Profesión y vocación

«PROFESION Y VOCACION«

Marie-Louise von Franz

M-L von Franz nació en Zurich, en 1915, fue alumna y discípula de Jung, se especializó en el estudio del simbolismo, la interpretación de sueños, mitos y leyendas. Autora del libro Érase una vez. Fue presidenta honoraria del Instituto Jung. Dotada de una especial habilidad para traducir los materiales junguianos simbólicos a la realidad psicológica cotidiana. Murió en 1998. Este capítulo hace parte del libro Psicoterapia, Sao Paulo: Editorial Vozes.

Traducido del Portugués por Juan Carlos Alonso


Marie-Louise von Franz

Una de las cuestiones más difíciles en el entrenamiento de los futuros analistas es la que concierne a su adecuación a la profesión. Ningún programa por mucho que se dedique exclusivamente a suministrar elconocimiento indispensable, puede transmitir a las personas aquel«algo» que crea en ellas una emanación curativa. Es verdad que la integridad moral y la necesidad de ayudar son indispensables, pero por si solas no pueden producir el resultado en cuestión. De acuerdo con mi experiencia, todo aquel que dedicó largo tiempo en su análisis al reconocimiento consciente de sus problemas, se vuelve atractivo para las personas que lo rodean, que sienten que él posee algo que las atrae. Ellas le comienzan a contar sus sueños y problemas, fuera del ambiente profesional. No obstante, me parece que ni aún eso es siempre prueba suficiente de la adecuación de la persona. Tal vez esta persona tenga otras obligaciones particulares que cumplir, para las cuales puede tener una mayor vocación, que superar el estado de conciencia relativamente elevado que logró alcanzar. Me acuerdo de una mujer que estaba en esa situación. Aunque los requisitos hubieran sido cumplidos, sus sueños no parecían apoyar la posibilidad de que ella se dedicara al trabajo analítico. Solamente después de que sus dos hijos salieron de casa, fue que tuvo el siguiente sueño: «Una voz me decía que ahora yo podía construir una piscina pública en el patio de mi casa y trabajar allí como piscinera». Obviamente significaba que ahora ella podía hacer posible que otros bucearan en las aguas profundas del inconsciente y garantizar que iban a aprender a nadar en esas aguas sin hundirse. Esta mujer se conviertió en una connotada analista. Es evidente que antes de eso, su familia la necesitaba más, lo que no le permitía gastar su energía con terceros.

Un problema difícil que se presenta a los candidatos en prácticas es que son poseídos por el arquetipo de la cura. La imagen arquetípica del curador está relacionada con la del puer aeternus, hijo-dios creador de la Gran Madre. Un número considerable de jóvenes con un complejo materno tienden a identificarse con ese arquetipo; suelen manifestar una cualidad «maternal» con relación a todos los que son indefensos o sufridos, y frecuentemente también tienen un don para la enseñanza (1).

A partir de ese punto de vista, ellos serían adecuados a la profesión de analista; sin embargo, a causa de su identificación con el arquetipo, esos jóvenes sufren una inflación. En esos casos, es provechoso estimularlos a emprender un estudio serio, tal vez hasta estudios en el área de la medicina, porque a la persona que está inflada no le gusta trabajar; cree que ya sabe todo mejor y más profundamente que los otros. Un trabajo arduo, por lo tanto, junto con los necesarios esclarecimientos a través del análisis, a menudo hacen posible superar la inflación. Es importante para esas personas comprender que es el consciente el que, en último análisis, causa y dirige el proceso de cura, y que el analista es sólo aquel que ayuda y apoya el proceso, y no su autor.

Me gustaría ilustrar lo que acabo de decir a través del sueño de vocación de un joven colega, que lo tuvo la noche anterior a su primera sesión de análisis. Un poco antes, en la misma noche, estuvo meditando acerca de lo que efectivamente era una interpretación «adecuada» del sueño y el análisis en el sentido junguiano. Él soñó entonces lo siguiente:

Estoy sentado en una plaza rectangular y abierta, en una vieja ciudad. Un joven, vistiendo sólo pantalones, se sienta delante de mí con las piernas cruzadas. Su cuerpo es fuerte y lleno de vitalidad. El sol brilla a través de su cabello rubio. Él me cuenta sus sueños y quiere que yo se los interprete. Los sueños son como una especie de tejido que él extiende delante de mí, mientras los narra. Cada vez que relata un sueño, una piedra se cae del cielo y dá en el sueño. Eso hace que el sueño se despedace. Cuando atrapo los pedazos en la mano, queda claro que son hechos de pan. Cuando los pedazos del sueño se sueltan, revelan una estructura interior que le recuerda una escultura abstracta moderna. A cada sueño que es narrado, otra piedra cae sobre él, y así una parte cada vez mayor de la estructura básica, que es hecha de tuercas y tornillos con puntos de soldadura, comienza a aparecer. Yo digo al joven que eso muestra cómo exponer el significado de un sueño – punto por punto. En ese momento, surge la idea de que la interpretación de los sueños es el arte de saber lo que se puede dejar afuera y lo que se debe retener, lo cual es también la manera como las cosas son en la vida.

La escena del sueño entonces cambia. El joven y yo estamos ahora sentados uno frente al otro, en la ribera de un río ancho y maravillosamente bello. Él aún está contándome sus sueños, pero la estructura construida por los sueños asumió una forma diferente. Ellos no forman una pirámide compuesta de tuercas y tornillos, sino una pirámide constituida por miles de pequeños cuadrados y triángulos. Es como un cuadro cubista de Braque, siendo sin embargo tridimensional y vivo. Los colores de los pequeños cuadrados y triángulos están constantemente modificándose. Expliqué que es esencial a la persona mantener el equilibrio de toda la composición, siempre oponiendo inmediatamente a un cambio de color una modificación compensatoria del otro lado. Esa cuestión de equilibrar los colores es increíblemente compleja, porque todo el objeto es tridimensional y está en constante movimiento. Miré entonces para lo alto de la pirámide del sueño. No hay nada allá. Ese es, en verdad, el único punto en que toda la estructura se aglutina, pero en ese punto existe un espacio vacío. Cuando lo miro a él, comienza a irradiar una luz blanca.

Una vez más la escena del sueño cambia. La pirámide permanece, pero ahora es hecha de material fecal solidificado. La cima aún irradia. De pronto comprendo que es como si la cumbre invisible se hiciera visible a través del excremento sólido, e, inversamente, el excremento se hace visible a través de la cima. Examino profundamente el excremento y percibo que estoy mirando hacia la mano de Dios. En un momento de iluminación, comprendo por qué la punta es invisible: es la faz de Dios.

Una vez más el sueño cambia. La Dra. von Franz y yo estamos caminando a lo largo del río. Ella dice, riendo: «Tengo sesenta y un años, no dieciséis, pero los algorismos de ambos números suman siete». Despierto abruptamente, con la sensación de que alguien hubiera golpeado con fuerza en la puerta. Para mí espanto, el apartamento está completamente silencioso y vacío.

En el lenguaje de los pueblos primitivos, ese es un sueño «grande» o, en el lenguaje de Jung, un sueño arquetípico, que encierra un significado suprapersonal, universal. Como ya lo interpreté en «La auto-realización en la terapia individual de C. G. Jung», que comienza en la página 1, recomiendo al lector que relea esa discusión. En el actual contexto, lo importante es sólo el hecho de que en el sueño el inconsciente viene a la superficie como punto principal del tratamiento, que la mano de Dios es vista en el «humano, demasiado humano», y que el trabajo en el desarrollo personal continúa. Ese parece ser el aspecto crucial en este caso.

Ese gran sueño lleva a mi joven colega muy lejos de sus temores y responde a sus preguntas con una filosofía de vida, en el centro de la cual reside la cuestión de la auto-realización. Toda la situación es presentada como un acontecimiento que ilumina a mi colega. Eso no debe, sin embargo, llevarnos erróneamente a pensar que el análisis no requiere un esfuerzo de parte del ego. Sabemos, a partir de la experiencia, que el análisis involucra un trabajo arduo y requiere mucho conocimiento. Ese sueño, que presenta el trabajo como mero acontecimiento, representa una compensación, pues mi colega, en su reflexión que precedió el sueño, llevó a su ego y al papel del terapeuta excesivamente en serio. Las pacientes que en la vida real le habían sido designadas, dos mujeres jóvenes, no aparecen en el sueño; en vez de eso, el paciente, el «sufriente«, es una figura interna en mi colega, un pedazo de su Sí-mismo.

El sueño muestra que la parte principal del desarrollo interior del analista es algo puramente entre su ego y el Sí-mismo (o, en un lenguaje anticuado, la imagen de Dios dentro de él). El sueño también significa claramente que, para mi colega, es importante percibir la «mano de Dios»que gobierna el destino humano, en vez de querer «hacer alguna cosa» él mismo.

Toda la verdad psicológica puede ser, y hasta debe ser, revertida: todo analista debería tener un sólido fondo de conocimiento, lo más amplio posible. Frecuentemente, ha sido destacado que los psicólogos que no poseen entrenamiento médico fácilmente dejan de darse cuenta de los estados psicosomáticos. Es de indudable importancia que el analista que no es médico aprenda in totum la sintomatología de las enfermedades psicosomáticas, para poder remitir al médico los pacientes que necesitan tratamiento clínico. Pero también existen otras áreas sobre las cuales un conocimiento completo me parece indispensable. Me acuerdo aquí de un estudiante mexicano que estaba en su análisis de entrenamiento. Yo tenía la sensación de que en verdad no lo comprendía, y él también parecía incapaz de entender lo que yo tenía que decir. La causa de todo eso era completamente misteriosa para mí, pues yo lo quería mucho. Entonces él me trajo el siguiente sueño:

Él vio en la bifurcación de las ramas de un árbol una gran piedra obsidiana. Cuando avanzó en dirección de ella, la piedra saltó del árbol y comenzó a lo seguirlo. Él sintió que era muy peligrosa. Cuando huía, se encontró con algunos trabajadores que habían cavado en el suelo un agujero rectangular. Ellos le indicaron, por medio de señas, que debía entrar en el agujero y quedarse inmóvil en medio de él. Cuando hizo eso, la piedra obsidiana que lo seguía fue volviéndose cada vez menos y, finalmente, quedó a sus pies como una pequeña piedrita domesticada.

Cuando oí ese sueño, exclamé: «Cuál es su relación con el dios Tetzcatlipoca?» Éntonces me lo contó todo; me dijo que era tres-cuartos azteca, pero no había mencionado el hecho en su anamnesis, porque en México, al parecer, el prejuicio racial aún predomina. De repente, yo lo comprendí. Interiormente, sin tener conciencia de eso, él vivía en la tradición espiritual de los aztecas, pero lo había negado dentro de sí mismo. Con ese sueño, su individuación tuvo inicio así como su creatividad intelectual. Tetzcatlipoca, la suprema divinidad azteca, se volvió su gurú interior en la imaginación activa.

Pero, qué habría ocurrido con ese análisis, si yo no hubiera sabido que la obsidiana era un símbolo del dios Tetzcatlipoca? Es claro que una analista experta no puede conocer todos los temas mitológicos existentes, que se elevan a centenares de miles. Así pues, es importante educar al analista en perspectiva para que no interprete los sueños de manera precipitada y, sí, que continuamente se dé al trabajo de buscar informaciones en la literatura especializada de los símbolos y, además de eso, necesita ser entrenado para saber dónde buscar. A fin de cuentas, el médico también tiene manuales que puede consultar para obtener pormenores sobre medicamentos y síntomas. En el análisis junguiano, el conocimiento de la mitología es significativamente más importante que en el análisis en otras escuelas. Estas, generalmente fundamentan su abordaje en una teoría de sueños existente, que desde el inicio sugiere ciertas interpretaciones. En el abordaje junguiano existe el principio de que todo sueño expresa algo aún desconocido, algo nuevo para el paciente. Mientras el analista está lidiando con las imágenes oníricas del inconsciente personal, un cuidadoso registro de las asociaciones del paciente frecuentemente son suficientes. Pero en el caso de imágenes arquetípicas, las personas a menudo tienen muy poco que decir sobre la forma de una asociación. En este caso, es necesario buscar un material mitológico objetivamente comparable.

Aunque ese problema se refiere principalmente al entrenamiento intelectual y al conocimiento del futuro analista, no debemos olvidarnos del sentimiento, o sea, del corazón. Por muy inteligente que sea un analista insensible, nunca vi a una persona de ese tipo curar a alguien! Y el «corazón» no puede ser infiltrado. La persona que no lo posee, en mi opinión, es la menos adecuada para la profesión. No obstante, existen quienes realmente tienen sentimiento y capacidad de sentir compasión, pero no osan expresarlo. Esos individuos pueden ser ayudados, a través del entrenamiento, a que se vuelvan buenos analistas.

En efecto, idealmente hablando, el analista necesita haber entrenado las cuatro funciones de la conciencia. Necesita de la función sensación, porque tiene que ser realista y capaz de ver los hechos internos y externos para poder funcionar. Nunca debería suceder (aunque yo ya he sido tesigo de eso) que el analista no sepa nada acerca de la situación financiera del paciente, o no perciba que no está alimentándose bien. La intuición, claro, es también indispensable, porque sin ella es imposible comprender la función prospectiva y pronosticadora de los sueños, así como adivinar todas las cosas que el analizando dejó de contar, lo que es, generalmente, muy importante.

Claro que es casi imposible, bajo el aspecto práctico, que todos los analistas sean tan perfectos y completos al extremo de haber asimilado las cuatro funciones de la conciencia. Frecuentemente necesitamos quedar satisfechos en volver al futuro analista, consciente de cuáles son sus funciones no desarrolladas, para que él conozca sus flaquezas y quede atento a ellas y, en los casos de incertidumbre, cuando haya motivo para sospechar que algo en el análisis no está yendo bien, consulte a un colega.

Los problemas del conocimiento y del desarrollo de las funciones de la conciencia están relacionados con el estado de normalidad del futuro terapeuta, con su ajuste al mundo exterior y a la sociedad. pero la palabra vocación está relacionada con algo aún más profundo y esencial – la conexión con Dios o con los dioses, o sea, con las fuerzas que se manifiestan dentro de la psique. Si examinamos eso de una manera histórica, veremos que en la Edad Media no era particularmente la persona «normal» la que era considerada con vocación para ser un benefactor de la psique o del alma (aunque él también tuviera que ser relativamente normal), y sí el sacerdote; o entonces las personas buscaban ayuda en el túmulo de los mártires o de los santos, imaginando que la influencia sobrenatural de la personalidad de ellos tal vez curase a aquellos que tenían disturbios psicológicos. Si retrocediéramos más en la historia, la escisión específicamente cristiana entre religión y medicina nos viene a la mente. Si retrocediéramos aún más, llegamos a la figura del médico-sacerdote, que trabajaba, por ejemplo, en los lugares consagrados la Asclépio (Cós, Epidauro y otros)(2) Aprendemos, por ejemplo, con Apuleio, que vivía a servicio de la diosa Ísis como un katocho (interndo voluntario) (3), lo que la vocación significaba aquellos días.

El sacerdote-curador de la última fase de la Antigüedad es una variante arquetípica del tipo curandero o chamán encontrado en el mundo entero. Para él, la vocación continúa encerrando el significado original de la palabra: un llamado de los dioses o de los espíritus para que él se vuelva un curador. Los chamanes (así como muchos de los curanderos y curanderas de otros pueblos) pasan por un periodo específico de entrenamiento y desarrollo. Son llamados por espíritus del clan o por otros espíritus, frecuentemente contra la voluntad de ellos. «Antes que el chamán se presente, el alma de la persona destinada la esa función es tomada por espíritus y arrastrada para el mundo subterráneo o el mundo superior» (4). Las almas de los futuros chamanes son entonces colocadas en nidos de diferentes niveles en las ramas de un árbol, siendo generalmente incubadas y criadas por una madre del reino animal bajo la forma de un cuervo u otro pájaro, o por un alce o ciervo alado, etc. Esa madre del reino animal es el alter ego del chamán, su doble, su espíritu protector y su principio vital. A veces, ella devora al chamán y lo da a luz nuevamente, o entonces lo cubre mientras él está en el huevo. Además de eso, la iniciación chamanística generalmente también consiste, como sabemos, en la mutilación del candidato y de su reducción a esqueleto. Esta última representa la substancia básica imperecedera a partir de la cual el chamán renovado puede ser reconstituido. No siempre el nuevo chamán está en el control de su nueva forma; a veces, la encuentra sólo en los momentos cruciales, durante la iniciación o a la hora de la muerte, pero es a través de esealter ego interior que realiza sus curas (5).

A partir del punto de vista de la psicología profunda actual, esa experiencia chamanística consiste en sufrir una invasión del incosnciente colectivo y tener éxito al lidiar con ella. Cuando el análisis de entrenamiento del futuro analista permanece presa de la discusión de problemas personales, de acuerdo con mi experiencia, esa persona nunca se convierte en un buen analista. Solamente cuando experimenta el infinito en su vida, como Jung lo formuló, es que la vida encuentra significado. De lo contrario, se pierde en superficialidades. (6)Podríamos aún añadir que esa persona sólo podrá ofrecer a los otros algo superficial: buenos consejos, interpretaciones intelectuales, recomendaciones bien intencionadas vueltas a la normalización. Es importante que el analista viva interiormente en lo que es esencial, porque así puede conducir al analizando al centro interno de él. Cierto chamán dijo adecuadamente a un pedazo de madera que él quería transformar en tambor: «Libera tu mente de la contienda y de la discordia, lariço; tú te transformarás en tambor«. (7).

Los símbolos del espíritu animal-madre, del tambor, del árbol y de muchos otros, son tan grandes en número que es imposible describirlos todos; son, bajo el aspecto de la psicología junguiana, símbolos del Sí-mismo. En la tradición chamanística, el futuro tutor no sólo necesita haber sufrido una invasión del inconsciente colectivo, sino también haber llegado a su núcleo, a lo que Jung llamaba el Sí-mismo. Extrañamente, a menudo el Sí-mismo primero confronta a la persona de manera hostil, como algo explosivo que podría incluso provocar la locura(8). Los Tungus siberianos tienen conciencia de eso; dicen hasta que antes de que la persona se haga chamán, necesita ser molestada por los espíritus durante algunos años. Se trata de las almas de chamanes fallecidos que hacen que tenga delirios. A menudo son aquellos que la mutilan durante la iniciación. (9).

Cierto Buryat, por ejemplo, permaneció enfermo durante quince años. Corría desnudo, al azar, en el invierno, y » se portaba como un idiota».(10) Después, encontró su espíritu auxiliador, que le preguntó: «Por qué se está comportándo de esa manera? Usted no nos conoce? Sea un chamán. Dependa de nosotros, sus utcha [antepasados = espíritus auxiliares]. Esta usted de acuerdo?» Él consintió, se sometió a los ritos de iniciación y comenzó a actuar como un chamán: «dondequiera que vaya, él cura y hace el bien». Es estrictamente prohibido actuar como chamán mientras el periodo de la iniciación no termina y el iniciado no está curado de su enfermedad iniciatória. (11).

Todo lo que dijimos aquí sobre el chamanismo de los pueblos circumpolares se aplica, de manera sorprendente, a la problemática vocacional de los terapeutas actuales. La persona que no haya tenido acceso a las profundidades del inconsciente, y visto allí «la naturaleza de todos los espíritus de la enfermedad», difícilmente puede poseer una empatía real y suficiente con relación al grave sufrimiento psíquico de sus semejantes. Ella sólo los tratará de acuerdo con las reglas, sin poder jamás sentir empatía por ellos, y éste es frecuentemente el factor-clave para los pacientes. Además de esto, aquel que comienza prematuramente a actuar como chamán, antes de haber superado su enfermedad iniciatória, es una visión extremadamente familiar. Muchos jóvenes entusiastas quieren comenzar a tratar las personas desde los primeros días de su análisis de entrenamiento, antes de haber logrado lidiar con sus propios problemas y los contenidos de su inconsciente. Al hacer eso, en participación mística con un paciente, generalmente acaban en el sector invidente de este último. El resultado es una locura de dos y no una cura; o entonces el paciente es lo suficientemente inteligente como para detectar que ese supuesto «médico» no está pisando en terreno muy firme. «Aquel tipo está más deprimido que yo», me dijo, cierta vez un analizando que estaba sirviendo de » cobaia» para un «tutor» aún no llenamente desarrollado.

Se ha afirmado que los chamanes y curanderos tienen muchas cosas en común con las personas mentalmente enfermas, o por lo menos con aquellas que son psicológicamente inestables, pero Eliade destacó, por ejemplo, que los esquimales consiguen distinguir claramente una enfermedad «chamanística» de un caso común de disturbio mental. (12)En el decurso de la enfermedad iniciatoria chamanística, el iniciado consigue encontrar la propia cura, lo que es precisamente lo que la persona común, que sufre de enfermedad mental, no consigue hacer. Además de eso, los chamanes son los individuos creativos, los poetas y los artistas, de sus comunidades. Eso trae a cuento una cuestión que también es importante para los terapeutas de hoy – en el chiste popular es muy difundida la figura del psiquiatra que es loco. (13) En relación con eso me gustaría acercarme a la perspectiva de los esquimales: la persona que consigue curarse a sí misma no es la persona enferma y, sí, aquella capaz de ayudar a los otros, pues esa persona está intacta en su núcleo más íntimo y posee la fuerza del ego, dos requisitos indispensables en la profesión de terapeuta. Ella sufre su enfermedad iniciatoria no a causa de una debilidad sino de familiarizarse con «todos los tipos de enfermedades», para saber a partir de su experiencia lo que significan la posesión, la depresión, la disociación esquizóide, y de ahí en delante.

Tampoco su desmembramiento iniciatorio es esquizofrenia. De acuerdo con la descripción mitológica, se trata de una reducción al esqueleto. Pero lo que eso significa según los pueblos que crearon esos mitos es lo indestrutíble, lo eterno en el ser humano, y también aquello que es perpetuado a través de la continuidad de las generaciones. Traído al lenguaje actual, significa que el iniciado pasa por un»análisis» en el sentido de una disolución de todas sus características no auténticas – por ejemplo: convencionales o infantiles -, a fin de conquistar el camino en dirección a lo que es su verdadero ser. En el lenguaje junguiano, significa que se ha individuado, una personalidad sólida que ya no es un juego de afectos internos y proyecciones o de tendencias y modismos externos de la sociedad.

En el contexto etnológico, el tutor también tiene una sombra específica, o sea, esa vocación también posee un contra-aspecto sombrío. Se trata de la figura del chamán o curandero demoníaco. La forma más superficial de esto es el terapeuta que es gobernado por un complejo de poder. Es evidente que en esa profesión, en la cual el individuo es su propio señor y amo, y en la cual las otras personas frecuentemente se agarran a él de manera ingenua e infantil, el abuso del poder representa una enorme tentación. Por ejemplo, el analista puede verse intentando asumir el papel del padre o del sabio, aquel que sabe lo que está correcto. Por más repugnante que eso sea, no es, en mi opinión, el más peligroso, por cuanto esos terapeutas son a menudo importunados por pacientes igualmente poseídos por el poder, o castigados por el hecho de que tienden a reunir alrededor de sí un tedioso jardín-de-infantes de pacientes que los atormentan con exigencias.

El tutor «demoníaco» es en escala mayor, algo más peligroso. Los Yakuts, por ejemplo, creen que en el momento de la iniciación, el chamán tiene la elección de ser iniciado por los espíritus de la «fuente de la destrucción y de la muerte» o por los espíritus «de la cura y de la salvación«. (14) Lo que es confuso en este caso es que aquel iniciado por los espíritus del mal también puede ser considerado un gran chamán. (15) Pero para que ese individuo se haga chamán, muchas personas (frecuentemente de su clan) tiene que morir (16), mientras que el clan de un chamán del lado de la luz florece. (17) Así pues, el primer tipo de chamán es llamado » sanguinario». A partir de un punto de vista psicológico, los chamanes del mal son aquellos que encontraron el acceso al inconsciente y se mostraron lo suficientemente fuertes para no ser derrumbados por él, pero que, por así decirlo, intencionalmente se rinden a los impulsos sombríos del inconsciente.

Jung describió el «demoníaco«, que también podría ser llamado de «magia negra«, en los siguientes términos. (18) Mientras la «magia blanca» se esfuerza por expulsar del inconsciente las fuerzas del desorden, «la magia negra exalta los impulsos destructivos como la única verdad válida en oposición al orden hasta entonces prevaleciente, además de aplicarlos al servicio del individuo en vez de al servicio de toda la comunidad. Los medios utilizados para eso son ideas, imágenes y expresiones primitivas, fascinadoras o preocupantes, incomprensibles para la comprensión normal, palabras extrañas«, y así en lo sucesivo.«El demoníaco… se basa en el hecho de que existen fuerzas inconscientes de negación y destrucción, y de que el mal es real». La persona que ejerce esas fuerzas de magia negra está generalmente poseída por un contenido inconsciente. Jung menciona ahí el ejemplo de Hitler como un salvador negativo o un destructor. En la esfera de la tradición chamanística, se conocen peligrosos chamanes de ese tipo, de los cuáles todo el mundo tiene miedo. Mircea Eliade suministra muchos ejemplos de la arrogancia de los chamanes, que frecuentemente es vista como la verdadera fuente del mal y como la causa del actual estado deteriorado del chamanismo. (19) En mi opinión, esa arrogancia también existe entre los terapeutas modernos, y los que son marcados por ella son, creo yo, más peligrosos que aquellos con entrenamiento profesional inadecuado. Imagino que no haya ningún procedimiento organizacional o racional para mantener esos individuos fuera de la profesión del análisis. Sólo podemos esperar que en el público haya el suficiente discernimiento para evitarlos.

Reflexionando sobre los puntos presentados hasta ahora, vemos que la profesión del analista plantea exigencias muy altas, exigencias que difícilmente alguien puede satisfacer enteramente. Gracias a los cielos, los pueblos nativos también tienen conciencia de que no son sólo los grandes chamanes, sino también los chamanes secundarios y menos importantes quienes pueden curar a las personas. La grandeza o la importancia de un chamán depende de la frecuencia y de la profundidad con que penetró en el inconsciente y de cuanto sufrimiento tuvo que soportar para hacer eso. Por eso es por lo que, en mi opinión, lo que es absolutamente necesario no es convertirnos en un gran curandero sino en que conozcamos nuestros límites, porque puede suceder – y no es infrecuente – que un paciente crezca más que nosotros, o sea, avance más en el proceso interior de lo que nosotros ya avanzamos.

La tendencia instintiva del analista es entonces intentar traer el paciente de vuelta para abajo, de una forma reductiva para su nivel de conciencia. Es solamente cuando está consciente de sus límites que él puede evitar ese peligro y no rebajar el elemento significativo y creciente en los otros a través de un estilo de interpretación «nada más qué…«. Cuando el analista permanece consciente de sus límites, él puede a veces incluso ayudar a un paciente siendo sincero y contentándose en contribuir estrictamente con la ayuda de que es capaz, dejando el resto por cuenta del paciente. Él debe admitir sus puntos débiles e invertir las posiciones, pedir la comprensión del paciente. En ese punto, el proceso deja de ser un «tratamiento«, y se convierte en una relación que envuelve un mutuo dar y recibir. Eso, es claro, debe ser llevado en cuenta en la cuestión financiera en el análisis.

Un problema especial en la profesión del analista es la creatividad. Sin la menor duda, los mejores analistas son aquellos que, junto con la profesión, están involucrados en alguna actividad creativa. No es accidental que en las sociedades primitivas, los curanderos sean también, en general, los poetas, pintores y artistas de su pueblo. Los elementos creativos y curativos están muy próximos. «El ímpetu del caos ascendente», explica Jung, «busca nuevas ideas simbólicas que abarcarán y expresarán no sólo la orden anterior sino también los contenidos esenciales del desorden. Esas ideas tendrían un efecto mágico, manteniendo hechizadas las fuerzas destructivas del desorden, como fue el caso del cristianismo y de todas las otras religiones» (20).

Lo que Jung está diciendo, con relación al nivel colectivo en general, también se aplica tanto a grupos menores como al individuo. En todos los contextos permanece la cuestión de encontrar en lo más profundo de nosotros la influencia ordenada del Sí-mismo y expresarla en los símbolos, en el arte, en nuestras acciones. Si además de hacerconsultas, el analista no está trabajando también en su tarea, como destacó Jung, se hace esclavo de la rutina y, con el tiempo, se convierte en un analista insípido. Pude observar que en esta difícil profesión cierta irritación y desprecio por nuestros semejantes tiende a insinuarse en nosotros. Es solamente trabajando continuamente en nuestra tarea creativa interior que podemos evitar ese deterioro. Y no basta habersentido una única vez el llamado de la vocación; el derecho de la práctica de esta profesión necesita ser permanentemente conquistado dentro de nosotros.

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1 Ver Jung, «Psychological Aspects of the Mother Archetype», en CW 9/i

2 Ver C. A. Meier, Der Traum als Medizin (El sueño como remedio), Daimon Verlag, Einsiendeln, Suiza, 1985.

3 Cf. G. Preusschen, Mönchtum und Serapiskult (El monasticismo y el culto de Serápis), Giessen, 1903 , passim.

4 Citado en A. Friedrich y L. G. Budruss, Schamanengeschichten aus Siberien (Historias de los chamanes siberianos), Múnich, 1955, p. 45.

5 Ibid, pág. 48.

6 Jung, Memories, Dreams, Reflections, p 325. (Cf. trad. bras.: Memorias, sueños, reflexiones, Nueva Frontera, Río de Janeiro)

7 Friedrich y Budruss, Schamanengeschichten, p. 80.

8 Ver Jung, «The Philosophical Tree», in CW 13.

9 Cf. Friedrich y Budruss, Schamanengeschichten, pp. 212-13.

10 Ibid., p. 209.

11 Ibid, p. 159.

12 Ver Mircea Eliade, Shamanism: Archaic Techniques of Ecstasy, Bollingen Series, Princenton University Press, 1964, pp. 23ss.

13 Más o menos como en la siguiente broma: Cual la diferencia entre la persona mentalmente perturbada y el psiquiatra? Respuesta: El psiquiatra tiene la llave del consultorio.

14 Friedrich y Budruss, Schamanengeschichten, p. 171.

15 Cf. ibid., p. 158.

16 Ibid., p. 154.

17 Ibid., pp. 150, 147.

18 Jung, carta la Horst Scharschuch, 1º de septiembre de 1952 , Letters, vol. 2, pp. 81-82.

19 Eliade, Shamanism, p;. 72.

20 Jung, Letters, vol. 2, p. 81.

 

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