencia de movimiento.

(5) A diferencia de otras formas de Imaginación Activa, en las que la persona trabaja a solas; en Movimiento Auténtico o Imaginación Activa en movimiento, la presencia del analista es indispensable.

(6) El que está permanentemente curado está permanentemente herido (significa sufrir o revivir en la cura cada vez la propia herida). Si no se retiran las proyecciones curativas del analista, se produce una disociación por el poder; la cura se produce por el poder, no por el contacto con la herida.

BIBLIOGRAFÍA

Adler, J. “Hacia lo Desconocido. Una entrevista con Janet Adler por Annie Geissinger”. Publicado en su idioma original, inglés, en The Moving Journal.

Chodorow, J. (1997) Encountering Jung. Jung on Active Imagination. New Jersey: Princeton University Press.

Jung, C.G. (1916/ 1957) The Transcendent Function, en The Structure and Dynamics of the Psyche. Collected Works 8. Princeton University Press.

Jung, C.G (1931) The Practice of Psychotherapy, CW 16. Princeton University Press

Ulanov, A. (1985) Transference/Countertransference: A Jungian Perspective. In Jungian Analysis, ed. by Stein, M.. Boston & London: Shambhala.

Whitehouse, M. (1963) Physical Movement and Personality. In Authentic Movement, Essays by M. Whitehouse, J. Adler and J. Chodorow; ed. by Pallaro, P. London: Jessica Kingsley, 1999.

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