Yo (Ego) – Andrew Samuels, Bani Shorter, Fred Plaut

Andrew Samuels es profesor de Psicología Analítica en la Universidad de Essex y analista de formación de la Sociedad de Psicología Analítica de Londres. Bani Shorter es Diplomada del C.G. Instituto Jung de Zurich. Fred Plaut es analista de formación de la Sociedad de Psicología Analítica de Londres. Los tres son autores de la obra A critical Dictionary of Jungian Analysis, de donde es tomada esta definición.

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Traducida del inglés por Juan Carlos Alonso González

YO (EGO)

En su mapa de la psique, Jung encontró dificultad en distinguir un lugar del yo diferente del especificado por Freud. Lo percibió como el centro de la consciencia; sin embargo también subrayó las limitaciones y la incompletitud del yo como algo menor que la personalidad entera. Aunque el yo tenga que ver con asuntos tales como identidad personal, mantenimiento de la personalidad, continuidad por encima del tiempo, mediación entre campos conscientes e inconscientes, conocimiento y pruebas de la realidad, también debe ser considerado como una instancia que responde a las necesidades de otra que le es superior. Esta es el Sí-mismo, el principio ordenador de la personalidad entera. La relación del Sí-mismo con el yo puede ser comparada con la relación de “lo que mueve con lo que es movido”.

Inicialmente el yo está fundido con el Sí-mismo, sin embargo, después se diferencia de él. Jung describe una interdependencia de los dos: el Sí-mismo posee una visión más holística y es, por lo tanto, supremo, pero la función del yo es confrontar o satisfacer las exigencias de esa supremacía. El enfrentamiento entre el yo y el Sí-mismo fue identificado por Jung como característico de la segunda mitad de la vida.

El yo también es visto por Jung como resultante del choque entre las limitaciones corporales del niño y la realidad ambiente. La frustración ayuda a formar islotes de consciencia que se juntan al yo propiamente dicho. Aquí las ideas de Jung sobre el momento de la emergencia del yo reflejan una continua tendencia a ideas anteriores de Freud. El yo, asevera Jung, adquiere su plena existencia durante el tercero o cuarto año. Los psicoanalistas y los psicólogos analíticos coinciden hoy en que un elemento de organización perceptiva está presente al menos a partir del nacimiento y en que, antes del final del primer año de vida, una estructura de yo relativamente sofisticada se encuentra actuando.

La tendencia de Jung a equiparar el yo a la consciencia hace difícil la conceptualización de aspectos inconscientes de la estructura del yo, o sea, de las defensas. La consciencia es la característica distintiva del yo; sin embargo eso es proporcional a lo inconsciente. De hecho, cuanto mayor sea el grado de consciencia del yo, mayor será la posibilidad de sentir lo que no es conocido. La tarea del yo con relación a la sombra es reconocerla e integrarla, más que dividirla mediante la proyección.

Jung concibió la psicología analítica como una reacción a un enfoque excesivamente racional y excesivamente consciente que aísla al hombre de su mundo natural, incluida su propia naturaleza y, por lo tanto, lo limita.

Por otro lado, insistía en que los sueños y las imágenes de la fantasía no pueden ser usados directamente para intensificar la vida. Son una especie de materia-prima, una fuente de símbolos, que pueden ser traducidos al lenguaje de la consciencia e integrados por el yo. En esa labor, la función trascendente establece los vínculos entre las oposiciones. El papel del yo es discriminar los opuestos, resistir sus tensiones, permitir que se resuelvan y, finalmente, proteger aquello que emerge, y que expandirá e intensificará lo que antes eran los límites del yo.

En lo concerniente a la psicopatología, existe determinado número de peligros reconocidos:

(1) Que el yo no llegue a emerger de su identidad primaria como Sí-mismo, lo que lo hará incapaz de satisfacer las exigencias del mundo externo.
(2) Que el yo llegue a quedar equiparado al Sí-mismo, llevando a una inflación de la consciencia.
(3) Que el yo pueda llegar a asumir una actitud rígida y extremada, abandonando al Sí-mismo como referencia e ignorando la posibilidad de transformación mediante la función trascendente.
(4) Que el yo pueda llegar a no ser capaz de relacionarse con un complejo en particular, debido a la tensión generada. Eso acarrea la disociación del complejo y su dominación de la vida del individuo.
(5) Que el yo pueda ser subyugado por un contenido interno oriundo del inconsciente.
(6) Que la función inferior llegue a permanecer no integrada y no disponible para el yo, llevando a un comportamiento claramente inconsciente y a un empobrecimiento general de la personalidad. 

Referencia

Samuels Andrew et al. (1997). A critical Dictionary of Jungian Analysis. London and New York: Routledge.

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